El contexto social configura profundamente todos y cada uno de los campos intelectuales. Ello es particularmente cierto en el caso de la sociología, que no sólo se deriva de ese contexto, sino que también toma el contexto social como su objeto de estudio. Analizaremos brevemente algunas de las condiciones sociales más importantes del siglo XIX y principios del XX, condiciones que fueron de suma importancia para el desarrollo de la sociología. Tendremos también la ocasión de comenzar a presentar las principales figuras de la historia de la teoría sociológica. Revoluciones políticas La larga serie de revoluciones políticas que, desencadenadas por la Revolución Francesa de 1789, se produjeron a lo largo del siglo XIX constituyó el factor más inmediato de la aparición de la teorización sociológica. La influencia de estas revoluciones en muchas sociedades fue inmensa, y de ellas se derivaron muchos cambios positivos. Sin embargo, lo que atrajo la atención de muchos de los primeros teóricos no fueron las consecuencias positivas de esos cambios, sino sus efectos negativos. Estos escritores se sintieron particularmente preocupados por el caos y el desorden resultantes, sobre todo en Francia. Sentían al unísono un deseo de restaurar el orden de la sociedad. Algunos de los pensadores más extremistas de este periodo anhelaban literalmente un regreso a los pacíficos y relativamente ordenados días de la Edad Media. Los pensadores más sofisticados reconocían que el cambio social que se había producido hacía imposible ese regreso. Así, se afanaban por encontrar nuevas bases de orden en las sociedades perturbadas por las revoluciones políticas de los siglos xviii y xix. Este interés por la cuestión del orden social fue una de las preocupaciones principales de los teóricos clásicos de la sociología, en especial de Comte, Durkheim y Parsons. La revolución industrial y el nacimiento del capitalismo En la configuración de la teoría sociológica tan importante fue la revolución política como la revolución industrial, que se produjo en muchas sociedades occidentales principalmente durante el siglo xix y principios del xx. La revolución industrial no constituye un único acontecimiento, sino muchos desarrollos interrelacionados que culminaron en la transformación del mundo occidental, que pasó de ser un sistema fundamentalmente agrícola a otro industrial. Gran cantidad de personas abandonaron las granjas y el trabajo agrícola para ocupar los empleos industriales que ofrecían las nuevas fábricas. Estas fábricas habían experimentado también una transformación debido a la introducción de mejoras tecnológicas. Se crearon inmensas burocracias económicas para proporcionar los múltiples servicios que requerían la industria y el naciente sistema económico capitalista. El ideal de esta economía era un libre mercado en el que pudieran intercambiarse los diversos productos del sistema industrial. En este sistema unos pocos obtenían enormes ganancias, mientras la mayoría trabajaba gran cantidad de horas a cambio de bajos salarios. La consecuencia de ello fue la reacción contra el sistema industrial y contra el capitalismo en general, lo que condujo a la creación del movimiento obrero, así como a una diversidad de movimientos radicales cuyo objetivo era derrocar el sistema capitalista. La revolución industrial, el capitalismo, y la reacción contra ellos desencadenó una enorme revuelta en la sociedad occidental, una revuelta que afectó profundamente a los sociólogos. Cuatro figuras principales de la historia de la teoría sociológica —Karl Marx, Max Weber, Emile Durkheim y Georg Simmel—, así como otros muchos pensadores de menor importancia, se sentían preocupados por estos cambios y por los problemas que habían creado al conjunto de la sociedad. Pasaron sus vidas estudiando estos problemas y en muchos casos se esforzaron por desarrollar programas que pudieran resolverlos. El nacimiento del socialismo Una serie de cambios cuyo objetivo era solucionar los excesos del sistema industrial y del capitalismo pueden agruparse bajo el término «socialismo». Aunque algunos sociólogos apoyaron el socialismo como la solución a los problemas industriales, la mayoría se manifestó personal e intelectualmente en contra de él. Por un lado, Karl Marx apoyaba activamente el derrocamiento del sistema capitalista y su sustitución por un sistema socialista. Aunque no desarrolló una teoría del socialismo per se, invirtió una gran cantidad de tiempo en criticar varios aspectos de la sociedad capitalista. Además, estuvo implicado en diversas actividades políticas que esperaba dieran como resultado el nacimiento de las sociedades socialistas. Sin embargo, Marx constituye una figura atípica de los primeros años de la teoría sociológica. La mayoría de los primeros teóricos, como Weber y Durkheim, se opuso al socialismo (al menos, así lo creía Marx). Aunque reconocían los problemas de la sociedad capitalista, se afanaban por encontrar una reforma social dentro del capitalismo, antes que apoyar la revolución social que proponía Marx. Temían al socialismo más que al capitalismo. Este temor jugó un papel mucho más importante en la configuración de la teoría sociológica que el apoyo de Marx a la alternativa socialista al capitalismo. Como veremos, en muchos casos la teoría sociológica se desarrolló de hecho como una reacción contra la teoría socialista en general, y contra la marxiana en particular. Urbanización En parte como resultado de la revolución industrial, una gran cantidad de personas del siglo xix y xx fue desarraigada de su entorno rural y trasladada a emplazamientos urbanos. Esta emigración masiva se debió en muy buena medida a los empleos que creó el sistema industrial en las zonas urbanas. Además, la expansión de las ciudades produjo una lista supuestamente interminable de problemas urbanos: masificación, contaminación, ruido, tráfico, etc.. La naturaleza de esta vida urbana y sus problemas atrajo la atención de muchos sociólogos clásicos, especialmente la de Max Weber y Georg Simmel. De hecho, la primera y principal escuela de sociología estadounidense, la escuela de Chicago, se define en parte por su preocupación por la ciudad y sus intereses en la utilización de Chicago como laboratorio para el estudio de la urbanización y sus problemas. Cambio religioso Los cambios sociales que se produjeron a raíz de las revoluciones políticas, la revolución industrial, y la urbanización, tuvieron un profundo efecto en la religiosidad. Muchos de los primeros sociólogos recibieron una educación religiosa y se encontraban implicados activamente, y en algunos casos, profesionalmente, en la religión (Hinkle y Hinkle, 1954). Su objetivo en sociología era el mismo que tenían sus vidas religiosas. Su deseo era mejorar la vida de las personas (Vidich y Lyman, 1985). En algunos casos (como en el de Comte) la sociología se convirtió en una religión. En otros, sus teorías sociológicas exhiben una marca inconfundiblemente religiosa. Durkheim dedicó una de sus principales obras a la religión. La moral jugó un papel central no sólo en la sociología de Durkheim, sino también en la obra de Talcott Parsons. Una gran parte de la obra de Weber está dedicada a las religiones del mundo. Marx también se mostró interesado por la religiosidad, pero su orientación era más crítica. Spencer también discutió la cuestión de la religión («las instituciones eclesiásticas») como un componente importante de la sociedad. Crecimiento de la ciencia En el curso del desarrollo de la teoría sociológica tuvo lugar un creciente interés por la ciencia, no sólo en las universidades, sino también en la sociedad en su conjunto7Los productos tecnológicos de la ciencia impregnaban todos los sectores de la vida, y la ciencia adquirió un fabuloso prestigio. A los intelectuales vinculados a las ciencias que más éxitos acumulaban (la física, la biología y la química) se les otorgaban lugares preferentes en la sociedad. Los sociólogos (especialmente Comte, Durkheim, Spencer, Mead y Schutz) se preocuparon desde el principio por la ciencia, y muchos querían modelar la sociología a partir de las ciencias de la física y la química, que habían obtenido un gran éxito. Sin embargo, en seguida surgió un debate entre los que aceptaban de buen grado el modelo científico y los que (como Weber) pensaban que las características particulares de la vida social dificultaban y hacían no recomendable la adopción de un modelo absolutamente científico. La cuestión de la relación entre la sociología y la ciencia aún se debate, aunque una sola ojeada a las principales revistas del área indica el predominio de los que apoyan la sociología como ciencia. Estos son sólo algunos de los principales factores sociales que jugaron papeles centrales en los primeros años de la teoría sociológica. La influencia de estos factores se clarificará a medida que analicemos a los diversos teóricos a lo largo del libro. Aunque los factores sociales son importantes, concedemos más importancia en este capítulo a las fuerzas intelectuales que jugaron un papel central en la configuración de la teoría sociológica. Por supuesto, en el mundo real los factores intelectuales son inseparables de las fuerzas sociales. Por ejemplo, en la discusión de la Ilustración que aparece más adelante nos percatamos de que ese movimiento está íntimamente relacionado con los cambios sociales discutidos arriba, y en muchos casos proporciona su base intelectual Fuente: Ritzer, George. Teoría sociológica clásica. McGraw-Hill, México, 2010. Teoría sociológica clásica George Ritzer McGraw-Hill, México, 2010 George Ritzer, Estados Unidos, 1940
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UNO: Las ciencias formales y fácticasSon muchas las clasificaciones de la ciencia, pero en la actualidad se usa mucho la clasificación de Mario Bunge entre ciencias formales y ciencias fácticas. Las ciencias formales Las ciencias formales se ocupan de inventar entes formales y establecer sus relaciones, Inventan/crean el objeto, este se le debe poder surtir contenido fáctico y empírico. Un ejemplo de las ciencias formales son la lógica y la matemática, y un objeto: los números. Nunca entran con conflicto con la realidad, porque hay distintas interpretaciones de los objetos formales. Se contentan con la lógica A las matemáticas y a la lógica también se consideran ciencias deductivas, pues sus enunciados tienen que tener un conjunto de ideas admitidas previamente. Las ciencias formales demuestran o prueban. Las ciencias fácticas Tienen como objeto a los hechos, procuran un conocimiento objetivo, para confirmar sus conjeturas necesitan de la observación y/o experimentos, y no se conforman con ideas admitidas previamente, no emplean símbolos vacíos sino que emplean símbolos interpretados. Las ciencias fácticas son llamadas también empíricas: estudian fenómenos reales. Los enunciados deben ser verificables, por eso se dice que el conocimiento fáctico verificable es una ciencia empírica porque se requieren datos empíricos. Las ciencias fácticas verifican hipótesis que en su mayoría son provisionales. El objeto de estudio de las ciencias formales es simbólico o ideal, en cambio el de las ciencias fácticas son los fenómenos naturales o el ser humano (individual o social). El método científico de las ciencias formales es deductivo. El de las ciencias fácticas es hipotético-deductivo, explicativo o comprensivo. Clasificación de las ciencias fácticas Ciencias naturales y ciencias sociales Ciencias naturales: Física, química, biología, astronomía, psicología individual o neurociencias Ciencias sociales: Historia, economía, sociología, antropología o etnología, ciencias políticas. Las ciencias sociales son llamadas también ciencias culturales o ciencias humanas. Las ciencias naturales estudian fenómenos que no son producidos por el hombre, mientras que las ciencias sociales estudian la actividad humana y sus productos. Formas de conocimiento no científico Arte y humanidades: Filosofía, historia del arte, literatura, teología (también la historia, para muchos autores). Fuentes: Bunge, Mario. La ciencia, su método y su filosofía. Buenos Aires, Siglo Veinte, 1960. - Simpson, George. El hombre en la sociedad. Paidos, Buenos Aires, 1961. DOS: Métodos de investigación científica: cuantitativa y cualitativaEl objetivo de cualquier ciencia es adquirir conocimientos y la elección del método adecuado que nos permita conocer la realidad es por tanto fundamental. El problema surge al aceptar como ciertos los conocimientos erróneos o viceversa. Los métodos inductivos y deductivos tienen objetivos diferentes y podrían ser resumidos como desarrollo de la teoría y análisis de la teoría respectivamente. Los métodos inductivos están generalmente asociados con la investigación cualitativa mientras que el método deductivo está asociado frecuentemente con la investigación cuantitativa. La investigación cuantitativa es aquella en la que se recogen y analizan datos cuantitativos sobre variables. La investigación cualitativa evita la cuantificación. Los investigadores cualitativos hacen registros narrativos de los fenómenos que son estudiados mediante técnicas como la observación participante y las entrevistas no estructuradas. La diferencia fundamental entre ambas metodologías es que la cuantitativa estudia la asociación o relación entre variables cuantificadas y la cualitativa lo hace en contextos estructurales y situacionales. La investigación cualitativa trata de identificar la naturaleza profunda de las realidades, su sistema de relaciones, su estructura dinámica; mientras que la investigación cuantitativa trata de determinar la fuerza de asociación o correlación entre variables, la generalización y objetivación de los resultados a través de una muestra para hacer inferencia a una población de la cual toda muestra procede. Tras el estudio de la asociación o correlación pretende, a su vez, hacer inferencia causal que explique por qué las cosas suceden o no de una forma determinada. Diferencias entre investigación cuantitativa y cualitativa Entrevista (cuestionario cualitativo) y encuesta (cuestionario cuantitativo)
La promesa de la sociologíaHoy en día los hombres advierten con frecuencia que sus vidas privadas son una serie de añagazas. Se dan cuenta de que en sus mundos cotidianos no pueden vencer sus dificultades, y en eso muchas veces tienen toda la razón: lo que los hombres corrientes saben directamente y lo que tratan de hacer está limitado por las órbitas privadas en que viven; sus visiones y sus facultades se limitan al habitual escenario del trabajo, de la familia, de la vecindad; en otros medios, se mueven por sustitución y son espectadores. Y cuanto más cuenta se dan, aunque sea vagamente, de las ambiciones y de las amenazas que trascienden de su ambiente inmediato, más atrapados parecen sentirse. Por debajo de esa sensación de estar atrapados se encuentran cambios aparentemente impersonales de la estructura misma de sociedades de dimensiones continentales. Los hechos de la historia contemporánea son también hechos relativos al triunfo y al fracaso de hombres y mujeres individuales. Cuando una sociedad se industrializa, el campesino se convierte en un trabajador, y el señor feudal es liquidado o se convierte en un hombre de negocios. Cuando las clases suben o bajan, un hombre tiene trabajo o no lo tiene; cuando la proporción de las inversiones aumenta o disminuye, un hombre toma nuevos alientos o se arruina. Cuando sobrevienen guerras, un agente de seguros se convierte en un lanzador de cohetes, un oficinista en un experto en radar, las mujeres viven solas y los niños crecen sin padre. Ni la vida de un individuo ni la historia de una sociedad pueden entenderse sin entender ambas cosas. Pero los hombres, habitualmente, no definen las inquietudes que sufren en relación con los cambios históricos y las contradicciones institucionales. Por lo común, no imputan el bienestar de que gozan a los grandes vaivenes de la sociedad en que viven. Rara vez conscientes de la intrincada conexión entre el tipo de sus propias vidas y el curso de la historia del mundo, los hombres corrientes suelen ignorar lo que esa conexión significa para el tipo de hombres en que se van convirtiendo y para la clase de actividad histórica en que pueden tener parte. No poseen la cualidad mental esencial para percibir la interrelación del hombre y la sociedad, de la biografía y de la historia, del yo y del mundo. No pueden hacer frente a sus problemas personales en formas que les permitan controlar las transformaciones estructurales que suelen estar detrás de ellas. Lo que los hombres necesitan, y lo que ellos sienten que necesitan, es una cualidad mental que les ayude a usar la información y a desarrollar la razón para conseguir recapitulaciones lúcidas de lo que ocurre en el mundo y de lo que quizás está ocurriendo dentro de ellos. Y lo que yo me dispongo a sostener es que lo que los periodistas y los sabios, los artistas y el público, los científicos y los editores esperan de lo que puede llamarse imaginación sociológica, es precisamente esa cualidad. Vida interior y trayectoria del mundo La imaginación sociológica permite a su poseedor comprender el escenario histórico más amplio en cuanto a su significado para la vida interior y para la trayectoria exterior de diversidad de individuos. Ella le permite tener en cuenta cómo los individuos, en el tumulto de su experiencia cotidiana, son con frecuencia falsamente conscientes de sus posiciones sociales. En aquel tumulto se busca la trama de la sociedad moderna, y dentro de esa trama se formulan las psicologías de una diversidad de hombres y mujeres. Por tales medios, el malestar personal de los individuos se enfoca sobre inquietudes explícitas y la indiferencia de los públicos se convierte en interés por las cuestiones públicas. El primer fruto de esa imaginación —y la primera lección de la ciencia social que la encarna— es la idea de que el individuo sólo puede comprender su propia experiencia y evaluar su propio destino localizándose a sí mismo en su época; de que puede conocer sus propias posibilidades en la vida si conoce las de todos los individuos que se hallan en sus circunstancias. Es, en muchos aspectos, una lección terrible, y en otros muchos una lección magnífica. No conocemos los límites de la capacidad humana para el esfuerzo supremo o para la degradación voluntaria, para la angustia o para la alegría, para la brutalidad placentera o para la dulzura de la razón. Pero en nuestro tiempo hemos llegado a saber que los límites de la «naturaleza humana» son espantosamente dilatados. Hemos llegado a saber que todo individuo vive, de-una generación a otra, en una sociedad, que vive una biografía, y que la vive dentro de una sucesión histórica. Por el hecho de vivir contribuye, aunque sea en pequeñísima medida, a dar forma a esa sociedad y al curso de su historia, aun cuando él está formado por la sociedad y por su impulso histórico. La imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de la sociedad. Ésa es su tarea y su promesa. Reconocer esa tarea y esa promesa es la señal del analista social clásico. Ningún estudio social que no vuelva a los problemas de la biografía, de la historia y de sus intersecciones dentro de la sociedad, ha terminado su jornada intelectual. Cualesquiera que sean los problemas del analista social clásico, por limitados o por amplios que sean los rasgos de la realidad social que ha examinado, los que imaginativamente han tenido conciencia de lo que prometía su obra han formulado siempre tres tipos de preguntas: 1) ¿Cuál es la estructura de esta sociedad particular en su conjunto? ¿Cuáles son sus componentes esenciales, y cómo se relacionan entre sí? ¿En qué se diferencia de otras variedades de organización social? ¿Cuál es, dentro de ella, el significado de todo rasgo particular para su continuidad o para su cambio? 2) ¿Qué lugar ocupa esta sociedad en la historia humana? ¿Cuál es el mecanismo por el que está cambiando? ¿Cuál es su lugar en el desenvolvimiento de conjunto de la humanidad y qué significa para él? ¿Cómo afecta todo rasgo particular que estamos examinando al periodo histórico en que tiene lugar, y cómo es afectado por él? ¿Y cuáles son las características esenciales de ese periodo? ¿En qué difiere de otros periodos? ¿Cuáles son sus modos característicos de hacer historia? 3) ¿Qué variedades de hombres y de mujeres prevalecen ahora en esta sociedad y en este periodo? ¿Y qué variedades están empezando a prevalecer? ¿De qué manera son seleccionados y formados, liberados y reprimidos, sensibilizados y embotados? ¿Qué clases de «naturaleza humana» se revelan en la conducta y el carácter que observamos en esta sociedad y en este periodo? ¿Y cuál es el significado para la «naturaleza humana» de todos y cada uno de los rasgos de la sociedad que examinamos? Ya sea el punto de interés un Estado de gran poderío, o un talento literario de poca importancia, una familia, una prisión o un credo, ésos son los tipos de preguntas que han formulado los mejores analistas sociales. Ellas constituyen los pivotes intelectuales de los estudios clásicos sobre el hombre y la sociedad, y son las preguntas que inevitablemente formula toda mente que posea imaginación sociológica. Porque esa imaginación es la capacidad de pasar de una perspectiva a otra: de la política a la psicológica, del examen de una sola familia a la estimación comparativa de los presupuestos nacionales del mundo, de la escuela teológica al establecimiento militar, del estudio de la industria del petróleo al de la poesía contemporánea. Es la capacidad de pasar de las transformaciones más impersonales y remotas a las características más íntimas del yo humano, y de ver las relaciones entre ambas cosas. Detrás de su uso está siempre la necesidad de saber el significado social e histórico del individuo en la sociedad y el periodo en que tiene su cualidad y su ser. En suma, a esto se debe que los hombres esperen ahora captar, por medio de la imaginación sociológica, lo que está ocurriendo en el mundo y comprender lo que está pasando en ellos mismos como puntos diminutos de las intersecciones de la biografía y de la historia dentro de la sociedad. En gran parte, la conciencia que de sí mismo tiene el hombre contemporáneo como de un extraño por lo menos, si no como de un extranjero permanente, descansa sobre la comprensión absorta de la relatividad social y del poder transformador de la historia. La imaginación sociológica es la forma más fértil de esa conciencia de sí mismo. Por su uso, hombres cuyas mentalidades sólo han recorrido una serie de órbitas limitadas, con frecuencia llegan a tener la sensación de despertar en una casa con la cual sólo habían supuesto estar familiarizados. Correcta o incorrectamente, llegan a creer con frecuencia que ahora pueden proporcionarse a sí mismos recapitulaciones adecuadas, estimaciones coherentes, orientaciones amplias. Antiguas decisiones, que en otro tiempo parecían sólidas, les parecen ahora productos de mentalidades inexplicablemente oscuras. Vuelve a adquirir agudeza su capacidad de asombrarse. Adquieren un modo nuevo de pensar, experimentan un trastrueque de valores; en una palabra, por su reflexión y su sensibilidad comprenden el sentido cultural de las ciencias sociales. Inquietudes personales y problemas públicos La distinción más fructuosa con que opera la imaginación sociológica es quizás la que hace entre «las inquietudes personales del medio» y «los problemas públicos de la estructura social». Esta distinción es un instrumento esencial de la imaginación sociológica y una característica de toda obra clásica en ciencia social. Se presentan inquietudes en el carácter de un individuo y en el ámbito de sus relaciones inmediatas con otros; tienen relación con su yo y con las áreas limitadas de vida social que conoce directa y personalmente. En consecuencia, el enunciado y la resolución de esas inquietudes corresponde propiamente al individuo como entidad biográfica y dentro del ámbito de su ambiente inmediato: el ámbito social directamente abierto a su experiencia personal y, en cierto grado, a su actividad deliberada. Una inquietud es un asunto privado: los valores amados por un individuo le parecen a éste que están amenazados. Los problemas se relacionan con materias que trascienden del ambiente local del individuo y del ámbito de su vida interior. Tienen que ver con la organización de muchos ambientes dentro de las instituciones de una sociedad histórica en su conjunto, con las maneras en que diferentes medios se imbrican e interpenetran para formar la estructura más amplia de la vida social e histórica. Un problema es un asunto público: se advierte que está amenazado un valor amado por la gente. Este debate carece con frecuencia de enfoque, porque está en la naturaleza misma de un problema, a diferencia de lo que ocurre con la inquietud aun más generalizada, el que no se le pueda definir bien de acuerdo con los ambientes inmediatos y cotidianos de los hombres corrientes. En realidad, un problema implica muchas veces una crisis en los dispositivos institucionales, y con frecuencia implica también lo que los marxistas llaman «contradicciones» o «antagonismos». Descubrir la estructura social de que somos parte Consideremos a esa luz el desempleo. Cuando en una ciudad de 100 000 habitantes sólo carece de trabajo un hombre, eso constituye su inquietud personal, y para aliviarla atendemos propiamente al carácter de aquel hombre, a sus capacidades y a sus oportunidades inmediatas. Pero cuando en una nación de 50 millones de trabajadores 15 millones carecen de trabajo, eso constituye un problema, y no podemos esperar encontrarle solución dentro del margen de oportunidades abiertas a un solo individuo. Se ha venido abajo la estructura misma de oportunidades. Tanto el enunciado correcto del problema como el margen de soluciones posibles nos obliga a considerar las instituciones económicas y políticas de la sociedad, y no meramente la situación y el carácter personales de individuos sueltos. Veamos la guerra. El problema personal de la guerra, cuando se presenta, puede estar en cómo sobrevivir o cómo morir con honor, cómo enriquecerse con ella, cómo trepar a lo más alto del aparato militar de seguridad, o cómo contribuir a ponerle término. En suma, encontrar, de acuerdo con los valores que uno reconoce, una serie de ambientes, y dentro de ella sobrevivir a la guerra o hacer significativa la muerte de uno en ella. Pero los problemas estructurales de la guerra se refieren a sus causas, a los tipos de hombres que lleva al mando, a sus efectos sobre la economía y la política, sobre la familia y las instituciones religiosas, a la irresponsabilidad desorganizada de un mundo de Estados-naciones. Veamos el matrimonio. En el matrimonio el hombre y la mujer pueden experimentar inquietudes personales, pero cuando la proporción de divorcios durante los cuatro primeros años de matrimonio es de 250 por cada 1000, esto es prueba de un problema estructural que tiene que ver con las instituciones del matrimonio y de la familia y con otras relacionadas con ellas. O veamos las metrópolis. El horrible, hermoso, repugnante y magnífico desparramamiento de la gran ciudad. Para muchas personas de las clases altas, la solución personal del «problema de la ciudad» es tener un departamento con garaje privado en el corazón de la ciudad, y a cuarenta millas de ella una casa proyectada por Henry Hill con un jardín diseñado por Garrett Eckbo, en un terreno de cuarenta hectáreas de propiedad personal. En esos dos ambientes controlados —con un pequeño cuerpo de servicio en cada extremo y una comunicación por helicóptero entre ellos—, la mayor parte de las personas resolvería muchos de los problemas de ambiente personal causados por los hechos de la ciudad. Pero todo eso, aunque espléndido, no resuelve los problemas públicos que el hecho estructural de la ciudad plantea. ¿Qué habría que hacer con ese maravilloso monstruo? ¿Fragmentarlo en unidades diseminadas que reuniesen la residencia y el lugar de trabajo? ¿Dejarla como es, con algunos retoques? ¿O evacuarla y volarla con dinamita, y construir ciudades nuevas de acuerdo con planos y lugares nuevos? ¿Cómo serían esos planos? ¿Y quién va a decidir y a realizar lo que se elija? Ésos son problemas estructurales; hacerles frente y resolverlos nos obliga a examinar los problemas políticos y económicos que afectan a innumerables medios. Mientras una economía esté organizada de manera que haya crisis, el problema del desempleo no admite una solución personal. Mientras la guerra sea inherente al sistema de Estados-naciones y a la desigual industrialización del mundo, el individuo corriente en su medio restringido será impotente —con ayuda psiquiátrica o sin ella— para resolver las inquietudes que este sistema o falta de sistema le impone. Mientras que la familia como institución convierta a las mujeres en esclavas queridas y a los hombres en sus jefes proveedores y sus dependientes aún no destetados, el problema de un matrimonio satisfactorio no puede tener una solución puramente privada. Mientras la megalópolis superdesarrollada y el automóvil superdesarrollado sean rasgos constitutivos de la sociedad superdesarrollada, los problemas de la vida urbana no podrán resolverlos ni el ingenio personal ni la riqueza privada. Lo que experimentamos en medios diversos y específicos es, como hemos observado, efecto de cambios estructurales. En consecuencia, para comprender los cambios de muchos medios personales, nos vemos obligados a mirar más allá de ellos. Y el número y variedad de tales cambios estructurales aumentan a medida que las instituciones dentro de las cuales vivimos se extienden y se relacionan más intrincadamente entre sí. Darse cuenta de la idea de estructura social y usarla con sensatez es ser capaz de descubrir esos vínculos entre una gran diversidad de medios; y ser capaz de eso es poseer imaginación sociológica. Fuente: Mills, Charles Wright. La imaginación sociológica. FCE, México. [Fragmentos] La imaginación sociológica (1959) Cap. 1: La promesa Charles Wright Mills UNO: La sociología como un pasatiempo individualPodríamos decir que el sociólogo, a no ser por el privilegio de su título académico, es el hombre que, a pesar suyo, debe escuchar murmuraciones, que se siente tentado a mirar por el ojo de la cerradura, a leer la correspondencia de otras personas y a abrir los armarios cerrados. Quizá algunos niños muertos de curiosidad por espiar a sus tías solteras en el baño se conviertan más tarde en sociólogos empedernidos. Lo que nos interesa es la curiosidad que se apodera de todo sociólogo frente a una puerta cerrada tras la cual se escuchan voces humanas. Si es un buen sociólogo deseará abrir la puerta y saber lo que dicen esas voces. Detrás de cada puerta cerrada presentirá alguna faceta nueva de la vida humana de la que aún no se había percatado ni la había comprendido. El sociólogo se ocupará de cuestiones que otros consideran demasiado sagradas o demasiado desabridas para investigarlas de manera desapasionada. Encontrará, recompensa en la compañía de sacerdotes o de prostitutas, no según sus preferencias personales sino según las preguntas que se encuentre formulando en ese momento. También se ocupará de cuestiones que otros pueden encontrar demasiado aburridas. Se interesará en la interacción humana que acompaña a la guerra o a los grandes descubrimientos intelectuales, pero también en las relaciones que existen entre los empleados de un restaurant o entre un grupo de niñas que juegan con sus muñecas. Su foco de atención principal no es el significado esencial de lo que hacen los hombres, sino de la acción en sí misma, considerándola como un ejemplo más de la infinita riqueza de la conducta humana. Eso en cuanto a la imagen de nuestro compañero de juego. En estas jornadas a través del mundo de los hombres, el sociólogo encontrará inevitablemente otros fisgones profesionales como él. Estos se sentirán ofendidos por su presencia, presintiendo que está invadiendo furtivamente sus cotos de caza. En algunos lugares el sociólogo se encontrará con el economista, en otros con el científico político, y en otros más con el sicólogo o el etnólogo. No obstante, hay probabilidades de que las cuestiones que han llevado al sociólogo a los mismos sitios sean diferentes de las que impulsaron a sus compañeros transgresores. Las preguntas del sociólogo son siempre esencialmente las mismas: “¿Qué está haciendo aquí la gente?” “¿Cuáles son sus relaciones recíprocas?” “¿De qué manera se organizan estas relaciones en las instituciones?” “¿Cuáles son las ideas colectivas que impulsan a los hombres y a las instituciones?” Por supuesto, al tratar de responder a estas preguntas en casos específicos, el sociólogo tendrá que habérselas con asuntos políticos o económicos, pero se enfrentará a ellos de una manera totalmente diferente que el economista o el científico político. La escena que contempla es la misma escena humana en la que se interesan estos otros científicos. Pero el ángulo de visión del sociólogo es diferente. Cuando entendemos esto, se toma evidente que time poco sentido tratar de demarcar un territorio especial dentro del cual el sociólogo se ocupa de sus asuntos por derecho propio. [...] Sin embargo, existe un viajero cuyo camino tendrá que cruzar el sociólogo con mucha más frecuencia en sus viajes que el de cualquier otro. Este viajero es el historiador. En realidad, tan pronto como el sociólogo se aleja del presente para internarse en el pasado, es muy difícil distinguir sus preocupaciones de las del historiador. El sociólogo se mueve en el mundo común de los hombres, muy cerca de lo que la mayoría: de ellos llamaría real. Las categorías que emplea en sus 'análisis son únicamente refinamientos de las clases por las que viven otros hombres: el poder, la clase, la condición social, la raza y-los orígenes étnicos. Como resultado de ello, existe una simplicidad y una evidencia engañosa respecto a algunas investigaciones sociológicas. Leemos acerca de ellas, dormitamos ante la escena familiar, observamos que ya sabíamos todo esto desde antes y que la gente tiene cosas mejores que hacer en lugar de perder su tiempo en axiomas: hasta que de repente adquirimos un discernimiento que nos hace poner en duda radicalmente todo lo que antes suponíamos acerca de esta escena familiar. Este es el momento crítico en que el que comenzamos a sentir la emoción de la sociología. Puede decirse que la máxima principal de la sociología es ésta: las cosas no son lo que parecen. Esta afirmación también es engañosamente simple. Pero poco después deja de ser simple. La realidad social pasa a tener muchos estratos de significado. El descubrimiento de cada nuevo estrato cambia la percepción del conjunto. La experiencia del descubrimiento sociológico puede describirse como el “choque de civilización” sin un desplazamiento geográfico. En otras palabras, el sociólogo viaja en casa, con resultados sorprendentes. Es poco probable que descubra que se está comiendo en la cena a una agradable anciana. Pero, por ejemplo, el descubrimiento de que la iglesia a la que pertenece tiene invertido mucho dinero en la industria de proyectiles dirigidos, o que a unas cuantas cuadras de su casa existen personas que se entregan a orgías dedicadas a algún culto, no puede ser demasiado diferente en cuanto al choque emocional que produce. No obstante, no deseamos significar que los descubrimientos sociológicos son siempre, o incluso generalmente, ultrajantes para el sentimiento moral. En absoluto. Lo que tienen en común con la exploración en tierras distantes es, sin embargo, la súbita iluminación de nuevas e insospechadas facetas de la existencia humana en sociedad. Esta es la excitación, y como trataremos de demostrar posteriormente, la justificación humanista de la sociología. La gente a la que le gusta evitar descubrimientos desagradables, que prefiere creer que la sociedad es exactamente lo que le enseñaron en la Escuela Dominical, a la que' le agrada la seguridad de las reglas y máximas de lo que ha llamado Alfred Schutz el “mundo que se da por supuesto”, debe permanecer alejada de la sociología. La gente que no siente, tentación-alguna ante las puertas cerradas, que no tiene curiosidad respecto a los seres humanos, que se siente contenta de contemplar el paisaje sin preguntarse qué clase de gente vive en aquellas casas que se ven al otro lado de ese río, probablemente deberían permanecer lejos de la sociología, porque la encontrarán desagradable o, en todo caso, poco remuneradora. La gente que se interesa en los seres humanos sólo si puede cambiarlos, convertirlos o reformarlos también debería ponerse sobre aviso, porque encontrará la sociología mucho menos útil de lo que esperaba. Y la gente que se interesa principalmente en sus propias estructuras conceptuales hará bien en recurrir al estudio de ratoncitos blancos. La sociología será satisfactoria, a la larga, sólo para aquellas personas que no pueden pensar a otra cosa más fascinadora que observar a los hombres y comprender las cosas humanas. Ahora podemos dejar constancia de que, si bien deliberadamente, hemos dicho sólo una parte de la verdad en el título de este capítulo. Indudablemente, la sociología es un pasatiempo individual en el sentido de que a algunas personas les interesa y a otras les aburre. A algunas les gusta observar a los seres humanos, a otras experimentar con ratones. El mundo es lo bastante grande para dar cabida a todas las clases y no hay ninguna prioridad lógica para el interés de unas personas comparado con el de otras. Pero la palabra “pasatiempo” es ineficaz pura describir lo que queremos decir. Fuente: Berger, Peter. Introducción a la sociología. Editorial Limusa Wiley, México, 1967. [Fragmentos] DOS: La sociología como una forma de concienciaSi la presentación del capítulo anterior ha sido fructuosa, será posible aceptar la sociología como una preocupación intelectual de gran interés para ciertos individuos. Sin embargo, detenemos a estas alturas sería en realidad muy poco sociológico. E1 hecho mismo de que la sociología apareciese como una disciplina en una etapa determinada de la historia occidental debería obligamos a averiguar con más detalle cómo es posible que algunas personas se ocupan de ella y cuáles son los requisitos para esta ocupación. En otras palabras, la sociología no es independiente del tiempo ni es una empresa forzosa de la mente humana. Si admitimos esto, surge lógicamente una interrogante acerca de los factores convenientes que hacen de ella una necesidad para determinadas personas. Sin embargo, de la sociología no puede decirse siquiera otro tanto. Esta se manifiesta más bien como una reflexión peculiarmente moderna y occidental. Y, como trataremos de demostrar en este capítulo, está constituida por una forma particularmente moderna de conocimiento de sí mismo. El sociólogo considera que el término “sociedad” denota un gran complejo de relaciones humanas, o, expresándolo en un lenguaje más técnico, piensa que se refiere a un sistema de interacción. El adjetivo “social” debe ser definido igualmente para su uso sociológico. En el lenguaje común puede denotar también muchas cosas diferentes: la calidad informal de una reunión determinada (“esta es una reunión social, no discutiremos de negocios”) , la actitud altruista por parte de alguien (“él tiene un gran interés social en su trabajo”), o más generalmente, cualquier cosa derivada de contacto con otras personas (“una enfermedad social”). El sociólogo usará el término más limitadamente y en forma más precisa para referirse a la calidad de la interacción, de la interrelación y de la reciprocidad. Así, dos hombres charlando en una esquina no constituyen una “sociedad”, pero lo que trasciende de ellos es sin duda “social”. La “sociedad” está integrada por un complejo de tales acontecimientos “sociales”. Por lo que respecta a la definición exacta de lo “social”, es difícil perfeccionar la definición de Max Weber de una situación “social”: aquella en la que la gente orienta recíprocamente sus acciones. La trama de significados, expectativas y dirección resultante de tal orientación mutua es la materia prima del análisis sociológico. Desde el punto de vista del abogado, la investigación del sociólogo es ajena al marco de referencia legal. Refiriéndonos a la estructura conceptual de la ley, podríamos decir que la actividad del sociólogo tiene un carácter subterránea. Al abogado le incumbe lo que podríamos llamar el concepto oficial de la situación. A menudo el sociólogo trata con conceptos realmente extraoficiales. Para el abogado, lo que debe comprender esencialmente es cómo considera la ley a un tipo determinado de criminal. Para el sociólogo resulta igualmente importante la manera en que el criminal considera la ley. En consecuencia, formular preguntas sociológicas presupone que estamos interesados en mirar un poco más adelante de las metas comúnmente aceptadas u oficialmente definidas de las acciones humanas. Presupone un cierto conocimiento de que los sucesos humanos tienen diferentes niveles de significado, algunos de los cuales se ocultan de la conciencia de la vida diaria. Incluso puede presuponer cierto grado de recelo acerca de la forma en que las autoridades interpreten oficialmente los sucesos humanos, ya sean de un carácter político, judicial o religioso. Si estamos dispuestos a llegar tan lejos, perecería evidente que no todas las circunstancias históricas son igualmente favorables para el desarrollo de la perspectiva sociológica. En consecuencia, parecería plausible que el pensamiento sociológico tendría mejor oportunidad para desarrollarse en circunstancias históricas caracterizadas por fuertes sacudidas al concepto propio de una cultura, especialmente al oficial y autorizado, el cual es aceptado generalmente. Únicamente en tales circunstancias es probable que los hombres perceptivos se sientan motivados a pensar más allá de las aseveraciones de este concepto propio y, como resultado de ello, se oponen a las autoridades. Albert Salomon ha sostenido convenientemente que el concepto de “sociedad”, en su sentido sociológico moderno, podría surgir sólo como las estructuras normativas de la cristiandad y después de que fueron destruidos los anciens régimes. Por lo tanto, podemos concebir otra vez a la “sociedad” como la estructura oculta de un edificio cuya fachada exterior esconde esta estructura de la vista del público. En la cristiandad medieval, la “sociedad” se hizo invisible por la imponente fachada religioso-política que constituía el mundo común del hombre europeo. Como señaló Salomon, la fachada política más mundana del estado absoluto realizó la misma función después de que la Reforma rompió la unidad de la cristiandad. Fue con la desintegración del estado absoluto que la estructura subyacente de la “sociedad” empezó a verse: esto es, un mundo de motivos y de fuerzas que no podría comprenderse en términos de las interpretaciones oficiales de la realidad social. Entonces, la perspectiva sociológica puede sobreentenderse en razón de expresiones tales como “percatarse”, “examinar detrás”, en forma muy parecida a la manera en que estas frases se emplearían en el lenguaje común —“adivinar su juego”, "mirar tras bastidores”— en otras palabras, “estar al corriente de todos los trucos”. No estaremos muy lejos de la verdad si consideramos el pensamiento sociológico como una parte de lo que Nietzsche llamó el “arte de la desconfianza”. Retomemos en lugar de ello a la proposición de que la perspectiva sociológica implica un proceso de “comprensión” a través de las fachadas de las estructuras sociales. Podríamos considerar esto en términos de una experiencia común de la gente que habita en las grandes ciudades. Una de las fascinaciones que posee una gran ciudad es la inmensa variedad de actividades humanas que tienen lugar tras las hileras de casas aparentemente anónimas y perpetuamente iguales. Una persona que vive en una ciudad como ésta experimentará una y otra vez sorpresa o inclusive emoción cuando descubre las extrañas actividades en las que se entretienen algunos hombres, bastante discretamente, en casas que, desde el exterior, se parecen a todas las demás que están situadas en una calle determinada. Al vivir esta experiencia una o dos veces, nos encontraremos repetidamente caminando por una calle, quizás a últimas horas de la tarde, y preguntándonos lo que puede estar sucediendo bajo las brillantes luces que se transparentan por una hilera de cortinas corridas. ¿Una familia común entregada a una agradable conversación con sus invitados? ¿Una escena de desesperación que se desarrolla en medio de la enfermedad o la muerte? ¿O una escena de placeres lujuriosos? ¿Tal vez un culto extraño o una peligrosa conspiración? Las fachadas de las casas no pueden decimos nada, proclamando únicamente una conformidad arquitectónica con los gustos de algún grupo o clase social que inclusive puede que ya no resida en esa calle. Los misterios sociales se ocultan tras las fachadas. El deseo de penetrar hasta estos misterios es análogo a la curiosidad sociológica. En algunas ciudades atacadas súbitamente por la calamidad, este deseo puede realizarse de manera repentina. Las personas que han experimentado bombardeos en épocas de guerra, saben de los encuentros súbitos con los inesperados (y algunas veces, con los inimaginables) compañeros ocupantes del refugio contra incursiones aéreas del edificio de apartamentos en el que uno vive. O pueden recordar la sobrecogedora escena matinal de una casa alcanzada por una bomba durante la noche, partida exactamente en dos, con la fachada arrancada y el interior, antes oculto, descubierto despiadadamente a la luz del día. Pero en la mayoría de las ciudades en donde se puede vivir normalmente, debemos horadar las fachadas por nuestras propias intrusiones investigadoras. De manera similar, existen situaciones históricas en las que las fachadas de la sociedad son desmembradas violentamente y todos, menos los más indiferentes, nos vemos obligados a ver que siempre existe una realidad detrás de las fachadas. Por regla general, esto no sucede y las fachadas siguen haciéndonos frente con una estabilidad aparentemente de roca. Por tanto, la percepción de la realidad que existe tras las fachadas exige un gran esfuerzo intelectual. Algunos ejemplos de la forma en que la sociología “ve tras” las fachadas de las estructuras sociales, podrían servir para esclarecer aún más nuestro argumento. Consideremos, por ejemplo, la organización política de una comunidad. Si deseamos descubrir la manera en que es gobernada una moderna ciudad estadounidense, es muy fácil obtener la información oficial acerca de este tema. La ciudad poseerá una carta constitucional, que rige según las leyes del estado. Con cierto asesoramiento de individuos bien informados, podemos considerar diversas leyes que definen la constitución de la ciudad. Así, podemos enteramos de que esta comunidad particular posee una forma de administración en la que el gobierno está en manos de un regente municipal, o que las afiliaciones de partido no aparecen en las boletas en elecciones municipales, o que el gobierno de la ciudad participa en una jurisdicción regional de aguas. De manera similar, por la lectura de algunos periódicos, podemos alterarnos de los problemas políticos reconocidos de la comunidad. Podemos leer que la ciudad proyecta adicionar cierta zona suburbana, o que ha habido un cambio en las leyes de división en zonas de la ciudad con el fin de facilitar el desarrollo industrial en otra aérea, o incluso que uno de los miembros del ayuntamiento de la ciudad ha sido acusado de valerse de su cargo para su provecho personal. Todas estas cosas ocurren todavía, por decirlo así, en el nivel visible, oficial o público, de la vida política. Sin embargo, necesitaríamos ser excesivamente ingenuos para creer que este tipo de información nos proporciona una imagen cabal de la realidad política de esta población. E1 sociólogo deseará conocer más que nada la composición electoral, todos los grupas de votantes que constituyen la “estructura informal del poder” (como la ha llamado Floyd Hunter, un sociólogo estadounidense interesado en tales estudios), que es una configuración de hombres y de los poderes que paseen que no podemos averiguar en ninguna ley y de los que probablemente no podemos enterarnos por los periódicos. El científico político o el experto jurídico podrían encontrar muy interesante comparar la carta constitucional de la ciudad con las constituciones de otras comunidades similares. El sociólogo estará mucho más interesado en descubrir la forma en que los poderosos intereses creados influyen o incluso controlan las acciones de los funcionarios electos bajo la carta constitucional. Estos intereses creados no los descubriremos en el ayuntamiento, sino más bien en los despachos de los funcionarios ejecutivos de las compañías que puede que ni siquiera estén radicadas en esta localidad, en las mansiones privadas de un puñado de hombres poderosos, quizá en las oficinas de algunos sindicatos obreros o inclusive, en algunos casos, en los cuarteles generales de las organizaciones criminales. Cuando el sociólogo se interesa en el poder, “mirará tras” los mecanismos oficiales que se supone regulan el poder en la comunidad. Esto no significa necesariamente que considerará los mecanismos oficiales totalmente ineficaces o que los definirá legalmente como completamente ilusorios. Consideremos otro ejemplo. Las denominaciones protestantes en este país se diferencian enormemente en lo que llaman su “forma de gobernarse”, o sea, la manera oficialmente definida en que funciona la secta. Podemos hablar de una “forma de gobierno” episcopal, de una presbiteriana o de una congregacional (dando a entender con esto no las denominaciones o sectas llamadas por estos nombres, sino las formas de gobierno eclesiástico que comparten las diferentes sectas; por ejemplo, la forma de gobierno episcopal compartida por los episcopales y los metodistas, la congregacional compartida por los congregacionalistas y los bautistas). Casi en todos los casos, la “política” o forma de gobierno de una denominación es el resultado de una larga evolución histórica y se basa en una exposición teológica razonada sobre la cual los expertos en doctrina eclesiástica siguen disputando. No obstante, un sociólogo interesado en estudiar el gobierno de las sectas estadounidenses haría bien en no detenerse demasiado en estas definiciones oficiales. Pronto descubrirá que los problemas reales del poder y la organización tienen poco que ver con la “forma de gobierno” en el sentido teológico.: Encontrará que la forma básica de organización en todas las sectas de cualquier tamaño es burocrática. La lógica de la conducta administrativa viene determinada por los procesos burocráticos, sólo rara vez por los fundamentos de un punto de vista episcopal o congregacional. Por esta razón, el investigador sociológico “adivinará” rápidamente la masa de confusa terminología que caracteriza, a los funcionarios de la burocracia eclesiástica e identifica correctamente a los que poseen el poder ejecutivo, sea que se llamen “obispos”, “clérigos regulares” o “presidentes del sínodo”. Comprendiendo que la organización sectaria pertenece a las variedades mucho más grandes de la burocracia, el sociólogo podrá, pues, darse cuenta de los procesos que ocurren en la organización para observar las presiones internas y externas a las que se ven sometidas por personas que teóricamente ocupan los cargos administrativos. En otras palabras, tras la fachada de una “forma de gobierno episcopal”, el sociólogo percibirá los fundamentos de un instrumento burocrático que no difiere demasiado en la iglesia metodista, en un organismo del gobierno federal, en la General Motors o en el Sindicato de Trabajadores Unidos de la Industria Automovilística. Permítasenos considerar un ejemplo más. En los países occidentales, y especialmente en los Estados Unidos, se da por sentado que los hombres y las mujeres se casan porque están enamorados. Existe una mitología popular ampliamente fundamentada acerca del carácter del amor como una emoción violenta e irresistible que se arraiga en donde quiere, un misterio que constituye la meta de la mayoría de los jóvenes y a menudo también de los que no son tan jóvenes. Sin embargo, en cuanto investigamos cuál es la gente que se casa realmente, descubrimos que las flechas de Cupido parecen estar dirigidas bastante firme mente dentro de canales muy definidos de dase, ingresos, educación y antecedentes raciales y religiosos. Si investigamos entonces un poco más en la conducta a la que se comprometen antes del matrimonio, de acuerdo con el eufemismo bastante engañoso del “noviazgo”, descubrimos canales de interacción frecuentemente rígidos hasta el punto de parecer un ritual. Empezamos a sospechar que, en Ja mayor parte de las ocasiones, no es tanto la emoción del amor la que crea un tipo determinado de relación, sino que las relaciones cuidadosamente definidas de antemano y a menudo planeadas generan finalmente la emoción deseada. En otras palabras, cuando se cumplen o son erigidas ciertas condiciones, nos permitimos “enamoramos”. El sociólogo que investiga nuestras normas de “noviazgo” y matrimonio, pronto descubre una compleja trama de motivos relacionados en muchas formas con toda la estructura institucional dentro de la cual un individuo pasa su vida: la clase, la profesión, las ambiciones económicas y las aspiraciones de poder y prestigio. El milagro del amor empieza a parecemos ahora un poco sintético. Por otra parte, esto no significa necesariamente que en algún caso determinado el sociólogo declare que la interpretación romántica es una ilusión. Pero, una vez más, mirará más allá de las interpretaciones proporcionadas directamente y aprobadas públicamente. Contemplando a una pareja que contempla a su vez la luna, el sociólogo no necesita sentirse forzado a negar el choque emocional de la escena así iluminada. Pero observará el mecanismo que participó en la construcción de la escena en sus aspectos no lunares: el índice de condición social que es el automóvil desde el cual se realiza la contemplación, los cánones de gusto y de táctica que determinan la indumentaria de los enamorados, las muchas formas en que el lenguaje y el porte los sitúa socialmente y por lo mismo la posición social y lo intencional de toda la actividad. En realidad, esta misma capacidad para observar una situación desde las posiciones ventajosas de los sistemas de interpretación en competencia, es una de las marcas distintivas de la conciencia sociológica, como lo veremos después más claramente. Por lo tanto, quisiéramos afirmar que existe un motivo de desenmascaramiento y demostración de mentira o exageración inherente a la conciencia sociológica. El sociólogo se verá forzado, una y otra vez, por la lógica misma de su disciplina, a bajar del pedestal los sistemas sociales que estudia. Esta tendencia a desenmascarar no se debe forzosamente al temperamento o a las inclinaciones del sociólogo. En realidad, puede suceder que el sociólogo, que como individuo puede ser de una disposición conciliatoria y totalmente desafecto a alterar las cómodas suposiciones en las que basa su propia existencia social, se vea obligado, no obstante, por su trabajo, a hacer frente a lo que dan por sentado las personas que lo rodean. En otras palabras, quisiéramos afirmar que las raíces del motivo para desenmascarar en sociología, no son sicológicas, sino metodológicas. El marco de referencia sociológico, con su procedimiento —que forma parte de su estructura misma— de buscar niveles de realidad diferentes de los que se dan en las interpretaciones oficiales de la sociedad, lleva consigo un imperativo lógico de desenmascarar las simulaciones y la propaganda por medio de la cual los hombres encubren sus mutuas acciones. Este imperativo de desenmascaramiento es una de las características de la sociología, particularmente en nuestro país en las condiciones de la era moderna. Hemos sugerido antes que es probable que la candencia sociológica surja cuando se tornen débiles o vacilantes las interpretaciones de la sociedad comúnmente aceptadas o expuestas de manera autoritaria. Como hemos dicho antes, existe un buen argumento a favor de juzgar los orígenes de la sociología en Francia (la madre patria de la disciplina) en función de un esfuerzo por hacer frente intelectualmente a las consecuencias de la Revolución Francesa, no sólo las del gran cataclismo de 1789, sino las derivadas de lo que De Tocqueville llamó la Revolución continua del siglo XIX. En el caso de Francia, no es difícil imaginar la sociología frente al medio ambiente de las rápidas transformaciones de la sociedad moderna, el derrumbamiento de las fachadas, la deformación de las antiguas creencias y la aparición en la escena social de fuerzas nuevas realmente temibles. En Alemania, el otro país europeo en el que surgió un importante movimiento sociológico en el siglo XIX, la cuestión tiene un aspecto totalmente diferente. Cuando menos en todas las sociedades occidentales es posible distinguir entre sectores respetables y no respetables. En este sentido, la sociedad estadounidense no ocupa una posición única en su género. Pero la respetabilidad estadounidense posee una cualidad particularmente penetrante. Tal vez esto puede atribuirse en parte a los prolongados efectos resultantes de las costumbres puritanas. Esto tiene que ver más probablemente con el papel predominante que desempeñó la burguesía en la formación de la cultura estadounidense. Sea cual sea su origen histórico, es fácil observar las fenómenos sociales en los Estados Unidos y situarlos cómodamente en uno de estos dos sectores. Podemos columbrar a los Estados Unidos oficiales y respetables representados simbólicamente por la Cámara de Comercio, las iglesias, las escuelas y otros centros de ceremonias cívicas. Pero frente a este mundo de respetabilidad se encuentran los “otros Estados Unidos”, presentes en todas las ciudades independientemente de su tamaño, unos Estados Unidos que poseen otros símbolos y se expresan en otro lenguaje. Este lenguaje es probablemente su marca de identificación más segura; es el lenguaje de la sala de apuestas y de los juegos de poker, de los bares, los burdeles y los cuarteles. Pero también es el lenguaje que comienza a emplearse con un suspiro de alivio entre dos vendedores que toman una copa en el coche salón cuando su tren deja tras las pequeñas y limpias aldeas del Medio Oeste en una mañana de domingo, con los limpios aldeanos entrando en tropel en los blanqueados santuarios. Es el lenguaje que se reprime cuando se está en compañía de damas o de clérigos y que debe su existencia principalmente a la transmisión oral de una generación a otra de Huckleberry Finns. (Si bien en años recientes el lenguaje ha encontrado una disposición literaria en algunos libros destinados a emocionar a las damas y a los clérigos.) Los “otros Estados Unidos” que hablan este lenguaje pueden encontrarse dondequiera que la gente es excluida, o se excluye a sí misma, del mundo decoroso de la clase media. Lo descubrimos en aquellos sectores de la clase trabajadora que no se han adelantado aún demasiado en el camino del aburguesamiento, en los barrios bajos, en los municipios poblados por casuchas y en aquellas partes de las ciudades que los sociólogos urbanos han llamado “zonas de transición”. Lo encontramos expresado fuertemente en el mundo del negro estadounidense. También damos con él en los submundos de aquellas personas que por una razón u otra se han apartado voluntariamente de Main Street y de la Avenida Madison; en los obsesionados, los homosexuales, los vagabundos y demás “hombres marginales” en los mundos que se mantienen a salvo fuera de la vista en las calles en donde vive gente refinada que trabaja y se divierte en famille (aunque en algunas ocasiones estos mundos pueden resultar bastante convenientes para los varones pertenecientes a la clase de "gente refinada”, precisamente en aquellas ocasiones en que se encuentran felizmente sans famille). Esta perspectiva no respetable sobre la escena estadounidense puede observarse con más claridad en la figura de Thorstein Veblen, uno de los primeros sociólogos importantes de los Estados Unidos. Su propia biografía constituye un ejercido de la teoría del marginalismo: un carácter difícil y querellante; nacido en una granja noruega en la frontera del Estado de Wisconsin; adquirió el inglés como un lenguaje extranjero; mezclado toda su vida con individuos moral y políticamente sospechosos; un emigrado académico; seductor inveterado de las esposas de los demás. La perspectiva lograda sobre los Estados Unidos desde este ángulo de visión puede encontrarse en la abierta sátira que aparece como una sangrienta amenaza en toda la obra de Veblen, de la cual la más famosa es su Theory of the Leisure Class, que observa despiadadamente desde la parte más baja las pretensiones de la haute bourgeoisie estadounidense. La opinión de Veblen de la sociedad puede sobreentenderse más fácilmente como una serie de ideas no rotarías: su comprensión del “consumo ostentoso”, o “consumo de prestigio”, comparado con el entusiasmo de la clase media por las “cosas más finas”, su análisis de los procesos económicos en términos de manipulación y despilfarro comparados con el carácter de productividad estadounidense, su comprensión de las maquinaciones ,que tienen lugar en la especulación de bienes raíces comparadas con la ideología de la comunidad estadounidense; y, lo más satírico de todo, su descripción de la vida académica (en The Higher Learning in America) en términos del fraude y la presunción comparada con el culto estadounidense a la educación. No nos asociamos aquí con un cierto neoveblenismo que se ha puesto en boga entre algunos de los sociólogos más jóvenes estadounidenses, ni afirmamos que Veblen fue un gigante en el desarrollo de este campo. Nos limitamos a señalar su irreverente curiosidad y su visión penetrante como las características de una perspectiva proveniente de aquellos lugares de la cultura en que uno se levanta para afeitarse el domingo alrededor del mediodía. Tampoco afirmamos que la visión penetrante sea un rasgo general de la poca respetabilidad. La estupidez y la lentitud de pensamiento probablemente se distribuyen en forma bastante equitativa en todo el espectro social. Pero donde existe inteligencia y donde ésta procura liberarse de las anteojeras de la respetabilidad, podemos esperar una visión más clara de la sociedad que en los casos en que se toma la fantasía retórica como si fuese la vida real. El consejo que da a sus discípulos Robert Park, la figura más importante en este desarrollo, en el sentido de que deben ensuciarse las manos con la investigación, con bastante frecuencia significa de manera literal un interés intenso en todas las cosas que los residentes de North Shore llamarían “sucias”. En muchos de estos estudios sentimos la excitación de descubrir las picarescas partes bajas de la metrópoli: los estudios de la vida de los barrios bajos, del mundo melancólico de las casas de huéspedes, del Skid Row y de los mundos del crimen y la prostitución. Uno de los vástagos de la llamada “escuela de Chicago” es el estudio sociológico de los oficios o profesiones, debido en gran parte al trabajo de precursor de Everett Hughes y sus discípulos. Aquí encontramos también una fascinación con todos los mundos posibles en los que los seres humanos viven y hacen su vida, no sólo con los mundos de las profesiones respetables, sino con aquellos del chofer de taxi, del conserje de las casas de apartamentos, del boxeador profesional o del músico de jazz. La misma tendencia puede descubrirse en el curso de los estudios de la comunidad estadounidense que se llevaron a cabo a raíz de los famosos estudios Middletown de Robert y Helen Lynd. Estos estudios tuvieron que desviarse inevitablemente de las versiones oficiales de la vida de la comunidad para observar la realidad social de la comunidad no sólo desde la perspectiva del ayuntamiento sino también desde la de la cárcel de la ciudad. Tal procedimiento sociológico constituye tpso jacto una refutación de la respetable suposición de que únicamente ciertos aspectos del mundo deben considerarse seriamente. No quisiéramos dar una impresión exagerada del efecto que tienen tales investigaciones en la conciencia de los sociólogos. Conocemos muy bien los elementos de indagación de intimidades y de romanticismo inherentes a algunas de ellas. También sabemos que muchos sociólogos participan de Heno en él respetable Weltanschauung como todos los demás miembros de la PTA (Asociación de Padres y Maestros) de su cuadra. No obstante, afirmaríamos que la conciencia sociológica nos predispone hacia un conocimiento del mundo diferente al de la respetabilidad de la clase media, un conocimiento que lleva en sí mismo las semillas de la no respetabilidad intelectual. En el segundo estudio Middletown, los Lynd nos proporcionan un análisis clásico de la mentalidad de los miembros de la clase media de los Estados Unidos en su serie de "afirmaciones obvias”, o sea, las afirmaciones que representan un consenso tan marcado que las respuestas a cualquier pregunta que se haga respecto a ellas por regla general van precedidas de las palabras “por supuesto”. “¿Es la nuestra una economía de libre empresa?” “¡Por supuesto!” “¿Tomamos todas nuestras decisiones importantes mediante el proceso democrático?” “¡Por supuesto!” “¿Es la monogamia la forma natural del matrimonio?” “¡Por supuesto!” El sociólogo, por muy conservador y conformista que pueda ser en su vida privada, sabe que pueden surgir serias controversias acerca de cada una de estas “afirmaciones obvias”. Par el solo hecho de saberlo llega hasta el umbral de la no respetabilidad. Antes de concluir el capítulo, quisiéramos observar una vez más este fenómeno de relativización del que ya nos hemos ocupado ligeramente en unas cuantas ocasiones. Quisiéramos decir ahora explícitamente que la sociología armoniza tanto con las condiciones de la era moderna precisamente porque representa el conocimiento de un mundo en el que los valores se han hecho radicalmente relativos. Esta relativización ha llegado hasta el punto a ser una parte de la imaginación cuotidiana que nos resulta difícil comprender por completo cuán unidas y absolutamente ligadas han estado —y en algunos lugares lo están aún— las visiones del mundo de otras culturas. El sociólogo estadounidense: Daniel Lemer; en su estudio de los países del Oriente Medio (The Passing of Traditional Society), nos ha proporcionado un retrato vivido de lo que significa el “modernismo” como un tipo de estado consciente enteramente nuevo en aquellos países. Para la mentalidad tradicional, somos lo que somos, el lugar donde estamos, y ni siquiera es posible imaginar cómo podríamos ser algo diferente. En cambio, la mentalidad moderna es móvil, participa por substitución imaginaria en las vidas de personas que residen en lugares diferentes del nuestro y puede imaginarse fácilmente cambiando de oficio o de residencia. El director de un club de libros nos dice qué es la cultura, el decorador de interiores el gusto que debemos tener y el sicoanalista quiénes somos. Vivir en una sociedad moderna significa vivir en el centro de un calidoscopio de papeles siempre cambiantes. La proporción sin precedentes de la movilidad geográfica y social que existe en la sociedad moderna, significa que hemos llegado a estar expuestos a una variedad nunca vista de formas de observar el mundo. Los conocimientos de otras culturas que podríamos reunir viajando, son conducidos hasta nuestra propia sala a través de los medios publicitarios en masa. En otro tiempo, alguien definió el refinamiento urbano como la capacidad para permanecer totalmente imperturbable cuando vemos frente a nuestra casa a un hombre ataviado con un turbante y un taparrabo, con una serpiente enroscada en tomo a su cuello, tocando una especie de tambor oriental al mismo tiempo que conduce calle abajo a un tigre amarrado. Sin duda, existen grados para este refinamiento, pero todo niño que ve la televisión la adquiere en cierta medida. También, indudablemente, esta falta de simplicidad es generalmente sólo superficial y no se extiende de ningún aferramiento a los modos de vida alternativos. No obstante, la posibilidad enormemente dilatada de viajar, en persona y por conducto de la imaginación, denota cuando menos potencialmente el conocimiento de- que nuestra propia cultura, incluyendo sus valores básicos, es relativa en espacio y tiempo. La movilidad social, o sea, el movimiento de un estrato social a otro, aumenta este efecto relativista. Siempre que se lleva a cabo una industrialización, se inyecta un nuevo dinamismo al sistema social. Las masas empiezan a cambiar su posición social, en grupos o individualmente. Y por regla general este -cambio se realiza en dirección “ascendente”. Con este movimiento la vida de un individuo comprende una notable jornada, no sólo a través de una diversidad de grupos sociales, sino de los universos intelectuales asignados, por decirlo así, a estos grupos. Pero para sus antiguos aprehensores esta conciencia transformada representa un breve destello de comprensión auténtica entre largos períodos de ignorancia. Y para los prisioneros que decidieron no regresar, su transformación puede parecer aún como el paso decisivo de la oscuridad a la luz. Baste decir aquí que este motivo relativizante es una más de las fuerzas motrices fundamentales de la actividad sociológica. En este capítulo tratamos de bosquejar las dimensiones de la conciencia sociológica por medio del análisis de tres motivos: el del desenmascaramiento, él de la no respetabilidad el de la relativización. Para terminar, agregaremos a estos tres uno más, motivo mucho menos transcedental en sus inferencias, pero útil para redondear nuestra descripción: el motivo cosmopolita. Fuente: Berger, Peter. Introducción a la sociología. Editorial Limusa Wiley, México, 1967. [Fragmentos] Introducción a la sociología (1963)
Peter Berger Cap. 1: La sociología como un pasatiempo individual. Cap. 2: La sociología como una forma de conciencia. Fragmentos. Una ciencia que incomodaUna entrevista a Pierre Bourdieu La sociología es en plenitud una ciencia, pero sí una ciencia difícil. Al contrario de las ciencias consideradas puras, ella es por excelencia la ciencia que se sospecha de no serlo Hay para ello una buena razón: produce miedo Porque levanta el velo de cosas ocultas, incluso reprimidas. Comencemos por las cuestiones más evidentes: las ciencias sociales, y la sociología en particular, ¿son verdaderamente deudas? ¿Por qué siente Ud. la necesidad de reivindicar la cientificidad? Pierre Bourdieu: La sociología me parece tener todas las propiedades que definen una ciencia. Pero, ¿en qué grado? La respuesta que podemos hacer varía mucho según los sociólogos. Diré solamente que hay mucha gente que se dice o se cree sociólogos y que confieso tener dificultad en reconocerles como tales (es el caso también, en grados diferentes, en todas las ciencias). En todo caso, hace mucho tiempo que la sociología salió de la prehistoria, es decir de la edad de las grandes teorías de la filosofía social con la cual los profanos a menudo la identifican. El conjunto de los sociólogos dignos de ese nombre se ajusta a un capital de logros, de conceptos, de métodos, de procedimientos de verificación. No obstante, por diversas razones sociológicas evidentes, y entre los cuales porque ella juega el rol de disciplina refugio, la sociología es una disciplina muy dispersa (en el sentido estático del término), y esto en diferentes puntos de vista. Así se explica que ella dé la apariencia de una disciplina dividida, más próxima de la filosofía que las otras ciencias. Pero el problema no reside allí: si somos de tal manera detallistas acerca de la cientificidad de la sociología es porque ella perturba. Los sociólogos entonces, ¿son objeto de una sospecha particular? Pierre Bourdieu: La sociología tiene efectivamente el triste privilegio de encontrarse sin respiro confrontada a la cuestión de su cientificidad. Se es mil veces menos exigente con la historia o la etnología, sin hablar de la geografía, de la filología o de la arqueología. Siempre interrogado, el sociólogo se interroga e interroga siempre. Esto hace creer en un imperialismo sociológico: ¿qué es esta ciencia emergente, vacilante, que se permite someter a examen a las otras ciencias? Yo pienso, por supuesto, en la sociología de la ciencia. De hecho, la sociología no hace más que plantear a las otras ciencias preguntas que se plantean a ella de manera particularmente aguda. Si la sociología es una ciencia crítica, es quizás porque ella misma se encuentra en una posición crítica. La sociología crea problemas, como se dice. ¿La sociología provoca miedo? Pierre Bourdieu: Si, porque saca el velo que existe sobre cosas escondidas y a veces reprimidas. Ella revela, por ejemplo, la correlación entre el éxito escolar, que se identifica con "la inteligencia", y el origen social o, más aún, con el capital cultural heredado de la familia. Son verdades que los tecnócratas, los epistemócratas (es decir buena cantidad de aquellos que leen la sociología y de los que la financian) no quieren oír. Otro ejemplo: la sociología muestra que el mundo científico es el lugar de una competencia que está orientada por la búsqueda de beneficios específicos (premios Nóbel y otros, prioridad del hallazgo, prestigio, etc.) y conducida en nombre de intereses específicos (es decir irreductibles a los intereses económicos en su forma ordinaria y percibidos por lo mismo como "desinteresados"). Esta descripción cuestiona evidentemente una hagiografía científica en la cual participan a menudo los científicos y de la cual éstos tienen necesidad para creer lo que hacen. De acuerdo: la sociología aparece a menudo como agresiva y perturbadora, Pero, ¿por qué se requiere que el discurso sociológico sea "científico"? Los periodistas también plantean preguntas molestas; ahora bien, ellos no reivindican su pertenencia a las ciencias ¿Por qué es decisivo que haya una frontera entre la sociología y un periodismo crítico? Pierre Bourdieu: Porque hay una diferencia objetiva. No es una cuestión de vanidad. Hay sistemas coherentes de hipótesis, de conceptos, de métodos de verificación, todo cuanto se adjunta comúnmente a la idea de ciencia. Por consiguiente, ¿por qué no decir que es una ciencia si lo es realmente? Ciertamente es una cuestión muy importante: una de las maneras de zafarse de verdades molestas es decir que ellas no son científicas, lo que quiere decir que ellas son "políticas", es decir suscitadas por el "interés", la "pasión", por lo tanto relativas y relativizables. Si se plantea a la sociología la cuestión de la cientificidad, ¿no es también porque ella se ha desarrollado con cierto retraso con respecto a las otras deudas? Pierre Bourdieu: Sin duda, pero ese "retraso" se debe al hecho de que la sociología es una ciencia especialmente difícil. Una de las dificultades mayores reside en el hecho de que sus objetos son espacios de lucha: cosas que se esconden, que se censuran; por las cuales se está dispuesto a morir. Es verdad también para el investigador mismo que se encuentra en juego en sus propios objetos. Y la dificultad particular que enfrenta la sociología se debe muy a menudo a que las personas tienen miedo de lo que van a encontrar. La sociología confronta sin cesar a aquél que la practica a realidades rudas, ella desencanta. Es el por qué, contrariamente a lo que a menudo se cree, afuera y adentro, ella no ofrece ninguna de las satisfacciones que la adolescencia busca frecuentemente en el compromiso político. De ese punto de vista, ella se sitúa al polo opuesto de las ciencias llamadas "puras" (o de las artes "puras"), que son sin duda por una parte, refugios en los cuales tienden a aislarse para olvidar el mundo, universos depurados de todo lo que causa problema, como la sexualidad o la política. Es el por qué los espíritus formajes o formalistas hacen en general una sociología lastimosa. Ud. muestra que la sociología interviene a propósito de cuestiones socialmente importantes. Eso plantea el problema de su neutralidad, de su objetividad el sociólogo, ¿puede permanecer por encima de las pugnas, en posición de observador imparcial? Pierre Bourdieu: La sociología tiene como particularidad tener por objeto campos de lucha: no solamente el campo de las luchas de clases sino el campo de las luchas científicas mismo. Y el sociólogo ocupa una posición en esas luchas: de partida, en tanto que detentor de un cierto capital económico y cultural, en el campo de las clases; enseguida, en tanto que investigador dotado de cierto capital específico, en el campo de la producción cultural y, más precisamente, en el sub-campo de la sociología. Esto, él debe tenerlo siempre en mente con el fin de discernir y controlar todos los efectos que su posición soca puede tener sobre su actividad científica. Es la razón por la cual la sociología de la sociología no es, para mí, una "especialidad" entre otras, sino una de las condiciones primeras de una sociología científica. Me parece en efecto que una de las causas principales del error en sociología reside en una relación incontrolada del objeto. Es entonces capital que el sociólogo tome conciencia de su propia posición. Las posibilidades de contribuir a producir la verdad me parecen en realidad depender de dos factores principales, que están ligados a la posición ocupada: el interés que se tiene en saber y en hacer saber la verdad (o, inversamente, a esconderla o a escondérsela) y la capacidad que se tiene de producirla. Se conoce la expresión de Bachelard: "No hay ciencia sino de lo escondido". El sociólogo está mejor armado para descubrir lo escondido por el hecho de estar mejor armado científicamente, de que utiliza mejor el capital de conceptos, de métodos, de técnicas, acumulado por sus predecesores, Marx, Durkheim, Weber, y muchos otros, y que es más "crítico'; que la intención consciente o inconsciente que le anima es más subversiva, que tiene más interés en sacar a luz lo que está censurado, reprimido en el mundo social. Y si la sociología no avanza más rápido, como la ciencia social en general, es tal vez, en parte, porque esos dos factores tienden a variar en sentido inverso. Si el sociólogo llega a producir, aunque fuere un poco de verdad, no está bien que él tenga interés en producir esa verdad, sino porque existe interés. Lo que es exactamente lo contrario del discurso un poco tonto sobre la "neutralidad". Este interés puede consistir, como en todas partes, en el deseo de ser el primero en hacer un hallazgo y de apropiarse de todos los beneficios asociados, o en la indignación moral, o en la rebelión contra ciertas formas de dominación y contra aquellos que las defienden al interior del campo científico, etc. En síntesis, no hay una Inmaculada Concepción. Y no habrían muchas verdades científicas si se debiera condenar tal o cual descubrimiento (basta con pensar en la "doble hélice") so pretexto de que las intenciones o los procedimientos no fueron muy puros. Pero, en el caso de las ciencias sociales, el "interés", la "pasión", el "compromiso", ¿no pueden conducir al enceguecimiento? Pierre Bourdieu: En realidad, y es lo que constituye la dificultad particular de la sociología, esos "intereses", esas "pasiones", nobles o ignominiosas, no conducen a la verdad científica sino en la medida en que están acompañadas de un conocimiento científico de lo que las determina, y de los límites así impuestos al conocimiento. Por ejemplo, todos saben que el resentimiento ligado al fracaso no hace más lúcido acerca del mundo social sino encegueciendo -respecto del principio mismo de esa lucidez. Pero eso no es todo. Más una ciencia es avanzada, más el capital de saberes acumulados es importante y más las estrategias de subversión, de crítica, cualesquiera sean las "motivaciones", deben, para ser eficaces, movilizar un saber importante. En física, es difícil triunfar sobre un adversario recurriendo al argumento autoridad o, como sucede todavía en sociología, denunciando el contenido político de su teoría. Las armas -de la crítica deben ser científicas para ser eficaces. En sociología, al contrario, toda proposición que contradice las ideas incorporadas está expuesta a la sospecha de una opción ideológica, de una toma de posición política. Aquélla choca con intereses sociales: los intereses de los dominantes que tienen una opción por el silencio y por el "buen sentido", los intereses de los portavoces, de los altoparlantes, que necesitan ideas simples, simplistas, consignas. Es la razón por la cual se le pide mil veces más pruebas (lo que, de hecho, está muy bien) que a los voceros del "buen sentido". Y cada descubrimiento de la ciencia desencadena un inmenso trabajo de "crítica" retrógrada que acapara todo el orden social (los créditos, los puestos, los honores, por lo tanto la creencia) y que apunta a enterrar lo que había sido descubierto. Pierre Bourdieu: La sociología, ¿es una ciencia? (1980) Una ciencia que incomoda Entrevista con Pierre Bourdieu Entrevista con Pierre Thuillier, en La Recherche, núm. 112, junio de 1980, pp. 738-743. Traducción para la Asociación Latinoamericana de Sociología: Manuel Antonio Baeza R. Pierre Bourdieu, Francia, 1930-2002.
Inventario de las principales características de la ciencia1) El conocimiento científico es fáctico: parte de los hechos, los respeta hasta cierto punto, y siempre vuelve a ellos. La ciencia intenta describir los hechos tal como son, independientemente de su valor emocional o comercial: la ciencia no poetiza los hechos ni los vende, si bien sus hazañas son una fuente de poesía y de negocios. En todos los campos, la ciencia comienza estableciendo los hechos; esto requiere curiosidad impersonal, desconfianza por la opinión prevaleciente, y sensibilidad a la novedad. 2) El conocimiento científico trasciende los hechos: descarta los hechos, produce nuevos hechos, y los explica. El sentido común parte de los hechos y se atiene a ellos: a menudo se imita al hecho aislado, sin ir muy lejos en el trabajo de correlacionarlo con otros o de explicarlo. En cambio, la investigación científica no se limita a los hechos observados: los científicos exprimen la realidad a fin de ir más allá de las apariencias; rechazan el grueso de los hechos percibidos, por ser un montón de accidentes, seleccionan los que consideran que son relevantes, controlan hechos y, en lo posible, los reproducen. Incluso producen cosas nuevas desde instrumentos hasta partículas elementales; obtienen nuevos compuestos químicos, nuevas variedades vegetales y animales, y al menos en principio, crean nuevas pautas de conducta individual y social. 3) La ciencia es analítica: la investigación científica aborda problemas circunscriptos, uno a uno, y trata de descomponerlo todo en elementos (no necesariamente últimos o siquiera reales). La investigación científica no se planta cuestiones tales como "¿Cómo es el universo en su conjunto?", o "¿Cómo es posible el conocimiento?" Trata, en cambio, de entender toda situación total en términos de sus componentes; intenta descubrir los elementos que explican su integración. 4) La investigación científica es especializada: una consecuencia del enfoque analítico de los problemas es la especialización. No obstante la unidad del método científico, su aplicación depende, en gran medida, del asunto; esto explica la multiplicidad de técnicas y la relativa independencia de los diversos sectores de la ciencia. 5) El conocimiento científico es claro y preciso: sus problemas son distintos, sus resultados son claros. El conocimiento ordinario, en cambio, usualmente es vago e inexacto; en la vida diaria nos preocupamos poco por definiciones precisas, descripciones exactas, o mediciones afinadas: si éstas nos preocuparan demasiado, no lograríamos marchar al paso de la vida. La ciencia torna impreciso lo que el sentido común conoce de manera nebulosa; pero, desde luego la ciencia es mucho más que sentido común organizado: aunque proviene del sentido común, la ciencia constituye una rebelión contra su vaguedad y superficialidad. El conocimiento científico procura la precisión; nunca está enteramente libre de vaguedades, pero se las ingenia para mejorar la exactitud; nunca está del todo libre de error, pero posee una técnica única para encontrar errores y para sacar provecho de ellos. 6) El conocimiento científico es comunicable: no es inefable sino expresable, no es privado sino público. El lenguaje científico comunica información a quienquiera haya sido adiestrado para entenderlo. Hay, ciertamente, sentimientos oscuros y nociones difusas, incluso en el desarrollo de la ciencia (aunque no en la presentación final del trabajo científico); pero es preciso aclararlos antes de poder estimar su adecuación. Lo que es inefable puede ser propio de la poesía o de la música, no de la ciencia, cuyo lenguaje es informativo y no expresivo o imperativo. La inefabilidad misma es, en cambio, tema de investigación científica, sea psicológica o lingüística. 7) El conocimiento científico es verificable: debe aprobar el examen de la experiencia. A fin de explicar un conjunto de fenómenos, el científico inventa conjeturas fundadas de alguna manera en el saber adquirido. Sus suposiciones pueden ser cautas o audaces simples o complejas; en todo caso deben ser puestas a prueba. El test de las hipótesis fácticas es empírico, esto es, observacional o experimental. El haberse dado cuenta de esta verdad hoy tan trillada es la contribución inmortal de la ciencia helenística. En ese sentido, las ideas científicas (incluidos los enunciados de leyes) no son superiores a las herramientas o a los vestidos: si fracasan en la práctica, fracasan por entero. 8) La investigación científica es metódica: no es errática sino planeada. Los investigadores no tantean en la oscuridad: saben lo que buscan y cómo encontrarlo. El planeamiento de la investigación no excluye el azar; sólo que, a hacer un lugar a los acontecimientos imprevistos es posible aprovechar la interferencia del azar y la novedad inesperada. Más aún a veces el investigador produce el azar deliberadamente. Por ejemplo, para asegurar la uniformidad de una muestra, y para impedir una preferencia inconsciente en la elección de sus miembros, a menudo se emplea la técnica de la casualización, en que la decisión acerca de los individuos que han de formar parte de ciertos grupos se deja librada a una moneda o a algún otro dispositivo. De esta manera, el investigador pone el azar al servicio de orden: en lo cual no hay paradoja, porque el acaso opera al nivel de los individuos, al par que el orden opera en el grupo con totalidad. 9) El conocimiento científico es sistemático: una ciencia no es un agregado de informaciones inconexas, sino un sistema de ideas conectadas lógicamente entre sí. Todo sistema de ideas caracterizado por cierto conjunto básico (pero refutable) de hipótesis peculiares, y que procura adecuarse a una clase de hechos, es una teoría. Todo capítulo de una ciencia especial contiene teorías o sistemas de ideas que están relacionadas lógicamente entre sí, esto es, que están ordenadas mediante la relación "implica". Esta conexión entre las ideas puede calificarse de orgánica, en el sentido de que la sustitución de cualquiera de las hipótesis básicas produce un cambio radical en la teoría o grupo de teorías. 10) El conocimiento científico es general: ubica los hechos singulares en pautas generales, los enunciados particulares en esquemas amplios. El científico se ocupa del hecho singular en la medida en que éste es miembro de una clase o caso de una ley; más aún, presupone que todo hecho es clasificable y legal. No es que la ciencia ignore la cosa individual o el hecho irrepetible; lo que ignora es el hecho aislado. Por esto la ciencia no se sirve de los datos empíricos —que siempre son singulares— como tales; éstos son mudos mientras no se los manipula y convierte en piezas de estructuras teóricas. 11) El conocimiento científico es legal: busca leyes (de la naturaleza y de la cultura) y las aplica. El conocimiento científico inserta los hechos singulares en pautas generales llamadas "leyes naturales" o "leyes sociales". Tras el desorden y la fluidez de las apariencias, la ciencia fáctica descubre las pautas regulares de la estructura y del proceso del ser y del devenir. En la medida en que la ciencia es legal, es esencialista: intenta legar a la raíz de las cosas. 12) La ciencia es explicativa: intenta explicar los hechos en términos de leyes, y las leyes en términos de principios. Los científicos no se conforman con descripciones detalladas; además de inquirir cómo son las cosas, procuran responder al por qué: por qué ocurren los hechos como ocurren y no de otra manera. La ciencia deduce proposiciones relativas a hechos singulares a partir de leyes generales, y deduce las leyes a partir de enunciados nomológicos aún más generales (principios). Por ejemplo, las leyes de Kepler explicaban una colección de hechos observados del movimiento planetario; y Newton explicó esas leyes deduciéndolas de principios generales explicación que permitió a otros astrónomos dar cuenta de las irregularidades de las órbitas de los planetas que eran desconocidas para Kepler. 13) El conocimiento científico es predictivo: Trasciende la masa de los hechos de experiencia, imaginando cómo puede haber sido el pasado y cómo podrá ser el futuro. La predicción es, en primer lugar, una manera eficaz de poner a prueba las hipótesis; pero también es la clave del control y aun de la modificación del curso de los acontecimientos. La predicción científica en contraste con la profecía se funda sobre leyes y sobre informaciones específicas fidedignas, relativas al estado de cosas actual o pasado. No es del tipo "ocurrirá E", sino más bien de este otro: "ocurrirá E1 siempre que suceda C1, pues siempre que sucede C es seguido por o está asociado con E". C y E designan clases de sucesos en tanto que C1 y E1 denotan los hechos específicos que se predicen sobre la base del o los enunciados que conectan a C con E en general. 14) La ciencia es abierta: no reconoce barreras a priori que limiten el conocimiento. Si un conocimiento fáctico no es refutable en principio, entonces no pertenece a la ciencia sino a algún otro campo. Las nociones acerca de nuestro medio, natural o social, o acerca del yo, no son finales: están todas en movimiento, todas son falibles. Siempre es concebible que pueda surgir una nueva situación (nuevas informaciones o nuevos trabajos teóricos) en que nuestras ideas, por firmemente establecidas que parezcan, resulten inadecuadas en algún sentido. La ciencia carece de axiomas evidentes: incluso los principios más generales y seguros son postulados que pueden ser corregidos o reemplazados. A consecuencia del carácter hipotético de los enunciados de leyes, y de la naturaleza perfectible de los datos empíricos la ciencia no es un sistema dogmático y cerrado sino controvertido y abierto. O, más bien, la ciencia es abierta como sistema porque es falible y por consiguiente capaz de progresar. En cambio, puede argüirse que la ciencia es metodológicamente cerrada no en el sentido de que las reglas del método científico sean finales sino en el sentido de que es autocorrectiva: el requisito de la verificabilidad de las hipótesis científicas basta para asegurar el progreso científico. 15) La ciencia es útil: porque busca la verdad, la ciencia es eficaz en la provisión de herramientas para el bien y para el mal. El conocimiento ordinario se ocupa usualmente de lograr resultados capaces de ser aplicados en forma inmediata; con ello no es suficientemente verdadero, con lo cual no puede ser suficientemente eficaz. Cuando se dispone de un conocimiento adecuado de las cosas es posible manipularlas con éxito. La utilidad de la ciencia es una consecuencia de su objetividad; sin proponerse necesariamente alcanzar resultados aplicables, la investigación los provee a la corta o a la larga. La sociedad moderna paga la investigación porque ha aprendido que la investigación rinde. Por este motivo, es redundante exhortar a los científicos a que produzcan conocimientos aplicables: no pueden dejar de hacerlo. Es cosa de los técnicos emplear el conocimiento científico con fines prácticos, y los políticos son los responsables de que la ciencia y la tecnología se empleen en beneficio de la humanidad. Los científicos pueden, a lo sumo, aconsejar acerca de cómo puede hacerse uso racional, eficaz y bueno de la ciencia. La técnica precientífica era primordialmente una colección de recetas pragmáticas no entendidas, muchas de las cuales desempeñaban la función de ritos mágicos. La técnica moderna es, en medida creciente —aunque no exclusivamente—, ciencia aplicada. La ingeniería es física y química aplicadas, la medicina es biología aplicada, la psiquiatría es psicología y neurología aplicadas; y debiera llegar el día en que la política se convierta en sociología aplicada. [...] En resumen, la ciencia es valiosa como herramienta para domar la naturaleza y remodelar la sociedad; es valiosa en sí misma, como clave para la inteligencia del mundo y del yo; y es eficaz en el enriquecimiento, la disciplina y la liberación de nuestra mente. Fuente: fragmentos de Bunge, Mario. La ciencia, su método y su filosofía. Buenos Aires, Siglo Veinte, 1960. La ciencia, su método y su filosofía Mario Bunge Fragmentos del Cap. 3. Inventario de las principales características de la ciencia fáctica. La ciencia, su método y su filosofía contiene cuatro ensayos tomados, con algunas modificaciones, del libro del autor Metascientific Queries (Springfield, Ill. Charles C. Thomas, 1959). Los cuatro fueron publicados aisladamente en castellano, pero son hoy difíciles de hallar: el primero por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (1958), el segundo por la Facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad (1958), el tercero por la Universidad Nacional de México (1958) y el cuarto por la revista Ciencia e Investigación (13, 244, 1957). Mario Bunge, Argentina-Canadá, 1919.
El hecho se conquista contra la ilusión del saber inmediatoLa vigilancia epistemológica se impone particularmente en el caso de las ciencias del hombre, en las que la separación entre la opinión común y el discurso científico es más imprecisa que en otros casos. [...] la familiaridad con el universo social constituye el obstáculo epistemológico por excelencia para el sociólogo, porque produce continuamente concepciones o sistematizaciones ficticias [...]. El sociólogo no ha saldado cuentas con la sociología espontánea y debe imponerse una polémica ininterrumpida con las enceguecedoras evidencias que presentan, a bajo precio, las ilusiones del saber inmediato y su riqueza insuperable. Le es igualmente difícil establecer la separación entre la percepción y la ciencia —que, en el caso del físico, se expresa en una acentuada oposición entre el laboratorio y la vida cotidiana— como encontrar en su herencia teórica los instrumentos que le permitan rechazar radicalmente el lenguaje común y las nociones comunes. Prenociones y técnicas de ruptura Como tienen por función reconciliar a todo precio la conciencia común consigo misma, proponiendo explicaciones, aun contradictorias, de un mismo hecho, las opiniones primeras sobre los hechos sociales se presentan como una colección falsamente sistematizada de juicios de uso alternativo. Estas prenociones, "representaciones esquemáticas y sumarias" que se "forman por la práctica y para ella", como lo observa Durkheim, reciben su evidencia y "autoridad" de las funciones sociales que cumplen. La influencia de las nociones comunes es tan fuerte que todas las técnicas de objetivación deben ser aplicadas para realizar efectivamente una ruptura [...]. Así los resultados de la medición estadística pueden, por lo menos, tener la virtud negativa de desconcertar las primeras impresiones. De la misma forma, aún no se ha considerado suficientemente la función de ruptura que Durkheim atribuía a la definición previa del objeto como construcción teórica "provisoria" destinada, ante todo, a "sustituir las nociones del sentido común por una primera noción científica". En efecto, en la medida en que el lenguaje común y ciertos usos especializados de las palabras comunes constituyen el principal vehículo de las representaciones comunes de la sociedad, una crítica lógica y lexicológica del lenguaje común surge como el paso previo más indispensable para la elaboración controlada de las nociones científicas. Como durante la observación y la experimentación el sociólogo establece una relación con su objeto que, en tanto relación social, nunca es de puro conocimiento, los datos se le presentan como configuraciones vivas, singulares y, en una palabra, demasiado humanas, que tienden a imponérsele como estructuras de objeto. Al desmontar las totalidades concretas y evidentes que se presentan a la intuición, para sustituirlas por el conjunto de criterios abstractos que las definen sociológicamente —profesión, ingresos, nivel de educación, etc.—, al proscribir las inducciones espontáneas que, por efecto de halo, predisponen a extender sobre toda una clase los rasgos sobresalientes de los individuos más "típicos" en apariencia, en resumen, al desgarrar la trama de relaciones que se entreteje continuamente en la experiencia, el análisis estadístico contribuye a hacer posible la construcción de relaciones nuevas, capaces, por su carácter insólito, de imponer la búsqueda de relaciones de un orden superior que den razón de éste. [...] En sociología, como en otros campos, "una investigación seria conduce a reunir lo que vulgarmente se separa o a distinguir lo que vulgarmente se confunde". El principio de la no-conciencia Todas las técnicas de ruptura, crítica lógica de las nociones sometidas a la prueba estadística de las falsas evidencias, impugnación decisoria y metódica de las apariencias, son sin embargo impotentes en tanto la sociología espontánea no es atacada en su propio principio, es decir en la filosofía del conocimiento de lo social y de la acción humana que la sostiene. La sociología no puede constituirse como ciencia efectivamente separada del sentido común sino bajo la condición de oponer a las pretensiones sistemáticas de la sociología espontánea la resistencia organizada de una teoría del conocimiento de lo social cuyos principios contradigan, punto por punto, los supuestos de la filosofía primera de lo social. Sin tal teoría, el sociólogo puede rechazar ostensiblemente las prenociones, construyendo la apariencia de un discurso científico sobre los presupuestos inconscientemente asumidos, a partir de los cuales la sociología espontánea engendra esas prenociones. El artificialismo, representación ilusoria de la génesis de los hechos sociales según la cual el científico podría comprender y explicar estos hechos "mediante el solo esfuerzo de su reflexión personal", descansa, en última instancia, sobre el presupuesto de la ciencia infusa que, arraigado en el sentimiento de familiaridad, funda también la filosofía espontánea del conocimiento del mundo social: la polémica de Durkheim contra el artificialismo, el psicologismo o el moralismo no es sino el revés del postulado según el cual los hechos sociales "tienen una manera de ser constante, una naturaleza que no depende de la arbitrariedad individual y de donde derivan las relaciones necesarias". Marx no afirmaba otra cosa cuando sostenía que "en la producción social de su existencia, los hombres traban relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad", y también Weber lo afirmaba cuando proscribía la reducción del sentido cultural de las acciones a las intenciones subjetivas de los actores. Durkheim, que exige del sociólogo que penetre en el mundo social como en un mundo desconocido, reconocía a Marx el mérito de haber roto con la ilusión de la transparencia: "Creemos fecunda la idea de que la vida social debe explicarse, no por la concepción que se hacen los que en ella participan, sino por las causas profundas que escapan a la conciencia". Tal convergencia se explica fácilmente: lo que podría denominarse principio de la no-conciencia, concebido [...] De hecho, el principio de la no-conciencia no tiene otra función que apartar la ilusión de que la antropología pueda constituirse como ciencia reflexiva y definir, simultáneamente, las condiciones metodológicas en las cuales puede convertirse en ciencia. Si la sociología espontánea renace instintivamente y bajo disfraces tan diferentes en la sociología científica, es sin duda porque los sociólogos que buscan conciliar el proyecto científico con la afirmación de los derechos de la persona —derecho a la libre actividad y a la clara conciencia de la actividad— o que, sencillamente, evitan someter su práctica a los principios fundamentales de la teoría del conocimiento sociológico, tropiezan inevitablemente con la filosofía ingenua de la acción y de la relación del sujeto con la acción, que obligan a defender, en su sociología espontánea de los sujetos sociales, la verdad vivida de su experiencia de la acción social. [...] Contra este método ambiguo que permite el intercambio indefinido de relaciones entre el sentido común y el sentido común científico, hay que establecer un segundo principio de la teoría del conocimiento de lo social que no es otra cosa que la forma positiva del principio de la no-conciencia: las relaciones sociales no podrían reducirse a relaciones entre subjetividades animadas de intenciones o "motivaciones" porque ellas se establecen entre condiciones y posiciones sociales y tienen, al mismo tiempo, más realidad que los sujetos que ligan. [...] las técnicas clásicas de la psicología social conducen [...] a privilegiar a las representaciones de los individuos en detrimento de las relaciones objetivas en las cuales están inscriptas y que definen la "satisfacción" o la "insatisfacción" que experimentan, los conflictos que encierran o las expectativas o ambiciones que expresan. El principio de la no-conciencia impone, por el contrario, que se construya el sistema de relaciones objetivas en el cual los individuos se hallan insertos y que se expresa mucho más adecuadamente en la economía o en la morfología de los grupos que en las opiniones e intenciones declaradas de los sujetos. El principio explicativo del funcionamiento de una organización está muy lejos de que lo suministre la descripción de las actitudes, las opiniones y aspiraciones individuales; en rigor, es la captación de la lógica objetiva de la organización lo que proporciona el principio capaz de explicar, precisamente, aquellas actitudes, opiniones y aspiraciones. Este objetivismo provisorio que es la condición de la captación de la verdad objetivada de los sujetos, es también la condición de la comprensión total de la relación vivida que los sujetos mantienen con su verdad objetivada en un sistema de relaciones objetivas. La tentación de profetismo. El sociólogo y su público. Actualmente la sociología tiende a mantener con el público, nunca circunscripto al grupo de pares, una relación opaca que siempre corre el riesgo de encontrar su lógica en la relación entre el autor exitoso y su público, o incluso a veces entre el profeta y su auditorio, ello en razón de que tiene más dificultades que cualquier otra ciencia en desprenderse de la ilusión de la transparencia y realizar irreversiblemente la ruptura con las prenociones y porque a menudo se le asigna la tarea de responder a los interrogantes últimos sobre el porvenir de la civilización. El sociólogo está expuesto, mucho más que cualquiera de los otros especialistas, al veredicto ambiguo y ambivalente de los no especialistas que se creen autorizados a dar crédito a los análisis propuestos, no obstante éstos descubran los supuestos de su sociología espontánea, pero que por eso mismo son inducidos a impugnar la validez de una ciencia que no aprueban sino en la medida en que se repita en el buen sentido. De hecho, cuando el sociólogo se hace cargo de los objetos de reflexión del sentido común y de la reflexión común sobre esos objetos, no tiene nada que oponer a la certeza común del derecho que tiene todo hombre de hablar de todo lo que es humano y juzgar todo discurso, incluso científico, sobre lo que es humano. ¿Cómo no sentirse un poco sociólogo cuando los análisis del "sociólogo" concuerdan perfectamente con las palabras de la charla cotidiana y el discurso del analista y las palabras analizadas están separadas nada más que por la frágil barrera de las comillas? El sociólogo que comulga con su objeto no está nunca exento de ceder a la complacencia cómplice de las expectativas escatológicas que el público tiende a transferir hoy sobre las "ciencias humanas" [...]. En tanto acepta determinar su objeto y las funciones de su discurso de acuerdo con los requerimientos de su público, y presenta a la antropología como un sistema de respuestas totales a los interrogantes últimos sobre el hombre y su destino, el sociólogo se vuelve profeta, aun si el estilo y la temática de su mensaje varían según que —como "pequeño profeta acreditado por el estado"— responda, cual si fuera dueño de la sabiduría, a las inquietudes de la salvación intelectual, cultural o política de un auditorio de estudiantes o que, practicando la política teórica que Wright Mills concede a los "estadistas" de la ciencia, se esfuerce en unificar al pequeño reino de conceptos sobre los cuales y por los cuales cree reinar o, más aun, que, como pequeño profeta marginal, contribuya a forjar en el público en general la ilusión de acceder a los últimos secretos de las ciencias del hombre. El lenguaje sociológico que, incluso en sus usos más controlados, recurre siempre a palabras del léxico común tomadas en una acepción rigurosa y sistemática, y que, por este hecho, se vuelve equívoco en cuanto deja de dirigirse sólo a los especialistas, se presta, más que cualquier otro, a utilizaciones falsas: los juegos de la polisemia, permitidos por la secreta afinidad de los conceptos más depurados con los esquemas comunes, contribuyen al doble significado y a los malentendidos que aseguran, al doble juego profético, sus auditorios múltiples y a veces contradictorios. Si, como dice Bachelard, "todo químico debe luchar contra el alquimista que tiene dentro", todo sociólogo debe ahogar en sí mismo el profeta social que el público le pide encarnar. La sociología profética opera, por supuesto, con la lógica, según la cual el sentido común construye sus explicaciones cuando se contenta con sistematizar falsamente las respuestas que la sociología espontánea da a los problemas existenciales que la experiencia común encuentra en un orden disperso: de todas las explicaciones sencillas, las explicaciones por lo sencillo y por la gente sencilla son las más frecuentemente esgrimidas por los sociólogos proféticos que ven en fenómenos tan familiares como la televisión el principio explicativo de los "cambios mundiales". "Toda verdad —decía Nietzsche— es sencilla: ¿no es esto una doble mentira? Relacionar algo desconocido con algo conocido alivia, tranquiliza el espíritu y además da cierta sensación de poder. Primer principio: una explicación cualquiera es preferible a una falta de explicación. Como en rigor, de lo que se trata es de deshacerse de las representaciones angustiosas, no nos exigimos demasiado para hallar medios de alcanzarla: la primera representación por la cual lo desconocido se declara conocido hace tanto bien que se la tiene por verdadera." Que este recurso a las explicaciones por lo sencillo tenga por función tranquilizar o inquietar, que haga uso de los paralelismos a la manera de sistematizaciones por alusión o elipsis o de los poderes de la analogía espontánea, es porque el resorte explicativo reside siempre en sus profundas afinidades con la sociología espontánea. Ya lo decía Marx: "Semejantes frases literarias, que, con arreglo a una analogía cualquiera clasifican todo dentro de todo, pueden hasta parecer ingeniosas cuando son dichas por primera vez, y tanto más cuanto más identifiquen cosas contradictorias entre sí. Repetidas, e incluso con presunción, como apotegmas de valor científico, son tout bonnement (llanamente) necias. Sólo buenas para Cándidos literatos y charlatanes visionarios, que enchastran todas las ciencias con su empalagosa mierda.". Fuente: Bourdieu, Pierre; Chamboredon, Jean-Claude; Passeron, Jean-Claude. El oficio del sociólogo. Siglo XXI, Buenos Aires, 2003. El oficio del sociólogo Pierre Bourdieu Fecha de publicación original: 1968 Fragmentos de Primera parte. La ruptura. I. El hecho se conquista contra la ilusión del saber inmediato. Fuente: Bourdieu, Pierre; Chamboredon, Jean-Claude; Passeron, Jean-Claude. El oficio del sociólogo. Siglo XXI, Buenos Aires, 2003. Pierre Bourdieu, Francia, 1930-2002.
UNO: El espíritu de las leyes, 1En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el ejecutivo de las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil. Por el primero, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judicial; y el otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado (...). La libertad política de un ciudadano es la tranquilidad de espíritu que proviene de la confianza que tiene cada uno en su seguridad: para que esta libertad exista, es necesario un gobierno tal que ningún ciudadano pueda temer a otro. Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo. Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor. En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o del pueblo administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los particulares, todo se perdería enteramente. No hay libertad si el poder de juzgar no está bien deslindado del poder legislativo y del poder ejecutivo. Si no está separado del poder legislativo, se podría disponer arbitrariamente de la libertad y la vida de los ciudadanos; como que juez sería legislador. Si no está separado del poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor. Todo se habría perdido si el mismo hombre, la misma corporación de próceres, la misma asamblea del pueblo ejerciera los tres poderes: el de dictar las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o los pleitos entre particulares. Fuente: Montesquieu. El espíritu de las leyes. Alianza Editorial, 2003 [1748]. DOS: El espíritu de las leyes, 2«Cuando en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistratura, la potestad legislativa y la potestad ejecutiva están reunidas, no puede haber libertad; porque se puede temer que el mismo monarca o senado pueda hacer leyes tiránicas, para ejecutarlas tiránicamente.» «De nuevo, no hay libertad, si la potestad de juzgar no está separada de la potestad legislativa y de la ejecutiva. Si estuviese unido a la potestad legislativa, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario; debido a que el juez sería el legislador. Si se uniera a la potestad ejecutiva, el juez podría tener la fuerza de un opresor.» «Todo estaría perdido, cuando el mismo hombre, o el mismo cuerpo, ya sea de los nobles o del pueblo, ejerza esos tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas, y el de juzgar los crímenes o las diferencias entre los particulares.» «La potestad ejecutiva debe estar entre las manos de un monarca, porque esta parte del gobierno, que tiene casi siempre necesidad de una acción momentánea, está mejor administrada por uno que por varios; mientras que lo que depende de la potestad legislativa está mejor ordenada por varios que por uno sólo.» «Pero si no hubiera monarca y la potestad ejecutiva fuera confiada a un cierto número de personas sacadas del cuerpo legislativo, no habría ya libertad, porque los dos poderes estarían unidos, ya que las mismas personas tendrían a veces, y podrían siempre tener, parte la una en la otra.» Montesquieu, El espíritu de las leyes, Libro XI. Montesquieu. El espíritu de las leyes [1748]. Alianza Editorial, 2003. - Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu (Castillo de la Brède, 18 de enero de 1689-París, 10 de febrero de 1755) fue un filósofo y jurista francés cuya obra se desarrolla en el contexto del movimiento intelectual y cultural conocido como la Ilustración. TRES: Salida didácticaMódulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-6: Control social El problema del control social La Sociología comienza con dos hechos básicos: la conducta humana sigue normas regulares y recurrentes, y la gente, en todas partes, vive con los demás y no sola. En su mayor parte, las regularidades en la conducta humana reflejan la presencia de la cultura y de un repertorio ordenado de relaciones sociales, y nuestro análisis se ha ocupado de algunas de las principales formas en que está organizada la vida social, así como de la manera en que las instituciones definen y controlan los actos de los hombres. Así, aunque el orden social está mantenido en cierto sentido por las normas que rigen las relaciones existentes entre los hombres —tradiciones, costumbres, leyes y otras reglas—, debemos explicar aún por qué los hombres se conforman generalmente a las instituciones que definen la conducta apropiada o exigida. La conformidad, de la que nos ocuparemos aquí, es corrientemente, para muchos norteamericanos, un schiimpfwort, término odioso que sugiere una creciente estandarización de la acción, la actitud y la creencia, y una decreciente voluntad de enfrentarse a las mareas prevalecientes de opinión y moda. Solamente si la sociedad estuviese ordenada como un panal o un hormiguero habría una completa conformidad. Algunas áreas de la conducta permanecen no reguladas en todas las sociedades, y aun dentro de una sociedad totalitaria el material humano refractario encuentra a menudo diversas técnicas para oponerse a la subordinación total. Sin embargo, el significado de la individualidad y la no conformidad se encuentran sólo en relación a las normas sociales a que debe conformarse el mayor número de personas durante el mayor tiempo. La gente está obligada a obedecer los dictados de su cultura según formas diferentes. Desde un punto de vista, las obligaciones son externas, derivadas de la cultura y de las demandas de la vida social, las cuales operan en las situaciones concretas en que se encuentran los hombres. Hemos visto ya cómo el poder, la autoridad y la religión sirven para imponer el respeto a las normas sociales, y hay otras formas institucionales de control social que deben ser examinadas. Desde otra perspectiva, las obligaciones son internas, derivadas de las necesidades, los deseos y los intereses del individuo. En cierto sentido, estas presiones internas son también desarrollables (biográfica e históricamente), ya que se incorporan a la persona a lo largo de su experiencia social. Estas dos formas de control social —internas y externas— están estrechamente interrelacionadas. Nuestra tarea consiste aquí en ver cómo la conformidad a la costumbre llega a ser un hábito personal o una obligación; cómo la aceptación de la autoridad llega a ser parte de la personalidad; y cómo los objetivos socialmente sancionados llegan a convertirse en ambiciones privadas. Las respuestas a estas cuestiones necesariamente destacan la influencia de la cultura y la sociedad sobre el individuo, pero no es preciso considerar a la persona como una mera creación de su medio social. Como ya señalamos antes, la relación entre el individuo y la sociedad es continua y dinámica, e implica procesos recíprocos. Esta relación es a veces armónica, a veces antagónica. La adhesión a las normas sociales —que con frecuencia admite alguna variación en la conducta— puede ser espontánea y voluntaria, libre de incertidumbres y dudas. Pero también puede ser reluctante y opuesta a la voluntad, o incluso ser aceptada solamente bajo la imposición o la amenaza de la fuerza física, O de otras fuertes sanciones externas. Además, siempre hay aquellos que desprecian algunas o incluso la mayoría de las normas sociales, y tienden a desviarse de sus exigencias. Ningún individuo obedece todas las reglas en todo momento; es decir, nadie refleja exactamente la cultura, un hecho que es inherente a la vida social como sabemos bien. Fuente: Chinoy, Ely. La sociedad. Una introducción a la sociología. FCE, México, 1966. El origen del control social La mayor parte de las normas sociales tienen, como se ha visto, una estructura bifronte: son estrategias o esquemas de acción, y desde este punto de vista facilitan y dinamizan la acción social y, por otra parte, coaccionan al individuo desviado para que se integre o se reintegre en un orden social más o menos consensuado. Normas sociales y control social son fenómenos y conceptos que se implican mutuamente. No existen sociedades sin control social, como no existen sociedades sin normas. Dos tradiciones o tendencias se enfrentan en este terreno: la tradición sociológica que acentúa la unidad social y el papel primordial de los sistemas normativos, y la tradición que se fija sobre todo en el conflicto, el poder y el control. La primera destaca las funciones sociales e individuales del control social: toda persona se encuentra limitada y condicionada por su grupo, su comunidad y su sociedad, y esta limitación y condicionamiento cumplen funciones para la sociedad y los grupos, así como para el mismo individuo si éste comparte los valores y las metas de aquéllos. La segunda niega rotundamente las funciones sociales del control con la misma energía con que rechaza la posibilidad de un consenso moral auténtico (el marxismo ortodoxo). Para comprender óptimamente las posturas de los sociólogos sobre el control social, conviene tener en cuenta que tanto la «mirada sociológica» centrada obsesivamente en el aspecto consensual del control, como la que no percibe sino el aspecto coercitivo o coactivo, dan muestra de un estrabismo sociológico igualmente nocivo. La primera peca de conservadora, ahistórica y estática. La segunda tiende a ignorar el alto nivel de inercia social, de conformidad y de aceptación del mundo social tal como parece ser que proliferan en todas las sociedades. Control social interno y externo Los sociólogos distinguen dos tipos de control social: el interno, ejercido por el mismo individuo sobre sus acciones, y el externo, consistente en las presiones que la sociedad despliega sobre el individuo para inducirlo a un determinado nivel de conformidad. El control social interno, producto en gran parte de una socialización exitosa, se realiza de tres formas principales: la internalización, la identificación y la obediencia o sumisión. - La internalización tiene lugar cuando el individuo acepta las normas sociales y las expectativas de sus roles como sus propios criterios normativos, los incorpora a su personalidad, los «hace suyos», hasta el punto de que es ya su mente y su personalidad total lo que le impulsa a conformarse a esas normas. En caso de violación de las normas, el sentimiento dominante sería el de culpabilidad, aunque nadie se percate de su falta. El individuo «violador» suele castigarse a sí mismo con mayor o menor severidad. La internalización es en gran medida un proceso inconsciente. Tres grandes pensadores: un sociólogo, un psicólogo social y un psicólogo coincidieron a comienzos de este siglo en destacar la importancia de la internalización, aunque desde diferentes perspectivas y con distintos términos: Durkheim habló de la «conciencia colectiva» que se refleja a través de la conciencia de cada individuo; Mead insistió en el «otro generalizado», y Freud estudió los efectos del «super-ego» sobre la personalidad. - La identificación del individuo con un grupo o con una organización social se traduce lógicamente en el deseo de establecer relaciones con ellos y, por consiguiente, induce al individuo a aceptar las normas y criterios del grupo. No hay internalización, pero sí aceptación voluntaria, por lo que no son necesarias presiones externas. A veces, el individuo que no pertenece a un grupo, pero que desea ser aceptado por él, demuestra su voluntad de ser incorporado al grupo mediante la sumisión a sus normas. Los sociólogos hablan entonces de «grupos de referencia» . - La obediencia o sumisión es un proceso más prosaico, del que todos tenemos experiencia personal y directa: el individuo se pliega a los criterios y las normas de un grupo con esperanza de obtener beneficios de su conformidad, bien consiguiendo recompensas o evitando castigos y sanciones. En todo caso, la obediencia voluntaria está basada siempre en un cálculo más o menos racional de la conveniencia personal. El control social externo es más «visible» que el interno, aunque no enteramente transparente. Consiste esencialmente en las presiones de la organización -grupo, comunidad, sociedad...- como medio de conseguir la conformidad en los individuos. Este tipo de control no es totalmente transparente, pues su primera forma -«la manipulación de la situación social en la que actúa el individuo»- consiste en una malla de medidas indirectas que hacen posibles unas acciones sociales e imposibles o muy difíciles otras. Los sociólogos citan tres: «abrir y cerrar puertas a la interacción»; «cambiar la estructura de una organización»; y «controlar la socialización a fin de inculcar determinadas normas y valores». Tres ejemplos muy sencillos: - enviar el hijo a un colegio de élite «le abre las puertas» a determinados grupos y amistades y «le cierra la puerta» a otros no deseados; - reestructurar los grupos de trabajo en una empresa para que los trabajadores participen en la toma de decisiones, etc., puede incrementar la productividad; - «encerrar» a los futuros oficiales del ejército en academias donde los contactos con el exterior son casi nulos y los candidatos son sometidos a demandas y presiones constantes, parece ser la forma óptima de inculcar normas y valores militares y una estricta disciplina (Goffman ha inventado el término de «instituciones totales» para designar este tipo de establecimientos, existentes también en otros ámbitos sociales). La segunda forma de control externo es más conocida: la aplicación de recompensas y castigos a los individuos para obtener la conformidad con las normas de la organización y de la sociedad. Las sanciones sociales, de infinita y pintoresca variedad, pueden ser interpersonales -la alabanza o el ostracismo-, organizacionales -la promoción en una empresa-, económicas -multas o recompensas monetarias-, simbólicas -la imposición de una medalla-, y físicas -la cárcel-o Es convicción muy extendida que esta segunda forma de control externo es la menos eficaz, sobre todo por los problemas que implica: la dificultad de vigilar a todos los actores sociales todo el tiempo, la necesidad de conseguir que el entorno del «castigado» o del «recompensado» refuerce el efecto inicial -habitualmente muy escaso- del premio o del castigo, y la misma naturaleza de los premios -tienden a convertirse en «derechos» si son muy frecuentes- y de los castigos, que sólo provocan un comportamiento mínimamente aceptable, pero jamás consiguen que el individuo se comprometa totalmente con las normas y con el grupo o la sociedad. Definición de control social El control social se refiere a las prácticas sistemáticas que desarrollan los grupos sociales con el fin de fomentar la conformidad con las normas, reglas y leyes y desalentar la desviación. Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012. Los sistemas de control social En su Invitación a la sociología (1963), Peter Berger, desde una perspectiva humanista, invita al lector a percibirse a sí mismo en el centro de una serie de círculos concéntricos, cada uno de los cuales representa un sistema social del que fluyen los diferentes medios de control social que la sociedad utiliza para obtener conformidad y obediencia: violencia física, presión económica, persuasión, sentimiento de ridículo y oprobio, murmuración, deseos de aceptación por los otros y por el grupo, ostracismo, etc. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. ImágenesMódulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-5: Rol y estatus UNO: EstatusEl estatus es una posición socialmente definida en un grupo o sociedad, caracterizada por ciertas expectativas, derechos y deberes. El estatus existe independientemente de la gente especifica que lo ocupa (Linton, 1936); el estatus del atleta profesional, del músico de rock, del profesor, del estudiante universitario y el indigente, existen independientemente de la persona que ocupa esas posiciones sociales. Por ejemplo, aunque miles de nuevos estudiantes llegan a la universidad cada año para ocupar el estatus de alumnos de primer año, el estatus de estudiante universitario y las expectativas que conlleva esa posición permanecen relativamente sin cambios desde hace cientos de años. ¿Se refiere el término estatus solamente a una posición elevada en la sociedad? No en el sentido sociológico. Áunque mucha gente iguala el término estatus con altos niveles de prestigio, los sociólogos lo usan para referirse a todas las posiciones definidas socialmente; de alto o bajo nivel. Por ejemplo, la posición del director del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Washington, D.C. y la de un indigente que gana cinco dólares a la semana (más cama y asistencia) por limpiar el comedor en un albergue son estatus sociales (véase Show y Anderson, 1993). Tómate un instante para responder “¿quién soy?”. Para determinar quién eres, debes meditar sobre tu identidad social, que se deriva del estatus que ocupas y se basa en tu conjunto de estatus. Un conjunto de estatus comprende todos los estatus que una persona ha ocupado en un momento dado. Por ejemplo, María puede ser psicóloga, profesora, esposa, madre, católica, voluntaria, residente de Texas y latina. Todas estas posiciones definidas socialmente constituyen su conjunto de estatus. Estatus atribuido y adquirido. El estatus se distingue según la forma en que lo adquirimos. Un estatus atribuido es una posición social conferida en el nacimiento o que se recibe de forma involuntaria posteriormente, basada en atributos sobre los que el individuo no tiene ningún control, como raza/etnia, edad y género. Por ejemplo, María es una mujer nacida de padres mexicanoamericanos, este estatus lo adquirió al nacer. Es una adulta y —si vive lo suficiente— se convertirá en una “adulta mayor”, el cual es un estatus atribuido que se recibe posteriormente en la vida. Un estatus adquirido es una posición social que una persona asume voluntariamente como resultado de una decisión personal, mérito o esfuerzo directo. El estatus adquirido (como la ocupación, educación e ingreso) se cree que se obtiene como resultado de la habilidad personal o la competencia exitosa. La mayoría de las posiciones ocupacionales en las sociedades modernas son estatus adquiridos. Por ejemplo, María asume voluntariamente el estatus de psicóloga, profesora, esposa, madre y voluntaria escolar. Sin embargo, no todos los estatus adquiridos son posiciones que la mayoría de la gente quiere tener; por ejemplo, criminal, drogadicto o indigente es un estatus adquirido negativo. El estatus atribuido tiene una influencia significativa sobre el estatus adquirido que ocupamos. La raza/etnia, género y edad afectan las oportunidades de cada persona para adquirir cierto estatus. Es más probable que aquellos que son privilegiados por su estatus atribuido positivo obtengan las posiciones más prestigiadas de la sociedad. Las personas que están en desventaja por su estatus atribuido tienen más posibilidades de obtener un estatus adquirido negativo. Estatus maestro. Si ocupamos muchos estatus, ¿cómo podemos determinar cuál es el más importante? El sociólogo Everett Hughes ha establecido que las sociedades resuelven esta ambigüedad determinando un estatus maestro. Un estatus maestro es el estatus más importante que ocupa una persona; domina todos los demás estatus del individuo y es el ingrediente primordial para determinar la posición social general de una persona (Hughes, 1945). Ser pobre o rico es un estatus maestro que afecta muchas otras áreas de la vida, incluida la salud, educación y oportunidades en la vida. Históricamente, el estatus maestro más común para las mujeres está relacionado con su posición en la familia: hija, esposa y madre. Para los hombres, la ocupación es el estatus más importante, aunque cada vez más es también un estatus maestro para muchas mujeres. “¿A qué te dedicas?” es una de las primeras preguntas que hace la gente. La ocupación proporciona claves importantes sobre el nivel de educación de una persona, su ingreso y antecedentes familiares. La raza/etnia de un individuo puede ser también un estatus maestro en una sociedad en la que los miembros del grupo dominante señalan como “inferiores” a los miembros de otro grupo basados en características —supuestas O reales— físicas, culturales o de nacionalidad (véase Feagin y Feagin, 2003). El estatus maestro es vital para la torma en que nos vemos a nosotros mismos, a los demás y cómo interactuamos con ellos. Ruth Bader Ginsburg es juez de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos y madre. ¿Cuál es su estatus maestro? ¿Puedes imaginar cómo reaccionaría si los abogados que llevan un caso en la Suprema Corte la trataran como a una madre y no como a una jueza? Los abogados usan sabiamente el término fsu señoría” como su estatus maestro y actúan en consecuencia. El estatus maestro proporciona a la gente niveles de valor personal y dignidad altos o bajos. Éstos no son características que poseamos de forma inherente; se derivan del estatus que ocupamos. Para los individuos que no tienen casa, ser indigente se convierte en su estatus maestro sin importar los otros atributos del individuo. Ser indigente es un estatus maestro estigmatizado que confiere una mala reputación porque la gente que tiene un domicilio con frecuencia cree que ser indigente es un “defecto de carácter”. Algunas veces esta suposición es apoyada por la forma en que los medios enfocan las historias sobre los indigentes (véase el cuadro 5.2). Las circunstancias bajo las cuales una persona se convierte en indigente determina el grado de estigmatización que sufre. Por ejemplo, no se considera que las personas que se convierten en indigentes debido a desastres naturales (como huracanes o incendios) sean una amenaza para la comunidad. Por tanto es poco probable que sean estigmatizadas. Sin embargo, en los casos donde se considera que las personas son la causa de su indigencia, es más probable que sean estigmatizadas y marginadas por los demás. Show y Anderson (1993:199) observaron los efectos de la indigencia como estatus maestro: Era de tarde y los indigentes estaban congregados frente al albergue del Ejército de Salvación para la cena. Se acercó un autobús escolar lleno de estudiantes de secundaria blancos que viajaban rumbo a sus hogares de clase media alta y alta en la parte noroeste de la ciudad. Mientras el autobús circulaba, hubo una lluvia de monedas saliendo por las ventanas al tiempo que los estudiantes hacían gestos obscenos y gritaban “trabajen”. Algunos de los indigentes respondieron a los gestos, otros recogieron las monedas —casi todas centavos—, otros arrojaron las monedas al autobús enojados y algunos simplemente se mostraron indiferentes. Para los estudiantes de secundaria este intercambio fue una inocente diversión, una manera de liberar la energía acumulada en la escuela; pero para los indigentes fue un recordatorio de su estatus estigmatizado y el grado de atención negativa del que son objeto. Símbolos de estatus. Con frecuencia, cuando la gente está orgullosa de ocupar un estatus social en particular, usa medios visibles para mostrar a otros su posición. Los símbolos de estatus son señales materiales que informan a otros del estatus específico de una persona. Por ejemplo, usar un anillo de boda anuncia que la persona es casada, tener un Rolls-Royce que uno “ya la hizo”. Como vimos en el capítulo 3, la realización y el éxito son valores fundamentales en Estados Unidos. Por esta razón, la gente que “ya la hizo” frecuentemente quiere mostrar simbolos para informar sus logros a otros. Los símbolos de estatus para las personas con un domicilio y para los indigentes pueden tener diferentes significados. Entre las personas acaudaladas, un carrito lleno en el supermercado y bolsas de mercancía de tiendas departamentales caras indican una posición financiera holgada. En contraste, entre los indigentes, las bolsas abultadas y carritos llenos sugieren un estatus muy diferente. Los carros y las bolsas son esenciales para la vida en la calle; no hay ningún otro lugar para guardar las cosa, como lo muestra la descripción de Darian, una mujer indigente en Nueva York: Las posesiones en su Carro postal consisten en una casa completa llena de cosas, desde ollas y sartenes hasta libros, zapatos, revistas, artículos de baño, papeles personales y ropa que esta en su mayoría hecha por ella misma... Debido al peso y tamaño del carro, Darian no lo puede empujar cuesta arriba por la curva. Lo mantiene en la calle cerca de los automóviles. Esto quiere decir que mientras lo empuja lentamente por la calle todo el día, ella pasa la vida directamente en el tráfico. Se detiene en su ruta para sentarse o dormir un rato y para observar y ser observada como si fuera un espectáculo. Todos los aspectos de su vida, incluido dormir, comer e ir al baño están a la vista del público... Ella no tiene un espacio propio, así que nunca tiene un momento de privacidad. Su privacidad, su casa, es SU Carro con todas sus posesiones (Rousseau, 1981:141). DOS: RolesUn rol es el aspecto dinámico del estatus. Mientras que ocupamos un estatus, tenemos un rol. Un rol es un conjunto de expectativas de comportamiento asociadas con un estatus dado. Por ejemplo, no se espera que un carpintero (empleado) contratado para remodelar una cocina se siente a la mesa sin invitación y se una a la familia (que lo contrata) para cenar. La expectativa del rol es la definición de un grupo o sociedad de la forma en que un rol específico debe actuarse. En contraste, el desempeño de un rol es la forma en que una persona en realidad actúa ese rol. El desempeño del rol no siempre cumple con las expectativas del rol. Algunos estatus tienen expectativas del rol muy específicas, como las de un cirujano o un profesor universitario. Otros estatus, como el de amigo u otro significativo, tienen expectativas menos estructuradas. Las expectativas del rol vinculadas con un estudiante son más específicas que las del amigo. Típicamente, las expectativas del rol se basan en una gama de comportamientos aceptables más que en criterios estrictamente definidos. Nuestros roles son relativos (o complementarios); es decir, se definen en el contexto de los roles que desempeñan otras personas. Podemos actuar el rol de estudiante porque otra persona desempeña el de profesor. Por el contrario, para desempeñar el rol de profesor, el maestro debe tener uno o más alumnos. La ambigúedad del rol ocurre cuando las expectativas asociadas con un rol no son claras. Por ejemplo, no siempre es claro cuándo termina el aspecto proveedor-dependiente en la relación padre-hijo. ¿Debe terminar a los 18 o 21 años? ¿Cuándo se termina la escuela? Diferentes personas responderán a estas preguntas de forma distinta, según sus experiencias y socialización, así como la capacidad financiera y voluntad psicológica para continuar contribuyendo al bienestar de sus hijos adultos. Conflicto de roles y tensión de roles. La mayoría de la gente ocupa varios estatus, cada uno de los cuales tiene expectativas de rol propias. Por ejemplo, Carlos es un estudiante que asiste a clases matutinas en la universidad y es un empleado en un restaurante de comida rá- s pida, donde trabaja de 3:00 a 10:00 PM. También es novio z de Estefanía y ella quisiera verlo con más frecuencia. El 5 7 de diciembre, él tuvo examen final a las 7 PM. cuando se E supone que tendría que estar trabajando. Mientras tanto, z ella lo presiona para que la lleve al cine. Para colmo, su E madre le llama y le pide que regrese a casa porque su pa- $ dre va a someterse a una cirugía de emergencia. ¿Cómo = puede Carlos estar en todos estos lugares a la vez? Este + tipo de conflictos de rol pueden ser abrumadores. El conflicto de rol se da cuando surgen demandas incompatibles debido a que se tienen dos a más estatus al mismo tiempo. Cuando ocurre el conflicto de roles nos sentimos arrastrados en diferentes direcciones. Para lidiar con este problema debemos priorizar nuestros roles y cumplir primero con el que consideramos más importante. O podemos dividir nuestras vidas en categorías y “aislar” nuestros diferentes roles (Merton, 1968). Es decir, podriamos realizar las actividades vinculadas con un rol durante una parte del día y después enfrascarnos en las actividades asociadas con otro rol durante otro momento o en otra parte. Por ejemplo, bajo circunstancias normales, Carlos cumpliría con su rol de estudiante durante una parte del día y su rol de empleado en otra. No obstante, en la situación actual no le es posible dividir sus roles. El conflicto de rol puede ser resultado de estatus y roles en constante cambio en la sociedad. Las investigaciones han encontrado que las mujeres que tienen comportamientos de tipo “masculino” tienden a tener tasas más altas de conflicto de roles que las que muestran comportamientos tradicionalmente “femeninos” (Basow, 1992). Según la socióloga Tracey Watson (1987), algunas veces se puede atribuir el conflicto de roles no a los roles mismos sino a la presión que siente la gente cuando no encaja en los roles culturalmente determinados. En su estudio sobre mujeres atletas en programas deportivos universitarios, Watson encontró conflicto de roles en las identidades tradicionalmente incongruentes de ser mujer y ser atleta. Aun cuando las mujeres atletas de su estudio usaban maquillaje y tenían una imagen convencional cuando no se encontraban en la cancha de básquetbol, sus compañeros de la escuela las consideran “marimachos”, lo que conduce a un conflicto de roles. Mientras que el conflicto de roles sucede entre dos o más estatus (como ser indigente y ser empleado temporal en una agencia de servicio social), la tensión de roles ocurre en un solo estatus. La tensión de roles ocurre cuando hay demandas incompatibles dentro de un solo estatus ¿Goode, 1960). Por ejemplo, muchas mujeres experimentan tensión de roles en la fuerza laboral porque tienen empleos que son “menos satisfactorios y más-estresantes que los de los hombres, ya que ellas ganan menos dinero, menos prestigio, tienen menos oportunidades, más obstáculos en su carrera, etc” (Basow, 1992:192). De forma similar, las mujeres casadas pueden experimentar más tensión de roles que los hombres casados debido a la sobrecarga de trabajo, desigualdad marital con sus parejas, responsabilidades paternales exclusivas, expectativas confusas y falta de apoyo emocional. Los recientes cambios sociales podrían haber incrementado la tensión de roles en los hombres. En la familia, la posición dominante tradicional del hombre se ha desgastado, al tiempo que más mujeres se integran a la fuerza laboral y demandan más ayuda en la educación de los hijos y las responsabilidades domésticas. Puede haber tensión de roles en los hombres afroamericanos que han interiorizado las normas culturales estadounidenses respecto a la masculinidad, va que encuentran muy difícil (si no imposible) cumplir con las normas culturales de logros, éxito y poder debido al racismo y la explotación económica (Basow, 1992). Frecuentemente se asocia la orientación sexual, edad y ocupación con la tensión de rol. A menudo las lesbianas y los homosexuales experimentan tensión de roles debido a las presiones asociadas con tener una identidad fuertemente estigmatizada por el grupo cultural dominante (Basow, 1992). Las mujeres en los 30 podrían experimentar la más alta tensión de rol; ellas se enfrentan a mucho estrés en términos de demandas de rol y expectativas laborales y familiares conflictivas (Basow, 1992). Se ha encontrado que los dentistas, psiquiatras y policías experimentan altos niveles de tensión relacionados con su ocupación, lo que puede dar como resultado el suicidio. (Los conceptos de expectativa del rol, desempeño de rol, conflicto de rol y tensión de rol se ilustran en la > figura 5.2.). Con frecuencia los individuos se distancian de un rol que encuentran demasiado estresante o problemático. El distanciamiento de rol ocurre cuando la gente conscientemente tiene la impresión de una falta de compromiso o apego a un rol particular y sólo pasa por los movimientos del desempeño del rol (Goftman, 1961b). La gente usa técnicas para distanciarse cuando no quiere que otros las tomen como la “persona” implícita en un rol particular, especialmente si creen que el rol está “por debajo de ellos”. Por ejemplo, mientras Carlos trabaja en el restaurante de comida rápida, no quiere que la gente piense que él es un “perdedor con un empleo sin futuro”. El quiere ser visto como un estudiante universitario que trabaja ahí “para ganarse algún dinero” mientras se gradúa. Cuando llegan clientes de la universidad, habla con ellos acerca de los cursos que están tomando, sobre su especialidad y los profesores que tienen. No platica sobre si la hamburguesa con tocino es mejor que la que tiene chile. Cuando Carlos realmente se distancia del rol, dice a sus amigos que él “trabaja ahí pero que no comería ahí”. Salida del rol. La salida del rol ocurre cuando la gente se desentiende de los roles sociales que han sido centrales para su identidad (Ebaugh, 1988). La socióloga Helen Rose Fuchs Ebaugh estudió este proceso al entrevistar ex convictos, ex monjas, retirados, hombres y mujeres divorciados y otras personas que voluntariamente se han separado de roles sociales significativos. Según Ebaugh, la salida del rol sucede en cuatro etapas. La primera es la duda, en la que la gente experimenta frustración o cansancio cuando reflexiona sobre los roles que tiene. La segunda etapa implica una búsqueda de opciones; aquí, la gente podría pedir permiso para ausentarse del trabajo o separarse temporalmente de su cónyuge. La tercera etapa es la decisiva, donde la gente se da cuenta de que debe tomar una acción definitiva, como renunciar a su trabajo o divorciarse. La cuarta y última etapa conlleva la creación de una nueva identidad. Salir del rol de “indigente” es muy difícil. Entre más tiempo permanezca la gente en la calle, más dificil será salir del rol. Los recursos personales disminuyen con el tiempo. Con frecuencia las posesiones son robadas, perdidas, vendidas o empeñadas. La experiencia de trabajo y las habilidades caducan y es probable que surjan incapacidades físicas que impidan tener un empleo. Sin embargo, algunos indigentes logran salir. TRES: Definicionesinteracción social: proceso por medio del cual la gente actúa o responde respecto a otras personas; el fundamento de todas las relaciones y grupos en la sociedad. estructura social: marco complejo de instituciones sociales (como la economía, política y religión) y las prácticas sociales (como reglas y roles sociales) que forman la sociedad y que organizan y establecen límites en el comportamiento de la gente. estatus: una posición socialmente definida en un grupo o sociedad, caracterizada por ciertas expectativas, derechos y deberes. estatus atribuido: posición social conferida en el nacimiento o que se recibe de forma involuntaria posteriormente, basada en atributos sobre los que el individuo no tiene ningún control, como raza, etnia, edad o género. estatus adquirido: posición social que la persona asume de forma voluntaria como resultado de una decisión personal, mérito o esfuerzo directo. estatus maestro: estatus más importante que ocupa una persona. rol: conjunto de expectativas de comportamiento asociadas con un estatus. expectativa de rol: definición de un grupo o sociedad de la forma en que un rol debe desempeñarse. desempeño de rol: forma en que una persona realmente actúa el rol. conflicto de roles: situación en la que surgen demandas incompatibles debido a que se tienen dos a más estatus al mismo tiempo. tensión de rol: condición que ocurre cuando hay demandas incompatibles dentro de un solo estatus. CUATRO: Estructura social: la perspectiva de macronivelLa estructura social proporciona el marco dentro del cual interactuamos con otros. Este marco es un arreglo ordenado y determinado de las partes que forman juntas el grupo o la sociedad (P figura 5.1). Como se definió en el capítulo 1, una sociedad es un grupo social grande que comparte el mismo territorio geográfico, está bajo la misma autoridad política y bajo las expectativas culturales dominantes. En el macronivel, la estructura social de una sociedad tiene varios elementos esenciales: instituciones sociales, grupos, estatus, roles y normas. Los teóricos funcionalistas enfatizan que la estructura social es esencial porque crea orden y previsibilidad en una sociedad (Parsons, 1951). La estructura social también es importante para nuestro desarrollo humano. Como vimos en el capítulo 4, desarrollamos un concepto del ser al ir aprendiendo las actitudes y comportamientos de los que nos rodean. Cuando estas actitudes y valores son parte de una estructura previsible, es más fácil desarrollar ese concepto del ser. La estructura social nos da la habilidad de interpretar las situaciones sociales en que nos encontramos. Por ejemplo, esperamos que nuestra familia se preocupe por nosotros, que las escuelas nos eduquen y que la policía nos proteja. Cuando nuestras circunstancias cambian drásticamente, la mayoría de nosotros experimentamos una aguda sensación de ansiedad porque no sabemos qué esperar o lo que se espera de nosotros. Por ejemplo, los indigentes novatos pueden sentirse desorientados porque no saben cómo comportarse en su nuevo ambiente. Es probable que la persona haga preguntas como: “¿Cómo sobreviviré en la calle?”, “dónde pido ayuda?” “¿debo quedarme en un albergue?”, “¿dónde consigo empleo?”. La estructura social ayuda a la gente a dar sentido a su entorno, aun cuando se encuentren en la calle. Además de proporcionar un mapa para nuestros encuentros con otras personas, la estructura social puede limitar nuestras opciones y ponernos en categorías arbitrarias que no elegimos nosotros. Los teóricos del conflicto sostienen que hay más de lo que se ve de la estructura social y que debemos explorar las estructuras más profundas y fundamentales que determinan las relaciones sociales en la sociedad. Carlos Marx sugirió que la forma en que está organizada la producción económica es el aspecto estructural más importante de cualquier sociedad. En las sociedades capitalistas, donde pocas personas controlan el trabajo de muchas, la estructura social refleja un sistema de relaciones de dominación entre categorías de gente (por ejemplo, propietario-trabajador y jefe-empleado). La estructura social crea vínculos que definen cuáles personas o grupos serán los “internos” y cuáles los “externos”. La marginalidad social es el estado en el que se es en parte interno y en parte externo en la estructura social. El sociólogo Robert Park (1928) acuñó este término para referirse a las personas (como los inmigrantes) que comparten simultáneamente la vida y las tradiciones de dos grupos distintos. La marginalidad social da como resultado la estigmatización. Un estigma es cualquier atributo físico o social que devalúa la personalidad social de una persona, que la descalifica para la aceptación social (Goffman, 1963b). Un criminal convicto que usa uniforme es un ejemplo de una persona estigmatizada; el uniforme dice que ha hecho algo malo y que no se le debe permitir salir de la cárcel sin supervisión. CINCO: Componentes de la estructura socialLa estructura social de una sociedad incluye sus posiciones sociales, las relaciones entre esas posiciones y los tipos de recurso que conlleva cada posición. La estructura social también incluye todos los grupos que forman la sociedad y la relación entre ellos (Smelser, 1988). Fuente: Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012. SEIS: Homo sociologicusHasta ahora, la ciencia social nos ha obsequiado con dos seres humanos nuevos, sumamente problemáticos, que apenas encontraremos en la realidad de nuestra experiencia diaria. Uno de ellos es el tan discutido horno economicus..., (el otro) el psychological man (el hombre psicológico)... que, aunque siempre haga el bien, posiblemente quiere siempre el mal, el hombre de los motivos secretos... Se enciende de nuevo (la discusión) para disputar la existencia del horno sociologicus... En el punto de intersección del individuo y la sociedad se halla el horno sociologicus, el hombre como portador de papeles socialmente determinados. El individuo es sus papeles sociales, pero, por su parte, estos papeles son el hecho molesto de la sociedad... Papel, persona, carácter y máscara son palabras que... estuvieron o están subordinadas a un mismo campo semántico: el teatro... Son muchas las asociaciones que vinculamos a estas palabras: todas ellas indican algo dado a su portador, el actor, algo existente fuera de él; este «algo dado» puede describirse como un complejo de modos de comportamiento, que entran a su vez en conexión con otros comportamientos para formar un todo; (el actor) tiene que aprenderlos, a fin de poder representarlos; desde el punto de vista del actor, ningún papel, ninguna persona dramatis es exhaustivo; puede aprender y representar una multitud de papeles». Ralf Dahrendorf, Homo sociologicus, 1958. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. SIETE: Los rasgos del rolLlegamos así a una definición estricta del rol: conjunto articulado de pautas que relacionan las acciones de los ocupantes de un status o posición social con los ocupantes de otros status correlativos. Más brevemente: el rol es una respuesta tipificada a una expectativa igualmente tipificada. Es la sociedad la que proporciona estos «guiones» de respuesta, estos esquemas relativamente flexibles en los que se entretejen pautas de comportamiento, actitudes y emociones, que en muchos casos se apoderan de la persona, y la hacen «sentirse» capaz de desempeñar su rol con brillantez o, al menos, con decoro. El profesor que se zambulle en su rol se «siente» más sabio, el militar que se embute en su uniforme y se cuelga sus condecoraciones, más valiente... Se empieza por actuar de acuerdo con el rol, y se acaba «sintiendo» y viviendo plenamente el papel que se desempeña. Los rasgos del rol que dimanan de la definición dada: 1) el rol debe estar definido culturalmente en reciprocidad con el contenido de derechos atribuidos a los status que con él se correlacionan; 2) en cuanto constriñe comportamientos, por tanto, acaba formando parte de la personalidad del actor social, y 3) se desempeña habitualmente de forma no reflexiva, es decir, tiene un cierto carácter inconsciente, de donde precisamente procede gran parte de su poder sobre el actor; 4) este poder «invisible» es garantía de algo que la sociedad valora y exige de todos sus miembros: la predecibilidad de sus comportamientos, ya que sin ella disminuiría la eficacia y dinamismo sociales, y el mundo de las relaciones y acciones sociales se encontraría abocado al caos. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. IMAGENESVideos#1 - El experimento de la prisión Stanford The Stanford Prison Experiment Año - 2015 Dirección - Kyle Patrick Alvarez Esta película está basada en una historia real que tuvo lugar en 1971, cuando el profesor de Stanford Dr. Philip Zimbardo creó lo que se convirtió en uno de los experimentos sociales más impactantes y famosos de todos los tiempos: en unos días fue capaz de convertir a un grupo de ciudadanos de clase media en gente sádica por un lado y víctimas sumisas por otro. #2 - El último deber The Last Detail Año - 1973 Dirección - Hal Ashby Dos apuestos oficiales de la marina tienen que escoltar a un marinero hasta la prisión naval de New Hampshire, donde tendrá que cumplir una condena de ocho años por una falta trivial. Durante el viaje los tres tendrán la oportunidad de conocerse y de compartir experiencias y situaciones que les llevarán a cuestionarse su visión de la vida. #3 - Entrevista a Philip Zimbardo sobre el experimento de la prisión de Stanford El experimento de la cárcel de Stanford es un conocido estudio psicológico acerca de la influencia de un ambiente extremo, la vida en prisión, en las conductas desarrolladas por el hombre, dependiente de los roles sociales que desarrollaban (cautivo, guardia). Fue llevado a cabo en 1971 por un equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford. Se reclutaron voluntarios que desempeñarían los roles de guardias y prisioneros en una prisión ficticia. Sin embargo, el experimento se les fue pronto de las manos y se canceló en la primera semana. Las preocupaciones éticas que envuelven a los experimentos famosos a menudo establecen comparaciones con el experimento de Milgram, que fue llevado a cabo en 1963 en la Universidad de Yale por Stanley Milgram, un antiguo amigo de Zimbardo. Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-4: Agentes de la Socialización Los agentes de socialización son las personas, grupos o instituciones que nos enseñan lo que necesitamos saber con el fin de participar en la sociedad. Estamos expuestos a muchos agentes de socialización a lo largo de la vida; pero nosotros también tenemos influencia sobre los agentes de socialización y organizaciones. Aquí vemos los más dominantes en nuestra infancia; la familia, la escuela, los grupos de semejantes o iguales y los medios de comunicación masiva. agentes de socialización: personas, grupos o instituciones que nos enseñan lo que necesitamos saber con el fin de participar en la sociedad. La familia La familia es el agente de socialización más importante en todas las sociedades. A partir de nuestra infancia, nuestras familias nos transmiten valores culturales y sociales. Como lo discutiremos posteriormente en el libro, las familias varían en tamaño y estructura. Algunas consisten en dos padres y sus hijos biológicos, mientras que otras en un solo padre y uno o más hijos. Otras familias reflejan patrones cambiantes de divorcio y segundas nupcias y un número creciente está formado por compañeros del mismo sexo y sus hijos. Con el tiempo, los patrones han cambiado en algunas familias de dos padres y los padres, en lugar de las madres, son los principales agentes de socialización diurnos para sus hijos pequeños. Los teóricos que usan la perspectiva funcionalista enfatizan que las familias cumplen funciones importantes en la sociedad porque son el lugar principal para la procreación y la socialización de los niños. La mayoría de nosotros nos hemos formado un sentido emergente del ser y adquirido la mayoría de nuestras creencias y valores dentro del contexto familiar. También hemos aprendido sobre la cultura dominante (incluidas actitudes, lenguaje, creencias, valores y normas) y las principales subculturas a las que pertenecen nuestros padres y otros familiares. Las familias también son la fuente principal de apoyo emocional. Idealmente, las personas reciben amor, comprensión, seguridad, aceptación, intimidad y compañía. El papel de la familia es especialmente significativo debido a que los niños pequeños tiene poca experiencia social más allá de los límites de ésta; no tienen base para comparar o evaluar cómo los trata su propia familia. En gran parte, ésta es donde adquirimos nuestra posición social específica en la sociedad. Desde el nacimiento, somos parte del grupo cultural específico —raza, etnia, clase, religión y región— de nuestra familia. Los estudios muestran que las familias socializan a sus hijos de forma diferentes de acuerdo con la raza, etnia y clase (Kohn, 1977; Kohn et al., 1990; Harrison et al., 1990). Por ejemplo, el sociólogo Melvin Kohn (1977; Kohn et al., 1990) ha sugerido que la clase social (medida de acuerdo con la ocupación de los padres) es una de las influencias más fuertes sobre qué y cómo enseñan los padres a sus hijos. Por un lado, los padres de clase trabajadora, que son constantemente supervisados y se espera que obedezcan órdenes en el trabajo, enfatizan típicamente la importancia de la obediencia y el conformismo. Por otro lado, los padres de clase media y profesional, que tienen más apertura y flexibilidad en su trabajo, tienden a dar a sus hijos más libertad para tomar sus propias decisiones y ser creativos. Kohn concluyó que la diferencia en la ocupación de los" padres era mejor para predecir la crianza infantil que la misma clase social. Ya sea que los hallazgos de Kohn sean válidos actualmente o no, los temas que analizó nos hacen conscientes de que no todos tenemos las mismas experiencias familiares. Muchos factores —entre ellos nuestros antecedentes culturales, nación de origen, religión y género— son importantes para determinar cómo nos socializa nuestra familia y otras personas que forman parte de nuestra vida diaria. Los teóricos del conflicto resaltan que la socialización contribuye a la conciencia falsa: una falta de conciencia y una percepción distorsionada de la realidad de clase tal como afecta nuestra vida social. Como resultado, la socialización reafirma y reproduce la estructura de clase en la siguiente generación, en lugar de desafiar las condiciones que existen en el presente. Por ejemplo, los niños de familias de bajos ingresos pueden ser socializados —no intencionalmente— para creer que adquirir educación y tener ambiciones es inútil debido a las condiciones económicas existentes en la familia (Ballantine, 2001). En contraste, las familias de ingresos medios y altos inculcan ideas de éxito monetario y social en los niños mientras los alientan a pensar y comportarse de forma “socialmente aceptable”. La perspectiva de construcción social/interacción simbólica nos ayuda a reconocer que los niños afectan la vida de sus padres y cambian el ambiente del hogar en general. Cuando examinamos el contexto en el que se desarrolla la vida familiar, también vemos que los abuelos y otros parientes tienen una fuerte influencia en la forma en que los padres socializan a sus hijos. A su vez, el comportamiento de éstos podría tener un efecto en la forma en la que los padres, hermanos y abuelos interactúen mutuamente. Por ejemplo, en las familias donde ya existe conflicto personal intenso, el nacimiento de un niño puede aumentar el estrés y la discordia, dando como resultado maltrato infantil, esposos golpeados y abuso de ancianos. En contraste, en las familias en las que la pareja siente felicidad y satisfacción personal, el nacimiento de un niño puede contribuir a la comunicación interpersonal entre los parientes. La escuela Al irse expandiendo rápidamente el conocimiento técnico v científico y aumentar el tiempo que los niños pasan en ambientes educacionales, las escuelas siguen jugando un enorme papel en la socialización de los chicos. Para mucha gente, el proceso de la educación formal es una tarea que dura hasta 20 años. Al aumentar drásticamente el número de familias de un solo padre y familias en las que ambos padres trabajan fuera de casa, la cantidad de niños en guarderías y programas preescolares ha crecido rápidamente. Hoy en día, cerca de 60% de niños estadounidenses en edad preescolar se encuentran en guarderías privadas o ambientes institucionales; y este porcentaje sigue creciendo (Children 's Defense Fund, 2002). Generalmente, los estudios han encontrado que la guardería de calidad y el ambiente preescolar tienen un efecto positivo sobre la socialización general de los niños. Estos programas brindan a los niños la oportunidad de tener interacción frecuente con maestros y aprender a construir sus habilidades de lenguaje y educación formal. Los programas de alta calidad también tienen un efecto positivo sobre el desempeño académico de los niños, particularmente en aquellos de familias de bajos ingresos. Por ejemplo, varios estados con programas previos al jardín de niños reportaron un incremento en las calificaciones de matemáticas y lectura, registros de asistencia y participación de los padres en la educación de los niños (Children's Defense Fund, 2002). Sin embargo, hoy los costos de programas de guarderías se han convertido en una preocupación mayor para muchas familias (véase el cuadro 4.2). Aunque las escuelas enseñan conocimientos y habilidades específicos, también tienen un profundo efecto en la imagen, creencias y valores de los niños. Al entrar los niños a la escuela por primera vez, son evaluados y comparados sistemáticamente con sus compañeros. Se mantiene un registro oficial permanente del comportamiento personal y actividades académicas de cada niño. Desde la perspectiva funcionalista, las escuelas son responsables de (1) socialización o enseñar a los estudiantes a ser miembros productivos de la sociedad; (2) transmisión de cultura; (3) control social y desarrollo personal, y (4) la selección, capacitación y colocación de los individuos en los diferentes peldaños de la sociedad (Ballantine, 2001). En contraste, los teóricos del conflicto afirman que los estudiantes tienen experiencias diferentes en el sistema escolar, de acuerdo con los de su clase social, antecedentes raciales/étnicos, barrio en el que viven, género y otros factores. De acuerdo con los sociólogos Samuel Bowles y Herbert Gintis (1976), gran parte de lo que pasa en la escuela consiste en enseñar una agenda oculta a los niños para que aprendan a ser ordenados, puntuales, callados, esperar su turno y estar atentos a su trabajo. Así, las escuelas no socializan a los niños por su propio bien sino para prepararlos para sus roles futuros en la fuerza laboral, donde es importante ser puntual y mostrar respeto a los supervisores. Los estudiantes destinados al liderazgo o posiciones de elite adquieren habilidades y conocimientos diferentes que aquellos que tendrán ocupaciones de obreros o clase media (véase Cookson y Persell, 1985). Los teóricos de la interacción simbólica que examinan la socialización en el ambiente escolar podrían centrarse en la forma en que la interacción diaria y las prácticas en la escuela influyen en la construcción de las creencias de los estudiantes respecto al patriotismo, sentimientos de agresión O cooperación y prácticas de género. Por ejemplo, algunos estudios han mostrado que el ambiente escolar frecuentemente alberga un alto grado de segregación de género, incluida la formación de filas separadas de niños y de niñas para participar en actividades extracurriculares en las primarias y secundarias (Eder, 1995; Thorne, 1993). Grupos de semejantes En cuanto somos suficientemente grandes para tener conocidos fuera de casa, la mayoría de nosotros comenzamos a depender fuertemente de grupos de personas semejantes a nosotros como fuente de información y aprobación de nuestro comportamiento social. Un grupo de semejantes es un conjunto de gente que está vinculada por intereses comunes, posición social igual y edad similar (generalmente). En la niñez temprana, los grupos de semejantes con frecuencia se componen de compañeros de la guardería, jardín de niños y primaria. Estudios recientes han encontrado que la preadolescencia —los últimos años de la escuela primaria— es un periodo en el que la cultura de semejantes tiene un efecto importante sobre cómo los niños se perciben a sí mismos y cómo interiorizan las expectativas de la sociedad (Adler y Adler, 1998). En la adolescencia, los grupos de semejantes típicamente se forman de gente con intereses similares y actividades sociales. Como adultos, continuamos participando en grupos de semejantes con los que compartimos intereses y ocupaciones comunes, ingresos o posición social parecida. Los grupos de semejantes funcionan como agentes de socialización al contribuir con nuestro sentido de “pertenencia” y nuestros sentimientos de valor propio. Desde los años preescolares los grupos de semejantes proporcionan a los niños la oportunidad de tener una adaptación exitosa a las situaciones como tener acceso a un juego en curso, proteger de los intrusos las actividades compartidas y construir solidaridad y confianza mutua durante las actividades en curso (Corsaro, 1985; Rizzo y Corsaro, 1995). A diferencia de las familias y escuelas, los grupos de semejantes proporcionan a los niños y adolescentes cierto grado de libertad de los padres y otras figuras de autoridad (Corsaro, 1992). Aunque los grupos de semejantes dan a los niños cierto grado de libertad, también enseñan normas culturales sobre lo que es un comportamiento “aceptable” en una situación específica. Los grupos de semejantes simultáneamente reflejan la cultura de la mayoría y sirven de conducto para pasar la cultura a la gente más joven. Como resultado, el grupo de semejantes es un producto de la cultura y uno de sus principales transmisores (Elkin y Handel, 1989). ¿Existe algo como la “presión de grupo”? Los individuos deben ganar la aceptación de sus semejantes al adoptar las normas, actitudes, patrones de lenguaje y códigos de vestido de un grupo dado. Cuando cumplimos con las expectativas de nuestro grupo de semejantes, somos recompensados; si no las cumplimos, podríamos ser ridiculizados o hasta expulsados del grupo. Cumplir las demandas de los semejantes con frecuencia pone a los niños y adolescentes en una encrucijada con sus padres. Por ejemplo, a menudo la gente joven siente la presión para obtener ciertas posesiones de valor material (como juguetes, ropa, zapatos deportivos o teléfonos celulares), entonces pasan la presión a sus padres mediante chantaje emocional para que les compren los objetos deseados. La presión de los semejantes y las tensiones de los adultos que con frecuencia acompañan este tipo de presión no son únicas para las familias en Estados Unidos. grupos de semejantes: conjunto de gente vinculada por intereses comunes, posición social igual y edad similar. Medios de comunicación masiva Un agente de socialización que tiene un impacto profundo en niños y adultos son los medios de comunicación masiva, que se componen de organizaciones a gran escala que usan medios impresos o electrónicos (como el radio, televisión, películas e internet) para comunicarse con grandes números de personas. Los medios funcionan como agentes de socialización de varias formas: (1) nos informan de hechos, (2) nos presentan una gran variedad de personas, (3) proporcionan gran cantidad de puntos de vista sobre temas de actualidad, (4) nos hacen consciente de productos y servicios que, si los adquirimos, supuestamente nos ayudarán a ser aceptados por otros y (5) nos entretienen al proporcionarnos la oportunidad de vivir indirectamente (mediante las experiencias de otras personas). Aunque la mayoría de nosotros damos por hecho que los medios tienen una parte importante en la socialización, con frecuencia subestimamos la enorme influencia que este agente puede tener sobre las actitudes y comportamiento de los niños. Estudios recientes han mostrado que los niños estadounidenses pasan en promedio más tiempo cada año trente a sus televisiones, computadoras y videojuegos. De acuerdo con el estudio del centro Annenberg Public Po¡cy Center (Universidad de Pennsylvania) sobre los medios en casa, “la introducción de nuevos medios continúa transformando el ambiente de los niños en los hogares estadounidenses... En lugar de desplazar a la televisión como medio dominante, las nuevas tecnologías la han complementado, dando como resultado una penetración adicional de los medios electrónicos y uso de los jóvenes” ¡citado en Dart, 1999:A5). Se estima que los niños estadounidenses pasan 2.5 horas al día viendo programas de televisión y dos horas con su computadora, videojuegos o un reproductor de video, lo cual suma más de 1642 horas al año (Dart, 1999). En contraste, los niños estadounidenses pasan cerca de 1000 horas al año en la escuela. Considerando solamente el tiempo viendo televisión, para cuando los estudiantes se gradúan de la secundaria habrán pasado más tiempo frente al televisor que en el salón de clases (American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 1997; Dart, 1999). Quizá no es una sorpresa que los investigadores de Annenberg encontraran que 93% de los niños entre 10 y 17 años supieran que Homero, Bart y Maggie son personajes de la serie de la cadena Fox, Los Simpsons, mientras que sólo 63% pudieron nombrar al vicepresidente de Estados Unidos. Los padres, educadores, científicos sociales y oficiales vúblicos han debatido ampliamente las consecuencias de que los jóvenes vean tanta televisión. Se ha ensalzado a la televisión por brindar numerosas experiencias positivas a los niños. Algunos académicos sugieren que, cuando se usa sabiamente, puede mejorar el desarrollo de los niños al mejorar sus habilidades de lenguaje, de formación de conceptos y de lectura. así como alentar el desarrollo prosocial (Winn,1985). 5in embargo, otros estudios han mostrado que los niños y adolescentes que pasan mucho tiempo viendo televisión frecuentemente tienen calificaciones más bajas, leen menos, se ejercitan menos y tienen sobrepeso (American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 1997). De especial preocupación para muchas personas es el tema de la violencia en la televisión. Se estima que los jóvenes típicos que ven 28 horas de televisión a la semana habrán visto 16000 asesinatos simulados y 200 000 actos de violencia antes de cumplir 18 años. Un reporte de la American Psychological Association afirma que aproximadamente 80% de los programas de televisión contienen actos de violencia y que la televisión comercial para niños es 50% o 60% más violenta que la televisión en horario estelar para adultos. Por ejemplo, algunas caricaturas tienen más de 80 actos violentos en una hora (APA Online, 2000). Además de la preocupación acerca de la violencia en la televisión, películas y juegos electrónicos, los programas de televisión han recibido críticas por proyectar imágenes negativas de las mujeres y la gente de color. Aunque los medios han cambiado algunos de los roles en los que presentan a las mujeres (como Xena, “La princesa guerrera”, quien es capaz de derrumbar cualquier cosa que se interponga en su camino), estas nuevas imágenes tienden a reforzar estereotipos que presentan a la mujer como símbolo sexual, debido a la ropa que usan en sus aventuras de acción. A lo largo de este texto veremos ejemplos de la forma en que los medios —desde anuncios y programas de televisión hasta videojuegos e internet— nos socializan, particularmente cuando somos jóvenes, dándonos cuenta de ello o no. Por ejemplo, los académicos de estudios culturales y algunos teóricos posmodernos creen que la “cultura de los medios” ha cambiado considerablemente con el proceso de socialización para los jóvenes en los últimos años. Fuente: Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012. Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-3: Socialización UNO: SocializaciónLos animales inferiores en la escala evolutiva, como es el caso de la mayor parte de las especies de insectos, son capaces de valerse por sí mismos poco después de nacer, con escasa o ninguna ayuda de los adultos. No existen generaciones entre las especies inferiores, ya que el comportamiento de los "jóvenes" es prácticamente idéntico al de los "adultos". Sin embargo, a medida que vamos subiendo en la escala evolutiva estas observaciones se hacen menos ciertas, ya que los animales superiores tienen que aprender formas de comportamiento apropiadas. Entre los mamíferos, los jóvenes están en muchos casos totalmente indefensos cuando nacen y necesitan el cuidado de los mayores. El niño es el más indefenso de todos ellos y no puede sobrevivir sin ayuda de un adulto, al menos durante sus primeros cuatro o cinco años de vida. La socialización es el proceso por el cual la criatura indefensa se va convirtiendo gradualmente en una persona consciente de si misma, con conocimientos y diestra en las manifestaciones de la cultura en la que ha nacido. La socialización no es un tipo de "programación cultural" por la cual el niño absorbe, de un modo pasivo, las influencias con las que entra en contacto. Desde el momento en que nace, el niño tiene necesidades o exigencias que afectan al comportamiento de los responsables de su cuidado: el bebé es un ser activo desde el principio. La socialización pone en contacto a las diferentes generaciones. El nacimiento de un niño altera las vidas de aquellos que son responsables de su crianza, los cuales, a su vez, experimentan un nuevo aprendizaje. La paternidad liga normalmente las actividades de los adultos a las de los niños para el resto de las vidas de ambos. Las personas mayores siguen siendo padres cuando se convierten en abuelos aunque, por supuesto, establecen una nueva serie de relaciones que conectan a las diferentes generaciones entre sí. Aunque el proceso de aprendizaje cultural es mucho más intenso durante la infancia y el principio de la niñez que posteriormente, el aprendizaje y la adaptación continúan durante todo el ciclo vital. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. DOS: Niños no socializados¿Como serían los niños si, por alguna razón, crecieran sin la influencia de los adultos? Evidentemente, ninguna persona, a modo de experimento, podría criar a un niño apartado de la influencia humana. Sin embargo, han existido ciertos casos, muy debatidos, de niños que pasaron los primeros años de su vida apartados del contacto humano normal. El "niño salvaje de Aveyron" El 9 de enero de 1800 una extraña criatura surgió de los bosques cercanos al pueblo de Saint-Serin, en el sur de Francia. A pesar de andar en posición erecta se asemejaba más a un animal que a un humano, pero pronto fue identificado como un niño de unos once o doce años. únicamente emitía estridentes e incomprensibles chillidos y parecía carecer del sentido de la higiene personal y evacuaba donde y cuando le parecía. Fue conducido a la policía local y, más tarde, a un orfanato cercano. Al principio se escapaba constantemente y era difícil volver a capturarlo. Se negaba a vestirse y rasgaba las ropas en cuanto se las ponían. Nunca hubo padres que lo reclamaran. El niño fue sometido a un minucioso examen médico en el que no se encontró ninguna anormalidad importante. Cuando se le puso delante de un espejo parece que vio su imagen sin reconocerse a sí mismo. En una ocasión trató de alcanzar a través del espejo una patata que había visto reflejada en él (de hecho, la patata la sostenía alguien detrás de su cabeza). Después de varios intentos, y sin volver la cabeza, cogió la patata por encima de su hombro. Un sacerdote que observaba al niño a diario describió este incidente de la siguiente forma: Todos estos pequeños detalles, y muchos otros que podríamos añadir, demuestran que este niño no carece totalmente de inteligencia, ni de capacidad de reflexión y razonamiento. Sin embargo, nos vemos obligados a reconocer que, en todos los aspectos que no tienen que ver con sus necesidades naturales o la satisfacción de su apetito, se percibe en él un comportamiento puramente animal. Si tiene sensaciones no desembocan en ninguna idea. Ni siquiera puede compararlas unas con otras. Podría pensarse que no existe conexión entre su alma o su mente y su cuerpo. (Shattuck, 1980, p.69; véase también Lane, 1976.) Posteriormente, el niño fue trasladado a París, donde se llevó a cabo un intento sistemático para transformarle "de bestia en humano". El esfuerzo resultó sólo parcialmente satisfactorio. Aprendió a utilizar el cuarto de baño, accedió a llevar ropa y aprendió a vestirse solo. Sin embargo, no le interesaban los juguetes ni otros juegos y nunca fue capaz de articular más que un reducido número de palabras. Hasta donde sabemos por las detalladas descripciones de su comportamiento y sus reacciones, la cuestión no estaba en que fuese retrasado mental. Parecía que o no deseaba dominar totalmente el habla humana o que era incapaz de ello. Con el tiempo hizo escasos progresos y murió en 1828, cuando tenía unos cuarenta años. Sin duda, hay que tener cuidado a la hora de interpretar casos de este tipo, pues es posible que quedase sin diagnosticar una anormalidad mental. Por otra parte, las experiencias a las que fue sometido el niño podrían haberle causado daños psicológicos que le impidieran alcanzar las habilidades que la mayoría de los niños adquieren a una edad mucho más temprana. Aun así, existe una similitud suficiente entre este caso y otros que se conocen como para poder sugerir cuán limitadas estarían nuestras facultades si careciéramos, desde el principio, de un período prolongado de socialización. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. La socialización según Durkheim«La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre aquellas que no han alcanzado aún un grado de madurez suficiente para desenvolverse en la vida social. Tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales, que exigen de él tanto la sociedad política tomada en conjunto como el medio especial al que está destinado particularmente.» En pocas palabras, «la educación es una socialización... de la joven generación». Fuente: Durkheim, Emil. Educación y sociología. Ediciones Península, Barcelona, 1975. CUATRO: Socialización y personalidadPara entender bien lo que en sociología se entiende por proceso de socialización, hay que considerar previamente el concepto de personalidad que, con diversos matices, mantienen la mayor parte de los sociólogos. Personalidad es un sistema dinámico de acción individual compuesto de motivos, sentimientos, actitudes, hábitos y creencias, sistema que se expresa hacia dentro como autoconciencia, y hacia fuera como un complejo de roles sociales y un sistema de acción. Socialización es, precisamente, el proceso por el que un individuo se hace persona social incorporando a su individualidad las formas de vida (pautas sociales, símbolos, expectativas culturales, sentimientos, etc.), bien de un grupo social determinado, bien de toda la sociedad global, incorporación que le permitirá proceder y actuar de manera conveniente y más o menos ajustada a las exigencias de dicho grupo o dicha sociedad, e intervenir activamente en los procesos de innovación y cambio de la misma. [...] La personalización es esencialmente un proceso de maduración por el que el hombre adquiere su personalidad sociocultural, es decir, se hace capaz de autodirigir sus propias estructuras instintivas y, muy en especial, de influir responsablemente sobre los factores sociales y culturales. El objetivo final de la personalización es la integración de la persona, la adquisición de seguridad y el desarrollo de la capacidad creadora. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. Dos paradigmas para entender la socialización: Tradicional e interaccionistaLa primera vía para comprender la socialización acude al modelo tradicional del acondicionamiento, es decir, el sujeto interioriza a través de un proceso especial de aprendizaje un conjunto de normas, valores, actitudes, roles, habilidades y saberes que van a actuar desde dentro del individuo como un programa que condicionará su comportamiento a lo largo de toda su vida. Desde esta perspectiva, el proceso de socialización se orienta a predeterminar la conducta del individuo en la mayor cantidad imaginable de situaciones culturalmente definidas. [...] [...] La segunda vía para comprender la socialización es emplear el modelo o paradigma de la interacción, más dinámico que el anterior, pues concibe al individuo, fundamentalmente al niño, como un actor social inserto en un sistema de interacción, primero con su familia, más tarde, a partir de los 8 ó 9 años, con el grupo de iguales. A medida que se va debilitando el control familiar, se desarrolla en el niño el sentido del respeto mutuo, de justicia y de reciprocidad, al encontrarse en situaciones en las que sólo puede conseguir el respeto a sus derechos personales a través de su propio respeto a los derechos de los demás. Desde esta perspectiva, la socialización aparece como un proceso de adaptación personal del individuo ante situaciones nuevas, que le impulsan a flexibilizar sus recursos cognoscitivos y a modificar sus pautas normativas. De esta forma, la socialización primaria, que tiene lugar durante la infancia, es en parte separada y en parte enriquecida por la socialización secundaria, que se desarrolla durante la adolescencia y toda la vida adulta. Una concepción más estática de la socialización ignora esta distinción y sólo habla de socialización y de resocialización, entendiendo por ésta el proceso de nueva socialización a que debe someterse el adulto cuando cambia drásticamente de ambiente cultural o de status y tiene que aprender nuevas formas y estilos de vida y hacerse con un bagaje de pautas cognoscitivas y normativas más adecuado (el emigrante, el ex-preso, el soldado licenciado después de años de guerra). Este enfoque rechaza la concepción del sujeto como algo predominantemente pasivo y mero receptáculo de estímulos, y lo concibe en una interacción activa con su entorno. Las nuevas experiencias y mensajes que va recibiendo en etapas posteriores son asimiladas de una estructura cognoscitiva y normativa existente, que le proporciona cauces de acomodación personal a las demandas del ambiente. Esa estructura cognoscitiva y normativa se encuentra en permanente reorganización. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. IMAGEN 1: Nube de palabrasIMAGEN 2: Mapa conceptual de la socializaciónMódulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-2b: La cultura Los componentes de la culturaAunque los detalles de las culturas individuales varían mucho, todas las culturas tienen cuatro componentes comunes no materiales: símbolos, lenguaje, valores y normas. Estos componentes contribuyen a la armonía y al conflicto en una sociedad.
Símbolos Un símbolo es algo que significativamente representa algo más. La cultura no podría existir sin los símbolos porque no habría significados compartidos entre la gente. Éstos pueden producir simultáneamente lealtad y animosidad, amor y odio. Nos ayudan a comunicar ideas porque expresan conceptos abstractos con objetos visibles. Por ejemplo, las banderas pueden querer decir patriotismo, nacionalismo, espíritu escolar o creencias religiosas por parte de los miembros de un grupo o sociedad. Los símbolos pueden querer decir amor (un corazón en San Valentín), paz (una paloma) u odio (una svástica nazi), tal como las palabras pueden usarse para comunicar estos significados. Los símbolos también pueden transmitir otros tipos de ideas. El sonido de una sirena es un símbolo que denota una situación de emergencia y envía el mensaje de allanar el camino inmediatamente. Los gestos y ademanes también son una forma simbólica de comunicación; un movimiento de la cabeza, el cuerpo o las manos puede expresar nuestras ideas o sentimientos a otras personas. Por ejemplo, en Estados Unidos apuntar al pecho con el pulgar o el índice es un símbolo de “yo”. Los símbolos afectan nuestros pensamientos acerca de la clase. Por ejemplo, la forma en que viste una persona o el tipo de automóvil que maneja se usa con frecuencia, al menos inconscientemente, como medida de la posición económica. Respecto a la ropa, aunque mucha gente se viste casual en la vida diaria, el lugar donde la compró a menudo es un simbolo de estatus social. ¿Se compraron los artículos en Walmart, Old Navy, Abercrombie Fitch o Saks Fifth Avenue? ¿Cuáles indicadores existen en la ropa —como la paloma de Nike, algún otro logo o nombre de la marca— que dicen algo del estatus del producto? Los automóviles y sus logos también son símbolos que tienen significado cultural más allá del ambiente de compras en los que se originaron. Finalmente, los símbolos pueden ser específicos para una cultura determinada y tienen significado especial para los individuos que comparten esa cultura pero no necesariamente para otras personas. Por ejemplo, considera el uso de ciertos alimentos para celebrar el año nuevo chino: los brotes de bambú y las algas negras representan riqueza, los cacahuates y fideos simbolizan una larga vida y las mandarinas buena suerte. ¿Qué alimentos en otras culturas representan “buena suerte” o prosperidad? Lenguaje El lenguaje es un conjunto de símbolos que expresan ideas y permiten a la gente pensar y comunicarse con otros. El lenguaje verbal (hablado) y no verbal (escrito o por señas) nos ayuda a describir la realidad. Uno de nuestros atributos humanos más importantes es la habilidad de usar el lenguaje para compartir nuestras experiencias, sentimientos y conocimientos con otros. El lenguaje puede crear imágenes visuales en nuestra cabeza, tales como “los gatitos se veían como pequeñas bolas de algodón” (Samovar y Porter, 1991a). El lenguaje también permite a la gente distinguirse de los fuereños y mantener los límites y la solidaridad del grupo (Farb, 1973). El lenguaje no es únicamente una característica humana. Otros animales usan sonidos, gestos, tacto y olores para comunicarse unos con otros, pero ocupan señales con significados determinados que están limitados a una situación inmediata (el presente) y no pueden abarcar situaciones pasadas o futuras. Por ejemplo, los chimpancés pueden usar elementos del lenguaje por señas americano y manipular objetos físicos para hacer “oraciones”, pero no están dotados del aparato vocal que se necesita para formar las consonantes que se requieren en el lenguaje oral. Como resultado, los animales no humanos no pueden transmitir a sus crías los aspectos más complejos de la cultura. Los humanos tienen una habilidad única para manipular símbolos para expresar conceptos abstractos y reglas, y así crear y transmitir la cultura de una generación a otra. Lenguaje y realidad social. ¿El lenguaje crea la realidad, o simplemente la comunica? Los antropólogos lingiiistas Edward Sapir y Benjamin Whorf han sugerido que el lenguaje no sólo expresa nuestros pensamientos e ideas, sino que también influencia nuestra percepción de la realidad. De acuerdo con la hipótesis Sapir- Whorf, el lenguaje da forma a la visión de la realidad de sus hablantes (Whorf, 1956; Sapir, 1961). Si las personas son capaces de pensar sólo a través del lenguaje, entonces éste debe anteceder al pensamiento. Si de hecho el lenguaje da forma a la realidad que percibimos y experimentamos, entonces algunos aspectos del mundo se observan como importantes y otros se obvian porque la gente conoce el mundo sólo en términos del vocabulario y la gramática de su propio lenguaje. Si el lenguaje crea la realidad, ¿estamos atrapados por nuestro propio lenguaje? Muchos científicos sociales están de acuerdo en que la hipótesis Sapir-Whorf exagera la relación entre el lenguaje y nuestros patrones de pensamiento y comportamiento. Aunque reconocen que el lenguaje tiene muchos significados sutiles y que las palabras que usa la gente reflejan sus principales preocupaciones, la mayoría de los sociólogos concuerdan en que el lenguaje puede influenciar nuestro comportamiento e interpretación de la realidad social, pero no los determina. Lenguaje y género. ¿Cuál es la relación entre lengua je y género? ¿Qué suposiciones culturales sobre el hombre y la mujer refleja el lenguaje? Los académicos han sugerido varias formas en las que el lenguaje y el género se entrelazan: - El idioma inglés ignora a la mujer al usar la forma masculina para referirse a los seres humanos en general. Por ejemplo, la palabra hombre (en inglés, man) se usa genéricamente en palabras como director (en inglés, chairman) y humanidad (en inglés, mankinad), que supuestamente incluye a hombres y mujeres. - El uso de los pronombres él y ella afectan nuestro pensamiento sobre el género. Los pronombres muestran el género de la persona que tiene cierta ocupación. Por ejemplo, enfermeras, secretarias y maestros generalmente son ella; pero uno se refiere a los doctores, ingenieros, electricistas y presidentes como él. - Las palabras tienen connotaciones positivas cuando se relacionan con el poder, prestigio y liderazgo masculino; cuando se relacionan con mujeres, tienen tonos negativos de debilidad, inferioridad e inmadurez (Epstein, 1988:224). 6 La tabla 3.1 muestra cómo el lenguaje basado en el género refleja la tradicional aceptación de la mujer y el hombre en ciertos empleos, implicando que éstos son diferentes cuando los ocupan mujeres en lugar de hombres. - Una predisposición a pensar acerca de las mujeres en términos sexuales basada en el lenguaje refuerza la noción de que la mujer es un objeto sexual. Con frecuencia se describe a las mujeres con términos como zorra, tipa, perra, nena o muñeca, que les atribuye características infantiles o hasta de mascotas. En contraste, el hombre tiene una presión acerca de su desempeño al ser definido en términos de su capacidad sexual, como galán, semental y garañón (Baker, 1993). El género en el lenguaje se ha debatido y estudiado extensamente en los últimos años y han ocurrido varios cambios. Muchas organizaciones y publicaciones han establecido lineamientos para usar lenguaje no sexista y han cambiado los títulos de director a dirección. Las señales de “Hombres trabajando” se han cambiado por “Personas trabajando”. A algunas ocupaciones se les han dado títulos “sin género”, como asistente de vuelo. Para desarrollar una sociedad más incluyente y equitativa, muchos académicos sugieren que se necesita un lenguaje más incluyente (véase Basow, 1992). Sin embargo, mucha gente se resiste al cambio argumentando que se arruina el idioma (Epstein, 1988). Lenguaje, raza y etnia. El lenguaje puede crear y reforzar nuestra percepción de la raza y etnia, al transmitir ideas preconcebidas acerca de la superioridad de una categoría de gente sobre otra. Veamos algunas imágenes comunicadas con palabras —en inglés— sobre raza/etnia: e Las palabras pueden tener más de un significado y crean o refuerzan imágenes negativas. "Iérminos como corazón negro (malvado) y expresiones como el punto negro (un hecho negativo) y la suerte de un chino (con pocas posibilidades de éxito); asocian las palabras negro y chino con imágenes negativas o despectivas. En contraste, expresiones como blanca paloma y los hombres buenos usan sombrero blanco, refuerzan las asociaciones positivas con el color blanco. - Términos exageradamente despectivos —en inglés— como nigger, kike, gook, honkey, chink, spic y otras expresiones raciales se han “popularizado” por las películas, música, rutinas cómicas, etc. Estos términos despectivos se usan frecuentemente junto con amenazas físicas y cada vez más se considera que no deben usarse ni en “broma”. - Las palabras a menudo se usan para crear o reforzar la percepción de un grupo. Por ejemplo, a los nativos americanos se les llama “salvajes” y “primitivos” y a los afroamericanos se les describe como “incivilizados”, “caníbales” y “paganos”. - La “voz” de los verbos puede minimizar o identificar erróneamente las actividades o logros de la gente de color. Por ejemplo, el uso de la voz pasiva en la expresión “A los afroamericanos se les dio el derecho al voto”, ignora la lucha por ganar este derecho. Los verbos en voz activa también pueden atribuir erróneamente logros a personas o grupos. Algunos historiadores argumentan que la tendencia cultural se muestra en “Colón descubrió América”, ya que América ya estaba habitada por gente a la que se le llamó nativa (véase Stannard, 1992; Takaki, 1993). - Los adjetivos que típicamente tienen connotaciones positivas pueden tener un significado diferente cuando se usan en ciertos contextos. Respecto a los empleos, se puede decir que una persona de color está “calificada” para un puesto, cuando se da por sentado que los blancos están calificados para esa misma posición (véase Moore, 1992). Además de estas preocupaciones acerca del idioma inglés, también surgen problemas cuando hay más de una lengua implicada. A lo largo de la nación, el asunto de si Estados Unidos debe tener un idioma “oficial” continúa. Algunas personas creen que no hay necesidad de designar un idioma oficial; otras consideran que el inglés debe ser designado como tal y que el uso de cualquier otro lenguaje debe ser desalentado. Recientemente, el consejo de la ciudad en Farmers Branch —un suburbio de Dallas, Texas— adoptó una resolución declarando que el inglés es el idioma oficial en esa ciudad. De acuerdo con esta resolución, el uso del idioma común “quita las barreras del malentendido y ayuda a unir a la gente de Farmers Branch, el estado de Texas y Estados Unidos; y ayuda a la participación cívica completa de todos sus ciudadanos..” (City of Farmers Branch, 2006). Esta resolución se aprobó al mismo tiempo que una ley local que prohíbe a los “inmigrantes ilegales” rentar departamentos en Farmers Branch. ¿Están inmersos en las decisiones de política social los temas sociales y culturales como éstos? Aunque Estados Unidos siempre ha sido una nación de inmigrantes, en las décadas recientes este país ha experimentado cambios rápidos en la población que han traído mayor diversidad de idiomas y culturas. Información reciente recopilada por la U.S. Census Bureau (véase “Perfiles de censo: idiomas que se hablan en los hogares estadounidenses”) indica que aunque más de 80% de la gente en este país sólo habla inglés en casa, casi 20% habla otro idioma. La mayor parte (más de 10% de la población estadounidense) habla español. Si pensamos en el idioma desde una perspectiva funcionalista, vemos que un idioma compartido es esencial para mantener una cultura común. Desde este punto de vista, el lenguaje es una fuerza estabilizadora en la sociedad y un medio importante para la transmisión de la cultura. Mediante el lenguaje los niños aprenden su herencia cultural y desarrollan un sentido de identidad cultural en relación con su grupo. Por ejemplo, los la tinos en Nuevo México y el sur de Texas usan dichos —proverbios o refranes únicos en el lenguaje español — para expresarse y como reflejo de su herencia cultural, Ejemplos de estos dichos incluyen anda tu camino sin ayuda del vecino y amor de lejos es de pendejos. Los di chos pasan de generación en generación como una inva luable tradición verbal con la que la gente da consejos o una lección (Gándara, 1995). Por otra parte, si vemos al lenguaje desde el punto de vista del conflicto, constituye una fuente de poder y un medio para el control social. El lenguaje se puede usar para perpetuar desigualdades entre la gente y los grupos porque las palabras se pueden usar (con o sin intención) para “mantener a la gente en su lugar”. Como sugiere la lingúista Deborah Tannen (1993:B5), “los devastadores odios grupales que dan como resultado mucho sufrimiento en nuestro país y alrededor del mundo están relacionados en su origen con las pequeñas intolerancias que existen en nuestras conversaciones diarias; nuestra prisa por atribuir buenas intenciones a nosotros mismos y malas intenciones a los demás”. El lenguaje, en consecuencia, es un reflejo de nuestros sentimientos y valores. Valores Los valores son ideas colectivas acerca de los que es correcto o incorrecto, bueno o malo y deseable o indeseable en una cultura en particular (William, 1970). Los valores no dictan qué comportamientos son apropiados y cuáles no, pero proporcionan un criterio para evaluar a las personas, objetos y hechos. Los valores vienen típicamente en pares de valores positivos o negativos, como ser valiente o cobarde, trabajador o perezoso. Debido a que usamos valores para justificar nuestro comportamiento, tendemos a defenderlos firmemente (Kluckhohn, 1961). Valores fundamentales estadounidenses. ¿Tienen valores compartidos en Estados Unidos? Los sociólogos están en desacuerdo sobre hasta qué punto la gente de este país comparte un grupo de valores fundamentales. Los funcionalistas tienden a pensar que los valores compartidos son esenciales para el mantenimiento de una sociedad; y los académicos, usando una visión funcionalista, han realizado la mayor parte de la investigación sobre valores fundamentales. Los analistas que se concentran en la importancia de los valores fundamentales sostienen que los siguientes diez valores, identificados hace 40 años por el sociólogo Robin M. Williams, Jr. (1970) todavía son muy importantes en Estados Unidos: 1. Individualismo. La gente es responsable de su propio éxito o fracaso. La habilidad individual y el trabajo arduo son las llaves del éxito. Aquellos que no tienen éxito sólo pueden culparse a sí mismos debido a su falta de habilidad, pereza, inmoralidad u otros defectos de carácter. 2. Logro y éxito. Los logros personales son resultado de la competencia exitosa con otros. Se alienta a los individuos a ser mejores que otros en la escuela y en el trabajo con el fin de obtener riqueza, poder y prestigio. Las posesiones materiales son consideradas como señal de logro personal. 3. Actividad y trabajo. Se alaba a las personas industriosas por sus logros; se ridiculiza a los que se percibe como perezosos. Desde la época de los puritanos, se considera el trabajo como importante. Hasta en su tiempo de ocio, mucha gente “trabaja” durante su descanso. Por ejemplo, piensa en todos los individuos que toman clases de ejercicio, corren maratones, hacen jardinería, reparan autos y otras actividades en su tiempo libre. 4. Ciencia y tecnología. La gente en Estados Unidos tiene mucha fe en la ciencia y la tecnología. Esperan que los avances científicos y tecnológicos controlen finalmente la naturaleza, el proceso de envejecimiento y hasta la muerte. 5. Progreso y comodidad material. Las comodidades materiales no sólo incluyen las necesidades básicas (como techo adecuado, nutrición y cuidado médico) sino los bienes y servicios que hacen la vida más fácil y placentera. 6. Eficiencia y sentido práctico. La gente quiere que las cosas sean más grandes, mejores y más rápidas. Como resultado, se da gran valor a la eficiencia (“¿qué tan bien trabaja”?) y al sentido práctico (“¿es algo factible de hacer?”). 7. Igualdad. Desde la época de la Colonia se han rechazado en Estados Unidos las distinciones de clase abiertas. Sin embargo, “la igualdad” se ha definido como “igualdad de oportunidades” —una oportunidad igual de alcanzar el éxito— y no como “igualdad de resultados”. 8. Moralidad y humanitarismo. Ayudar a otros, especialmente después de un desastre natural (como inundaciones o huracanes), se considera un valor. La idea de ayudar a otros originalmente fue una enseñanza religiosa y estaba unida a la idea de moralidad. Hoy, la gente se involucra en actos humanitarios sin percibir necesariamente que es la acción “moral” por seguir. 9. Libertad. La libertad individual es muy valorada en Estados Unidos. La idea de libertad incluye la de propiedad privada, la habilidad de involucrarse en empresas privadas, libertad de prensa y otras libertades que se consideran derechos “básicos”. 10. Racismo y superioridad de grupo. La gente valora por encima de otros su grupo racial o étnico. Tales sentimientos de superioridad pueden conducir a discriminación; la esclavitud y la segregación son ejemplos clásicos. Mucha gente cree también en la superioridad de su país y que “el estilo de vida estadounidense” es mejor. ¿Crees que estos valores son importantes hoy? ¿Existen valores fundamentales que consideras deben agregarse a la lista? Aunque los sociólogos no han acordado una lista específica de valores fundamentales emergentes, varios analistas sociales han sugerido que algunos valores compartidos adicionales en Estados Unidos incluyen: - Sensibilidad ecológica, con una creciente conciencia de los problemas globales como la sobrepoblación y el calentamiento global. - Énfasis en el desarrollo y mantenimiento de las relaciones mediante la honestidad abierta, justicia y tolerancia de otros. - La espiritualidad y la necesidad de un significado de la vida que va más allá de uno mismo. Contradicciones de valores. ¿Es posible que haya contradicciones entre los valores de la sociedad? Sí, todas las sociedades —incluido Estados Unidos— tienen contradicción de valores. La contradicción de valores son valores que están en conflicto uno con otro o que son mutuamente excluyentes (lograr uno hace difícil, si no imposible, lograr el otro). Hay situaciones en las que los valores fundamentales de moralidad y humanitarismo pueden estar en conflicto con valores de logro individual y éxito. Por ejemplo, los valores humanitarios que se reflejan en la asistencia social y otros programas de ayuda gubernamental siguen en conflicto con los valores que enfatizan el trabajo duro y los logros personales. Hoy, algunas personas se sienten más ambivalentes acerca de ayudar a la gente crónicamente pobre o a los indigentes que ayudar a las víctimas recientes de un gran desastre natural. Por ejemplo, en la secuela del huracán Katrina en 2005, mucha gente estuvo más dispuesta a hacer contribuciones generosas para ayudar a los sobrevivientes de este desastre, que lo que estuvieron para ayudar a los indigentes a lo largo de la nación. Cultura ideal versus real. ¿Cuál es la relación entre los valores y el comportamiento humano? De acuerdo con los sociólogos, no siempre actuamos de acuerdo con los valores que pregonamos. Los sociólogos se refieren a esta contradicción como una brecha entre la cultura ideal y la cultura real. Cultura ideal se refiere a los valo res y estándares de comportamiento que la gente en una sociedad dice tener. Cultura real se refiere a los valores y estándares de comportamiento que la gente realmente sigue. Por ejemplo, podemos decir que respetamos la ley (valor de la cultura ideal) pero fumamos marihuana (comportamiento de la cultura real), o podemos manejar regularmente por encima del límite de velocidad pero pensar que somos “buenos ciudadanos”. Numerosos estudios muestran una discrepancia entre los valores de la cultura ideal y el comportamiento real de la gente. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Arizona conocido como el “Proyecto Basura” analizó los desperdicios domésticos para determinar el índice de consumo de alcohol en Tucson, Arizona. Cuando se preguntó a la gente sobre su nivel de consumo de alcohol, los individuos que viven en algunas áreas de la ciudad reportaron muy bajos niveles. Sin embargo, cuando los investigadores analizaron su basura, encontraron que más de 80% de esos hogares consumían cerveza y que más de la mitad desechaban ocho o más latas a la semana (Haviland, 1993). Este es sólo uno de muchos ejemplos sobre cómo el reporte personal de las creencia o valores de la gente puede diferir de su comportamiento real. Por esta razón, las sociedades tienen normas específicas que gobiernan el comportamiento humano. Normas Los valores proporcionan ideales o creencias sobre el comportamiento pero no dicen explícitamente cómo debemos comportarnos. Las normas, por otra parte, tienen expectativas de comportamiento específicas. Las normas son reglas establecidas de comportamiento o estándares de conducta. Las normas prescriptivas establecen cuál comportamiento es apropiado o aceptable. Por ejemplo, se espera que las personas que ganan cierta cantidad de dinero hagan una declaración fiscal y paguen los impuestos que deben. Las normas basadas en la costumbre nos llevan a abrir la puerta para una persona que carga algo muy pesado. En contraste, las normas proscriptivas establecen cuál comportamiento es inapropiado o inaceptable. Las leyes que nos prohíben manejar por encima del límite de velocidad y los “buenos modales” que te impiden hablar por teléfono celular durante la clase son dos ejemplos. Las normas prescriptivas y proscriptivas operan a todo nivel en la sociedad, desde las acciones diarias hasta la formulación de leyes. Normas formales e informales. No todas las normas tienen la misma importancia; aquellas que son de mayor importancia se formalizan. Las normas formales se escriben e implican castigos específicos para los infractores. Las leyes son el tipo más común de normas formales; se han codificado y se pueden hacer valer por medio de sanciones. Las sanciones son recompensas por comportamiento apropiado o castigos por comportamiento inapropiado. Ejemplos de la sanción positiva incluyen la alabanza, honores o medallas. Las sanciones negativas van desde la desaprobación media hasta la pena de muerte. En el caso de la ley, las sanciones formales están claramente definidas y sólo las pueden aplicar personas en posiciones oficiales (como policía y jueces), quienes tienen la autoridad de imponer dichas sanciones. A las normas que se consideran menos importantes se les llama normas informales, estándares no escritos de comportamiento y que comprende la gente que comparte una identidad común. Cuando los individuos infringen las normas informales, las otras personas pueden aplicar sanciones informales. Las sanciones informales no están claramente definidas y las puede aplicar cualquier miembro del grupo (un gesto o un comentario negativo). Uso popular. Las normas también se clasifican de acuerdo con su importancia social relativa. El uso popular son normas informales o costumbres diarias que pueden violarse sin consecuencias serias dentro de'una cultura en particular (Sumner, 1959/1906). Proporcionan reglas de conducta pero no se consideran esenciales para la supervivencia de la sociedad. En Estados Unidos, el uso popular incluye emplear desodorante, lavarse los dientes y usar ropa apropiada para ocasiones específicas. Con frecuencia, el uso popular no es obligado, las sanciones que resultan tienden a ser informales y relativamente suaves. El uso popular es específico de la cultura; son patrones de comportamiento aprendidos que pueden variar de una sociedad a otra. En Japón, por ejemplo, donde las paredes de los cubículos de los baños llegan hasta el suelo, el uso popular dicta que se debe tocar a la puerta antes de entrar al cubículo (no puedes saber si está ocupado si no tocas). Sin embargo, la gente en Estados Unidos se siente desconcertada si alguien toca en su cubículo (A. Collins, 1991). Costumbres morales. Otras normas se consideran esenciales para la estabilidad de la sociedad. Las costumbres morales son normas profundamente arraigadas que tienen connotaciones morales y éticas en una cultura, que no pueden infringirse sin serias consecuencias. Debido a que las costumbres morales se basan en valores culturales y se consideran cruciales para el bienestar del grupo, los transgresores se exponen a sanciones negativas más severas (como el ridículo, pérdida del empleo o encarcelamiento) que las que se aplican a las normas de uso popular. A las costumbres morales más fuertes se les llama tabúes. Los tabúes son costumbres morales tan fuertes que su violación se considera extremadamente ofensiva y hasta innombrable. La violación de los tabúes es castigada por el grupo o hasta, según ciertos sistemas de creencias, por fuerzas sobrenaturales. El tabú del incesto, que prohíbe las relaciones sexuales entre ciertas categorías de parentesco, es un ejemplo de un tabú casi universal. El uso popular y las costumbres morales proporcionan estructura y seguridad a la sociedad. Hacen la vida diaria más predecible y dan a la gente algunas guías de apariencia y comportamiento. Al viajar los individuos a otros países, se dan cuenta de las diferencias culturales entre los usos y costumbres morales existentes. Por ejemplo, las mujeres estadounidenses que viajan a naciones musulmanas rápidamente se dan cuenta de las costumbres morales basadas en el sharia (los edictos del Corán), que ordena el dominio del hombre sobre la mujer. En Arabia Saudita, por ejemplo, no se permite que las mujeres se mezclen con hombres en público. Los bancos tienen sucursales con cajeras exclusivamente y sólo clientes mujeres. En los hospitales, se supone que las doctoras sólo atiendan a niños y otras mujeres (Alireza, 1990; Ibrahim, 1990). Leyes. Las leyes son normas formales, estandarizadas, que son promulgadas por legislaturas y se hacen cumplir mediante sanciones formales. Las leyes pueden ser civiles o penales. La ley civil lidia con disputas entre personas o grupos. Las personas que pierden demandas civiles pueden ser sancionadas con pagar una compensación a la otra parte o se les puede ordenar suspender cierta conducta. La ley penal, por otra parte, lidia con la seguridad y el bienestar público. Cuando se violan las leyes penales, las sanciopes más probables son multas y cárcel, aunque en algunos estados, se aplica la pena de muerte por ciertas ofensas mayores. Fuente: Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012. Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-2a: La cultura En este capítulo trataremos muchos temas. Pero hay un problema que atraviesa a todos ellos, y que ha sido uno de los ejes centrales de la preocupación de los sociólogos: ¿Cómo es posible el orden social? No es una pregunta trivial. Nuestra experiencia es la de la individualidad: nos sentimos individuos únicos, situados en puntos únicos de la matriz social, que tomamos decisiones también únicas. Sin embargo, como uruguayos nos comportamos de maneras bastante iguales: cultivamos una apariencia bastante similar, hablamos de un modo característico, nos gusta comer las mismas cosas, y tendemos a tener comportamientos previsibles. Nuestras tasas de natalidad varían poco, y nuestra conducta social es bastante reservada. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que gente tan distinta se comporte de un modo tan similar, y por tanto, previsible? Ese es el problema del orden. ¿Por qué existe el orden social? ¿Por qué la gente sigue pautas culturales, cumple con las normas sociales y desempeña los roles asignados por su sociedad? Para eso, hay que seguir leyendo. UNO: La sociedad humana“La vida en sociedad no es exclusiva de la especie humana. Múltiples especies animales se adaptan a la naturaleza, formando sociedades: las abejas, las termitas, varias especies de aves, todos los primates. Pero ello no significa que no existan diferencias entre ellas: las sociedades animales están organizadas según pautas determinadas mayoritariamente por la constitución biológica que se transmite por la herencia; mientras que la organización social en las sociedades humanas depende de la cultura. En el primer caso, hablamos de sistemas biosociales, en el segundo, de sistemas socioculturales. (Davis, 1984:30s8). En la sociedad humana, igual que en la de los primates y animales superiores, la organización social no depende de diferencias biológicas estructurales entre sus miembros. En una colmena, las diferentes funciones son cumplidas por individuos biológicamente diferenciados: una reina fértil que pone huevos, y un conjunto de obreras estériles que cambian su función según la etapa de la vida en que se encuentren. Esta rígida división del trabajo no existe entre los hombres, que tienen que aprender a desempeñar las distintas tareas que son necesarias en una sociedad; la ocupación de las personas no viene determinada genéticamente. Con todo lo complejo que pueda parecer el aprendizaje que la persona debe realizar para formar parte de su sociedad y de su cultura y para cumplir determinada función social, no es necesario que abarque todos los contenidos culturales. "La división del trabajo nos permite beneficiarnos de la mayor parte de la cultura sin tener que aprenderla. No sabemos cómo se fabrican los vestidos que usamos ni la comida que comemos; no sabríamos componer una música que disfrutamos, o construir la vivienda donde habitamos. No obstante lo cual somos integrantes de la sociedad y partícipes cabales de estas manifestaciones culturales. La transmisión de destrezas, de pautas de comportamiento y de formas de organización, tiene lugar a través de un medio específicamente humano, como es la comunicación simbólica. El hombre se comunica por medio de símbolos, con los cuales puede expresar no sólo ideas y emociones que vive en ese momento, sino también situaciones pasadas, futuras O imaginadas. El lenguaje, como con junto de símbolos arbitrarios que sirven a la comunicación, parece ser patrimonio exclusivo de la especie humana. Cuando además del lenguaje, la sociedad humana dispone de la escritura, las posibilidades de comunicación aumentan aún más. La trasmisión simbólica deja de ocurrir exclusivamente en el contacto directo entre los sujetos, y puede perpetuarse y difundirse, alcanzando a mu chas más personas en distintos lugares y aun épocas. Otra de las consecuencias que tiene para la sociedad humana el uso de símbolos, es que a través de ellos, los hechos, tanto físicos y naturales como sociales, cobran significado. No sólo sentimos necesidades, experimentamos emociones y mantenemos creencias, sino que les damos un sentido, desarrollamos actitudes hasta ellas y señalamos formas correctas e incorrectas de expresarlas y satisfacerlas. Tenemos necesidad de alimentarnos, pero no comemos cualquier cosa y de cualquier manera; asociamos el alimento con algo placentero y lo convertimos en fuente de gratificación (¿quién no comió un dulce para levantarse cl ánimo?), en ocasión social (¿acaso no comemos en las fiestas?), en un ritual (como en ciertos servicios religiosos), O aun en arte (el culinario). A través del mismo proceso, el impulso al aparcamiento y a la reproducción se convierte en matrimonio e institución familiar, el dominio de unos sobre otros en gobierno, etc.. A partir de aquí, la satisfacción de las necesidades en el hombre deja de tener un carácter meramente biológico y éstas pasan a definirse en términos socio culturales; con lo cual la realidad deja de estar constituida por un solo orden de fenómenos, la de los hechos, y adquiere una nueva dimensión de carácter normativo. Junto al orden de hechos que constituye la sociedad y el mundo que es, aparece otro orden de normas y valores que constituye el mundo y la sociedad que debe ser. DOS: La culturaAlrededor de los años cincuenta, el antropólogo inglés Colin Turnbull estuvo en la selva africana estudiando la vida y las costumbres de los piemeos”. Cuando finalizó su estudio, uno de ellos, particularmente inteligente y aventurero, llamado Kenge, le acompañó de vuelta. De pronto, llegaron manejando hasta un valle en medio del cual se veían, a lo lejos, un grupo de búfalos de agua pastando. Turnbull se los señaló a Kenge: “Mira, búfalos”, a lo que Kenge respondió con una carcajada: ¡Esos no son búfalos! Todos saben que los búfalos son animales grandes, pero aquellos son pequeñísimos!... Deben ser algún tipo de insectos.
Lo que Kenge vio, o mejor dicho, la forma cómo interpretó su percepción, tenía una relación estrecha con las experiencias de su medio cultural. Como veremos, la cultura ayuda al hombre a adaptarse a su medio natural y a interpretar el mundo en el que vive. Viviendo en la selva, en medio de grandes árboles, los pigmeos nunca habían tenido la experiencia de ver algo lo suficientemente lejano como para ver disminuir su tamaño con la distancia. En la medida en que nosotros también vivimos dentro de una cultura y tenemos una visión del mundo conformada por ella, debemos recurrir a este tipo de ejemplos, tomados de culturas muy ajenas, para poder darnos cuenta hasta qué punto resultamos modelados por nuestra herencia cultural. Y es que en principio, no nos damos cuenta de las peculiaridades de la cultura de la que participamos; nuestros modos de pensar, sentir, ver y hablar nos parecen «naturales», y tendemos a reírnos o a asombrarnos si en otros lugares, son distintos. Pero por más diferentes que sean entre sí las distintas sociedades, tanto incluso como la nuestra y la de los pigmeos del ejemplo anterior, aún así hay algo que tienen en común: todas las sociedades humanas tienen cultura, A veces estamos acostumbrados a Hamar «incultos» a los pueblos primitivos o las personas con bajo nivel de educación. Esto es incorrecto desde el punto de vista de las ciencias sociales; todos los pueblos, por más simples que nos parezcan, tienen una cultura, y muchas veces, más compleja que la nuestra en algunos aspectos. “La nuestra (...) es una cultura donde nadie se viste sólo por abrigo, nadie conduce un vehículo sólo para ir de un lugar a otro, nadie come sólo para alimentarse. La elección de la ropa que nos ponemos, de la comida que comemos, del auto que conducimos está connotada por nuestros valores y nuestras creencias, pero sobre todo, por el tipo de mensajes que queremos trasmitir a los demás. Entonces, el auto deja de ser sólo un auto, la comida, sólo comida y la ropa, sólo ropa; ahora son todos símbolos”. ”. Marrero, A., (1996), “Diez temas de Sociología...”, Montevideo, FCU, p. 13. ¿Qué es la cultura? Dos definiciones Tylor: «la cultura es un todo complejo que incluye los conocimientos, las creencias, el arte, la moral, las leves, las costumbres y otras capacidades adquiridas por el hombre como miembro de la sociedad». Redfield: La cultura es «un conjunto organizado de comprensiones convencionales manifestadas en artes e instrumentos y que, perdurando por medio de la tradición, caracterizan a un grupo humano». Tenemos aquí dos definiciones diferentes de cultura; la de Tylor, hace énfasis en los contenidos; la de Redfield, en sus características. Analicemos ambos aspectos. Características de la cultura a) La cultura es constitutiva, y forma parte indispensable del proceso de hominización. El ser humano en cuanto tal es, simultáneamente un ser biológico y cultural. La cultura, por eso, “constituye” a los humanos como especie y es indisoluble con la condición de ser humano. b) La cultura es adaptativa y puede considerarse como el medio específicamente humano a través del cual las sociedades y los grupos se adaptan a su medio físico. Las personas necesitan procurarse alimentos, comer, cobijarse, comunicarse entre sí, etc. pero dentro de ciertas condiciones determinadas por su medio natural. La cultura es el medio del cual se valen los grupos para hacer un mejor uso de los recursos que la naturaleza les ofrece para la satisfacción de sus necesidades. Los nativos de la selva podrán construir sus chozas con juncos, porque son abundantes y dan como resultado viviendas frescas; los esquimales harán sus iglúes con bloques de hielo, porque disponen de él en abundancia y es un excelente aislante térmico. Nosotros no podríamos usar ni lo uno ni lo otro: además de no ser materiales muy comunes, no tendrían mucha utilidad en nuestro clima. c) La cultura es aprendida, no es innata al hombre sino que éste aprende sus contenidos en contacto con los demás miembros del grupo. La gran variedad cultural se explica, justamente por la gran plasticidad del ser humano y su capacidad de responder de modos muy distintos a los mismos problemas adaptativos. Todos los pueblos debemos procurarnos alimentos y comerlos, debemos encontrar algún tipo de organización familiar donde los niños puedan ser cuidados hasta que se puedan valer por sí solos, tenemos que darnos alguna forma de autoridad y también todos debemos cuidar que el grupo se mantenga unido. Pero las formas como solucionamos esos problemas dependen de la cultura dentro de la cual nacemos y de la forma como nuestros mayores nos la trasmuten. d) La cultura es compartida por los miembros del grupo. En las sociedades pequeñas o muy simples, la cultura es uniformemente compartida por todos sus integrantes. Cualquier miembro de una tribu aborigen australiana es un cabal representante de su cultura: habla un idioma, profesa un conjunto de creencias religiosas, tiene una visión del mundo, etcétera, similar a cualquier otro integrante. En cambio, en sociedades más complejas la cultura, si bien es básicamente compartida, no es tan uniforme, y hablamos más bien de cultura dominante. Si elegimos al azar un uruguayo cualquiera, no podemos estar seguros antes de hablar con él, hasta qué punto comparte o no los rasgos dominantes de la cultura. Al interior de sociedades de rápido cambio y muy complejas es posible encontrar grupos cuyas creencias, valores y normas de comportamiento, son diferentes a los de la cultura dominante; en estos casos hablamos de subculturas. Pero cuando dichos valores y normas, no sólo son diferentes sino que son contradictorios con los de aquélla, usamos el término contracultura. Los movimientos hippies que proliferaron en la década de los 60 en las sociedades industrializadas, pretendieron poner en cuestión a toda la cultura dominante, y constituyeron sociedades en las cuales se ponían en práctica valores y normas totalmente distintos: se declaraban a favor de la paz y el desarme, proponían una diferente organización de la familia, rechazaban la sociedad de consumo y se oponían al uso indiscriminado de la técnica. e) La cultura es simbólica, tiene que ver con significados y comprensiones comunes más que con objetos. Algunas veces tendemos a centrar nuestra atención sobre los objetos que una cultura produce, y olvidamos que la mayor parte de dichos objetos no son más que formas de expresión de valores y creencias de esa sociedad. La cultura no son los objetos mismos sino lo que éstos representan. Esto se debe a que la mayor parte de los objetos y elementos que integran la cultura, no tienen un significado independiente de aquel que le otorgamos; los significados son convencionales. Simplemente, nos hemos puesto de acuerdo sobre ellos. Una guiñada, un silbido o un beso, pueden tener significados distintos en distintos contextos y culturas. El mejor ejemplo es el del lenguaje, que es un conjunto de símbolos creado artificialmente y totalmente convencional. Los símbolos que forman el lenguaje representan un objeto o una idea, y gracias a que todos compartimos esos significados es que podemos comunicarnos entre nosotros. Podemos darnos cuenta de que el lenguaje es convencional, ya que distintos pueblos se han puesto de acuerdo para llamar de distinta manera a las mismas cosas y entonces hablan distintos idiomas; incluso dentro de la misma sociedad, hay «jergas» o lenguajes especializados en los cuales algunos objetos e ideas se designan de maneras diferentes. Recapitulando, la cultura es constitutiva, adaptativa, aprendida, compartida por los miembros del grupo y simbólica. ¿Podrías dar más ejemplos de aspectos de tu vida cotidiana que cumplan con estas características? ¿Cómo está formada la cultura? En toda cultura podemos encontrar los siguientes elementos típicos: a) UN CONJUNTO DE CONOCIMIENTOS Y DE CREENCIAS, que nos da información acerca de cómo funciona el mundo y nos permite proveer de sentido a los fenómenos que ocurren y a nuestra propia existencia dentro de él. De lo dicho surge una distinción entre, por un lado, un conjunto de conocimientos de carácter empírico, que básicamente dan información sobre el mundo, y que en nuestra sociedad se encuentran dados por la ciencia y el sentido común; por otro, conocimientos de tipo existencial, que están dados principalmente por la filosofía, la religión, el horóscopo y muchos otros, y que sirven para explicar y dar sentido a problemas como el de la vida y la muerte, el sufrimiento, etc. Las sociedades difieren bastante en el tipo de conocimiento a través del cual explican e interpretan su experiencia cotidiana; sobre todo si comparamos pueblos muy distintos o muy separados en el tiempo. Pero no debemos simplificar las diferencias. Si bien es cierto que en nuestra sociedad disponemos de abundante conocimiento científico que nos permite explicar y predecir acontecimientos, en nuestra vida cotidiana hacemos uso más bien del sentido común o conocimiento vulgar, el que muchas veces contiene elementos mágicos. El evitar pasar por debajo de escaleras, el tener objetos que nos dan “buena suerte”, leer horóscopos, el creer en milagros, son elementos de nuestra vida diaria que, aunque no los veamos como tales, comportan la creencia en eventos Mágicos. Parte importante de los conocimientos de una sociedad se plasman en lo que llamamos cultura material, que es el conjunto de objetos fabricados por los hombres con fines de adaptación al entorno o expresivos: una computadora, un libro, una prenda de vestir, una escultura son ejemplos de ello. b) UN CONJUNTO DE VALORES que en cada sociedad señala lo que para ese grupo humano es deseable, lo que vale la pena alcanzar y lo que merece ser conservado. Aunque por lo general los valores culturales no rigen el relacionamiento diario entre las personas, sirven para inspirar las pautas de conducta aceptadas, las creencias y las normas sociales. Los valores compartidos sirven como parámetros en relación a los cuales juzgar las acciones y los comportamientos concretos de los miembros del grupo, y con los cuales cotejar los fines individualmente perseguidos. Valores como la democracia, la igualdad, la justicia, la libertad de expresión, etc. son bastante característicos de la cultura en nuestra sociedad y se puede decir que son los «valores dominantes». Esto no significa que no puedan existir otros valores, o aún, que no puedan existir grupos dentro de las sociedades que mantengan valores distintos a los dominantes. c) UN CONJUNTO DE NORMAS SOCIALES que rigen la relación entre los miembros de la sociedad y que se inspiran en valores sociales. Las normas pueden ser de distinto tipo, e ir desde simples costumbres o usos, hasta los llamados «mores», tales como el tabú del incesto o la prohibición de matar a otro miembro del propio grupo y que se consideran fundamentales para la supervivencia del grupo. En nuestras sociedades, los mores suelen encontrarse sancionados a través de las normas jurídicas de mayor jerarquía, como la Constitución y las leyes. En subgrupos o colectividades más pequeños, las normas tendrán un alcance más reducido, lo que no las convierte en menos imperativas. Dentro de una prisión, un internado, un hospital o una orden religiosa, las normas y valores del grupo probablemente configuren una subcultura que al sujeto se le presenta como mucho más imperativa que la cultura dominante. d) UN CONJUNTO DE MEDIOS DE EXPRESIÓN SIMBÓLICA. Ya dijimos que la cultura está más constituida más por símbolos que por objetos, y ya nos referimos al valor simbólico que casi cualquier cosa o hecho adquiere en el grupo humano. Conocer las producciones de una sociedad es, por lo tanto, una forma de conocer sus valores y Sus inquietudes. Los productos artísticos de una sociedad, como su música, su danza, su arquitectura, y Su orfebrería, son formas de expresión simbólica, y son medios útiles para comprender las preocupaciones y los placeres cotidianos de su gente. En el mismo sentido, una cultura que produce objetos mayormente utilitarios, también refleja los valores sociales que le son propios. Discutiendo el antropocentrismo, o el “chauvinismo humano”. Solemos insistir, con demasiada frecuencia, en que tal o cual aspecto de nuestra vida es “exclusiva de la especie humana”. No toleramos la idea de ser como los demás animales, y una y otra vez incluimos criterios de distinción con otras especies. Esto ha ocurrido también con el concepto de cultura. Lee el siguiente párrafo y escribe tus reflexiones. “Los chimpancés, por ejemplo, son animales muy culturales. Aprenden a distinguir cientos de plantas y sustancias y a conocer sus funciones alimentarias y astringentes. Así logran alimentarse y contrarrestar los efectos de los parásitos. Tienen muy poco comportamiento instintivo o congénito. No existe una “cultura de los chimpancés” común a la especie. Cada grupo tiene sus propias tradiciones sociales, (...) alimentarias, sexuales, instrumentales, etc. La cultura es tan importante para los chimpancés que todos los intentos de reintroducir en la selva a los chimpancés criados en cautividad fracasan lamentablemente. Los chimpancés no sobreviven. Les falta cultura. No saben qué comer, cómo actuar” (Mosterin, J., “Filosofía de la cultura”, Alianza, Madrid, 1993, p. 54). En cultura, ¿todo es relativo? La decoración de nuestros cuerpos es algo que forma parte de la cultura de los humanos: los pintamos, los cubrimos y los exhibimos de distintos modos, los perforamos para colgar adornos, los tatuamos, y hacemos lo posible para modificarlos con el fin de que se adapten a los gustos del momento o del grupo al que pertenecemos. Estos gustos, naturalmente, varían con el tiempo o dependiendo del lugar donde vivimos. Pensemos, por ejemplo, en las reglas del “buen vestir”: en ocasiones importantes, las normas del ceremonial y de la indumentaria, suelen estar, dentro de cada grupo, bastante bien definidas. Sin embargo, es seguro que nos asombraríamos bastante al comparar qué es “estar bien vestido” o “respetar el ceremonial” de una cultura a otra. Mientras en unos pueblos las personas se atavían con plumas, en otros se usan telas; mientras en algunos usan hojas de plantas y de árboles, en otros se usan fibras tejidas; mientras que para algunos es una regla el usar colores sobrios, en otros predominan los colores vivos. Aún dentro de la misma sociedad, y dentro de la misma familia, los criterios acerca de lo que puede ser “estar bien vestido” puede variar dramáticamente de abuelos a nietos, y eso, porque los dos pertenecen a distintos grupos culturales con diferentes gustos, estilos, y hasta cierto punto, también diferentes valores. También la televisión, el cine y el video nos han ayudado a ver diariamente las diferencias en la apariencia de las personas de distintos lugares, y ya nos hemos habituado a ver gente con atuendos muy variados. Sabemos que esos vestidos son propios de otros lugares y los respetamos como esperamos que se respete nuestro propio modo de vestir. Nos hemos acostumbrado a la diversidad cultural, la hemos aceptado, nos parece bien. En cuanto a la cultura parece cierto aquello de que “todo es relativo”. Pero a veces, las cosas no son tan sencillas. Es fácil cuando pensamos en modos de vestir, donde cada uno puede usar lo que le plazca; o cuando pensamos en comidas, y allí también, podemos comprender que otros pueblos encuentren gusto en comer hormigas y orugas, ya que nosotros encontramos gusto en comer sangre y vísceras de animales muertos. Pero... ¿es igual con todas las pautas culturales? ¿son todas igualmente aceptables? ¿es todo una cuestión de “gustos”? Una respuesta afirmativa a esta pregunta, lleva a lo que se denomina el “relativismo cultural”: Si todas las culturas son, en tanto tales, dignas de respeto, entonces todas las pautas culturales que emanen de esa cultura serían igualmente válidas y merecerían ser conservadas y defendidas. Nadie tendría el derecho de opinar sobre los modos de comportamiento de grupos. Sin embargo, esto no es tan sencillo. Veamos algunos problemas a los que nos enfrenta el relativismo cultural: ¿Debemos defender el trabajo infantil porque se practique en ciertos países? ¿Debemos permitir la ablación del clítoris porque sea una pauta cultural en algunas culturas africanas? ¿Debemos tolerar que se arroje a la pira funeraria del marido muerto a su mujer viva, porque es la tradición en India? El relativismo cultural nos priva, entonces, de defender la dignidad y la vida humana que en principio buscaba respetar. ¿Cómo superar el relativismo cultural? Como dice Antonio Ariño, además de los criterios subjetivos que usamos muchas veces para preferir ciertas pautas culturales antes que otras (por ejemplo, para optar entre orugas o chinchulines, o entre la jota y el candombe), existen criterios éticos y técnicos que nos permiten preferir algunas pautas y oponernos a otras. El simple reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos y de la dignidad del otro, nos impide defender pautas que las vulneren. Si de verdad respeto al otro, y de verdad creo que es igual a mí, no podré tolerar que sea víctima inocente de su grupo, por más que exista una pauta cultural que así lo indique. Consideremos la viuda obligada a arder en la misma pira funeraria de su marido. ¿Respetaré tanto a los hindúes como para hacer que algunos de ellos paguen con su vida el respeto de su cultura? Desde un punto de vista ético, el valor de la vida humana está por encima de la pauta cultural. Pero también hay criterios técnicos. Ante una apendicitis ¿es equivalente una intervención quirúrgica a la intervención de un hechicero? ¿Si te encontraras en una situación así, ¿qué elegirías? ¿y sería sólo por una cuestión de pertenencia “cultural”? ¿o porque sabes que desde un punto de vista científico y técnico, son muy superiores las probabilidades de seguir vivos después de una operación quirúrgica realizada por un buen cirujano? La dimensión evolutiva de los procesos culturales también juega un papel importante en las opciones por unas O por otras pautas. Esto no quiere decir que la evolución sea inevitable, pero hay procesos culturales que, una vez que se producen, son irreversibles o muy difíciles de revertir. Por ejemplo, hace veinte años, es posible que yo estuviera escribiendo este libro con una máquina de escribir. Hace doscientos años, se escribía con tinta y pluma. Hoy en día, ¿quién usaría esos medios técnicos, existiendo la computadora y el procesador de textos? Por otro lado, hace doscientos años, muy pocos jóvenes de tu edad estaban todavía estudiando. Hoy en día, el seguir estudiando es cada vez menos, una cuestión de libre elección, para convertirse en una especie de requisito de adaptación a un mundo que cambia muy rápido. Como vemos, el relativismo cultural nos lleva a un callejón sin salida. Al poner todas las pautas culturales en pie de igualdad, y sostener que todas son igualmente válidas, termina sosteniendo que todas son, al fin y al cabo, igualmente infundadas y arbitrarias. Pero sobre todo, el relativismo nos priva de utilizar criterios éticos y científicos para preferir aquellas pautas que pueden mejorar las condiciones de desarrollo de la dignidad y de la vida de las personas, no importa de qué sexo, color, o edad sean. Fuente: Marrero, Adriana. Introducción a la sociología. FCU, Montevideo, 2008.
Módulo II: Individuo, sociedad y cultura
Texto II-1: Sociedades humanas y sociedades animales UNO: Cultura y sociedad
Entre los conceptos más utilizados en sociología figuran los de Cultura y Sociedad, que analizaremos en este capítulo. Cuando utilizamos el término "cultura" en la conversación diaria, generalmente lo consideramos equivalente a "los aspectos más elevados de la mente", como el arte, la literatura, la música y la pintura. Tal como lo emplean los sociólogos incluye tales actividades, pero también otras. La cultura tiene que ver con las formas de vida de los miembros de una sociedad o de sus grupos. Incluye el modo de vestir, las costumbres matrimoniales y la vida familiar, las pautas laborales, las ceremonias religiosas y los pasatiempos.
"Cultura" se distingue conceptualmente de "sociedad", pero existe una estrecha relación entre ambos conceptos. Una sociedad es un sistema de interrelaciones que vincula a los individuos. En este sentido, Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos, por ejemplo, son sociedades compuestas por millones de personas pero, como veremos en el siguiente capítulo, otras sociedades son mucho más pequeñas. Ninguna cultura podría existir sin sociedad pero, del mismo modo, no puede haber una sociedad carente de cultura. Sin cultura no seríamos en absoluto "humanos", en el sentido en que normalmente entendemos este término. No tendríamos una lengua en la que expresarnos ni conciencia de nosotros mismos y nuestra habilidad para pensar y razonar se vería considerablemente limitada. ¿,Hasta qué punto se diferencia el ser humano de los animales por este tipo de características? ¿De dónde proceden nuestros rasgos puramente "humanos"? ¿Cuál es la naturaleza del ser humano? DOS: La especie humana
Charles Darwin, pastor de la Iglesia de Inglaterra, publicó su obra El origen de las especies en 1859, después de dos viajes alrededor del mundo a bordo del buque de la armada británica Beagle. Partiendo de minuciosas observaciones de las distintas especies animales, Darwin elaboró una visión del desarrollo de los seres humanos y de los animales muy distinta de las mantenidas hasta entonces. Después de él quedó eliminada la posibilidad de que, como había sido frecuente en el pasado, se creyera en la existencia de seres mitad bestias y mitad humanos. Darwin aspiraba a encontrar una continuidad de desarrollo entre los animales y los seres humanos. Según él, nuestras características humanas emergieron de un proceso de cambio biológico que se remonta a los orígenes de la vida en la Tierra, hace más de tres mil millones de años. La visión que Darwin tenía de los humanos y de los animales era para muchos más difícil de aceptar incluso que la de las criaturas mitad bestia mitad hombre. Puso en acción tina de las teorías más debatidas, y también más convincentes, de la ciencia moderna: la teoría de la evolución.
La evolución Según Darwin, el desarrollo de la especie humana se produjo como resultado de un proceso aleatorio. En muchas religiones, incluida la cristiana, se considera que los animales y los seres han sido creados por voluntad divina. La teoría evolucionista, por el contrario, cree que el desarrollo de las especies animales y de la humana carece de intencionalidad. La evolución es resultado de lo que Darwin llamó selección natural. La idea de la selección natural es sencilla. Todos los seres orgánicos necesitan para subsistir alimentos y otros recursos, tales como protección frente a las inclemencias del tiempo; sin embargo, no existen suficientes recursos para mantener a todos los tipos de animales que existen en un momento dado, ya que su prole es más extensa que la que el medio es capaz de alimentar. Los mejor adaptados al medio sobreviven, mientras que otros, menos capaces de soportar sus adversidades, perecen. Algunos animales son más inteligentes, más rápidos o tienen una mayor agudeza visual que otros. En la lucha por la supervivencia poseen ventaja sobre los menos dotados, viven más tiempo y son capaces de procrear, transmitiendo sus cualidades a las generaciones siguientes. Han sido "elegidos" para sobrevivir y reproducirse. Existe un proceso continuo de selección natural debido al mecanismo biológico de la mutación, que es un cambio genético aleatorio que altera las características de algunos individuos de una especie. La mayor parte de las mutaciones son o bien perjudiciales o bien inútiles en cuanto a su valor para la supervivencia, pero algunas proporcionan al animal una ventaja competitiva sobre los demás: los individuos que poseen los genes mutantes suelen sobrevivir a costa de los que carecen de ellos. Este proceso explica tanto los cambios menores dentro de una especie como las grandes transformaciones que conducen a la desaparición de especies enteras. Por ejemplo hace muchos millones de años los reptiles gigantes habitaban diversas regiones del mundo. Su tamaño se convirtió en un inconveniente, al sufrir otras especies menores mutaciones que les proporcionaban una mayor capacidad adaptativa. Los primeros ancestros de los humanos se encontraban entre estas especies. Seres humanos y simios Hoy día está generalmente admitido el hecho de que la vida tuvo su origen en los océanos. Hace unos cuatrocientos millones de años aparecieron las primeras criaturas terrestres. Algunas de ellas evolucionaron hasta convertirse en grandes reptiles que, posteriormente, fueron desplazados por los mamíferos. Los mamíferos son criaturas de sangre caliente que se reproducen mediante relaciones sexuales. Aunque los mamíferos eran de un tamaño mucho menor que los grandes reptiles, eran más inteligentes y ágiles. Los mamíferos tienen una mayor capacidad de aprendizaje por medio de la experiencia que otros animales y esta capacidad ha alcanzado su máximo desarrollo en la especie humana. Los seres humanos pertenecen a un grupo de mamíferos superiores, los primates, que aparecieron hace unos setenta millones de años. Nuestros parientes más cercanos entre las especies animales son el chimpancé, el gorila y el orangután. Se dice que, al conocer la interpretación darwiniana de la evolución, la esposa del obispo de Worcester dijo: "¿Descendientes de los monos? Querido, esperemos que no sea cierto. Pero, si lo es, ojalá no se difunda la noticia". Como muchos otros desde entonces, malinterpretó lo que supone la evolución. Los seres humanos no descienden de los monos, sino que ambos han evolucionado a partir de especies mucho más primitivas que vivieron hace muchos millones de años. [...] Instintos y necesidades biológicas La mayoría de los biólogos y sociólogos comparten la idea de que los seres humanos no tienen "instintos". Tal afirmación contradice no sólo la hipótesis de la sociobiología sino también lo que la mayoría de la gente cree. ¿Acaso no hay muchas cosas que hacemos de un modo "instintivo"? Si alguien da un golpe, no parpadeamos o nos asustamos instintivamente? De hecho, éste no es buen ejemplo de instinto si el término se emplea con precisión. Para la biología y la sociología, un instinto es una pauta de comportamiento compleja y determinada genéticamente. Los rituales de cortejo de muchos animales inferiores se consideran instintivos en este sentido. El espinoso (un pequeño pez de agua dulce), por ejemplo, tiene un complicado sistema ritual que deben seguir tanto el macho como la hembra para que se produzca el apareamiento (Tinbergen, 1974). Cada pez produce una elaborada serie de movimientos a los que responde el otro, dando lugar a una compleja "danza de apareamiento". Se trata de una pauta genética para el conjunto de la especie. Un guiño o un rápido movimiento con la cabeza, como respuesta espontánea y anticipada a un golpe, son actos reflejos y no un instinto. Son respuestas simples, no una elaborada pauta de comportamiento, y no se consideran "instintivas" en sentido técnico. Los seres humanos nacen con una serie de reflejos básicos como la reacción de guiñar el ojo y la mayor parte de ellos parecen tener un valor de supervivencia evolutivo. Los bebés humanos, por ejemplo, succionan un chupete o cualquier otro objeto similar. Un niño pequeño alza los brazos en busca de apoyo cuando pierde repentinamente el equilibrio y retira la mano bruscamente cuando toca una superficie muy caliente. Es obvio que cada de estas reacciones es útil para adaptarse al medio. Los seres humanos tienen además una serie de necesidades biológicas. Nuestra necesidad de alimento, bebida, sexo y de ciertos niveles de temperatura corporal tiene un fundamento orgánico, pero el modo en que estas necesidades se satisfacen o se manejan varía enormemente en cada cultura y dentro de ellas. Por ejemplo, todas las culturas suelen tener una forma de cortejar establecida pero, aunque esto se relaciona con la naturaleza universal de las necesidades sexuales, su expresión en diferentes culturas -Incluyendo el mismo acto sexual- varía enormemente. La posición habitual para el acto sexual en la cultura occidental es con la mujer tumbada boca arriba y el hombre encima de ella. Esta posición se considera absurda en otras sociedades, en las que es posible que el acto se realice yaciendo lateralmente, o con la mujer encima del hombre, o el hombre contra la espalda de la mujer, o en otras posiciones. Por tanto, la forma que tienen las personas de satisfacer sus necesidades sexuales responde a un aprendizaje cultural y no a una determinación genética. Además, los humanos pueden anular sus necesidades biológicas con unos medios que no parecen tener paralelo entre los animales. Los místicos religiosos son capaces de ayunar durante largos períodos. Los individuos pueden optar por el celibato durante toda su vida adulta o parte de ella. Todos los animales, incluyendo a los seres humanos, tienen una tendencia hacia la auto conservación pero, a diferencia de otros animales, los humanos pueden actuar deliberadamente en contra de esa tendencia, arriesgando su vida al practicar el montañismo u otras arriesgadas actividades, e incluso suicidándose. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. Videos
#1 - 2001: Odisea espacial (Stanlick Kubrick, 1968) [Corto]
#2 - 2001: Odisea espacial (Stanlick Kubrick, 1968) [Largo]
#3 - Sociedades humanas y sociedades animales
Monolito de 2001: Odisea espacialSobre las características de las instituciones totalesI Se llaman establecimientos sociales —o instituciones en el sentido corriente de la palabra— a sitios tales como habitaciones, conjuntos de habitaciones, edificios o plantas industriales, donde se desarrolla regularmente determinada actividad. Falta en sociología un criterio adecuado para su clasificación. Algunos de ellos, como la Grand Central Station (Estación Central), son accesibles a cualquier individuo que se comporte correctamente; otros, como el Union League Club de Nueva York, o los laboratorios de física nuclear de Los Álamos, parecen un poco exigentes en lo relativo al acceso. En unos, como en las casas de comercio y en las oficinas de correos, hay un número reducido de miembros fijos que prestan un servicio, y una afluencia continua de miembros que lo reciben. Otros, como los hogares y fábricas, comprenden un conjunto de participantes más estable. Ciertas instituciones proveen el lugar para actividades que presuntamente confieren al individuo su estatus social, por fáciles y agradables que tales actividades puedan ser; otras, por el contrario, brindan la oportunidad de contraer relaciones que se consideran electivas e informales, reclamando parte del tiempo que dejan libre otras exigencias más serias. En este libro se deslinda otra categoría de instituciones, y se sostiene que dicha categoría es natural y fecunda, porque sus miembros tienen tanto en común que, en realidad, para conocer una cualquiera de tales instituciones es aconsejable echar una mirada a las demás. II Toda institución absorbe parte del tiempo y del interés de sus miembros y les proporciona en cierto modo un mundo propio; tiene, en síntesis, tendencias absorbentes. Cuando repasamos las que componen nuestra sociedad occidental, encontramos algunas que presentan esta característica en un grado mucho mayor que las que se hallan próximas a ellas en la serie, de tal modo que se hace evidente la discontinuidad. La tendencia absorbente o totalizadora está simbolizada por los obstáculos que se oponen a la interacción social con el exterior y al éxodo de los miembros, y que suelen adquirir forma material: puertas cerradas, altos muros, alambres de púas, acantilados, ríos, bosques o pantanos. Me interesa explorar aquí las características generales de estos establecimientos, a los que llamaré instituciones totales.[2] Las instituciones totales de nuestra sociedad pueden clasificarse, a grandes rasgos, en cinco grupos. En primer término hay instituciones erigidas para cuidar de las personas que parecen ser a la vez incapaces e inofensivas: son los hogares para ciegos, ancianos, huérfanos e indigentes. En un segundo grupo están las erigidas para cuidar de aquellas personas que, incapaces de cuidarse por sí mismas, constituyen además una amenaza involuntaria para la comunidad: son los hospitales de enfermos infecciosos, los hospitales psiquiátricos y los leprosarios. Un tercer tipo de institución total, organizado para proteger a la comunidad contra quienes constituyen intencionalmente un peligro para ella, no se propone como finalidad inmediata el bienestar de los reclusos: pertenecen a este tipo las cárceles, los presidios, los campos de trabajo y de concentración. Corresponden a un cuarto grupo ciertas instituciones deliberadamente destinadas al mejor cumplimiento de una tarea de carácter laboral, y que sólo se justifican por estos fundamentos instrumentales: los cuarteles, los barcos, las escuelas de internos, los campos de trabajo, diversos tipos de colonias, y las mansiones señoriales desde el punto de vista de los que viven en las dependencias de servicio. Finalmente, hay establecimientos concebidos como refugios del mundo, aunque con frecuencia sirven también para la formación de religiosos: entre ellos las abadías, monasterios, conventos y otros claustros. Esta clasificación de las instituciones totales no es precisa, exhaustiva, ni tampoco para su inmediata aplicación analítica; aporta, no obstante, una definición puramente denotativa de la categoría, como punto de partida concreto. Fijada así una definición inicial de las instituciones totales, espero poder examinar sin tautología las características generales de su tipo. Antes de intentar un perfil general de esta serie de establecimientos, quiero destacar un problema conceptual: ninguno de los elementos que describiré parece pertenecer intrínsecamente a las instituciones totales, y ninguno parece compartido por todas; empero, cada una presenta, en alto grado, varios atributos de la misma familia, y este es el rasgo general que las distingue. Al hablar de «características comunes» lo haré en sentido restringido, pero no sin fundamento lógico. Así podré aplicar a la vez el método de tipos ideales, estableciendo rasgos comunes, con la esperanza de señalar luego las diferencias significativas. III Un ordenamiento social básico en la sociedad moderna es que el individuo tiende a dormir, jugar y trabajar en distintos lugares, con diferentes coparticipantes, bajo autoridades diferentes, y sin un plan racional amplio. La característica central de las instituciones totales puede describirse como una ruptura de las barreras que separan de ordinario estos tres ámbitos de la vida. Primero, todos los aspectos de la vida se desarrollan en el mismo lugar y bajo la misma autoridad única. Segundo, cada etapa de la actividad diaria del miembro se realiza en la compañía inmediata de muchos otros, a quienes se da el mismo trato y de quienes se requiere que hagan juntos las mismas cosas. Tercero, todas las etapas de las actividades diarias están estrictamente programadas, de modo que una actividad conduce en un momento prefijado a la siguiente, y toda la secuencia de ellas se impone desde arriba, mediante un sistema de normas formales explícitas y un cuerpo de funcionarios. Finalmente, las diversas actividades obligatorias se integran en un solo plan racional, concebido ex profeso para lograr los objetivos propios de la institución. Individualmente, estas características no son privativas de las instituciones totales. En nuestros grandes establecimientos del comercio, la industria y la educación se está difundiendo, por ejemplo, la costumbre de proporcionar servicios de cafetería y elementos de recreación que sus miembros pueden usar en el tiempo libre. Con todo, el uso de estas mayores comodidades se mantiene optativo en muchos aspectos, y se cuida particularmente de que no se extienda a ellas la línea ordinaria de autoridad. Asimismo, las amas de casa, o las familias de los granjeros, pueden concentrar sus grandes campos de actividad en un área determinada, pero nadie las gobierna colectivamente, ni marchan a través de las actividades diarias en la compañía inmediata de otros iguales a ellos. El hecho clave de las instituciones totales consiste en el manejo de muchas necesidades humanas mediante la organización burocrática de conglomerados humanos, indivisibles —sea o no un medio necesario o efectivo de organización social, en las circunstancias dadas—. De ello se derivan algunas consecuencias importantes. Las personas a quienes se hace mover en masa pueden confiarse a la supervisión de un personal cuya actividad específica no es la orientación ni la inspección periódicas (como ocurre en muchas relaciones entre empleador y empleado) sino más bien la vigilancia: ver que todos hagan lo que se les ha dicho claramente que se exige de ellos, en condiciones en que la infracción de un individuo probablemente se destacaría en singular relieve contra el fondo de sometimiento general, visible y comprobado. Aquí no se juega la preeminencia entre el gran conglomerado humano y el reducido personal supervisor; están hechos el uno para el otro. En las instituciones totales hay una escisión básica entre un gran grupo manejado, que adecuadamente se llama de internos, y un pequeño grupo personal supervisor. Los internos viven dentro de la institución y tienen limitados contactos con el mundo, más allá de sus cuatro paredes; el personal cumple generalmente una jornada de ocho horas, y está socialmente integrado con el mundo exterior.[3] Cada grupo tiende a representarse al otro con rígidos estereotipos hostiles: el personal suele juzgar a los internos como crueles, taimados e indignos de confianza; los internos suelen considerar al personal petulante, despótico y mezquino. El personal tiende a sentirse superior y justo; los internos a sentirse inferiores, débiles, censurables y culpables.[4] La movilidad social entre ambos estratos es sumamente restringida: la distancia social, grande casi siempre, está a menudo formalmente prescripta. La conversación misma de un grupo a otro puede llevarse en un tono especial de voz, como lo ilustra una novela inspirada en una estadía real en un hospital psiquiátrico: «—Óigame bien —dijo Miss Hart cuando atravesaban el locutorio—. Usted haga lo que Miss Davis diga. No piense; hágalo no más. Le irá bien. »Tan pronto como escuchó el nombre, Virginia supo qué era lo más terrible en la sala uno: Miss Davis. —¿Es la jefa de las enfermeras? »—¡Y qué jefa! —murmuró Miss Hart. Y enseguida levantó la voz. Las enfermeras actuaban por hábito como si las enfermas no pudiesen oír si no era gritándoles. Con frecuencia decían en voz normal cosas que no parecían destinadas a los oídos de las señoras; si no hubiesen sido enfermeras, uno habría pensado que a menudo hablaban solas—. Una persona muy competente y eficiente, Miss Davis —anunció Miss Hart».[5] Aunque cierta comunicación es necesaria entre los internos y el personal paramédico, una de las funciones de la guardia es controlar la comunicación efectiva de los internos con los niveles superiores. Véase un ejemplo aportado por un estudiante de los hospitales psiquiátricos: «Como muchos de los pacientes se muestran ansiosos por ver al doctor en sus rondas, los asistentes deben actuar como mediadores si el médico no quiere tener dificultades. En la sala 30, era un hecho general que a los pacientes sin síntomas fisiológicos, incluidos en los dos grupos menos privilegiados, casi nunca se les permitía hablar con el médico, salvo que el mismo doctor Baker los mandase llamar. El grupo, cargoso, imposible de disuadir —llamado de los “pelmas”, “secantes” o “chinches”, en la jerga de los asistentes— a menudo trataba de pasar por encima del mediador, pero se le aplicaban procedimientos muy expeditivos cuando lo intentaba».[6] Así como la conversación entre un grupo y otro se restringe, también se restringe el paso de información, especialmente en lo relativo a los planes del personal con respecto a los internos. Es característico mantenerlos en la ignorancia de las decisiones que se toman sobre su propio destino. Ya responda a motivos de orden militar, como cuando se oculta a las tropas el punto hacia el cual se dirigen, ya se funde en razones médicas, como cuando se reserva el diagnóstico, el plan de tratamiento, y el tiempo de internación aproximada de los pacientes tuberculosos,[7] dicha exclusión proporciona al personal una sólida base para guardar las distancias y ejercer su dominio sobre los internos. Todas estas restricciones de contacto ayudan presumiblemente a mantener los estereotipos antagónicos.[8] Poco a poco se van formando dos mundos social y culturalmente distintos, que tienen ciertos puntos formales de tangencia pero muy escasa penetración mutua. Es significativo que el edificio y el nombre de la institución lleguen a identificarse, a los ojos del personal y también de los internos, como algo perteneciente a aquel y no a estos, de modo que cuando cualquiera de ambos grupos se refiere a los fines o intereses de «la institución», se refieren implícitamente (como yo mismo he de hacerlo) a los fines e intereses del personal. La escisión entre personal e internos es un grave problema para el manejo burocrático de grandes conglomerados humanos; un segundo problema concierne al trabajo. En el ordenamiento ordinario de la vida dentro de nuestra sociedad, la autoridad que rige en el lugar de trabajo cesa en el momento que el trabajador recibe su paga; la forma en que gaste este su dinero en un ambiente doméstico y recreativo, es asunto privado suyo y constituye un mecanismo que permite mantener dentro de límites estrictos la autoridad vigente en el lugar de trabajo. Pero decir que los internos de las instituciones tienen todo su día programado significa que también se habrán planificado todas sus necesidades esenciales. Cualquiera que sea, pues, el incentivo propuesto para el trabajo, carecerá de la significación estructural que tiene en el exterior. Será inevitable que haya diferentes motivaciones para el trabajo y distintas actitudes hacia él. Este es un ajuste básico que se requiere de los internos y de quienes deben inducirlos a trabajar. A veces se les exige tan poco trabajo que los internos, con frecuencia no habituados a los pequeños quehaceres, sufren crisis de aburrimiento. El trabajo requerido puede efectuarse con extrema lentitud, y a menudo se conecta con un sistema de pagos mínimos, muchas veces ceremoniales, como la ración semanal de tabaco y los regalos de Navidad, que inducen a algunos pacientes mentales a permanecer en sus puestos. En otros casos, por supuesto, se exige más que una jornada ordinaria de trabajo pesado, y para estimular a cumplirlo no se ofrecen recompensas sino amenazas de castigo físico. En algunas instituciones, tales como los campos de leñadores y los barcos mercantes, la práctica forzada del ahorro pospone la relación habitual con el mundo que puede comprar el dinero; todas las necesidades están organizadas por la institución, y el pago se efectúa sólo cuando ha terminado el trabajo de una estación, y los hombres quedan en libertad. En algunas instituciones existe una especie de esclavitud, por la que el horario completo del interno se ha establecido según la conveniencia del personal; aquí el sentido del yo y el sentido de posesión del interno pueden llegar a alienarse de su capacidad de trabajo. T. E. Lawrence da un ejemplo al respecto en el informe de su servicio en una estación de entrenamiento de las R. A. F.: «Los hombres que llevan seis semanas de fajina se mueven con una pereza que hiere nuestro sentido moral. “Son tontos, ustedes, reclutas, en sudar la gota gorda”. ¿Es la nuestra una diligencia de novatos o un resto de modalidad civil? Porque las R. A. F. nos pagarán las veinticuatro horas del día a razón de tres medios peniques por hora; pagados por trabajar, pagados por comer, pagados por dormir, esos peniques se apilan siempre. Es imposible, por lo tanto, dignificar una tarea cumpliéndola bien. Hay que perder todo el tiempo que se pueda, ya que después no nos aguarda descanso junto al fogón, sino otra tarea».[9] Haya demasiado trabajo, o demasiado poco, el individuo que internalizó un ritmo de trabajo afuera tiende a desmoralizarse por el sistema de trabajo de la institución total. Un ejemplo de desmoralización es la práctica corriente en los hospitales psiquiátricos estatales de andar «mangoneando» o «trabajando a alguno» de modo de conseguir unas monedas para gastar en la cantina. Ciertas personas que lo hacen —a menudo con cierto descaro— en el mundo exterior se despreciarían a sí mismas por actos semejantes. (Los miembros del personal, interpretando esta pauta de mendicidad según su propia orientación civil hacia la ganancia, tienden a verla como un síntoma de enfermedad mental y una prueba más de que los internos están realmente enfermos.) Hay incompatibilidad, pues, entre las instituciones totales y la estructura básica del trabajo remunerado en nuestra sociedad. Otro elemento fundamental de ella con el que son incompatibles es la familia. La vida familiar suele contraponerse a la vida solitaria, pero en realidad el contraste más pertinente es con la vida de cuadrilla, porque los que comen y duermen en el trabajo, con un grupo de compañeros, difícilmente pueden llevar una existencia doméstica significativa.[10] Inversamente, el hecho de que sus familias se mantengan fuera de la institución suele permitir que los miembros del personal permanezcan integrados en la comunidad exterior y se sustraigan así a la tendencia absorbente de la institución total. Que una institución total determinada actúe como una fuerza benéfica o maléfica en la sociedad civil, de todos modos tendrá fuerza, y esta dependerá en parte de la supresión de todo un círculo de familias reales o potenciales. La formación de familias proporciona, por el contrario, una garantía estructural de resistencia permanente contra las instituciones totales. La incompatibilidad de estas dos formas de organización social debería enseñamos algo sobre las más amplias funciones sociales de ambas. La institución total es un híbrido social, en parte comunidad residencial y en parte organización formal; de ahí su particular interés sociológico. Hay también otras razones para interesarse en estos establecimientos. En nuestra sociedad, son los invernaderos donde se transforma a las personas; cada una es un experimento natural sobre lo que puede hacérsele al yo. Se han sugerido ya algunos rasgos claves de las instituciones totales. Debo considerar ahora estos establecimientos desde dos perspectivas: primero, como el mundo del interno; luego el mundo del personal. Por último, quiero decir algo sobre los contactos entre ambos. Notas [1] Una versión abreviada de este ensayo apareció en el «Symposium on Preventive and Social Psychiatry», Instituto de Investigaciones «Walter Reed» del Ejército, Washington, D. C., 15-17 de abril, 1957, págs. 43-84. La que damos aquí es una reproducción de The Prison, compilada por Donald R. Cressey, copyright © 1961, por Holt, Rinehart and Winston, Inc. [2] En la literatura sociológica se ha aludido una que otra vez, bajo muy diversos nombres, a la categoría de las instituciones totales, y hasta se han sugerido algunos de los rasgos de esta clase de establecimientos. Quizás el aporte más notable en este sentido sea el artículo de Howard Rowland:Segregated Communities and Mental Health, incluido en «Mental Health Publication of the American Association for the Advancement of Science», N.º 9, comp. por F. R. Moulton, 1939. Un esbozo previo de nuestras conclusiones figura en Group Processes (Transactions of the Third Conference, comp. por Bertram Schaffner, Josiah Macy, Jr., Foundation, Nueva York, 1957). Amitai Etzioni usa la designación «total» en el mismo sentido, en: The Organizational Structure of «Closed» Educational Institutions in Israel, «Harvard Educational Review», XXVII, 1957, pág. 115. [3] El carácter binario de las instituciones totales me fue señalado por Gregory Bateson, y se registra en la bibliografía. Consúltese, por ejemplo, Lloyd E. Ohlin, Sociology and the Field of Corrections, Russell Sage Foundation, Nueva York, 1956, págs. 14-20. Parece previsible que el personal sienta como una especie de castigo ante las situaciones en que está obligado a vivir también en el interior, y que lo convenza de encontrarse en un estatus de dependencia que no esperaba. Véase el informe de Jane Casseis, The Marine Radioman’s Struggle for Status, «American Journal of Sociology», LXII, 1957, pág. 359. Fuente: Goffman, Erving. Internados: Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales. Amorrortu, Buenos Aires, 2009. Las formas de legitimidadDominación: probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos. Toda dominación sobre una pluralidad de hombres requiere un cuadro administrativo. Todos los tipos de dominación procuran despertar y fomentar la creencia en su legitimidad. Según sea la clase de legitimidad pretendida, es diferente tanto el tipo de la obediencia, como el del cuadro administrativo destinado a garantizarla, como el carácter que toma el ejercicio de la dominación. Existen tres tipos puros de dominación legítima. El fundamento de su legitimidad puede ser: 1. De carácter racional: descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad. 2. De carácter tradicional: descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad. 3. De carácter carismático: descansa en la entrega extracotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas. La dominación legal con administración burocráticaEste tipo de dominación descansa en la validez de las siguientes ideas: 1. Todo derecho, pactado u otorgado, puede ser estatuido de modo racional, con la pretensión de ser respetado por los miembros de la asociación. 2. Todo derecho es un cosmos de ideas abstractas, estatuidas intencionalmente; y que la administración supone el cuidado racional de los intereses previstos por las ordenaciones de la asociación. 3. El soberano legal típico, que ordena y manda, obedece a su vez al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones. 4. El que obedece solo lo hace en tanto es miembro de la asociación y solo obedece al derecho. 5. Los miembros de la asociación obedecen al soberano, no en atención a su persona. Obedecen al orden impersonal, y solo están obligados a la obediencia dentro de la competencia limitada, racional y objetiva, otorgada por ese orden. Características de la dominación legal 1. Un ejercicio continuado, sujeto a la ley de funciones dentro de: 2. una competencia que significa: - un ámbito de deberes y servicios; - con la atribución de los poderes necesarios para realizarlos; - con medios coactivos admisibles y el supuesto de su aplicación. 3. Principio de jerarquía administrativa u ordenación de autoridades con facultades para regular e inspeccionar. 4. Las reglas de procedimiento pueden ser técnicas o normas. Su aplicación exige racionalidad y formación profesional. 5. Rige la separación entre el cuadro administrativo y los medios de administración y producción. 6. No existe apropiación de los cargos por quien los ejerce. 7. Principio administrativo de atenerse al expediente, es decir que se fijan por escrito los considerandos, propuestas ,decisiones, disposiciones y ordenanzas de toda clase. 8. El tipo ideal de la dominación legal es la burocracia. El tipo más puro de dominación legal es el que se ejerce por medio de un cuadro administrativo burocrático. La totalidad del cuadro se compone de funcionarios individuales, los cuales: 1. se deben solo a los deberes de su cargo; 2. en jerarquía administrativa rigurosa; 3. con competencias fijadas; 4. en virtud de un contrato, sobre la base de la libre elección según; 5. la calificación profesional que fundamenta su nombramiento; 6. son retribuidos en dinero con sueldos graduados en relación al rango jerárquico y responsabilidades; 7. ejercen el cargo como su única o principal profesión; 8. tienen perspectiva de ascensos; 9. trabajan separados de los medios administrativos y sin apropiación del cargo; 10. sometidos a la disciplina y vigilancia administrativa. La dominación burocrática significa una dominación gracias al saber, este representa su carácter racional. La dominación burocrática significa: 1. Tendencia a nivelar en interés de reclutar a los más calificados. 2. Tendencia a la plutocratización en interés de una formación profesional. 3. La dominación de la impersonalidad, sometida a la presión del deber estricto. Dominación tradicionalLa dominación es tradicional cuando su legitimidad descansa en la santidad de ordenaciones y poderes de mando heredados de tiempos lejanos. Las relaciones del cuadro administrativo con el soberano se determinan por la fidelidad personal del servidor. Se obedece a la persona llamada por la tradición y los mandatos de esta persona son legítimos de dos maneras: 1. Por la fuerza de la tradición que señala el contenido de los ordenamientos. 2. Por el libre arbitrio del señor. En el tipo puro de dominación tradicional es imposible crear nuevos principios jurídicos o administrativos; estos solo pueden ser legitimados por ser válidos de antaño y ser reconocidos por la sabiduría tradicional. Cuadro administrativo típico: 1. Tradicional: por lazos de piedad de los vinculados al señor: · pertenecientes al linaje; · esclavos; · funcionarios domésticos; · clientes; · colonos; · libertos. 2. Reclutamiento extrapatrimonial: · por relaciones de confianza; · por pacto de fidelidad; · funcionarios que entran libremente en la relación de piedad. Al cuadro administrativo de la dominación tradicional en su tipo puro le falta: 1. la competencia fija; 2. la jerarquía racional; 3. la formación profesional; 4. el sueldo fijo y pagado en dinero. Los tipos originarios de la dominación tradicional son: 1. Gerontocracia: en la medida que hay una autoridad, esta es ejercida por los más viejos, en cuanto conocen mejor la tradición. 2. Patriarcalismo originario: ejerce la dominación una sola persona de acuerdo con determinadas reglas hereditarias. Dominación patrimonial: orientada por la tradición, pero ejercida en virtud de un derecho propio. Dominación estamental: dominación patrimonial en la que ciertos poderes de mando y sus probabilidades económicas están apropiados por el cuadro administrativo. Dominación carismáticaCarisma: cualidad que pasa por extraordinaria, de una personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas, o como enviado de Dios. Sobre la validez del carisma decide el reconocimiento por parte de los dominados. Este reconocimiento es una entrega personal y llena de fe, que surge del entusiasmo o la esperanza; y es un deber de los llamados. El cuadro administrativo es elegido a su vez por cualidades carismáticas. Georg Simmel: una sociología de las formasCuando los estudiantes se encuentran por primera vez con la sociología, invariablemente oyen hablar de los tres gigantes (Marx, Durkheim y Weber) a los cuales hemos mencionado en varias ocasiones en este libro. Es posible que oigan algo de un cuarto «teórico fundador» —Simmel (1858-1918)— pero raramente lo estudiarán con detalle. No obstante su influencia ha sido muy profunda. Simmel adoptó un enfoque hacia la sociología característico y de gran alcance, estudiando muchos aspectos desde el dinero y el género hasta las ciudades y los «extranjeros». Veía la sociedad como interacción, y estaba convencido de que la tarea del sociólogo consistía en estudiar las redes interactivas en las que entraban a formar parte las personas. [...] Simmel inventó un estilo de sociología conocido como sociología formal: una sociología que estudia las formas de interacción que subyacen a la sociedad. Para ello, distinguió entre contenido y forma. La vida social trata del contenido en la medida en que estudia aspectos tales como el matrimonio, la guerra, la educación y el consumo de drogas. Pero para que la sociología sea sistemática necesita algo más que los estudios de pequeñas áreas de la vida social y sus contenidos. Necesita reconstruir los procesos sociales subyacentes, comunes a todas las áreas de la vida social. Por ejemplo, un proceso relativamente frecuente es el conflicto. El investigador puede analizar los matrimonios, las guerras, la educación y el consumo de drogas y, por lo general, encontrará elementos de interacción social que involucran conflicto. Los sociólogos, en fin, deben no solo estudiar los contenidos sino también las formas. Fuente: Macionis, John J. y Plummer, Ken. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011. El individuo y la sociedad: Las formas y los contenidos de la sociedadGeorg Simmel nació en Berlín en 1858 y murió en Estrasburgo en 1918. Pese a haber sido ignorado por el mundo académico de la época, la obra que Simmel dejó escrita entre finales siglo XIX y principios del XX, lo colocan en el mismo nivel a de los conocidos padres de la sociología (Marx, Durkheim y Weber). Desarrolló una sociología macrosociológica de las formas de la sociedad al tiempo que una microsociología de los contenidos de la sociedad. Simmel, como Weber, parte de las interacciones individuales a la hora de definir a la sociedad. Cree que son los individuos en sus acciones recíprocas las que crean las estructuras sociales que se superponen encima de ellos. El individuo parte de la libertad creativa, que Simmel asocia a los contenidos de la sociedad, pero inconscientemente crean una red de formas de la sociedad como el conflicto, la dominación y las normas, a las que luego termina sometido. Los seres humanos son quienes crean la sociedad, y no la sociedad quienes crean al individuo. De una manera similar al pensamiento de Marx, que piensa la sociedad en términos dialécticos y de conflicto, Simmel hará lo propio cuando piensa en la relación entre individuo y sociedad. La manera en que la sociedad logra la cohesión de los individuos es a través de las formas de la sociedad, que mediante la aplicación de modelos y reglas logra socializar, normalizar, institucionalizar y estandarizar la vida exterior y particular de los individuos. Simmel reserva al individuo una interioridad, una vida íntima, como un contenido de la sociedad que se halla en conflicto contra las formas de la sociedad que él mismo, paradójicamente, ha creado. Si las formas de la sociedad responden al orden social, los contenidos de la sociedad refieren a la libertad individual. Debido a ello, es que Simmel no considera a la sociedad como una realidad exterior, estática o permanente, sino como un proceso emergente (es decir, a una creación que parte de las interacciones individuales). Los contenidos de la sociedad son para Simmel los sentimientos, los intereses, los impulsos y los objetivos de los individuos. De este hecho es que Simmel concluye que los individuos, pese a que hayan creado formas de la sociedad que se independizan de ellos mismos, siempre se encontrarán en conflicto contra ellas. Las formas de la sociedad, dirá Simmel, nunca terminarán por consolidarse debido a este perpetuo conflicto con los contenidos de la sociedad, es decir, con el individuo. Toda forma social tiende al cambio, porque el individuo siempre se haya en conflicto con ella. El dinero, una de las formas de la sociedad por excelencia, es uno de los mejores ejemplos de la sociología de las formas y los contenidos de Simmel. Los individuos, movidos por sus intereses (por los contenidos de la sociedad) se vieron necesitados del comercio del trueque para intercambiar los productos que tenían en exceso por productos de los que carecían. Luego de desarrollar esta actividad, para sustituir al trueque inventaron el dinero (o sea, crearon una forma de la sociedad). Simmel concluye que luego de esta operación, el dinero adquiere vida propia, se independiza de sus creadores, y termina por transformar y dominar la vida de los individuos. Fuente: Leonardo Pittamiglio en base a Montoussé, Marc; Renouard, Gilles. Cien fichas para aprender sociología. Ed.: Vicens-Vives. Barcelona [España], 2001. El conflicto individuo-sociedad en el pensamiento de Georg SimmelEl pensamiento contractualista partía del individuo y su estado de naturaleza, la sociedad se deducía de aquel mediante la creación de un contrato, renunciando el individuo a la libertad de tal estado se subsumía a la autoridad social. Durante el siglo XIX autores como Émile Durkheim dentro del paradigma positivista, comienzan a pensar la relación individuo-sociedad de una manera distinta. Los hechos sociales eran el objeto de estudio de la sociología otorgándole una jerarquía fundamental a la sociedad. En este sentido, definía a la sociedad como una realidad “sui generis” que excedía al conjunto de los individuos imponiéndose sobre ellos a través de la coerción y coacción. Durkheim partía del modo inverso al de los contractualistas, la sociedad era ahora el punto de partida para explicar las configuraciones universales. Pero esta forma dominante de pensamiento científico comienza a resquebrajarse hacia fines del siglo XIX y principios del XX dando lugar a nuevas corrientes que pretenden comprender el sentido de las acciones sociales y repensar el rol del individuo. En esta de crisis del positivismo se ubica el pensamiento de Georg Simmel (1858-1918) [...]. Formas de la sociedad y Contenidos de la sociedad Simmel reivindica a la sociología como ciencia capaz de ser autónoma por medio de la distinción forma/contenido proponiendo una nueva forma de pensar nuestra ciencia. Si bien a lo largo de su obra pueden registrarse diferentes temáticas que hacen a su pensamiento, es evidente que existe una preocupación importante por la relación individuo/sociedad caracterizada como una tensión fundamental de “lo social”. Las preocupaciones de la sociología van a reflejar el contexto de una determinada época marcada por el avance de la sociedad sobre el individuo. ¿Cómo es posible lo sociedad? Simmel entiende la sociedad como una configuración dinámica de factores determinada por las acciones reciprocas entre los hombres, la sociedad aparece como el producto de la multiplicidad de individuos socializándose y ello explica la determinación primordial del individuo: el estar socializado. El concepto de sociedad aparece como estático e hipostasiado, con lo cual es preferible definir el objeto de la sociología mediante la noción de socialización que se focaliza en el estudio de los efectos y acciones reciprocas entendiendo el carácter construido de lo social. A su vez, es de vital importancia destacar que la sociología se enfoca en estudiar las formas que adquieren las acciones reciprocas aislándola de los contenidos ya que refieren a una dimensión asocial relacionada a los impulsos, fines y propósitos que son estudiados por la psicología. [...] Resistencia a la consolidación de las Formas de la sociedad Simmel nos llevaría a pensar que efectivamente el individuo puede soportar la presión de la sociedad reservándose una esfera íntima depositada en su interioridad singular. De cualquier manera, el autor no pretende caer en una ingenuidad conceptual, por eso mismo destaca al individuo como creador y miembro de la sociedad. Este no se encuentra por fuera de la sociedad pero tampoco es un autómata receptivo incapaz de valorizar su individualidad y actuar autónomamente. “De la misma manera, en calidad de seres sociales, no vivimos en derredor de un centro autónomo, sino que en cada momento estamos formados por relaciones recíprocas con otros,..” (Simmel, G.) De este modo, el autor nos invita a pensar la tensión que recupera este trabajo, el individuo aparece como ser social porque la realidad del hombre no puede escindirse en social o individual, existe una simultaneidad de determinaciones que conforma una unidad ineludible. El individuo es entonces, a la vez parte y todo, singularidad y producto de la sociedad, interioridad y exterioridad como formas del hombre. Fuente: Ramiro Perez Ripossio (2013). El conflicto individuo-sociedad en el pensamiento de Georg Simmel. X Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. Simmel en sus propias palabrasLos problemas más profundos de la vida moderna se derivan de la demanda que antepone el individuo, con el fin de preservar la autonomía e individualidad de su existencia, frente a las avasalladoras fuerzas sociales que comprenden tanto la herencia histórica, la cultura externa, como la técnica de la vida. Fuente: Simmel, Georg. La grandes urbes y la vida del espíritu (El individuo y la libertad, 1903). Barcelona, Península, 1986. Video: King Vidor, El manantial (1959)Teoría dramatúrgicaA Erving Goffman (1922-1982) se le suele considerar el más grande pensador vinculado con la Escuela de Chicago original. Se doctoró por la Universidad de Chicago en 1953, un año después del traslado de Herbert Blumer (que había sido profesor de Goffman) de Chicago a Berkeley. Pronto Goffman se reunió con Blumer en Berkeley, donde juntos crearon algo así como un centro de interaccionismo simbólico. Pero no llegaría a tener la importancia de Chicago. El mejor momento de Blumer, por lo que se refiere a los influyentes cargos que había ocupado, había pasado ya, y Goffman no se convirtió en objeto de estudio de los estudiantes licenciados. A partir de 1952 la suerte del interaccionismo simbólico disminuyó, aunque sigue siendo una teoría sociológica importante. A pesar de la decadencia del interaccionismo simbólico en general, Goffman se labró una posición sólida y distintiva en la teoría sociológica contemporánea. Entre los años cincuenta y setenta, Goffman publicó una serie de libros y ensayos que provocaron el nacimiento del análisis dramatúrgico como una variante del interaccionismo simbólico. Aunque los intereses de Goffman cambiaron al final de su carrera, se le conoce principalmente por su teoría dramatúrgica. La exposición más famosa de la teoría dramatúrgica de Goffman se encuentra en su obra publicada en 1959, Presentation of Seltin Everyday Life [La presentación de la persona en la vida cotidiana]. (Durante los quince años siguientes Goffman publicó varios libros y ensayos en los que desarrolló su perspectiva dramatúrgica del mundo). Para decirlo en pocas palabras, Goffman pensaba que existían múltiples analogías entre las representaciones teatrales y el tipo de «actos» que todos realizamos durante la acción e interacción cotidianas. Consideraba que la interacción era sumamente frágil y que se mantenía por las representaciones sociales. La representación deficiente o desorganizada constituye una gran amenaza para la interacción social, del mismo modo que lo es para la representación teatral. Goffman fue bastante lejos en su analogía entre el escenario y la interacción social. En toda interacción social existía una región anterior que equivalía al proscenio de la representación teatral. Los actores en el escenario y en la vida social se mostraban interesados en su apariencia, su vestimenta y el empleo de accesorios. Pero tanto en el escenario como en la vida social existía también una región posterior, lugar al que los actores podían retirarse y en el que se preparaban para su representación. En las bambalinas, o entre bastidores, los actores podían desprenderse de sus papeles y ser ellos mismos. El análisis dramatúrgico es, sin duda, coherente con sus raíces en el interaccionismo simbólico. Se fija en los actores, la acción y la interacción. Al trabajar en la misma arena que el interaccionismo simbólico, Goffamn consideró que el teatro constituía una metáfora brillante para arrojar luz sobre los procesos sociales de escala reducida. Hoy en día se lee y reconoce la obra de Goffman por su originalidad y su abundancia de ideas (R. Collins, 1986b; Ditton, 1980). Aunque en general se le considera un importante teórico, no todo el mundo lo cree así. Existen diversas razones que lo explican. Primera, se le ha acusado de centrarse en cuestiones bastante esotéricas, en lugar de en los aspectos verdaderamente esenciales de la vida social. Segunda, era un teórico micro en una época en que se admiraba a los teóricos macro. Como ha dicho Randall Collins, «Cuanto más analizamos esta obra [la de Goffman], más nos percatamos de que en Goffman se encama la principal figura de la microsociologfa de nuestro tiempo» (1981 e: 6). Tercera, atrajo pocos estudiantes capaces de construir teóricamente a partir de sus principios; de hecho, algunos creían que era imposible construir sobre la obra de Goffman. Se la considera poco más que una serie de explosiones idiosincrásicas de ideas brillantes. Finalmente, se ha realizado escaso trabajo teórico dentro de la tradición dramatúrgica (una excepción la constituyen Lyman y Scott [1970]). La única área en la que la obra de Goffman ha resultado ser de utilidad es la investigación empitica que recurre a su enfoque dramatúrgico. Recientemente han aparecido algunos trabajos que se sirven de su enfoque, entre ellos los estudios de Snow, Zurcher y Peter (1984) sobre la celebración de la victoria por las masas en los partidos de fútbol como representaciones dramatúrgicas, los análisis dramatúrgicos de Haas y Shaffir (1982) sobre la profesión médica, el de Zurcher (1985) sobre los Juegos bélicos y el estudio de Kitahara (1986) sobre los mecanismos dramatúrgicos que utilizó el comodoro Perry para abrir las puertas de Occidente a Japón. Es difícil predecir el futuro del análisis dramatúrgico, aunque su importancia ha disminuido debido a que Goffman terminó por dar a su trabajo una orientación estructural. [...] Fuente: Ritzer, George. Teoría sociológica contemporánea. McGraw-Hill, México, 1993. La obra de Erving GofmanfuenteOtra obra destacada sobre el self es Presentation of Selfin Everyday Life [La presentación de la persona en la vida cotidiana] (1959) de Erving Goffman, uno de los interaccionistas simbólicos más interesantes. La concepción de Goffman del self está en deuda con las ideas de Mead. En particular con su análisis de la tensión entre el yo, el self espontáneo, y el mí, los constreñimientos sociales del self. Esta deuda se refleja en el trabajo de Goffman sobre lo que denominó «discrepancia fundamental entre nuestros selfs demasiado humanos y nuestros selfs socializados» (1959: 56). La tensión se debe a la diferencia entre lo que las personas esperan que hagamos y lo que queremos hacer espontáneamente. Nos enfrentamos con la demanda de que hagamos lo que se espera de nosotros; además, se supone que no vacilaremos. Como Goffman señaló: «No debemos estar sometidos a altibajos» (1959: 56). Con el fin de mantener una imagen estable del self las personas actúan para sus audiencias sociales. A resultas de este interés en la representación. Goffman se centró en la dramaturgia, adoptó una perspectiva de la vida social como si ésta fuera una serie de actuaciones dramáticas que se asemejan a las representadas en el escenario. Dramaturgia. La concepción de Goffman del self se deriva de su enfoque dramatúrgico. Para Goffman (como para Mead y para la mayoría de los interaccionistas simbólicos) el self no es algo orgánico que tenga una ubicación específica... Al analizar el self nos desprendemos, pues, de su poseedor, de la persona que más aprovechará o perderá con ello, porque él y su cuerpo proporcionan simplemente la percha sobre la cual colgará durante cierto tiempo algo fabricado en colaboración. Y los medios para producir y mantener los selfs no se encuentran dentro de la percha. (Goffman, 1959: 252-253). No creía que el self fuera una posesión del actor; lo consideraba como el producto de la interacción dramática entre el actor y la audiencia. El self «es un efecto dramático que surge difusamente en la escena representada» (1959: 253). Dado que el self constituye un producto de la interacción dramática, es vulnerable a su destrucción durante la representación. La dramaturgia de Goffman se interesa por los procesos que evitan o resisten estas destrucciones. Aunque el grueso de su discusión se centra en estas contingencias dramatúrgicas, Goffman señaló que la mayoría de las representaciones salen triunfantes. El resultado es que, en circunstancias normales, a los actores se les asigna un self firme y estable que «parece» emanar del actor. Goffman suponía que cuando los individuos interactúan desean presentar una determinada concepción del self que sea aceptada por los demás. Sin embargo, incluso durante su presentación del self los actores son conscientes de que los miembros de la audiencia pueden perturbar su representación. Por esta razón los actores son conscientes de la necesidad de controlar la audiencia, especialmente los elementos de ella que pueden ser destructores. Los actores esperan que el self que presentan a la audiencia sea lo suficientemente fuerte, de modo que la audiencia defina a los actores tal y como ellos desean. Los actores también esperan una reacción voluntaria por parte de la audiencia de acuerdo con su deseo. Goffman denomina esta cuestión «el arte de manejar las impresiones». Este arte implica las técnicas que utilizan los actores para mantener ciertas impresiones ante los probables problemas que surjan y los métodos que usan para solventar estos problemas. En la línea de esta analogía teatral, Goffman habla de fachada. La fachada es la parte del escenario que funciona regularmente de un modo general y prefijado, a fin de definir la situación con respecto a aquellos que observan dicha actuación. Dentro de la fachada, Goffman distingue entre el medio y la fachada personal. El medio hace referencia al escenario fisico que rodea a los actores para su actuación. Sin él los actores no pueden actuar. Por ejemplo, un cirujano necesita un quirófano, un taxista, un taxi, y un patinador, el hielo. La fachada personal consiste en las partes escénicas de la dotación expresiva que la audiencia identifica con los actores y que espera que lleven en el escenario. Por ejemplo, se espera que el atuendo de un cirujano sea una bata verde, tenga ciertos instrumentos, etcétera. Goffman subdividió después la fachada personal en apariencia y modales. La apariencia se refiere a los estímulos que funcionan en el momento de informarnos acerca del estatus social del actor (por ejemplo, la bata del cirujano). Los modales implican los estímulos que funcionan en el momento de advertimos acerca del rol de interacción que el actuante esperará desempeñar en la situación que se avecina (por ejemplo, el uso de modales y procederes físicos). Un modal brusco u otro suave nos indican tipos de actuación bastante diferentes. En general, siempre esperamos que apariencia y modales sean coherentes. Aunque Goffman analizó la fachada y otros aspectos de su sistema desde la perspectiva del interaccionismo simbólico, también le preocupaban desde un punto de vista estructural. Por ejemplo, afirmaba que las fachadas tendían a institucionalizarse de tal modo que surgen «representaciones colectivas» sobre lo que sucede en una fachada determinada. Con frecuencia, cuando los actores asumen roles establecidos, encuentran fachadas específicas prefijadas para estas representaciones. El resultado, afirmaba Goffman, es que las fachadas tienden a ser elegidas, no creadas. Esta noción nos ofrece una imagen más estructural del self que la de la mayoría de los interaccionistas simbólicos. A pesar de esta noción estructural del self, las ideas más interesantes de Goffman se enmarcan en el reino de la interacción. Afirmaba que debido a que las personas intentan por lo general 10 presentar una imagen idealizada de sí mismas en sus representaciones, creen inevitablemente que deben ocultar cosas en sus actuaciones. Primero, los actores pueden querer ocultar placeres secretos (por ejemplo, beber alcohol) anteriores a la actuación o correspondientes a épocas pasadas de su vida (por ejemplo, adición a las drogas) que son incompatibles con su representación. Segundo, los actores pueden desear ocultar errores que han cometido en la preparación de la representación, así como pasos que han debido dar para corregir esos errores. Por ejemplo, un taxista puede querer ocultar el hecho de que ha errado su camino al empezar la carrera. Tercero, los actores pueden sentir la necesidad de mostrar sólo los productos finales y ocultar el proceso de su producción. Por ejemplo, los profesores dedican varias horas a la preparación de su clase, pero probablemente su deseo es actuar como si conociesen el material de toda la vida. Cuarto, los actores pueden desear también ocultar a la audiencia cl etrabajo sucio» que realizaron para producir los resultados finales. Este trabajo incluye tareas que «son físicamente sucias, semilegales, crueles, y degradantes en muchos sentidos» (Goffman, 1959: 44). Quinto, durante una actuación determinada los actores pueden dejar a un lado conscientemente otros criterios de actuación. Finalmente, los actores pueden encontrar necesario callar insultos, humillaciones o pactos realizados para seguir actuando. En general, los actores suelen tener un interés creado en ocultar todos estos hechos a su audiencia. Otro aspecto de la dramaturgia es la frecuente intención de los actores de infundir la impresión de que están más cerca de la audiencia de lo que están en realidad. Por ejemplo, los actores pueden intentar dar la impresión de que su representación es su única actuación o, al menos, la más importante. Para transmitir esta impresión los actores han de asegurarse de que su audiencia está fragmentada para que no les descubran. Goffman afirmaba que incluso en el caso de que los descubran, las audiencias pueden intentar asumir la falsedad para mantener su imagen idealizada del actor. Esto revela la naturaleza interactiva de las representaciones. Una buena representación depende del grado de implicación de las partes. Otro ejemplo de este tipo de manipulación dc las impresiones es el intento dc un actor de infundir la idea dc que hay algo único en su actuación y en su relación con la audiencia. La audiencia quiere sentir, también, que es la receptora de una representación única. Los actores se esfuerzan por asegurarse la consistencia de todas las partes implicadas en una actuación. En algunos casos, un aspecto discordante puede destruir una actuación. No obstante, las actuaciones varían en función del grado de coherencia requerido. Un descuido de un sacerdote durante una representación sagrada perjudicaría gravemente su actuación, pero la equivocación de un taxista al comenzar su carrera probablemente no dañaría demasiado el conjunto de su actuación. Otra técnica que emplean los actores es la mistificación. Los actores suelen mistificar su actuación al limitar el contacto entre ellos y la audiencia. Mediante el establecimiento de una «distancia social» entre ellos y la audiencia lo que pretenden los actores es infundir respeto en la audiencia. Esto, a su vez, evita que la audiencia ponga en cuestión la actuación. Goffman señala otra vez que la audiencia está implicada en este proceso y, con frecuencia, busca mantener la credibilidad de la actuación guardando la distancia con el actor. Esta idea nos lleva al interés de Goffman por los equipos. Como interaccionista simbólico, para Goffman el enfoque sobre los individuos obscurece importantes hechos acerca de la interacción. Su unidad básica de análisis era, pues, no el individuo, sino el equipo. Un equipo es un conjunto de individuos que cooperan en la representación de una rutina. Así el análisis anterior sobre la relación entre el actor y la audiencia es, en realidad, un estudio sobre el equipo 11. Cada miembro ha de confiar en los demás, porque todos pueden destruir la representación y todos son conscientes de que participan en un acto. Goffman concluía que un equipo es una suerte de «sociedad secreta». 11. Actor y audiencia forman también un tipo de equipo, pero Goffman también hablaba de equipo para referirse tanto a un grupo de actores como a una audiencia. Curiosamente Goffman afirmaba que un individuo podía constituir también un equipo. Su lógica, en la línea del interaccionismo simbólico clásico, era que un individuo podía ser actor y audiencia: podía imaginar que había una audiencia presente. Goffman también estudió el trasfondo escénico donde suelen aparecer los hechos o varios tipos de acciones informales ocultos en la fachada. El trasfondo escénico es, por lo general, adyacente a la región anterior, pero también está separado de ella. Los actores confían en que ningún miembro de la audiencia aparezca en el trasfondo escénico. Además, emprenden diversas manipulaciones de las impresiones para asegurarse de ello. Una actuación puede hacerse dificultosa si los actores son incapaces de impedir que la audiencia entre en el trasfondo escénico. También hay una región residual, el exterior, es decir, todos los dominios que no pertenecen ni a la región anterior ni a la posterior. Ninguna región es la misma en todo momento. Y una determinada región puede ser cualquiera de las tres regiones en momentos diferentes. El despacho de un profesor constituye una región anterior cuando un estudiante le visita, se convierte en posterior cuando ese estudiante se marcha y en exterior cuando el profesor asiste a un partido de baloncesto de la universidad. Manipulación de las impresiones. Goffman termina La presentación la persona en la vida cotidiana con una reflexión adicional sobre el arte de manejar las impresiones. En términos generales, la manipulación de las impresiones se orienta a impedir una serie de acciones inesperadas, como gestos espontáneos, intrusiones inoportunas y pasos en falso, así como acciones deliberadas como «hacer una escena). Goffman estudió los diversos métodos de solventar estos problemas. Primero, hay una serie de métodos que implican acciones cuyo objetivo es producir lealtad dramatúrgica fomentando, por ejemplo, una gran lealtad grupal, impidiendo que los miembros del equipo se identifiquen con la audiencia y cambiando las audiencias periódicamente para que éstas no lleguen a conocer en demasía a los actores. Segundo, Goffman sugería varias formas de disciplina dramática, entre ellas ser siempre consciente de la actuación para impedir deslices, mantener el autocontrol y manejar las expresiones faciales y verbales de acuerdo con la propia actuación. Tercero, identificó varios tipos de circunspección dramática, como determinar con anticipación cómo va a resultar la actuación, planear las emergencias, elegir miembros de equipo leales, elegir buenas audiencias, pertenecer a pequeños equipos donde hay una menor probabilidad de disensión, hacer actuaciones breves, impedir a la audiencia el acceso a la información privada y establecer una agenda para' impedir eventos inesperados. La audiencia también tiene interés en la eficacia de la manipulación de las impresiones por parte del actor o del equipo de actores, la audiencia suele actuar para salvar la representación empleando mecanismos tales como prestar mucha atención, evitar incidentes emocionales, pasar por alto los descuidos y tener en mayor consideración al actor neófito. Albas y Albas (1988) utilizaron la idea de la manipulación de las impresiones al estudiar los esfuerzos de los estudiantes universitarios para manejar las impresiones cuando les devolvían los exámenes y recibían su calificación. Albas y Albas distinguieron entre tres tipos de estudiantes: los «Ases» (los que reciben buenas notas), los «Moderados» (los que obtienen notas medianas) y los «Bombarderos (los suspensos). Se centraron en el estudio de los Ases y los Bombarderos y en el hecho de que los Ases solían desarrollar estrategias para revelar sus buenas calificaciones a los demás sin aparentar presunción, mientras los Bombarderos planificaban estrategias para ocultar sus malas notas. Albas y Albas identificaron una serie de estrategias que utilizaban los Ases para revelar sus notas. Por ejemplo, como la modestia impide a los estudiantes expresar abiertamente su alegría por haber obtenido una calificación alta, suelen emplear la estrategia de «efusión reprimida», por la que su satisfacción aparece como si rezumaran alegría en contra de su voluntad. Si bien a veces esta estrategia la emplean los buenos estudiantes conscientemente, suele parecer como si ocurriera en contra de su voluntad. Se produce una manipulación dramática más clara cuando los estudiantes permiten «accidentalmente» a los otros ver sus calificaciones altas. Y otra estrategia dramática tiene lugar cuando el As pregunta a otros por su examen esperando una respuesta que incluya esa misma pregunta, la cual permite al As revelar su buena nota. Al igual que los Ases emplean mecanismos dramáticos para revelar sus notas, los Bombarderos suelen intentar ocultar sus calificaciones mediante el uso de una serie de estrategias. Por ejemplo, el Bombardero que espera un suspenso puede optar por no asistir a la clase en la que le van a devolver el examen. Otros Bombarderos optan por mentir añadiendo puntos a su calificación, o simplemente por dejar claro que no desean hablar de las notas. El Bombardero puede también expresar una «distancia de rol» (véase más abajo) aparentando indiferencia y despreocupación ante la devolución del examen y la calificación. Esta indiferencia revela cómo hizo el examen. Tras su obra La presentación de la persona en la vida cotidiana, Goffman produjo una serie de importantes y fascinantes libros y ensayos (por ejemplo, Goffman, 1961, 1963a, 1963b, 1967, 1971, 1972, 1974). Terminamos este análisis con algunos ejemplos que ilustran su modo de pensar. En su «Distancia de rol» (1961) Goffman se centró en el grado en el que un individuo adopta un rol determinado. En su opinión, dada la enorme cantidad de roles existentes, pocas personas se implican totalmente en un rol determinado. La distancia de rol hace referencia al grado en el que los individuos se separan de los roles que representan. Por ejemplo, los niños mayores que montan en caballitos de tiovivo suelen ser conscientes de que son demasiado mayores para disfrutar de esta experiencia. Una manera de solventar este problema es demostrar la distancia de rol montando el caballito descuidada o despreocupadamente y realizar actos supuestamente peligrosos mientras lo montan. Al realizar tales actos peligrosos la intención de estos niños es explicar a la audiencia que no realizan la actividad como la realizan los niños pequeños. Uno de los conceptos clave de Goffman es que la distancia de rol constituye una función del estatus social de una persona. Las personas que ocupan posiciones altas suelen manifestar distancia de rol por razones distintas a las de las personas que ocupan posiciones bajas. Por ejemplo, un cirujano de alto estatus puede manifestar distancia de rol en el quirófano para relajar la tensión del equipo quirúrgico. Las personas de estatus bajos suelen ponerse a la defensiva en su exhibición de la distancia de rol. Por ejemplo, las personas que limpian los servicios sanitarios lo hacen con indiferencia y despreocupación. Pueden estar intentando explicar a su audiencia que son demasiado buenos para ese trabajo. Uno de los libros más interesantes de Goffman es Stigma [Estigma] (1963b). En él Goffman se centra en el abismo entre lo que una persona debería ser, su «identidad social virtual» y lo que una persona realmente es, su «identidad social real». Todo aquel que experimenta un abismo entre estas dos identidades está estigmatizado. El libro se centra en la interacción dramática entre las personas estigmatizadas y las normales. La naturaleza de esta interacción depende del tipo de estigma que perturba a un individuo. En el caso del estigma desacreditado, el actor acepta que las diferencias son reconocibles o evidentes para los miembros de la audiencia (por ejemplo, un parapléjico o un tullido). Un estigma desacreditable es aquél en que las diferencias no son reconocibles o perceptibles para los miembros de la audiencia (por ejemplo, una persona que ha tenido voluntariamente una experiencia homosexual). Para alguien señalado con un estigma desacreditado, el problema dramático básico reside en manejar la tensión que desencadena el hecho de que las personas reconocen ese problema. Para el que sufre un estigma desacreditable, el problema dramático reside en manejar la información de manera que el problema siga siendo desconocido para la audiencia. Una buena parte de Estigma está dedicada a las personas que tienen estigmas obvios y, con frecuencia, grotescos (por ejemplo, la pérdida de la nariz). Sin embargo, a medida que se desarrolla la obra el lector se percata de que Goffman intenta transmitirnos la idea de que en algún momento o lugar determinado todos estamos estigmatizados. Sus ejemplos incluyen al judío que vive en una comunidad predominantemente cristiana, a una persona gorda entre un grupo de personas cuyo peso es normal, y al individuo que ha mentido acerca de su pasado y constantemente se esfuerza por asegurarse de que la audiencia siga desconociéndolo. Ahora parece necesario mencionar las orientaciones posteriores y los cambios que se produjeron en el modo de pensar de Goffman. En Frame Anatysts [Análisis estructural] (1974) Goffman se alejó de sus raíces del interaccionismo simbólico clásico y se orientó hacia el estudio de las pequeñas estructuras de la vida social. Aunque seguía pensando que las personas definían las situaciones en el sentido dado por W. I. Thomas, pasó a asignar menor importancia a estas definiciones: «La definición de las situaciones como reales ciertamente tiene sus consecuencias, pero estas influyen de un modo harto marginal sobre los eventos que se suceden» (Goffman, 1974: 1). Además, cuando las personas definen las situaciones normalmente no crean esas definiciones. La acción se define más por adherencia mecánica a las normas que mediante un proceso activo, creativo y negociador. Goffman especificó su objetivo: «intentar aislar algunos de los contextos básicos de comprensión disponibles en nuestra sociedad para explicar los eventos y analizar las vulnerabilidades específicas a las que están expuestos estos marcos de referencia» (1974: 10). Goffman pasó a interesarse por las pequeñas estructuras que gobiernan los pensamientos y las acciones de los actores. Algunos observadores señalaron que se trató de un cambio de orientación y un alejamiento del interaccionismo simbólico clásico. De hecho, George Ganas llegó a afirmar que «la obra de Goffman se opone a los principios centrales y a los supuestos básicos del interaccionismo simbólico» (1977: 855). Ganas señaló que el trabajo de Goffman, especialmente Frame Analysis, encajaba mejor en el estructuralismo que en el interaccionismo simbólico. Sin embargo, otros pensadores han señalado que, después de todo, no se trató de un cambio propiamente dicho (Collins, 1986b; Perinbanayagam. 1985). Por ejemplo, Perinbanayagam describe la dramaturgia de Goffman como «un examen de los instrumentos y las técnicas de comunicación que usan los actores» (1985: 66). Puede afirmarse que Goffman siempre se interesó tanto por los procesos de estructuración como por las estructuras. (Como Perinbanayagam señala, «la estructura es a la vez sustantivo y verbo» [1985: 75].) Así, en desacuerdo con Ganas, Perinbanayagam concluye que el análisis de los marcos de referencia y el interaccionismo simbólico son perspectivas «interdependientes: en la obra de Goffman (1985: 75). (Trataremos esta cuestión en el Capítulo 9.) Independientemente de si cambió o no su orientación, lo que es evidente es que las primeras obras sobre dramaturgia han ejercido una profunda influencia. Por ejemplo, David Snow, Louis Zurcher y Robert Peters (1984) han analizado recientemente las celebraciones de victoria de las multitudes en los partidos de fútbol como representaciones dramáticas; Jack Haas y William Shaffir (1982) han realizado un estudio sobre la profesión médica desde una perspectiva dramatúrgica; Zurcher (1985) ha examinado la dramaturgia de los juegos; y Michio Kitahara (1986) se remontó a los mecanismos dramáticos (mostrar el rango, desplegar naves, mostrar el armamento) utilizados por el Comodoro Perry para abrir Japón a Occidente entre 1853 y 1854). Fuente: Ritzer, George. Teoría sociológica contemporánea. McGraw-Hill, México, 1993. Uno de los esfuerzos más conocidos y esmerados por integrar la acción y la estructura es la teoría de la estructuración de Giddens (1. Cohen, 1989; Held y Thompson, 1989). Giddens (1976: 8) nos presentó esta teoría en la década de los años setenta, pero su forma más desarrollada nos la expone en su libro The Constitution of Society [La constitución de la sociedad] (1984), subtitulado Outline of the Theory of Agengy [Bosquejo de una teoría de la acción]. En este libro, Giddens llega a decir: «Toda investigación en ciencias sociales o en historia se ha preocupado por la relación entre la acción y la estructura... en ningún caso la estructura «determina» la acción o viceversa» (1984: 219). Aunque no es marxista, puede apreciarse en la obra de Giddens una poderosa influencia marxista, e incluso él mismo considera que su libro The Constitutíon of Society constituye una reflexión sobre el dictum inherentemente integrador de Marx: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como ellos quieren, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado: (1869/1963: 15)2. La teoría de Marx es sólo una de las muchas influencias teóricas que se aprecian en la teoría de la estructuración. En uno u otro momento Giddens analizó y criticó las orientaciones teóricas más importantes para derivar de ellas una serie de ideas útiles. La teoría de la estructuración es extraordinariamente ecléctica. Giddens examina una amplia gama de teorías que parten bien del actor/individuo (por ejemplo, el interaccionismo simbólico) o de la sociedad/estructura (por ejemplo, el funcionalismo estructural) y rechaza ambas alternativas extremas. Antes bien, Giddens señala que debemos arrancar de las «prácticas sociales recurrentes» (1989: 252). Y concretando, afirma: «De acuerdo con la teoría de la estructuración, el dominio básico del estudio de las ciencias sociales no es ni la experiencia del actor individual, ni la existencia de cualquier forma de totalidad social, sino las prácticas sociales ordenadas a través del tiempo y en el espacio» (Giddens, 1984: 2). En el centro de la teoria de la estructuración de Giddens, que se enfoca hacia las prácticas sociales, se encuentra una teoría de la relación entre la acción y la estructura. Según Bernstein, «en el núcleo de la teoría de la estructuración» está «el propósito de iluminar la dualidad de la acción y la estructura y su interacción dialéctica» (1989: 23). Así, acción y estructura no pueden concebirse por separado, son las dos caras de una misma moneda. En términos de Giddens, constituyen una dualidad (en el próximo apartado analizaremos la crítica de Archer de esta orientación). Toda acción social implica estructura, y toda estructura implica acción social. Acción y estructura se encuentran inextricablemente intrincadas en toda actividad o práctica humana. Como hemos señalado más arriba, el punto de partida del análisis de Giddens son las prácticas humanas, pero este autor insiste en que deben ser consideradas como recurrentes. Es decir, las actividades no son «creadas por los actores sociales, sino continuamente recreadas por ellos a través de los diversos medios por los que se expresan a sí mismos como actores. Por medio de sus actividades los agentes producen las condiciones que hacen posibles esas actividades» (Giddens 1984: 2). Así, no es la conciencia la que, mediante la construcción social de la realidad, produce las actividades, ni es la estructura social la que las crea. Antes bien, en su expresión como actores, las personas se implican en la práctica, y mediante esa práctica se producen la conciencia y la estructura. Held y Thompson, en su análisis del carácter recurrente de la estructura, afirman que «la estructura se reproduce en y mediante la sucesión de prácticas situacionales organizadas por ella» (1989; 7). Lo mismo puede señalarse por lo que respecta a la conciencia. A Giddens le preocupa la conciencia o reflexividad. Sin embargo, con su reflexividad, el actor humano no sólo es autoconsciente, sino que se implica también en el control del flujo constante de las actividades y las condiciones estructurales. Esto condujo a Bemstein a afirmar que la «acción en sí está reflexiva y recurrentemente implicada en las estructuras sociales» (1989: 23). En términos generales, puede afirmarse que la preocupación central de Giddens es el proceso dialéctico mediante el que se producen la práctica, la estructura y la conciencia. Así, Giddens analiza la cuestión de la acción y la estructura con un enfoque dinámico, procesual e histórico. No sólo son reflexivos los actores sociales, lo son también los investigadores que los estudian. Esto conduce a Giddens a sus conocidas ideas sobre la «doble hermenéutica». Tanto los actores sociales como los sociólogos utilizan el lenguaje. Los actores utilizan el lenguaje para explicar lo que hacen, y los sociólogos, a su vez, se sirven del lenguaje para dar cuenta de las acciones de los actores sociales. Así, es preciso que nos ocupemos de la relación entre el lenguaje de los legos y el científico. En particular, nosotros hemos de ser conscientes del hecho de que la comprensión que tiene el científico social del mundo puede conducir a una comprensión errónea de los actores que están siendo estudiados. En este sentido, los investigadores sociales pueden alterar el mundo que están estudiando y llegar así a conclusiones y hallazgos distorsionados. Pasemos a analizar algunos de los principales componentes de la teoría de la estructuración de Giddens. Empezamos por sus reflexiones sobre los agentes, quienes, como ya hemos visto, controlan continuamente sus propios pensamientos y actividades, así como sus contextos físicos y sociales. Los actores tienen la capacidad de la racionalización, que para Giddens significa el desarrollo de rutinas que les capacitan para manejar eficazmente la vida social. Los actores también tienen motivaciones para actuar, y estas motivaciones implican deseos que impulsan la acción. Así, mientras la racionalización y la reflexividad están constantemente implicadas en la acción, es más apropiado considerar que las motivaciones son potenciales para la acción. Las motivaciones proporcionan planes generales para la acción, pero, desde el punto de vista de Giddens, la mayor parte de nuestra acción no está directamente motivada. Aunque esta acción no está motivada y nuestras motivaciones suelen ser inconscientes, las motivaciones desempeñan un importante papel en la conducta humana. También dentro del reino de la conciencia Giddens hace una distinción (permeable) entre conciencia práctica y discursiva. La conciencia discursiva implica la capacidad de expresar con palabras las cosas. La conciencia práctica implica sólo lo que hacen los actores y no entraña su capacidad de expresar lo que hacen con palabras. Este último tipo de conciencia es el más importante en la teoría de la estructuración, reflejando un interés primordial por 10 que se hace más que por lo que se dice. Con este acento sobre la importancia de la conciencia práctica, la teoría de la estructuración se desliza suavemente desde los agentes a la acción, a las cosas que los agentes hacen realmente. «La capacidad de acción sugiere la existencia de eventos perpetrados por un individuo... Lo que ocurrió no hubiera ocurrido sin la intervención de ese individuo» (Giddens, 1984: 9). Así, Giddens concede una enorme importancia (sus críticos afirman que demasiada) a la capacidad de acción. Giddens encontró serias dificultades en su esfuerzo por separar la acción de las intenciones porque afirmaba que la acción terminada difiere considerablemente de la acción inicial y su intención; en otras palabras, los actos intencionados suelen tener consecuencias inesperadas. La idea de las consecuencias inesperadas desempeña un papel relevante en la teoría de Giddens, y es particularmente importante para trasladamos del nivel de la acción al del sistema social. En consonancia con su acento sobre la acción, Giddens atribuye gran poder al agente. Dicho de otro modo, los agentes de Giddens tienen la capacidad de introducir cambios en el mundo social. Es más, los agentes no tienen sentido alguno si carecen de esa capacidad; es decir, un actor deja de ser un agente si pierde la capacidad de introducir cambios. Por supuesto, Giddens reconoce que existen constreñimientos sobre los actores, pero esto no significa que los actores no tengan elección ni puedan transformar las situaciones. Para Giddens, esta capacidad es más importante que la subjetividad, porque la acción implica poder o la capacidad para transformar la situación. Así, la teoría de la estructuración de Giddens atribuye gran poder al actor y, por ello, se opone a las teorías que se desvían de esta orientación y asignan más importancia a la intención del actor (la fenomenología), o a la estructura externa (el funcionalismo estructural). El núcleo conceptual de la teoría de la estructuración reside en las ideas de estructura, sistema y dualidad de estructura. El concepto de estructura se define como «las propiedades estructuradoras [normas y recursos]... las propiedades que hacen posible la existencia de prácticas sociales discerniblemente similares a través de los diferentes periodos de tiempo y espacios que les dan su forma sistémica» (Giddens, 1984: 17). La estructura se hace posible debido a la existencia de normas y recursos. Las estructuras per se no existen en el tiempo ni en el espacio. Antes bien, los fenómenos sociales tienen la capacidad de pasar a estar estructurados. Giddens sostiene que «la estructura sólo existe en y mediante las actividades de los entes humanos» (1989: 256). Así, Giddens ofrece una definición muy inusual de estructura que no sigue la pauta durkheimiana de considerar las estructuras como externas y coercitivas para los actores. Giddens se cuidó mucho de evitar la impresión de que la estructura es «exterior» o «externa» a la acción humana. «Tal y como yo uso el concepto, la estructura es lo que moldea y da forma a la vida social, pero no es per se esa forma» (Giddens, 1989: 256). Como Held y Thompson señalaron, la estructura para Giddens no es un armazón «como las vigas maestras de un edificio o el esqueleto de un cuerPO» (1989: 4). Giddens no niega el hecho de que la estructura pueda constreñir la acción, pero cree que los sociólogos han exagerado la importancia de tal constricción. Además, han ignorado la relevancia del hecho de que la estructura «es siempre constrictiva y capacitadora» (Giddens, 1984: 25, 163; cursivas añadidas). Las estructuras suelen permitir a los agentes hacer cosas que no podrían hacer sin ellas. Aunque Giddens concede menor importancia a la constricción estructural, reconoce que los actores pueden perder el control de las «propiedades estructurales de los sistemas sociales» si se distancian temporal o espacialmente de ellas. Sin embargo, tiene la precaución de evitar la imagen weberiana de la jaula de hierro y señala que esta pérdida de control no es inevitable. La concepción sociológica convencional de estructura se aproxima más al concepto de sistema social de Giddens (Thompson, 1989: 60). Giddens define el sistema social como un conjunto de prácticas sociales reproducidas o «relaciones reproducidas entre actores o colectividades organizadas como prácticas sociales regulares» (1984: 17,25). Así, la idea de sistema social de Giddens se deriva de su preocupación central por la práctica. Los sistemas sociales no tienen estructuras, sino que exhiben propiedades estructurales. Las estructuras no existen per se en el tiempo y el espacio, sino que se manifiestan dentro de los sistemas sociales en la forma de prácticas reproducidas. Si bien algunos sistemas sociales pueden ser el producto de una acción intencionada, Giddens concede mayor importancia al hecho de que esos sistemas suelen constituir las consecuencias inesperadas de la acción humana. Estas consecuencias inesperadas pueden convertirse en condiciones desconocidas de la acción y realimentarla de nuevo. Estas condiciones pueden dificultar los esfuerzos por controlarlas, pero no destruir los esfuerzos de los actores por ejercer ese control. Por tanto, las estructuras se «concretan» en sistemas sociales. Además, se manifiestan en «recuerdos que orientan la conducta de los agentes humanos cognoscibles» (Giddens, 1984: 17). A resultas de lo cual, las normas y los recursos se manifiestan tanto en el nivel macro de los sistemas sociales como en el nivel micro de la conciencia humana. Estamos ahora preparados para la definición del concepto de estructuración, cuya premisa es la idea de que «la constitución de los agentes y la de las estructuras no son dos conjuntos independientes dados de fenómenos, un dualismo, sino que representa una dualidad... las propiedades estructurales de los sistemas sociales son tanto un medio como un producto de las prácticas que organizan recurrentemente», o «el momento de la producción de la acción es también el de la reproducción en los contextos de la realización cotidiana de la vida social» (Giddens, 1984: 25, 26). Claramente, la estructuración implica la relación dialéctica entre estructura y acción. Estructura y acción constituyen una dualidad; no pueden existir la una sin la otra. Como se indica más arriba, el tiempo y el espacio constituyen variables cruciales en la teoría de Giddens. Ambas dependen de si las otras personas están presentes temporal o espacialmente. La condición primordial es la interacción cara a cara, en la que los otros están presentes en el mismo tiempo y espacio. Sin embargo, unos sistemas sociales se extienden en el tiempo y el espacio, mientras otros dejan de estar presentes. Este distanciamiento en términos de tiempo y espacio es cada vez más posible en el mundo moderno debido a sus nuevas formas de comunicación y transporte. Gregory (1989) señala que Giddens dedica más atención al tiempo que al espacio. Saunders, subrayando la importancia del espacio, mantiene que «todo análisis sociológico que pretende descubrir por qué y cómo suceden las cosas tiene necesariamente que tener en cuenta dónde (y cuando) suceden» (1989: 218). La cuestión sociológica central del orden social depende del grado de integración de los sistemas sociales en el tiempo y el espacio. Uno de los logros más ampliamente reconocidos de Giddens en el dominio de la teoría social es su esfuerzo por llevar a debate las cuestiones de espacio y tiempo. Terminamos este apartado acercando a la realidad la sumamente abstracta teoría de la estructuración de Giddens mediante un breve análisis del programa de investigación que se puede derivar de ella. En primer lugar, en vez de centrarse en las sociedades humanas, la teoría de la estructuración se concentra en «el ordenamiento de las instituciones a través del tiempo y el espacio» (Giddens, 1989: 300). (Giddens considera las instituciones como conjuntos de prácticas e identifica cuatro de éstos: órdenes simbólicos, instituciones políticas, instituciones económicas y derecho.) En segundo lugar, de ella se desprende una preocupación central por los cambios que experimentan las instituciones en el tiempo y el espacio. En tercer lugar, es preciso que los investigadores se interesen por los modos en los que los líderes de las diversas instituciones introducen o alteran pautas sociales. Y en cuarto lugar, los estructuracionistas deben controlar y considerar la influencia de sus hallazgos sobre el mundo social. En términos generales, Giddens se muestra profundamente preocupado por «el impacto fragmentador de la modernidad» (1989: 301), Y el estructuracionista debe estudiar este problema social acuciante. Quedan más cosas por señalar acerca de la teoría de la estructuración de las que ya hemos expuesto: Giddens estudia en detalle los elementos teóricos que acabamos de esbozar y analiza muchos otros. Analiza, integra y/o critica una amplia serie de ideas teóricas. Durante los últimos años ha dedicado cada vez más atención a la utilización de esta teoría para analizar con actitud crítica el mundo moderno (Giddens, 1990). A diferencia de muchos otros, Giddens ha hecho algo más que exponer un programa para la integración acción-estructura; nos ha ofrecido un análisis detallado de sus diversos elementos y, lo que es más importante, se ha ocupado de la naturaleza de su interrelación. Lo que más nos satisface del enfoque de Giddens es que su preocupación central, la estructuración, se define en términos intrínsecamente integradores. La constitución de los agentes y las estructuras no son independientes una de otra; las propiedades de los sistemas sociales son consideradas como medios y productos de las prácticas de los actores, y esas propiedades de los sistemas organizan recurrentemente las prácticas de los actores. Fuente: Ritzer, George. Teoría sociológica contemporánea. McGraw-Hill, México, 1993. UNO: Auguste Comte: capear el temporal de los cambios¿Qué tipo de persona podría inventar la sociología? Por supuesto alguien que haya vivido tiempos de cambios trascendentales. Comte (1798-1857) creció en los años inmediatamente posteriores a la Revolución Francesa, que dio lugar a una radical transformación de su país. Y, si eso no fuera suficiente, otra revolución estaba de camino: las fábricas estaban proliferando en todo el continente europeo, cambiando de manera radical las vidas de toda la población. Del mismo modo que las personas que están bajo una tormenta no pueden evitar hablar del tiempo, aquellos que vivieron en los turbulentos tiempos de Comte fueron profundamente conscientes de los cambios en la sociedad. Atraído desde su pequeña localidad natal por el bullicio de París, Comte se vio rápidamente envuelto en los excitantes acontecimientos de su tiempo. Más que ninguna otra cosa, quería entender el drama humano que se estaba desarrollando a su alrededor. Comte estaba convencido de que una vez poseyeran el conocimiento de la manera en que funcionaba la sociedad, las personas serían capaces de construirse un futuro mejor. Dividió su nueva disciplina en dos partes: cómo se mantiene unida la sociedad (lo que llamó estática social), y cómo cambia la sociedad (dinámica social). A partir de las palabras griegas y latinas que significan «estudio de la sociedad», Comte denominó a su trabajo «sociología». Macionis, John J. y Plummer, Ken. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011. DOS: Cambio, transformación y sociologíaLa sociología fue el fruto de las «enormes transformaciones sociales» de los últimos dos siglos. Dos grandes revoluciones (la Revolución Francesa de 1789 y la más generalizada «Revolución Industrial» que tuvo su origen en Inglaterra en el siglo XVIII) «disolvieron las formas de organización social bajo las cuales había vivido la humanidad durante milenios» (Giddens, 1986:4). Las enormes transformaciones que sufrió Europa en los siglos XVIII y XIX condujeron al nacimiento y desarrollo de la sociología. No es de extrañar que, a medida que se tambaleaban los cimientos de la sociedad y las tradiciones iban desmoronándose, las personas centraran su atención en el estudio de la sociedad. En un primer momento se produjeron una serie de descubrimientos científicos y aplicaciones tecnológicas que condujeron a una economía industrial basada en las fábricas. En segundo lugar, estas fábricas arrastraron a millones de personas desde las zonas rurales hacia las ciudades, que vieron aumentar su población de manera incontrolada. En tercer lugar, las personas que vivían en estas ciudades industriales en crecimiento empezaron a albergar nuevas ideas acerca de la democracia y los derechos políticos. Finalmente, las comunidades estables en las cuales las personas habían vivido durante siglos comenzaron a entrar en decadencia. Describimos a continuación cada una de estas cuatro etapas, aunque todas ellas se analizarán con más detalle en próximos capítulos. 1. Una nueva economía industrial: el crecimiento del capitalismo moderno Durante la Edad Media europea, la mayoría de la población cultivaba los campos próximos a sus hogares o se dedicaba a la manufactura (palabra derivaba de las raíces latinas que significan «hacerlo con las manos») a pequeña escala. Pero, a finales del siglo XVIII, los inventores habían conseguido aplicar nuevas formas de energía (en un primer momento la energía hidráulica y después la energía del vapor) en el funcionamiento de grandes máquinas, lo que dio lugar al nacimiento de las fábricas. Como consecuencia, en lugar de trabajar en sus casas o cerca de ellas, los trabajadores se convirtieron en parte de una fuerza de trabajo industrial gigantesca y anónima, y pasaron a trabajar duramente para los dueños de las fábricas a los cuales desconocían. Este cambio drástico en el sistema de producción debilitó la estructura familiar y erosionó las tradiciones que habían orientado las vidas de los miembros de las pequeñas comunidades humanas durante siglos. En el Capítulo 4 trataremos con profundidad el desarrollo del moderno capitalismo. 2. El crecimiento de las ciudades Las fábricas que iban surgiendo a lo largo y ancho de casi toda Europa eran como imanes que atraían a las personas que necesitaban un empleo. Esta «atracción» de mano de obra como fuerza de trabajo industrial se acentuaba por un efecto de «empujón» adicional a medida que los propietarios cercaban más y más terrenos de labranza para convertirlos en campos de pastoreo para rebaños de ovejas (la fuente de lana para las florecientes fábricas textiles). Este fenómeno conocido como «cercado de campos» o «cercamiento» hizo que incontables agricultores arrendatarios se vieran forzados a desplazarse desde las localidades rurales hasta las ciudades en busca de trabajo en las nuevas fábricas. En poco tiempo muchos pueblos quedaron abandonados; sin embargo, simultáneamente, las localidades industriales crecieron rápidamente hasta convertirse en grandes ciudades. Este rápido crecimiento urbano cambió las vidas de las personas de manera dramática. Las ciudades eran un hervidero de forasteros, en cantidades que superaban los alojamientos disponibles. Los problemas sociales generalizados (que incluían pobreza, enfermedad, suciedad, crimen y personas sin hogar) estaban a la orden del día. Todas estas crisis sociales estimularon aún más el desarrollo de la perspectiva sociológica. 3. El cambio político: control y democracia Durante la Edad Media, tal como señaló Comte, la mayoría de las personas pensaba que la sociedad era la expresión de la voluntad de Dios. Los reyes decían gobernar por «derecho divino», y el resto de las personas, independientemente de su posición en la jerarquía social tenía su papel en el plan divino. De hecho, a lo largo de la historia las personas raramente se han visto a sí mismas dueñas de su propio destino. Con el desarrollo de la economía y el rápido crecimiento de las ciudades, fue inevitable que se produjeran cambios en el pensamiento político. A partir del siglo XVII, todas las tradiciones se atacaron con vehemencia. En los trabajos de Thomas Hobbes, John Locke (1632-1704) y Adam Smith (1723-1790), vemos un cambio crítico de orientación: desde la obligación moral de las personas de permanecer leales a sus gobernantes hasta la idea de que la sociedad es el producto del interés individual. Por tanto, los conceptos clave en el nuevo clima político pasaron a ser libertad individual y derechos individuales. Haciéndose eco de las ideas de Locke, la Declaración de Independencia de Estados Unidos proclamó que todo individuo poseía «ciertos derechos inalienables», que incluían «la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad». La revolución política en Francia que comenzó poco después, en 1789, significó una ruptura aún más radical con las tradiciones políticas y sociales. Cuando el analista social francés Alexis de Tocqueville (1805-1859) estudió su sociedad después de la Revolución Francesa, tan solo exageró un poco cuando afirmó que los cambios que hemos descrito equivalían a «nada menos que la regeneración de la raza humana» (1955: 13; edición original de 1856). En este contexto, resulta fácil entender por qué Auguste Comte y otros pioneros de la sociología pronto desarrollaron su nueva disciplina. La sociología nació precisamente en aquellas sociedades (Francia, Alemania e Inglaterra) donde los cambios fueron más notables. 4. La pérdida de la Gemeinschaft: el eclipse de la comunidad El sociólogo alemán Ferdinand Toennies fue el autor de la teoría de la Gemeinschaft (comunidad) y la Gesellschaft [sociedad]. Toennies veía el mundo moderno como la pérdida progresiva de la Gemeinschaft, o la comunidad humana. Argumentaba que la Revolución Industrial había debilitado el fuerte tejido social de la familia y la tradición, fomentando el individualismo y un énfasis formal en los hechos y en la eficiencia. Las sociedades de Europa y América del Norte gradualmente se hicieron más desarraigadas e impersonales a medida que las personas se asociaban básicamente sobre la base de su propio interés (la condición que Toennies apodó Gesellshaft). La tesis de Toennies era que las sociedades tradicionales, construidas sobre el parentesco y la vecindad, fomentaban los sentimientos colectivos, la virtud y el honor. La modernización actúa sobre la sociedad como un ácido, erosionando la comunidad humana y desencadenando un individualismo desenfrenado. Durante gran parte del siglo XX, al menos algunas áreas del mundo occidental todavía se aproximaban al concepto de Toennies de la Gemeinschaft. Las familias, que habían vivido durante generaciones en pueblos o aldeas rurales, estaban fuertemente integradas en una forma de vida que se caracterizaba por el trabajo duro y la ausencia de grandes cambios. Antes de que existieran el teléfono (inventado en 1876) y la televisión (introducida en 1939 y ampliamente extendida después de 1950), los miembros de las familias y de las comunidades se hacían visitas y se comunicaban mediante cartas con aquellos que vivían más alejados. Antes de que los vehículos privados se hicieran comunes después de la Segunda Guerra Mundial, para muchas personas su localidad natal constituía todo su mundo. Las comunidades del pasado vivían tensiones y conflictos inevitables (a menudo por diferencia de raza o religión). Sin embargo, según Toennies, los lazos tradicionales de la Gemeinschaft mantenían a las personas de una comunidad, «esencialmente unidas a pesar de todos los factores que deberían mantenerlas separadas» (1963: 65; edición original de 1887). El mundo moderno puso a las sociedades del revés, de manera que, como Toennies dijo, las personas están «esencialmente separadas a pesar de la existencia de factores que deberían facilitar la unión» (1963: 65; edición original de 1887). Este es el mundo de la Gesellschaft donde, especialmente en las grandes ciudades, la mayor parte de las personas vive entre extraños y no sabe nada de aquellos con los que se cruza por la calle. Resulta muy difícil llegar a tener confianza en alguien en una sociedad anónima y cambiante en la que, según los investigadores, las personas tienden a anteponer sus necesidades personales a la lealtad al grupo y donde una mayoría de personas están convencidos de que «nunca se toman demasiadas precauciones» a la hora de tratar con los demás (Russell, 1993). El trabajo de Toennies muestra una profunda desconfianza en el concepto de «progreso», que para él equivalía a una continua pérdida de la moralidad tradicional. Solo le faltó afirmar que la sociedad moderna era «peor» que las sociedades del pasado y puso todo su empeño en elogiar la difusión del pensamiento científico y racional. No obstante, el individualismo creciente y el egoísmo característicos de las sociedades modernas le preocupaban. Consciente de que no había posibilidad de volver al pasado, miraba hacia el futuro, con la esperanza de que las nuevas formas de organización social que estaban por venir combinarían la racionalidad moderna con la responsabilidad colectiva tradicional. Macionis, John J. y Plummer, Ken. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011. Sustrato sobre el que se desarrolló la sociologíaVIDEO: Revolución Francesa (Clima de época)Danton, 1983 (Dirección: Andrzej Wajda) UNO: Paradigmas principales o «clásicos» en sociologíaEn general, tres han sido los paradigmas que han dominado el pensamiento sociológico hasta hace poco: la teoría del funcionalismo, la del conflicto y la de la acción. Describiremos brevemente cada uno [...]. El paradigma funcionalista El funcionalismo es un marco para la construcción de una teoría que imagina la sociedad como un sistema complejo cuyas partes trabajan juntas para fomentar la solidaridad y la estabilidad. Este paradigma comienza por reconocer que nuestras vidas están guiadas por la estructura social, que implica unas pautas o regularidades relativamente estables de comportamiento social. La estructura social es la que da forma a la familia, la que motiva a las personas para que se saluden por la calle, o la que pauta el ritual de una clase universitaria. En segundo lugar, este paradigma nos conduce a comprender la estructura social en términos de sus funciones sociales, o consecuencias para el funcionamiento de la sociedad. Toda la estructura social (desde la vida familiar hasta un simple apretón de manos) contribuye al funcionamiento de la sociedad, al menos en su forma presente. El funcionalismo le debe mucho a las ideas de Auguste Comte quien, como ya hemos explicado, buscaba promover la integración social en una época de cambios tumultuosos. [...] En Francia, varias décadas después de la muerte de Comte, Emile Durkheim continuó con el desarrollo de la sociología. [...] su trabajo se preocupaba ante todo del tema de la solidaridad social, o cómo las sociedades «se mantienen unidas». [...] Comentario crítico La característica más destacada del paradigma funcionalista es su visión de la sociedad como un todo comprensible, ordenado y estable. Por lo general, los sociólogos acompañan este enfoque con métodos científicos de investigación dirigidos a entender «qué es lo que hace que la sociedad funcione del modo en que lo hace». Hasta la década de 1960, el paradigma funcionalista dominó la sociología. Sin embargo, en las últimas décadas su influencia ha menguado. ¿Cómo podemos suponer que la sociedad tiene un orden «natural» —se cuestionan los críticos— cuando las pautas y estructuras sociales varían de un lugar a otro y cambian a lo largo del tiempo? Es más, haciendo hincapié en la integración social, el funcionalismo tiende a restar importancia a la desigualdad basada en la clase social, la raza, la etnicidad y el género (divisiones que son capaces de provocar conflictos y tensiones considerables). Este enfoque en la estabilidad a expensas del conflicto y el cambio puede dar al paradigma funcionalista un carácter conservador. [...] El paradigma del conflicto El paradigma del conflicto es el marco teórico según el cual lo que domina en la sociedad no es el equilibrio, sino el conflicto de intereses entre sus miembros, sustentado y alimentado por las diferencias y desigualdades de todo tipo. Este enfoque complementa el paradigma funcional, pues destaca no la cohesión o el equilibrio social, como hacían los funcionalistas, sino las diferencias y divisiones basadas en la desigualdad. Guiados por este paradigma, los sociólogos investigan de qué manera factores tales como la clase social, la raza, la etnicidad, el sexo y la edad, están relacionados con una distribución desigual de renta, poder, educación y prestigio social. Un análisis de conflicto hace notar que, más que fomentar el funcionamiento de la sociedad como un todo, la estructura social por lo general beneficia a unas personas y perjudica a otras. Bajo el prisma del paradigma del conflicto, los sociólogos ponen de relieve el conflicto que existe entre las categorías de personas dominantes y las desfavorecidas (los ricos con relación a los pobres, los blancos a diferencia de los negros, los hombres frente a las mujeres). Por regla general, aquellos que tienen una posición privilegiada hacen lo posible por mantenerla, mientras que los desfavorecidos responden intentando cambiar la sociedad y mejorar su situación. A modo de ejemplo, un análisis de conflicto de nuestro sistema educativo podría poner de relieve de qué manera la escuela contribuye a perpetuar las desigualdades sociales. El proceso comenzaría en la escuela primaria y continuaría en la secundaria, cuando se filtra a los estudiantes según sus resultados académicos, que se explican, en la mayoría de los casos, por la clase social, nivel económico y educativo de sus padres. Desde el punto de vista de los funcionalistas, este filtro puede beneficiar al conjunto de la sociedad porque garantiza que los mejores estudiantes reciban la mejor educación. Pero un sociólogo trabajando desde la perspectiva del conflicto puede responder que los filtros académicos tienen poco que ver con el talento del estudiante y más con la procedencia social de los estudiantes, con los recursos económicos e incentivos que reciben en sus hogares. Finalmente, muchos sociólogos que son defensores del paradigma del conflicto intentan no solo entender la sociedad sino reducir la desigualdad social. Este era el objetivo de Karl Marx, el pensador social sobre cuyas ideas se apoya el paradigma del conflicto. Marx no buscaba simplemente entender cómo funciona la sociedad. En una declaración famosa [...] Marx afirmó: «Los filósofos únicamente han interpretado el mundo de varias maneras; de lo que se trata, por el contrario, es de cambiarlo.». Comentario crítico El paradigma del conflicto se desarrolló con rapidez durante las décadas de 1960 y 1970. Pero, como ha ocurrido con otros enfoques, le ha llegado el momento de las críticas. Debido a que este paradigma pone de relieve la desigualdad y la división, le resta importancia a cómo los valores compartidos o la interdependencia generan unidad entre los diferentes miembros de una sociedad. Además, afirman los críticos, en la medida en que el enfoque del conflicto explícitamente persigue objetivos políticos, renuncia a cualquier reivindicación de objetividad científica. [...] los teóricos del conflicto se sienten incómodos con la idea de que la ciencia puede ser «objetiva». Por el contrario, afirman que el paradigma del conflicto, así como todos los enfoques teóricos, tiene consecuencias políticas, aunque diferentes. [...] Una crítica más, que se aplica igualmente tanto al paradigma funcionalista como al del conflicto, es que se imaginan a la sociedad en términos muy amplios. La «sociedad» se convierte en un ente en sí mismo, donde las personas actúan y toman decisiones según su «clase social», «familia», «género», etcétera. Un tercer paradigma teórico describe la sociedad menos en términos de generalizaciones abstractas y más en términos de las experiencias y situaciones cotidianas de las personas. El paradigma de la acción social [Paradigma comprensivo/interpretativo] Tanto el paradigma funcionalista como el del conflicto comparten una orientación de nivel-macro, que implica entender la sociedad a partir de unas estructuras sociales amplias que caracterizan la sociedad como un todo. La sociología de nivel-macro abarca una visión general, algo así como observar la ciudad sobrevolándola en un helicóptero, tomando nota de cómo las autopistas organizan el tráfico de un lugar a otro y los llamativos contrastes entre los barrios ricos y los pobres. La teoría de la acción, por el contrario, toma como punto de partida a las personas en concreto, cómo se orientan y actúan en sus relaciones con otras personas, y cómo lo hacen sobre la base de significados. Esto da lugar a una orientación nivel micro, que implica estudiar la sociedad desde la interacción social en situaciones específicas. La distinción entre macro y micro es importante en sociología y aparece de varias maneras. Uno de los fundadores del paradigma de la acción (una teoría micro que se centra en el modo en que los actores recopilan significados sociales) es Max Weber (1864-1920), un sociólogo alemán que llama la atención sobre la necesidad de entender una situación social desde el punto de vista de las personas que se encuentran en ella. [...] Desde el punto de vista de Weber hay que estudiar cómo los significados y la acción humana dan forma a la sociedad. Weber entendió el poder de la tecnología, y compartió muchas de las ideas de Marx acerca del conflicto social. Pero se alejó del análisis materialista de este último, argumentando que las sociedades difieren principalmente en términos de las diversas maneras en que sus miembros piensan acerca del mundo. [...] ¿De qué modo las experiencias cotidianas de decenas de millones de personas dan como resultado la «sociedad»? Una posible respuesta [...] es que la sociedad surge como una realidad compartida que sus miembros construyen a medida que interactúan los unos con los otros. Mediante el proceso humano de encontrar el significado de lo que nos rodea, definimos nuestras identidades, nuestros cuerpos y nuestros sentimientos, y llegamos a «construir socialmente» el mundo que nos rodea. Por supuesto, este proceso de definición varía en gran medida de una persona a otra. Por ejemplo, en la calle de una ciudad cualquiera, una persona puede definir a una mujer vagabunda como «una nulidad a la espera de una limosna» e ignorarla. Del mismo modo, un peatón puede sentirse seguro al pasar junto a un policía que esté haciendo su ronda, mientras que otro puede sentirse inquieto. Por tanto, los sociólogos que se guían por el enfoque de la interacción simbólica ven la sociedad como un mosaico de significados subjetivos y respuestas variables. Comentario crítico El paradigma de la acción ayuda a eliminar un prejuicio inherente en todos los enfoques de nivel macro. Sin negar la utilidad de estructuras sociales abstractas, como «la familia» o «la clase social», debemos tener en cuenta que, en sus términos más simples, la sociedad se compone de personas que interactúan. Dicho de otro modo, el enfoque micro ayuda a expresar mejor de qué modo los individuos experimentan realmente la sociedad y cómo colaboran entre sí. El problema está en que, al centrarse en las interacciones cotidianas, estos teóricos pueden oscurecer las estructuras sociales más generales. Poniendo de relieve lo que es único en cada escena social se corre el riesgo de pasar por alto los efectos generalizados de nuestra cultura, así como factores tales como la clase social, el género y la raza. En la Tabla 2.1 están resumidas las características más importantes de los paradigmas funcionalista, del conflicto y de la acción. Como ya hemos explicado, cada uno de los paradigmas es útil a su manera a la hora de responder determinados tipos de cuestiones. En general, sin embargo, la comprensión completa de la sociedad es el resultado de relacionar la perspectiva sociológica con las otras tres. Los sociólogos estudian el mundo social observando funciones y disfunciones, conflictos y consensos, acciones y significados. Los tres paradigmas teóricos ciertamente ofrecen diferentes maneras de conocimiento, pero ninguno es más correcto que los otros y los tres se han ido modificando a la luz de las nuevas teorías. Fuente: Macionis y Plummer. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011. DOS: Crítica de Durkheim a WeberLa acción social según Durkheim “La acción social sigue caminos demasiados desviados y demasiados oscuros, emplea mecanismos psíquicos demasiados complejos para que el observador vulgar pueda percibir de donde provienen”. Fuente: Emile Durkheim, Les formes élémentaires de la vie religieuse (1912), París, Ed. Livre de Poche, 1991, p. 369. TRES: Los fundadores de la sociología en sus propias palabrasLucha de Clases (Marx) La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta […] Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado. Karl Marx: Manifiesto del Partido Comunista (1848). Marx, Karl & Engels, Frederich. Lonseller, Argentina, 2005. Hecho Social (Durkheim) Llamamos hecho social a todo modo de hacer, fijo o no, que puede ejercer sobre el individuo una imposición exterior, o también, que es general en la extensión de una sociedad dada, al mismo tiempo que posee existencia propia, independientemente de sus manifestaciones individuales. […] La primera regla y la más fundamental es considerar los hechos sociales como cosas. […] La causa determinante de un hecho social debe buscarse entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia individual. Émile Durkheim: Las reglas del método sociológico (1898). FCE, México, 1997 Acción Social (Weber) La acción social […] se orienta por las acciones de otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras […]. Los "otros" pueden ser individualizados y conocidos o una pluralidad de individuos indeterminados y completamente desconocidos […]. No toda clase de contacto entre los hombres tiene carácter social; sino sólo una acción con sentido propio dirigida a la acción de otros. Un choque de dos ciclistas, por ejemplo, es un simple suceso de igual carácter que un fenómeno natural. En cambio, aparecería ya una acción social en el intento de evitar el encuentro, o bien en la riña o consideraciones amistosas subsiguientes al encontronazo. […] La conducta íntima es acción social sólo cuando está orientada por las acciones de otros. Max Weber: Economía y sociedad (1921). FCE, España, 2002. Los tres paradigmas sociológicos que surgen del pensamiento de los clásicosFuente: Macionis, John J. y Plummer, Ken. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011.
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Octubre 2020
AutorLeonardo Pittamiglio |