Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-6: Control social El problema del control social La Sociología comienza con dos hechos básicos: la conducta humana sigue normas regulares y recurrentes, y la gente, en todas partes, vive con los demás y no sola. En su mayor parte, las regularidades en la conducta humana reflejan la presencia de la cultura y de un repertorio ordenado de relaciones sociales, y nuestro análisis se ha ocupado de algunas de las principales formas en que está organizada la vida social, así como de la manera en que las instituciones definen y controlan los actos de los hombres. Así, aunque el orden social está mantenido en cierto sentido por las normas que rigen las relaciones existentes entre los hombres —tradiciones, costumbres, leyes y otras reglas—, debemos explicar aún por qué los hombres se conforman generalmente a las instituciones que definen la conducta apropiada o exigida. La conformidad, de la que nos ocuparemos aquí, es corrientemente, para muchos norteamericanos, un schiimpfwort, término odioso que sugiere una creciente estandarización de la acción, la actitud y la creencia, y una decreciente voluntad de enfrentarse a las mareas prevalecientes de opinión y moda. Solamente si la sociedad estuviese ordenada como un panal o un hormiguero habría una completa conformidad. Algunas áreas de la conducta permanecen no reguladas en todas las sociedades, y aun dentro de una sociedad totalitaria el material humano refractario encuentra a menudo diversas técnicas para oponerse a la subordinación total. Sin embargo, el significado de la individualidad y la no conformidad se encuentran sólo en relación a las normas sociales a que debe conformarse el mayor número de personas durante el mayor tiempo. La gente está obligada a obedecer los dictados de su cultura según formas diferentes. Desde un punto de vista, las obligaciones son externas, derivadas de la cultura y de las demandas de la vida social, las cuales operan en las situaciones concretas en que se encuentran los hombres. Hemos visto ya cómo el poder, la autoridad y la religión sirven para imponer el respeto a las normas sociales, y hay otras formas institucionales de control social que deben ser examinadas. Desde otra perspectiva, las obligaciones son internas, derivadas de las necesidades, los deseos y los intereses del individuo. En cierto sentido, estas presiones internas son también desarrollables (biográfica e históricamente), ya que se incorporan a la persona a lo largo de su experiencia social. Estas dos formas de control social —internas y externas— están estrechamente interrelacionadas. Nuestra tarea consiste aquí en ver cómo la conformidad a la costumbre llega a ser un hábito personal o una obligación; cómo la aceptación de la autoridad llega a ser parte de la personalidad; y cómo los objetivos socialmente sancionados llegan a convertirse en ambiciones privadas. Las respuestas a estas cuestiones necesariamente destacan la influencia de la cultura y la sociedad sobre el individuo, pero no es preciso considerar a la persona como una mera creación de su medio social. Como ya señalamos antes, la relación entre el individuo y la sociedad es continua y dinámica, e implica procesos recíprocos. Esta relación es a veces armónica, a veces antagónica. La adhesión a las normas sociales —que con frecuencia admite alguna variación en la conducta— puede ser espontánea y voluntaria, libre de incertidumbres y dudas. Pero también puede ser reluctante y opuesta a la voluntad, o incluso ser aceptada solamente bajo la imposición o la amenaza de la fuerza física, O de otras fuertes sanciones externas. Además, siempre hay aquellos que desprecian algunas o incluso la mayoría de las normas sociales, y tienden a desviarse de sus exigencias. Ningún individuo obedece todas las reglas en todo momento; es decir, nadie refleja exactamente la cultura, un hecho que es inherente a la vida social como sabemos bien. Fuente: Chinoy, Ely. La sociedad. Una introducción a la sociología. FCE, México, 1966. El origen del control social La mayor parte de las normas sociales tienen, como se ha visto, una estructura bifronte: son estrategias o esquemas de acción, y desde este punto de vista facilitan y dinamizan la acción social y, por otra parte, coaccionan al individuo desviado para que se integre o se reintegre en un orden social más o menos consensuado. Normas sociales y control social son fenómenos y conceptos que se implican mutuamente. No existen sociedades sin control social, como no existen sociedades sin normas. Dos tradiciones o tendencias se enfrentan en este terreno: la tradición sociológica que acentúa la unidad social y el papel primordial de los sistemas normativos, y la tradición que se fija sobre todo en el conflicto, el poder y el control. La primera destaca las funciones sociales e individuales del control social: toda persona se encuentra limitada y condicionada por su grupo, su comunidad y su sociedad, y esta limitación y condicionamiento cumplen funciones para la sociedad y los grupos, así como para el mismo individuo si éste comparte los valores y las metas de aquéllos. La segunda niega rotundamente las funciones sociales del control con la misma energía con que rechaza la posibilidad de un consenso moral auténtico (el marxismo ortodoxo). Para comprender óptimamente las posturas de los sociólogos sobre el control social, conviene tener en cuenta que tanto la «mirada sociológica» centrada obsesivamente en el aspecto consensual del control, como la que no percibe sino el aspecto coercitivo o coactivo, dan muestra de un estrabismo sociológico igualmente nocivo. La primera peca de conservadora, ahistórica y estática. La segunda tiende a ignorar el alto nivel de inercia social, de conformidad y de aceptación del mundo social tal como parece ser que proliferan en todas las sociedades. Control social interno y externo Los sociólogos distinguen dos tipos de control social: el interno, ejercido por el mismo individuo sobre sus acciones, y el externo, consistente en las presiones que la sociedad despliega sobre el individuo para inducirlo a un determinado nivel de conformidad. El control social interno, producto en gran parte de una socialización exitosa, se realiza de tres formas principales: la internalización, la identificación y la obediencia o sumisión. - La internalización tiene lugar cuando el individuo acepta las normas sociales y las expectativas de sus roles como sus propios criterios normativos, los incorpora a su personalidad, los «hace suyos», hasta el punto de que es ya su mente y su personalidad total lo que le impulsa a conformarse a esas normas. En caso de violación de las normas, el sentimiento dominante sería el de culpabilidad, aunque nadie se percate de su falta. El individuo «violador» suele castigarse a sí mismo con mayor o menor severidad. La internalización es en gran medida un proceso inconsciente. Tres grandes pensadores: un sociólogo, un psicólogo social y un psicólogo coincidieron a comienzos de este siglo en destacar la importancia de la internalización, aunque desde diferentes perspectivas y con distintos términos: Durkheim habló de la «conciencia colectiva» que se refleja a través de la conciencia de cada individuo; Mead insistió en el «otro generalizado», y Freud estudió los efectos del «super-ego» sobre la personalidad. - La identificación del individuo con un grupo o con una organización social se traduce lógicamente en el deseo de establecer relaciones con ellos y, por consiguiente, induce al individuo a aceptar las normas y criterios del grupo. No hay internalización, pero sí aceptación voluntaria, por lo que no son necesarias presiones externas. A veces, el individuo que no pertenece a un grupo, pero que desea ser aceptado por él, demuestra su voluntad de ser incorporado al grupo mediante la sumisión a sus normas. Los sociólogos hablan entonces de «grupos de referencia» . - La obediencia o sumisión es un proceso más prosaico, del que todos tenemos experiencia personal y directa: el individuo se pliega a los criterios y las normas de un grupo con esperanza de obtener beneficios de su conformidad, bien consiguiendo recompensas o evitando castigos y sanciones. En todo caso, la obediencia voluntaria está basada siempre en un cálculo más o menos racional de la conveniencia personal. El control social externo es más «visible» que el interno, aunque no enteramente transparente. Consiste esencialmente en las presiones de la organización -grupo, comunidad, sociedad...- como medio de conseguir la conformidad en los individuos. Este tipo de control no es totalmente transparente, pues su primera forma -«la manipulación de la situación social en la que actúa el individuo»- consiste en una malla de medidas indirectas que hacen posibles unas acciones sociales e imposibles o muy difíciles otras. Los sociólogos citan tres: «abrir y cerrar puertas a la interacción»; «cambiar la estructura de una organización»; y «controlar la socialización a fin de inculcar determinadas normas y valores». Tres ejemplos muy sencillos: - enviar el hijo a un colegio de élite «le abre las puertas» a determinados grupos y amistades y «le cierra la puerta» a otros no deseados; - reestructurar los grupos de trabajo en una empresa para que los trabajadores participen en la toma de decisiones, etc., puede incrementar la productividad; - «encerrar» a los futuros oficiales del ejército en academias donde los contactos con el exterior son casi nulos y los candidatos son sometidos a demandas y presiones constantes, parece ser la forma óptima de inculcar normas y valores militares y una estricta disciplina (Goffman ha inventado el término de «instituciones totales» para designar este tipo de establecimientos, existentes también en otros ámbitos sociales). La segunda forma de control externo es más conocida: la aplicación de recompensas y castigos a los individuos para obtener la conformidad con las normas de la organización y de la sociedad. Las sanciones sociales, de infinita y pintoresca variedad, pueden ser interpersonales -la alabanza o el ostracismo-, organizacionales -la promoción en una empresa-, económicas -multas o recompensas monetarias-, simbólicas -la imposición de una medalla-, y físicas -la cárcel-o Es convicción muy extendida que esta segunda forma de control externo es la menos eficaz, sobre todo por los problemas que implica: la dificultad de vigilar a todos los actores sociales todo el tiempo, la necesidad de conseguir que el entorno del «castigado» o del «recompensado» refuerce el efecto inicial -habitualmente muy escaso- del premio o del castigo, y la misma naturaleza de los premios -tienden a convertirse en «derechos» si son muy frecuentes- y de los castigos, que sólo provocan un comportamiento mínimamente aceptable, pero jamás consiguen que el individuo se comprometa totalmente con las normas y con el grupo o la sociedad. Definición de control social El control social se refiere a las prácticas sistemáticas que desarrollan los grupos sociales con el fin de fomentar la conformidad con las normas, reglas y leyes y desalentar la desviación. Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012. Los sistemas de control social En su Invitación a la sociología (1963), Peter Berger, desde una perspectiva humanista, invita al lector a percibirse a sí mismo en el centro de una serie de círculos concéntricos, cada uno de los cuales representa un sistema social del que fluyen los diferentes medios de control social que la sociedad utiliza para obtener conformidad y obediencia: violencia física, presión económica, persuasión, sentimiento de ridículo y oprobio, murmuración, deseos de aceptación por los otros y por el grupo, ostracismo, etc. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. Imágenes
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Octubre 2020
AutorLeonardo Pittamiglio |