Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-4: Agentes de la Socialización Los agentes de socialización son las personas, grupos o instituciones que nos enseñan lo que necesitamos saber con el fin de participar en la sociedad. Estamos expuestos a muchos agentes de socialización a lo largo de la vida; pero nosotros también tenemos influencia sobre los agentes de socialización y organizaciones. Aquí vemos los más dominantes en nuestra infancia; la familia, la escuela, los grupos de semejantes o iguales y los medios de comunicación masiva. agentes de socialización: personas, grupos o instituciones que nos enseñan lo que necesitamos saber con el fin de participar en la sociedad. La familia La familia es el agente de socialización más importante en todas las sociedades. A partir de nuestra infancia, nuestras familias nos transmiten valores culturales y sociales. Como lo discutiremos posteriormente en el libro, las familias varían en tamaño y estructura. Algunas consisten en dos padres y sus hijos biológicos, mientras que otras en un solo padre y uno o más hijos. Otras familias reflejan patrones cambiantes de divorcio y segundas nupcias y un número creciente está formado por compañeros del mismo sexo y sus hijos. Con el tiempo, los patrones han cambiado en algunas familias de dos padres y los padres, en lugar de las madres, son los principales agentes de socialización diurnos para sus hijos pequeños. Los teóricos que usan la perspectiva funcionalista enfatizan que las familias cumplen funciones importantes en la sociedad porque son el lugar principal para la procreación y la socialización de los niños. La mayoría de nosotros nos hemos formado un sentido emergente del ser y adquirido la mayoría de nuestras creencias y valores dentro del contexto familiar. También hemos aprendido sobre la cultura dominante (incluidas actitudes, lenguaje, creencias, valores y normas) y las principales subculturas a las que pertenecen nuestros padres y otros familiares. Las familias también son la fuente principal de apoyo emocional. Idealmente, las personas reciben amor, comprensión, seguridad, aceptación, intimidad y compañía. El papel de la familia es especialmente significativo debido a que los niños pequeños tiene poca experiencia social más allá de los límites de ésta; no tienen base para comparar o evaluar cómo los trata su propia familia. En gran parte, ésta es donde adquirimos nuestra posición social específica en la sociedad. Desde el nacimiento, somos parte del grupo cultural específico —raza, etnia, clase, religión y región— de nuestra familia. Los estudios muestran que las familias socializan a sus hijos de forma diferentes de acuerdo con la raza, etnia y clase (Kohn, 1977; Kohn et al., 1990; Harrison et al., 1990). Por ejemplo, el sociólogo Melvin Kohn (1977; Kohn et al., 1990) ha sugerido que la clase social (medida de acuerdo con la ocupación de los padres) es una de las influencias más fuertes sobre qué y cómo enseñan los padres a sus hijos. Por un lado, los padres de clase trabajadora, que son constantemente supervisados y se espera que obedezcan órdenes en el trabajo, enfatizan típicamente la importancia de la obediencia y el conformismo. Por otro lado, los padres de clase media y profesional, que tienen más apertura y flexibilidad en su trabajo, tienden a dar a sus hijos más libertad para tomar sus propias decisiones y ser creativos. Kohn concluyó que la diferencia en la ocupación de los" padres era mejor para predecir la crianza infantil que la misma clase social. Ya sea que los hallazgos de Kohn sean válidos actualmente o no, los temas que analizó nos hacen conscientes de que no todos tenemos las mismas experiencias familiares. Muchos factores —entre ellos nuestros antecedentes culturales, nación de origen, religión y género— son importantes para determinar cómo nos socializa nuestra familia y otras personas que forman parte de nuestra vida diaria. Los teóricos del conflicto resaltan que la socialización contribuye a la conciencia falsa: una falta de conciencia y una percepción distorsionada de la realidad de clase tal como afecta nuestra vida social. Como resultado, la socialización reafirma y reproduce la estructura de clase en la siguiente generación, en lugar de desafiar las condiciones que existen en el presente. Por ejemplo, los niños de familias de bajos ingresos pueden ser socializados —no intencionalmente— para creer que adquirir educación y tener ambiciones es inútil debido a las condiciones económicas existentes en la familia (Ballantine, 2001). En contraste, las familias de ingresos medios y altos inculcan ideas de éxito monetario y social en los niños mientras los alientan a pensar y comportarse de forma “socialmente aceptable”. La perspectiva de construcción social/interacción simbólica nos ayuda a reconocer que los niños afectan la vida de sus padres y cambian el ambiente del hogar en general. Cuando examinamos el contexto en el que se desarrolla la vida familiar, también vemos que los abuelos y otros parientes tienen una fuerte influencia en la forma en que los padres socializan a sus hijos. A su vez, el comportamiento de éstos podría tener un efecto en la forma en la que los padres, hermanos y abuelos interactúen mutuamente. Por ejemplo, en las familias donde ya existe conflicto personal intenso, el nacimiento de un niño puede aumentar el estrés y la discordia, dando como resultado maltrato infantil, esposos golpeados y abuso de ancianos. En contraste, en las familias en las que la pareja siente felicidad y satisfacción personal, el nacimiento de un niño puede contribuir a la comunicación interpersonal entre los parientes. La escuela Al irse expandiendo rápidamente el conocimiento técnico v científico y aumentar el tiempo que los niños pasan en ambientes educacionales, las escuelas siguen jugando un enorme papel en la socialización de los chicos. Para mucha gente, el proceso de la educación formal es una tarea que dura hasta 20 años. Al aumentar drásticamente el número de familias de un solo padre y familias en las que ambos padres trabajan fuera de casa, la cantidad de niños en guarderías y programas preescolares ha crecido rápidamente. Hoy en día, cerca de 60% de niños estadounidenses en edad preescolar se encuentran en guarderías privadas o ambientes institucionales; y este porcentaje sigue creciendo (Children 's Defense Fund, 2002). Generalmente, los estudios han encontrado que la guardería de calidad y el ambiente preescolar tienen un efecto positivo sobre la socialización general de los niños. Estos programas brindan a los niños la oportunidad de tener interacción frecuente con maestros y aprender a construir sus habilidades de lenguaje y educación formal. Los programas de alta calidad también tienen un efecto positivo sobre el desempeño académico de los niños, particularmente en aquellos de familias de bajos ingresos. Por ejemplo, varios estados con programas previos al jardín de niños reportaron un incremento en las calificaciones de matemáticas y lectura, registros de asistencia y participación de los padres en la educación de los niños (Children's Defense Fund, 2002). Sin embargo, hoy los costos de programas de guarderías se han convertido en una preocupación mayor para muchas familias (véase el cuadro 4.2). Aunque las escuelas enseñan conocimientos y habilidades específicos, también tienen un profundo efecto en la imagen, creencias y valores de los niños. Al entrar los niños a la escuela por primera vez, son evaluados y comparados sistemáticamente con sus compañeros. Se mantiene un registro oficial permanente del comportamiento personal y actividades académicas de cada niño. Desde la perspectiva funcionalista, las escuelas son responsables de (1) socialización o enseñar a los estudiantes a ser miembros productivos de la sociedad; (2) transmisión de cultura; (3) control social y desarrollo personal, y (4) la selección, capacitación y colocación de los individuos en los diferentes peldaños de la sociedad (Ballantine, 2001). En contraste, los teóricos del conflicto afirman que los estudiantes tienen experiencias diferentes en el sistema escolar, de acuerdo con los de su clase social, antecedentes raciales/étnicos, barrio en el que viven, género y otros factores. De acuerdo con los sociólogos Samuel Bowles y Herbert Gintis (1976), gran parte de lo que pasa en la escuela consiste en enseñar una agenda oculta a los niños para que aprendan a ser ordenados, puntuales, callados, esperar su turno y estar atentos a su trabajo. Así, las escuelas no socializan a los niños por su propio bien sino para prepararlos para sus roles futuros en la fuerza laboral, donde es importante ser puntual y mostrar respeto a los supervisores. Los estudiantes destinados al liderazgo o posiciones de elite adquieren habilidades y conocimientos diferentes que aquellos que tendrán ocupaciones de obreros o clase media (véase Cookson y Persell, 1985). Los teóricos de la interacción simbólica que examinan la socialización en el ambiente escolar podrían centrarse en la forma en que la interacción diaria y las prácticas en la escuela influyen en la construcción de las creencias de los estudiantes respecto al patriotismo, sentimientos de agresión O cooperación y prácticas de género. Por ejemplo, algunos estudios han mostrado que el ambiente escolar frecuentemente alberga un alto grado de segregación de género, incluida la formación de filas separadas de niños y de niñas para participar en actividades extracurriculares en las primarias y secundarias (Eder, 1995; Thorne, 1993). Grupos de semejantes En cuanto somos suficientemente grandes para tener conocidos fuera de casa, la mayoría de nosotros comenzamos a depender fuertemente de grupos de personas semejantes a nosotros como fuente de información y aprobación de nuestro comportamiento social. Un grupo de semejantes es un conjunto de gente que está vinculada por intereses comunes, posición social igual y edad similar (generalmente). En la niñez temprana, los grupos de semejantes con frecuencia se componen de compañeros de la guardería, jardín de niños y primaria. Estudios recientes han encontrado que la preadolescencia —los últimos años de la escuela primaria— es un periodo en el que la cultura de semejantes tiene un efecto importante sobre cómo los niños se perciben a sí mismos y cómo interiorizan las expectativas de la sociedad (Adler y Adler, 1998). En la adolescencia, los grupos de semejantes típicamente se forman de gente con intereses similares y actividades sociales. Como adultos, continuamos participando en grupos de semejantes con los que compartimos intereses y ocupaciones comunes, ingresos o posición social parecida. Los grupos de semejantes funcionan como agentes de socialización al contribuir con nuestro sentido de “pertenencia” y nuestros sentimientos de valor propio. Desde los años preescolares los grupos de semejantes proporcionan a los niños la oportunidad de tener una adaptación exitosa a las situaciones como tener acceso a un juego en curso, proteger de los intrusos las actividades compartidas y construir solidaridad y confianza mutua durante las actividades en curso (Corsaro, 1985; Rizzo y Corsaro, 1995). A diferencia de las familias y escuelas, los grupos de semejantes proporcionan a los niños y adolescentes cierto grado de libertad de los padres y otras figuras de autoridad (Corsaro, 1992). Aunque los grupos de semejantes dan a los niños cierto grado de libertad, también enseñan normas culturales sobre lo que es un comportamiento “aceptable” en una situación específica. Los grupos de semejantes simultáneamente reflejan la cultura de la mayoría y sirven de conducto para pasar la cultura a la gente más joven. Como resultado, el grupo de semejantes es un producto de la cultura y uno de sus principales transmisores (Elkin y Handel, 1989). ¿Existe algo como la “presión de grupo”? Los individuos deben ganar la aceptación de sus semejantes al adoptar las normas, actitudes, patrones de lenguaje y códigos de vestido de un grupo dado. Cuando cumplimos con las expectativas de nuestro grupo de semejantes, somos recompensados; si no las cumplimos, podríamos ser ridiculizados o hasta expulsados del grupo. Cumplir las demandas de los semejantes con frecuencia pone a los niños y adolescentes en una encrucijada con sus padres. Por ejemplo, a menudo la gente joven siente la presión para obtener ciertas posesiones de valor material (como juguetes, ropa, zapatos deportivos o teléfonos celulares), entonces pasan la presión a sus padres mediante chantaje emocional para que les compren los objetos deseados. La presión de los semejantes y las tensiones de los adultos que con frecuencia acompañan este tipo de presión no son únicas para las familias en Estados Unidos. grupos de semejantes: conjunto de gente vinculada por intereses comunes, posición social igual y edad similar. Medios de comunicación masiva Un agente de socialización que tiene un impacto profundo en niños y adultos son los medios de comunicación masiva, que se componen de organizaciones a gran escala que usan medios impresos o electrónicos (como el radio, televisión, películas e internet) para comunicarse con grandes números de personas. Los medios funcionan como agentes de socialización de varias formas: (1) nos informan de hechos, (2) nos presentan una gran variedad de personas, (3) proporcionan gran cantidad de puntos de vista sobre temas de actualidad, (4) nos hacen consciente de productos y servicios que, si los adquirimos, supuestamente nos ayudarán a ser aceptados por otros y (5) nos entretienen al proporcionarnos la oportunidad de vivir indirectamente (mediante las experiencias de otras personas). Aunque la mayoría de nosotros damos por hecho que los medios tienen una parte importante en la socialización, con frecuencia subestimamos la enorme influencia que este agente puede tener sobre las actitudes y comportamiento de los niños. Estudios recientes han mostrado que los niños estadounidenses pasan en promedio más tiempo cada año trente a sus televisiones, computadoras y videojuegos. De acuerdo con el estudio del centro Annenberg Public Po¡cy Center (Universidad de Pennsylvania) sobre los medios en casa, “la introducción de nuevos medios continúa transformando el ambiente de los niños en los hogares estadounidenses... En lugar de desplazar a la televisión como medio dominante, las nuevas tecnologías la han complementado, dando como resultado una penetración adicional de los medios electrónicos y uso de los jóvenes” ¡citado en Dart, 1999:A5). Se estima que los niños estadounidenses pasan 2.5 horas al día viendo programas de televisión y dos horas con su computadora, videojuegos o un reproductor de video, lo cual suma más de 1642 horas al año (Dart, 1999). En contraste, los niños estadounidenses pasan cerca de 1000 horas al año en la escuela. Considerando solamente el tiempo viendo televisión, para cuando los estudiantes se gradúan de la secundaria habrán pasado más tiempo frente al televisor que en el salón de clases (American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 1997; Dart, 1999). Quizá no es una sorpresa que los investigadores de Annenberg encontraran que 93% de los niños entre 10 y 17 años supieran que Homero, Bart y Maggie son personajes de la serie de la cadena Fox, Los Simpsons, mientras que sólo 63% pudieron nombrar al vicepresidente de Estados Unidos. Los padres, educadores, científicos sociales y oficiales vúblicos han debatido ampliamente las consecuencias de que los jóvenes vean tanta televisión. Se ha ensalzado a la televisión por brindar numerosas experiencias positivas a los niños. Algunos académicos sugieren que, cuando se usa sabiamente, puede mejorar el desarrollo de los niños al mejorar sus habilidades de lenguaje, de formación de conceptos y de lectura. así como alentar el desarrollo prosocial (Winn,1985). 5in embargo, otros estudios han mostrado que los niños y adolescentes que pasan mucho tiempo viendo televisión frecuentemente tienen calificaciones más bajas, leen menos, se ejercitan menos y tienen sobrepeso (American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 1997). De especial preocupación para muchas personas es el tema de la violencia en la televisión. Se estima que los jóvenes típicos que ven 28 horas de televisión a la semana habrán visto 16000 asesinatos simulados y 200 000 actos de violencia antes de cumplir 18 años. Un reporte de la American Psychological Association afirma que aproximadamente 80% de los programas de televisión contienen actos de violencia y que la televisión comercial para niños es 50% o 60% más violenta que la televisión en horario estelar para adultos. Por ejemplo, algunas caricaturas tienen más de 80 actos violentos en una hora (APA Online, 2000). Además de la preocupación acerca de la violencia en la televisión, películas y juegos electrónicos, los programas de televisión han recibido críticas por proyectar imágenes negativas de las mujeres y la gente de color. Aunque los medios han cambiado algunos de los roles en los que presentan a las mujeres (como Xena, “La princesa guerrera”, quien es capaz de derrumbar cualquier cosa que se interponga en su camino), estas nuevas imágenes tienden a reforzar estereotipos que presentan a la mujer como símbolo sexual, debido a la ropa que usan en sus aventuras de acción. A lo largo de este texto veremos ejemplos de la forma en que los medios —desde anuncios y programas de televisión hasta videojuegos e internet— nos socializan, particularmente cuando somos jóvenes, dándonos cuenta de ello o no. Por ejemplo, los académicos de estudios culturales y algunos teóricos posmodernos creen que la “cultura de los medios” ha cambiado considerablemente con el proceso de socialización para los jóvenes en los últimos años. Fuente: Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012.
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Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-3: Socialización UNO: SocializaciónLos animales inferiores en la escala evolutiva, como es el caso de la mayor parte de las especies de insectos, son capaces de valerse por sí mismos poco después de nacer, con escasa o ninguna ayuda de los adultos. No existen generaciones entre las especies inferiores, ya que el comportamiento de los "jóvenes" es prácticamente idéntico al de los "adultos". Sin embargo, a medida que vamos subiendo en la escala evolutiva estas observaciones se hacen menos ciertas, ya que los animales superiores tienen que aprender formas de comportamiento apropiadas. Entre los mamíferos, los jóvenes están en muchos casos totalmente indefensos cuando nacen y necesitan el cuidado de los mayores. El niño es el más indefenso de todos ellos y no puede sobrevivir sin ayuda de un adulto, al menos durante sus primeros cuatro o cinco años de vida. La socialización es el proceso por el cual la criatura indefensa se va convirtiendo gradualmente en una persona consciente de si misma, con conocimientos y diestra en las manifestaciones de la cultura en la que ha nacido. La socialización no es un tipo de "programación cultural" por la cual el niño absorbe, de un modo pasivo, las influencias con las que entra en contacto. Desde el momento en que nace, el niño tiene necesidades o exigencias que afectan al comportamiento de los responsables de su cuidado: el bebé es un ser activo desde el principio. La socialización pone en contacto a las diferentes generaciones. El nacimiento de un niño altera las vidas de aquellos que son responsables de su crianza, los cuales, a su vez, experimentan un nuevo aprendizaje. La paternidad liga normalmente las actividades de los adultos a las de los niños para el resto de las vidas de ambos. Las personas mayores siguen siendo padres cuando se convierten en abuelos aunque, por supuesto, establecen una nueva serie de relaciones que conectan a las diferentes generaciones entre sí. Aunque el proceso de aprendizaje cultural es mucho más intenso durante la infancia y el principio de la niñez que posteriormente, el aprendizaje y la adaptación continúan durante todo el ciclo vital. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. DOS: Niños no socializados¿Como serían los niños si, por alguna razón, crecieran sin la influencia de los adultos? Evidentemente, ninguna persona, a modo de experimento, podría criar a un niño apartado de la influencia humana. Sin embargo, han existido ciertos casos, muy debatidos, de niños que pasaron los primeros años de su vida apartados del contacto humano normal. El "niño salvaje de Aveyron" El 9 de enero de 1800 una extraña criatura surgió de los bosques cercanos al pueblo de Saint-Serin, en el sur de Francia. A pesar de andar en posición erecta se asemejaba más a un animal que a un humano, pero pronto fue identificado como un niño de unos once o doce años. únicamente emitía estridentes e incomprensibles chillidos y parecía carecer del sentido de la higiene personal y evacuaba donde y cuando le parecía. Fue conducido a la policía local y, más tarde, a un orfanato cercano. Al principio se escapaba constantemente y era difícil volver a capturarlo. Se negaba a vestirse y rasgaba las ropas en cuanto se las ponían. Nunca hubo padres que lo reclamaran. El niño fue sometido a un minucioso examen médico en el que no se encontró ninguna anormalidad importante. Cuando se le puso delante de un espejo parece que vio su imagen sin reconocerse a sí mismo. En una ocasión trató de alcanzar a través del espejo una patata que había visto reflejada en él (de hecho, la patata la sostenía alguien detrás de su cabeza). Después de varios intentos, y sin volver la cabeza, cogió la patata por encima de su hombro. Un sacerdote que observaba al niño a diario describió este incidente de la siguiente forma: Todos estos pequeños detalles, y muchos otros que podríamos añadir, demuestran que este niño no carece totalmente de inteligencia, ni de capacidad de reflexión y razonamiento. Sin embargo, nos vemos obligados a reconocer que, en todos los aspectos que no tienen que ver con sus necesidades naturales o la satisfacción de su apetito, se percibe en él un comportamiento puramente animal. Si tiene sensaciones no desembocan en ninguna idea. Ni siquiera puede compararlas unas con otras. Podría pensarse que no existe conexión entre su alma o su mente y su cuerpo. (Shattuck, 1980, p.69; véase también Lane, 1976.) Posteriormente, el niño fue trasladado a París, donde se llevó a cabo un intento sistemático para transformarle "de bestia en humano". El esfuerzo resultó sólo parcialmente satisfactorio. Aprendió a utilizar el cuarto de baño, accedió a llevar ropa y aprendió a vestirse solo. Sin embargo, no le interesaban los juguetes ni otros juegos y nunca fue capaz de articular más que un reducido número de palabras. Hasta donde sabemos por las detalladas descripciones de su comportamiento y sus reacciones, la cuestión no estaba en que fuese retrasado mental. Parecía que o no deseaba dominar totalmente el habla humana o que era incapaz de ello. Con el tiempo hizo escasos progresos y murió en 1828, cuando tenía unos cuarenta años. Sin duda, hay que tener cuidado a la hora de interpretar casos de este tipo, pues es posible que quedase sin diagnosticar una anormalidad mental. Por otra parte, las experiencias a las que fue sometido el niño podrían haberle causado daños psicológicos que le impidieran alcanzar las habilidades que la mayoría de los niños adquieren a una edad mucho más temprana. Aun así, existe una similitud suficiente entre este caso y otros que se conocen como para poder sugerir cuán limitadas estarían nuestras facultades si careciéramos, desde el principio, de un período prolongado de socialización. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. La socialización según Durkheim«La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre aquellas que no han alcanzado aún un grado de madurez suficiente para desenvolverse en la vida social. Tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales, que exigen de él tanto la sociedad política tomada en conjunto como el medio especial al que está destinado particularmente.» En pocas palabras, «la educación es una socialización... de la joven generación». Fuente: Durkheim, Emil. Educación y sociología. Ediciones Península, Barcelona, 1975. CUATRO: Socialización y personalidadPara entender bien lo que en sociología se entiende por proceso de socialización, hay que considerar previamente el concepto de personalidad que, con diversos matices, mantienen la mayor parte de los sociólogos. Personalidad es un sistema dinámico de acción individual compuesto de motivos, sentimientos, actitudes, hábitos y creencias, sistema que se expresa hacia dentro como autoconciencia, y hacia fuera como un complejo de roles sociales y un sistema de acción. Socialización es, precisamente, el proceso por el que un individuo se hace persona social incorporando a su individualidad las formas de vida (pautas sociales, símbolos, expectativas culturales, sentimientos, etc.), bien de un grupo social determinado, bien de toda la sociedad global, incorporación que le permitirá proceder y actuar de manera conveniente y más o menos ajustada a las exigencias de dicho grupo o dicha sociedad, e intervenir activamente en los procesos de innovación y cambio de la misma. [...] La personalización es esencialmente un proceso de maduración por el que el hombre adquiere su personalidad sociocultural, es decir, se hace capaz de autodirigir sus propias estructuras instintivas y, muy en especial, de influir responsablemente sobre los factores sociales y culturales. El objetivo final de la personalización es la integración de la persona, la adquisición de seguridad y el desarrollo de la capacidad creadora. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. Dos paradigmas para entender la socialización: Tradicional e interaccionistaLa primera vía para comprender la socialización acude al modelo tradicional del acondicionamiento, es decir, el sujeto interioriza a través de un proceso especial de aprendizaje un conjunto de normas, valores, actitudes, roles, habilidades y saberes que van a actuar desde dentro del individuo como un programa que condicionará su comportamiento a lo largo de toda su vida. Desde esta perspectiva, el proceso de socialización se orienta a predeterminar la conducta del individuo en la mayor cantidad imaginable de situaciones culturalmente definidas. [...] [...] La segunda vía para comprender la socialización es emplear el modelo o paradigma de la interacción, más dinámico que el anterior, pues concibe al individuo, fundamentalmente al niño, como un actor social inserto en un sistema de interacción, primero con su familia, más tarde, a partir de los 8 ó 9 años, con el grupo de iguales. A medida que se va debilitando el control familiar, se desarrolla en el niño el sentido del respeto mutuo, de justicia y de reciprocidad, al encontrarse en situaciones en las que sólo puede conseguir el respeto a sus derechos personales a través de su propio respeto a los derechos de los demás. Desde esta perspectiva, la socialización aparece como un proceso de adaptación personal del individuo ante situaciones nuevas, que le impulsan a flexibilizar sus recursos cognoscitivos y a modificar sus pautas normativas. De esta forma, la socialización primaria, que tiene lugar durante la infancia, es en parte separada y en parte enriquecida por la socialización secundaria, que se desarrolla durante la adolescencia y toda la vida adulta. Una concepción más estática de la socialización ignora esta distinción y sólo habla de socialización y de resocialización, entendiendo por ésta el proceso de nueva socialización a que debe someterse el adulto cuando cambia drásticamente de ambiente cultural o de status y tiene que aprender nuevas formas y estilos de vida y hacerse con un bagaje de pautas cognoscitivas y normativas más adecuado (el emigrante, el ex-preso, el soldado licenciado después de años de guerra). Este enfoque rechaza la concepción del sujeto como algo predominantemente pasivo y mero receptáculo de estímulos, y lo concibe en una interacción activa con su entorno. Las nuevas experiencias y mensajes que va recibiendo en etapas posteriores son asimiladas de una estructura cognoscitiva y normativa existente, que le proporciona cauces de acomodación personal a las demandas del ambiente. Esa estructura cognoscitiva y normativa se encuentra en permanente reorganización. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. IMAGEN 1: Nube de palabrasIMAGEN 2: Mapa conceptual de la socialización |
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Octubre 2020
AutorLeonardo Pittamiglio |