Karl Marx (1818-1883)Capitalismo y conflicto La primera de nuestras visiones clásicas de la sociedad nos viene de Karl Marx (1818-1883). Pocos observaron la transformación industrial de Europa tan intensamente como él. Marx pasó la mayor parte de su vida en Londres, entonces la capital del vasto Imperio Británico. Se quedó impresionado con la capacidad de producción de las nuevas fábricas; no solo las sociedades europeas estaban produciendo más bienes que nunca, sino que un sistema de comercio global estaba canalizando recursos de todo el planeta hacia las fábricas británicas a un ritmo vertiginoso. [...] El punto clave del pensamiento de Marx es la idea del conflicto social, la lucha entre los diferentes segmentos de la sociedad por los recursos económicos. Por supuesto, el conflicto social puede tomar diferentes formas: las personas pueden pelearse, algunas ciudades pueden mantener una larga rivalidad, y las naciones en algunos momentos se declaran la guerra. Sin embargo, para Marx, la forma de conflicto social más significativa hace referencia a los conflictos entre las clases sociales, entre ricos y pobres, que nacían de la manera en que una sociedad produce sus recursos económicos. Sociedad y producción Viviendo en el siglo XIX, Marx observó las primeras etapas del capitalismo industrial en Europa. [...] Para maximizar los beneficios, los capitalistas deben minimizar los salarios, por lo general su mayor gasto. Sin embargo, los trabajadores quieren que sus salarios sean lo más elevados posible. Dado que un aumento de salarios implica una reducción de beneficios, el conflicto es inevitable. Marx argumentaba que este conflicto terminaría únicamente cuando los pueblos abandonaran el sistema capitalista. [...] En su análisis de la sociedad, Marx sostenía que una institución específica (la economía) domina a todas las demás cuando se trata de determinar en qué dirección se mueve una sociedad. Recurriendo a la doctrina filosófica del materialismo histórico, que afirma que la manera en que los seres humanos producen bienes materiales define el resto de la sociedad, Marx reivindicaba que todas las demás instituciones sociales importantes (el sistema político, la familia, la religión y la educación) funcionaban bajo la influencia de la economía de una sociedad. Marx argumentaba que la economía es «el fundamento real [...] El modo de producción en la vida material determina el carácter general de los procesos de la vida social, política y espiritual» (1959: 43, edición original de 1859). En consecuencia, Marx veía el sistema económico como la base o la infraestructura social (infra del latín «por debajo de»). Otras instituciones sociales, incluyendo la familia, el sistema político y la religión, que están construidos sobre este fundamento, forman la superestructura de la sociedad (supra del latín «por encima de»). Estas instituciones extienden los principios económicos a otras áreas de la vida, como se ilustra en la Figura 4.2. En términos prácticos, las instituciones refuerzan la dominación de los capitalistas, protegiendo legalmente su patrimonio, por ejemplo, y transfiriendo la propiedad de una generación a la siguiente dentro de la misma familia. [...] Marx rechazaba el sentido común capitalista como falsa conciencia, una explicación de los problemas sociales fundamentada en los defectos de los individuos en lugar de los defectos de la sociedad. En efecto, Marx estaba diciendo que el capitalismo industrial es en sí mismo responsable de muchos de los problemas sociales que veía a su alrededor. La falsa conciencia, mantenía, victimiza a las personas ocultando la causa real de sus problemas. El conflicto en la historia [...] para Marx, el feudalismo equivalía a poco más que «una explotación, encubierta por ilusiones políticas y religiosas» (Marx y Engels, 1848). Gradualmente, nuevas fuerzas productivas minaron el orden feudal. El comercio creció de manera constante a lo largo de la Edad Media a medida que se extendían las redes comerciales y aumentaba el poder de los gremios. Los comerciantes y los artesanos de las ciudades formaron una nueva categoría social, la burguesía (palabra de origen francés que significa «de la ciudad»). Los beneficios obtenidos de la expansión del comercio enriquecieron a la burguesía. En la segunda mitad del siglo XVIII, con las fábricas bajo su control, los burgueses se convirtieron en capitalistas con un poder que pronto rivalizó con la antigua nobleza terrateniente. Mientras que la nobleza trataba a esta recién llegada clase «comercial» con desprecio, el enriquecimiento de la burguesía inclinó a su favor la balanza del poder político. La industrialización también fomentó el desarrollo del proletariado. Los terratenientes británicos transformaron los campos, que una vez estuvieron cultivados por siervos, en campos de pasto para las ovejas de las que se obtenía la lana necesaria para los prósperos talleres textiles. Arrojados de las tierras, los siervos emigraron a las ciudades para trabajar en las fábricas, convirtiéndose en proletarios, o trabajadores industriales. Marx imaginaba que llegaría un día en que estos trabajadores se unirían por encima de las fronteras nacionales para formar una clase unida, estableciendo el escenario para un enfrentamiento histórico, esta vez entre los capitalistas y los trabajadores explotados. Este gráfico ilustra el punto de vista materialista de Marx de que el proceso de producción económica subyace y determina a la sociedad en su conjunto. La producción económica involucra tanto la tecnología (la industria, en el caso del capitalismo) y las relaciones sociales (para el capitalismo, la relación entre los capitalistas, que controlan el proceso de producción económica, y los trabajadores, que son simplemente una fuente de mano de obra). Sobre esta infraestructura, o fundamento, se construyen las instituciones sociales más importantes, así como los valores y las ideas culturales centrales. Considerados juntos, estos elementos sociales adicionales representan la superestructura de la sociedad. Marx sostenía que todas las partes de una sociedad operan en concierto con el sistema económico. El capitalismo y el conflicto de clases Gran parte del análisis de Marx se centra en los aspectos destructivos del capitalismo industrial (especialmente la manera en que fomenta el conflicto de clases y la alienación). [...] «La historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora es la historia de la lucha de clases.» Con esta declaración, Marx y su colaborador Friedrich Engels comenzaban su declaración más conocida, el Manifiesto del Partido Comunista (1848). La idea de la clase social está en el corazón de la crítica de Marx a la sociedad capitalista. El capitalismo industrial, como los tipos de sociedad anteriores, comprende dos clases sociales principales (los dominantes y los oprimidos) que reflejan las dos posiciones básicas en el sistema productivo. Los capitalistas y los proletarios son los descendientes históricos de los amos y los esclavos del mundo antiguo y de los nobles y los siervos de los sistemas feudales. En cada caso, una clase controla a la otra como una propiedad productiva. Marx empleó el término conflicto de clases (y, a veces, lucha de clases) para referirse al antagonismo entre las clases sobre la distribución de la riqueza y el poder en la sociedad. El conflicto de clases, entonces, se remonta a las civilizaciones más antiguas (véase la Figura 4.3). Lo que distingue el conflicto en la sociedad capitalista, señaló Marx, es la manera en que se ha manifestado abiertamente. Los nobles y los siervos de las sociedades agrícolas, estaban unidos por tradiciones antiguas y un sinfín de obligaciones. El capitalismo industrial disolvió esos lazos de modo que el orgullo y el honor fueron reemplazados por un «interés propio bien visible» y la búsqueda de beneficios en un descarado ejercicio de opresión. Marx creía que el proletario, al que no le unían lazos personales con los opresores, no tenía muchos motivos para soportar su opresión. Pero, aunque el capitalismo industrial puso de manifiesto abiertamente el conflicto de clases, Marx era consciente de que el cambio social no se produciría fácilmente. En primer lugar, según él, los trabajadores deben tomar conciencia de su opresión [...]. En segundo lugar, deben organizarse y actuar para abordar sus problemas. Esto significa que los trabajadores deben reemplazar la falsa conciencia con la conciencia de clase, el reconocimiento por parte de los trabajadores de su unidad como clase en oposición a los capitalistas y, finalmente, al capitalismo. Como la falta de humanidad de los primeros tiempos del capitalismo resultaba muy evidente, Marx llegó a la conclusión de que los trabajadores industriales inevitablemente se levantarían en masa para destruir el capitalismo industrial. [...] Marx veía un punto débil en la armadura del capitalismo. Motivados por un deseo de ganancia personal, los capitalistas temían la competencia por parte de otros capitalistas. Así que Marx pensó que los capitalistas se mostrarían reacios a organizarse, incluso aunque compartiesen intereses comunes. Más aún, razonaba, los capitalistas mantienen bajos los salarios de los trabajadores para maximizar sus beneficios. Esta estrategia, a su vez, reforzará la resolución de los trabajadores a forjar una alianza contra ellos. A largo plazo, suponía Marx, los capitalistas solo contribuirían a su propia perdición. Capitalismo y alienación Marx también condenó el capitalismo por producir alienación, el sentimiento de no ser capaz de controlar tu propia vida. Dominados por los capitalistas y deshumanizados por sus trabajos (especialmente el trabajo monótono y repetitivo de las fábricas), los proletarios encuentran poca satisfacción en su situación, y se sienten individualmente incapaces de mejorarla. En esto se encuentra otra contradicción de la sociedad capitalista: en la medida en que los seres humanos inventan nuevas tecnologías para aumentar su poder sobre el mundo, estas dominan cada vez más la vida de quienes se sirven de ellas para ganarse la vida... Los trabajadores se ven a sí mismos simplemente como una mercancía, una fuente de mano de obra, comprada por los capitalistas y de la que se deshacen cuando ya no la necesitan. Marx citó cuatro maneras en las que los capitalistas alienaban a los trabajadores. 1. Alienación en el trabajo. Idealmente, las personas trabajan tanto para satisfacer sus necesidades inmediatas como para desarrollar su potencial personal a largo plazo. Sin embargo, el capitalismo niega a los trabajadores su opinión sobre lo que producen o cómo lo producen. Además, la mayor parte del trabajo es tedioso, e involucra incontables repeticiones de tareas rutinarias. La sustitución hoy en día de la mano de obra por máquinas no habría sorprendido a Marx. Según él, el capitalismo había transformado a los seres humanos en máquinas hacía mucho tiempo. 2. Alienación con respecto a los productos del trabajo. El producto del trabajo no pertenece a los trabajadores sino a los capitalistas, que disponen de él para su propio beneficio. Por tanto, razonaba Marx, cuanto más invierten los trabajadores en su propio trabajo, más pierden. 3. Alienación con respecto a otros trabajadores. Marx veía el trabajo en sí mismo como la afirmación productiva de la sociedad. Sin embargo, el capitalismo industrial transforma el trabajo de una empresa cooperativa en otra competitiva. El trabajo en las fábricas raramente proporciona una oportunidad para el compañerismo. 4. Alienación del potencial humano. El capitalismo industrial aleja a los trabajadores de su auténtico potencial humano. Marx argumentaba que un trabajador «no se realiza a sí mismo en el trabajo sino que se niega a sí mismo, tiene un sentimiento de miseria en lugar de bienestar, no desarrolla libremente sus energías físicas e intelectuales. En consecuencia, el trabajador se siente realizado únicamente durante su tiempo libre, mientras que en el trabajo se siente desahuciado» (1844). En resumen, el capitalismo industrial distorsiona una actividad que debería expresar las mejores cualidades de los seres humanos en una experiencia aburrida y deshumanizada. Marx consideraba la alienación, en sus diferentes manifestaciones, como una barrera para el cambio social. Pero esperaba que los trabajadores de las industrias superaran su alienación uniéndose en una verdadera clase social, conscientes de la causa de sus problemas y movilizándose para transformar la sociedad. Revolución Marx sostenía que la única salida a la trampa del capitalismo consistía en rehacer deliberadamente la sociedad. Se imaginó un sistema productivo más humano e igualitario, uno que reforzara los lazos sociales en lugar de neutralizarlos. Llamó a este sistema socialismo. Marx conocía bien los obstáculos a los que se enfrentaba una revolución socialista; pero aún así, se sintió muy decepcionado por no haber vivido para ver a los trabajadores de Gran Bretaña derrocar el capitalismo industrial. No obstante, convencido de la inmoralidad básica de la sociedad capitalista, estaba seguro de que era cuestión de tiempo que la mayoría trabajadora se diera cuenta de que tenía en sus manos la llave de un futuro mejor. Este proceso de transformación sería con certeza revolucionario, quizás incluso violento. Sin embargo, lo que nacería de la revolución de los trabajadores sería una sociedad socialista cooperativa destinada a satisfacer las necesidades de todos. [...] Max Weber (1864-1920)La racionalización de la sociedad y el desencantamiento del mundo Con un amplio conocimiento de las leyes, la economía, la religión y la historia, Max Weber (1864-1920), produjo lo que muchos consideran la más importante contribución individual a la sociología. Generó ideas que tuvieron un gran alcance. Aquí nos limitaremos a su visión de cómo la sociedad moderna se diferencia de los primeros tipos de organización social. [...] la sociología de Weber se puede considerar como una teoría de la acción. Weber entendía el poder de la economía y la tecnología pero se apartó del análisis materialista de Marx. Para él, las ideas (especialmente las creencias y los valores) tienen poder de transformación. Por tanto, veía la sociedad moderna como el producto no solo de las nuevas tecnologías y del capitalismo, sino de una nueva manera de pensar. Habiéndose originado por los cambios en las creencias religiosas, podemos decir que el mundo moderno se caracteriza por ser un mundo cada vez más racional. Hemos visto además que Weber también utilizaba tipos ideales, contrastando el ideal «protestante» con el ideal «judío», «hindú» y «budista». [...] Muchos de los estudios de Weber se centraron en los tipos ideales de racionalidad. Tradición y racionalidad En lugar de categorizar las sociedades en términos de sus tecnologías o sistemas productivos, Max Weber destacó las diferencias entre las sociedades en las maneras en que las personas ven el mundo. De una manera más sencilla, Weber llegó a la conclusión de que los ciudadanos de las sociedades preindustriales se aferran a la tradición, mientras que los ciudadanos de las sociedades industriales-capitalistas respaldan la racionalidad. Por tradición, Weber quería decir que los sentimientos y las creencias pasaban de generación a generación. De modo que las sociedades tradicionales están guiadas por el pasado. Sus miembros evalúan acciones concretas como correctas y apropiadas precisamente porque estas acciones han sido aceptadas durante largo tiempo. Las personas en las sociedades modernas tienen un punto de vista diferente del mundo, argumentaba Weber. Aceptan y persiguen la racionalidad, un deliberado y prosaico cálculo de los medios más eficientes para lograr un objetivo determinado. Los sentimientos no tienen cabida desde un punto de vista racional del mundo. Por lo general, las personas modernas prefieren pensar y actuar sobre las bases de las consecuencias presentes y futuras, evaluando sus empleos, su formación académica e incluso sus relaciones en términos de lo que invierten en ellas y de lo que esperan recibir a cambio. Weber consideraba tanto la Revolución Industrial como el capitalismo como evidencias de una oleada histórica de racionalidad. Utilizó la expresión racionalización de la sociedad para indicar el cambio histórico desde la tradición hasta la racionalidad como el modo dominante del pensamiento humano. Llegó a la conclusión de que el mundo y la sociedad moderna se ha «desencantado», esto es, que los lazos sentimentales con el pasado se han sustituido por el pensamiento científico y la tecnología. La disposición para adoptar las últimas tecnologías es un buen indicador de lo racionalizada que está una sociedad. [...] Racionalismo, calvinismo y capitalismo industrial [...] ¿cómo surgió el capitalismo industrial? Weber sostenía que el capitalismo industrial era el fruto del calvinismo (un movimiento religioso cristiano producido por la Reforma Protestante). Los calvinistas, explicaba Weber, enfocaban la vida de una manera muy disciplinada y racional. Además, un aspecto fundamental de la doctrina religiosa de Calvino (1509-1564) era la predestinación, la idea de que un Dios conocedor de todo y todo poderoso ha predeterminado a algunas personas a la salvación y a otras al castigo eterno. Los calvinistas creían que las personas no podían hacer nada para cambiar su destino. Ni siquiera podían saber lo que Dios les había reservado. De modo que las vidas de los calvinistas giraban alrededor de visiones esperanzadoras de salvación eterna y, al mismo tiempo, de una angustia tremenda ante el temor de contarse entre los condenados. Para estas personas, el desconocimiento de su destino se hacía intolerable. Los calvinistas gradualmente se hicieron la siguiente pregunta ¿No es posible ver signos de lo que a cada uno nos espera después de la muerte en lo que nos sucede en la vida? Si esto era sí, podía interpretarse la prosperidad o el éxito en este mundo como un signo de la gracia divina. Preocupados por conseguir esta confianza, los calvinistas se lanzaban a la búsqueda del éxito, aplicando la racionalidad, la disciplina y el duro trabajo a sus tareas. Esta búsqueda de la riqueza no estaba orientada al gozo o la satisfacción de los placeres, lo que era pecado. Los calvinistas también se sentían poco dispuestos a compartir su riqueza con los pobres, porque veían en la pobreza un signo del rechazo de Dios. Lo que un buen calvinista debía hacer era trabajar incansablemente cada uno en su oficio o «vocación» (de «voz» o llamada de Dios), destinando cualquier beneficio económico al mismo trabajo o profesión, en lugar de a los placeres del mundo (véase la Figura 4.4). A medida que reinvertían los productos de su trabajo para conseguir mayores beneficios, los calvinistas iban construyendo los fundamentos del capitalismo. Empleaban la riqueza para generar más riqueza, practicaban una austera economía personal, y adoptaban con entusiasmo todos aquellos avances tecnológicos que pudieran aumentar el rendimiento de sus esfuerzos. Estos rasgos, explicaba Weber, distinguían al calvinismo de otras religiones del mundo. El catolicismo, la religión tradicional en la mayor parte de Europa, dio origen a un punto de vista pasivo y «muy espiritual» de la existencia diaria, con la esperanza depositada en las recompensas de la otra vida. Para los católicos, la riqueza material no tenía el significado espiritual que motivaba a los calvinistas. Y por eso ocurrió, concluía Weber, que el capitalismo industrial se estableció en primer lugar en aquellas regiones de Europa donde el calvinismo tenía más influencia. El estudio de Weber acerca del calvinismo proporciona una sorprendente evidencia del poder que tienen las ideas para modelar la sociedad (frente a la opinión de Marx de que las ideas simplemente reflejan el proceso de la producción económica). Pero siempre escéptico ante las ideas simples, Weber sabía que el capitalismo industrial tenía muchas raíces. De hecho, uno de los objetivos de su investigación sobre los orígenes del capitalismo era poner en evidencia las limitaciones de las teorías de Marx, mucho más reacio a considerar que las ideas, por sí mismas, pueden producir cambios sociales. Mientras que el fervor religioso se fue debilitando entre las generaciones posteriores de calvinistas, concluía Weber, la búsqueda disciplinada del éxito personal se mantuvo. Una religión o, más concretamente, una ética protestante se convirtió simplemente en una «ética laboral». Desde este punto de vista, el capitalismo industrial surgió como una religión «desencantada», y hoy en día el dinero y la riqueza han perdido cualquier asociación religiosa o espiritual. Es revelador que la expresión «llevar las cuentas», que para los primeros calvinistas significaba mantener un registro diario de las acciones morales, ahora significa, simplemente, llevar la contabilidad de ingresos y gastos. Organización social racional Weber sostenía que, desencadenando la Revolución Industrial y provocando el desarrollo del capitalismo, la racionalidad había definido el carácter de la sociedad moderna. La organización social racional tiene los rasgos siguientes:. 1. Instituciones sociales características. Entre los pueblos cazadores y recolectores, la familia era virtualmente el centro de todas las actividades. Sin embargo, gradualmente otras instituciones sociales, incluyendo los sistemas religiosos, políticos y económicos, neutralizaron su importancia. En las sociedades modernas, han aparecido también instituciones educativas y sanitarias. La separación de las instituciones sociales (que detallaremos en un capítulo posterior) es una estrategia racional para abordar las necesidades humanas de una manera más eficiente. 2. Organizaciones a gran escala. Un ejemplo de la racionalidad moderna se puede constatar en la proliferación de organizaciones a gran escala. En un momento tan antiguo como la era de la horticultura, los funcionarios políticos supervisaban las prácticas religiosas, los trabajos públicos y las guerras. En la Europa medieval, la Iglesia católica creció aún más con miles de funcionarios. En las sociedades racionales modernas, los empleados gubernamentales se pueden contar por millones, y la mayoría de las personas trabajan para una organización. 3. Tareas especializadas. A diferencia de los miembros de las sociedades tradicionales, los individuos de las sociedades modernas se dedican a un amplio abanico de actividades especializadas. La cantidad de ocupaciones o profesiones que existen en las sociedades más avanzadas es enorme, y para comprobarlo solo hace falta echar un vistazo a las Páginas Amarillas de cualquier ciudad, que pueden tener más de mil páginas. 4. Disciplina personal. La sociedad moderna premia la autodisciplina. Para los primeros calvinistas, por supuesto, la disciplina tenía un origen religioso. Pero, aún distanciada de estos orígenes, la disciplina se cultiva y se premia en la vida diaria, al lado de valores como la realización personal, el éxito y la eficiencia. 5. Conciencia del tiempo. En las sociedades tradicionales, las personas miden el tiempo según el ritmo del sol y de las estaciones. En las sociedades modernas, por el contrario, se organizan las citas, los compromisos o cualquier tipo de actividad a una hora y un minuto precisos. Resulta interesante que los relojes hayan aparecido en las ciudades europeas hace unos 500 años, exactamente cuando comenzaba a extenderse el comercio, y que muchas personas comenzaran a pensar (tomando prestada la frase de Benjamin Franklin) que «el tiempo es dinero». 6. Competencia técnica. Los miembros de las sociedades tradicionales se evaluaban los unos a los otros básicamente sobre las bases de quiénes eran (esto es, según su familia o parentesco). Por el contrario, la racionalidad moderna nos empuja a juzgar a los demás por lo que son (es decir, con un ojo puesto en sus destrezas y habilidades). 7. Impersonalidad. Finalmente, en una sociedad racional, la competencia técnica tiene prioridad sobre las relaciones personales, lo que se traduce en un mundo impersonal. La vida social moderna se puede interpretar como la interacción entre especialistas preocupados por la realización de tareas específicas, en lugar de la interacción entre personas claramente preocupadas las unas por las otras. Weber explicó que tendemos a devaluar los sentimientos y las emociones personales como «irracionales» porque a menudo dificultan el control. Racionalidad y burocracia Aunque la iglesia medieval adquirió mucha importancia, Weber argumentaba que nunca fue enteramente racional porque su objetivo era preservar la tradición. Las organizaciones verdaderamente racionales, que se centraban principalmente en la eficiencia, aparecieron únicamente en los últimos siglos. El tipo organizacional que Weber llamó burocracia cobró importancia, junto con el capitalismo, como una expresión de racionalidad. [...] Weber consideró esta forma organizativa como la expresión más evidente de una manera racional de ver el mundo porque sus elementos principales (las secciones o departamentos de una empresa, por ejemplo), están destinados a alcanzar unos objetivos específicos de la manera más eficiente posible. Por el contrario, la ineficiencia de la organización tradicional se refleja en su hostilidad al cambio. En resumen, Weber sostenía que la burocracia había transformado la sociedad de la misma manera que la industrialización había transformado la economía. Es más, Weber destacó que la burocracia racional tiene una afinidad especial con el capitalismo: Hoy en día, es ante todo la economía de mercado capitalista la que exige que los asuntos oficiales de las administraciones públicas se cumplan exactamente según las normas debidas, sin discrecionalidad de ningún tipo, y tan rápidamente como sea posible. Normalmente, las empresas capitalistas muy grandes son ejemplos paradigmáticos de organizaciones burocráticas. (Weber, 1978: 974; edición original de 1921). Racionalidad y alienación Max Weber estaba de acuerdo con Karl Marx a la hora de reconocer la eficiencia del capitalismo industrial. Weber también compartía la conclusión de Marx de que la sociedad moderna produce una alienación generalizada, aunque por diferentes razones. Para Weber, el principal problema no es la desigualdad económica que tanto preocupaba a Marx, sino la agobiante regulación y deshumanización que acompaña a la burocracia en expansión. Todo lo cual conduce a un creciente «desencanto del mundo». Los burócratas, advertía Weber, tratan a las personas como una serie de casos en lugar de tratarlos como individuos únicos. Además, los trabajos en las grandes organizaciones exigen rutinas altamente especializadas y, a menudo, tediosas. Por último, Weber se imaginó la sociedad moderna como un enorme y creciente sistema de normas que buscarían regular absolutamente todo y que amenazarían con aplastar el espíritu humano. Una ironía que encontramos en el trabajo de Marx reaparece en el pensamiento de Weber: en lugar de servir a la humanidad, la sociedad moderna se vuelve contra sus creadores y los esclaviza. En el lenguaje nostálgico de la descripción de Marx de las víctimas humanas del capitalismo industrial, Weber retrataba al individuo moderno como «únicamente una pequeña pieza de un engranaje en movimiento perpetuo, que le ordena seguir una marcha fija sin fin» (1921). De modo que, conociendo bien las ventajas de la sociedad moderna, Weber acabó sus días sintiéndose profundamente pesimista. Temía que la racionalización de la sociedad acabaría por reducir las personas a robots. Emile Durkheim (1858-1917)Los lazos que nos unen: desde los mecánicos hasta los orgánicos «Amar la sociedad es amar algo más allá de nosotros mismos y algo en nosotros mismos». Estas son las palabras de Emile Durkheim (1858-1917), otro artífice de la sociología. Esta curiosa frase expresa la influencia que puede tener la sociedad en las personas. Estructura: la sociedad más allá de nosotros mismos En primer lugar y lo más importante, Emile Durkheim reconoció que la sociedad existe más allá de nosotros mismos. La sociedad es más que los individuos que la componen; la sociedad tiene una vida propia que se extiende más allá de nuestras experiencias personales. Estaba aquí antes de que hubiéramos nacido, nos reclama mientras estamos vivos, y permanecerá mucho después de que nos hayamos ido. Durkheim explicaba que las pautas de la conducta humana forman estructuras establecidas; son hechos sociales que tienen una realidad objetiva más allá de las vidas y las percepciones de los individuos concretos. Las normas culturales, los valores, las creencias religiosas permanecen como hechos sociales. Durkheim destacó que la sociedad tiene el poder de determinar nuestros pensamientos y acciones. Estudiar a los individuos aislados (como hacen los psicólogos o los biólogos) nunca puede capturar la esencia de la experiencia humana. La sociedad es más que la suma de sus partes; existe como un organismo complejo arraigado en nuestra vida colectiva. Una clase en una escuela primaria, una familia compartiendo una comida, personas apiñadas en un acto colectivo…; todos ellos son ejemplos de incontables situaciones que establecen una organización separada de cualquier individuo que esté participando en ellas. Una vez creada por las personas, la sociedad adquiere una inercia propia, se enfrenta a sus creadores y exige una medida de obediencia. Por nuestra parte, experimentamos la influencia de la sociedad cuando vemos el orden que existe en nuestras vidas o cuando nos enfrentamos a la tentación de romper sus normas y sentimos que las reglas morales nos detienen. Función: la sociedad en acción Después de establecer que la sociedad posee una estructura, Durkheim se concentró en el concepto de función. El significado de cualquier hecho social, explicaba, se extiende más allá de los individuos hasta el funcionamiento de la sociedad en esta. Para ilustrarlo, consideremos los delitos. La mayoría de las personas piensan en los delitos como actos perjudiciales que algunos individuos infligen sobre otros. Pero, mirando más allá de los individuos, Durkheim veía que los delitos cumplen una función vital para el desarrollo de la vida social. Como explicaremos en el Capítulo 17, únicamente reconociendo y reaccionando ante los actos delictivos las personas son capaces de construir y defender la moralidad, que proporciona una estructura necesaria para el desarrollo de nuestra vida colectiva. Por esta razón, Durkheim rechazaba el punto de vista muy común de considerar un acto delictivo como algo «patológico». Por el contrario, llegó a la conclusión de que los delitos son fenómenos bastante «normales» por la más básica de las razones: una sociedad no podría existir sin ellos (1895). Personalidad: la sociedad en nosotros mismos Durkheim afirmaba que la sociedad no está únicamente «más allá de nosotros mismos», sino también «en nosotros mismos». En resumen, cada uno de nosotros construye su personalidad interiorizando hechos sociales. La manera en que actuamos, pensamos y sentimos está determinada a partir de la sociedad que nos educa. Además, como Durkheim explicaba, la sociedad regula a los seres humanos a través de la disciplina moral. [...] Habiéndonos dado la vida, la sociedad también nos exige moderación. En ningún lugar encontraremos mejor ilustrada la necesidad de regulación social que en el estudio de Durkheim acerca del suicidio. ¿Por qué ocurre que, con el paso de los años, las estrellas del rock parecen tan inclinadas a autodestruirse? Durkheim halló la respuesta mucho antes de que nadie hiciera música electrónica: son las categorías de personas menos sujetas a una regulación social de su conducta las que sufren los índices de suicidios más elevados. El mayor libertinaje que se permite a los jóvenes, ricos y famosos exige un elevado precio en términos de riesgo de suicidio. Modernidad y anomia Comparadas con las sociedades tradicionales, las sociedades modernas imponen pocas restricciones sobre los individuos. Durkheim reconocía las ventajas de la libertad moderna, pero advirtió del peligro de un aumento de la anomia, una condición en la cual la sociedad proporciona una guía moral insuficiente a los individuos. Lo que tantas celebridades han descrito como «haber estado al borde de la destrucción por la fama» es un ejemplo extremo de los efectos corrosivos de la anomia. La fama repentina aleja a los famosos de sus familias y de la vida habitual que llevaban, trastocando el soporte y la regulación de la sociedad sobre los individuos en cuestión, a veces con fatales resultados. Por tanto, Durkheim nos enseña que los deseos de los individuos deben estar equilibrados por las demandas y los consejos de la sociedad (un equilibrio que se ha vuelto precario en el mundo moderno). Sociedades en evolución: la división del trabajo Como Marx y Weber, Durkheim fue testigo de primera mano de la rápida transformación de Europa durante el siglo XIX. Tras analizar este cambio, Durkheim vio una evolución radical en las formas de organización social. En las sociedades preindustriales, explicaba Durkheim, las fuertes tradiciones actúan como el cemento social que mantiene a las personas unidas. De hecho, lo que llamó conciencia colectiva es tan fuerte que la comunidad se moviliza rápidamente para castigar a cualquiera que se atreva a desafiar los modos de vida convencionales. Durkheim llamó a este sistema solidaridad mecánica, que implica lazos sociales basados en una moralidad compartida, y que mantienen unidos a los miembros de las sociedades preindustriales. Por tanto, en la práctica, la solidaridad mecánica nace de la semejanza. Durkheim describía estos lazos como «mecánicos» porque las personas perciben la sensación más o menos automática de pertenecer los unos a los otros. Durkheim consideraba que el debilitamiento de la solidaridad mecánica es un rasgo que define la sociedad moderna. Pero esto no significa que la sociedad se disuelva; en lugar de eso, la modernidad genera un nuevo tipo de solidaridad que se apresura a llenar el vacío dejado por las tradiciones abandonadas. Durkheim llamó a esta nueva integración social solidaridad orgánica, definida como los lazos sociales, basados en la especialización, que mantienen unidos a los miembros de las sociedades industriales. En resumen, mientras que la solidaridad una vez encontraba sus raíces en la semejanza, ahora surge de las diferencias entre las personas cuyas actividades especializadas los hacen depender los unos de los otros. Para Durkheim, entonces, la dimensión clave del cambio es la división del trabajo en expansión de la sociedad, o actividad económica especializada. Como explicaba Max Weber, las sociedades modernas se especializan para fomentar la eficiencia. Durkheim completa esta visión mostrándonos que los miembros de las sociedades modernas cuentan con los esfuerzos de decenas de miles de otros individuos (la mayoría de ellos completos extraños) para asegurarse los bienes y servicios que necesitan cada día. Así que la modernidad se apoya mucho menos en el consenso moral (el fundamento de las sociedades tradicionales) y mucho más en la interdependencia funcional. Es decir, como miembros de sociedades modernas, dependemos cada vez más de personas en las que confiamos cada vez menos. Entonces, ¿por qué depositamos nuestra confianza en personas que casi no conocemos y cuyas creencias pueden ser radicalmente diferentes de las nuestras? La respuesta de Durkheim es la siguiente: «Porque no podemos vivir sin ellos». En un mundo en el que la moralidad a veces parece sumergirse en arenas movedizas, nos enfrentamos a lo que podría llamarse el «dilema de Durkheim»: el poder tecnológico y la libertad personal en expansión de la sociedad moderna solo pueden avanzar a costa de una moralidad en retroceso y el peligro siempre presente de la anomia. [...] Revisión de las teorías¿De qué manera han cambiado las sociedades? Comenzamos con una visión —evolución sociocultural, posterior desarrollo por los sociólogos estadounidenses Gerhard y Jean Lenski (Lenski et al., 1995)— en la cual las sociedades diferían principalmente en términos de tecnologías en continua evolución. La sociedad moderna destaca en este aspecto por su enorme poder productivo. Karl Marx también hacía hincapié en las diferencias históricas de los sistemas productivos, pero apuntaba a la persistencia del conflicto social a través de la historia humana (excepto quizás entre los pueblos de cazadores y recolectores). Para Marx, la sociedad moderna es capitalista, y se distingue porque pone de manifiesto de manera explícita el conflicto. Max Weber abordó esta cuestión desde otra perspectiva, encontrando modos de pensamiento en evolución. Las sociedades preindustriales, afirmaba, están guiadas por la tradición, mientras que las sociedades modernas adoptan un punto de vista racional del mundo, donde los burócratas asumen un papel clave. Finalmente, para Emile Durkheim, las sociedades tradicionales se caracterizan por una solidaridad mecánica basada en el consenso moral. Por el contrario, en las sociedades industrializadas la solidaridad mecánica da paso a una solidaridad orgánica basada en la especialización productiva. ¿Por qué cambian las sociedades? El enfoque materialista de Marx apuntaba a la lucha entre las clases sociales como el «motor de la sociedad» y animaba a las sociedades hacia una reorganización revolucionaria. El punto de vista idealista de Weber argumentaba que los modos de pensamiento también contribuyen al cambio social. Demostró de qué manera el calvinismo impulsó la Revolución Industrial la cual, a su vez, modificó la estructura de gran parte de la sociedad moderna. Finalmente, Durkheim apuntó a una división del trabajo en expansión como la dimensión clave del cambio social. ¿Qué mantiene unidas a las sociedades? Marx destacó la división social, no la unidad, y trató el conflicto de clases como el sello de marca de las sociedades humanas a través de la historia. Desde su punto de vista, las elites pueden forzar una paz precaria entre las clases, pero estaba convencido de que la verdadera unidad social emergería únicamente cuando el proceso de producción se convirtiera en una empresa cooperativa. Para Weber, los miembros de una sociedad comparten una visión del mundo particular. Exactamente del mismo modo que las creencias tradicionales mantenían unidos a los pueblos en el pasado, así las sociedades modernas han creado organizaciones racionales a gran escala con sus propias culturas organizativas que fusionan y guían las vidas de las personas. Finalmente, Durkheim hizo de la solidaridad el centro de su trabajo, contrastando la solidaridad mecánica basada en la moralidad de las sociedades preindustriales con la solidaridad orgánica más práctica de las sociedades modernas. ¿Hacia dónde se dirigen las sociedades? Finalmente, está la cuestión de hacia dónde pueden estar dirigiéndose las sociedades (véase la sección Polémica y Debate). Para Marx, el capitalismo generaría las semillas de su propia destrucción: el cambio revolucionario daría lugar a un nuevo orden social comunista. Sin embargo, en general, los intentos de provocar un orden comunista durante el siglo XX en la antigua Unión Soviética y en China no tuvieron éxito. Weber era muy pesimista: veía el mundo como una jaula de hierro, con una racionalidad creciente y extendida a todos los órdenes de la vida por la actividad de las organizaciones. Durkheim confiaba en que emergerían nuevas formas de asociación que unirían a los pueblos a pesar de sus diferencias y resolverían el problema de la anomia. Evaluaremos todos estos puntos de vista a medida que avancemos en el presente libro. Como un caleidoscopio que nos muestra diferentes patrones a medida que lo giramos, estos enfoques revelan un conjunto de percepciones acerca de las diferentes sociedades. Pero ningún enfoque es, en un sentido absoluto, correcto o erróneo. Las sociedades humanas son excesivamente complejas, y conseguiremos un mejor entendimiento de ellas haciendo uso de todos estos puntos de vista, como hacemos en la sección Ventana a Europa (véase también la Tabla 4.3). Fuente: Macionis, John J. y Plummer, Ken. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011. Extracto del Capítulo 4: Sociedad (Los cimientos de la sociedad: de macro a micro) de Sociología de Macionis, John J. y Plummer, Ken.
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UNO: Los tres clásicosUna mirada a los tres clásicos por Anthony Giddens. Émile Durkheim Las obras de otro autor francés, Émile Durkheim (1858-1917), han tenido una influencia más duradera en la sociología moderna que las de Auguste Comte. Aunque recogió algunos elementos de la obra de éste, Durkheim consideraba que la mayor parte de sus trabajos eran demasiado especulativos y vagos y que no había logrado lo que se había propuesto: darle a la sociología una base científica. Según Durkheim, para llegar a ser científica, la sociología debía estudiar hechos sociales, es decir, aspectos de la vida social -como el estado de la economía o la influencia de la religión- que configuran nuestras acciones individuales. Creía que debíamos estudiar la vida social con la misma objetividad con que los científicos se ocupan de la naturaleza. El primer principio de la sociología para Durkheim era el famoso "¡Estudia los hechos sociales como si fueran cosas!". Con ello lo que quería decir era que la vida social puede ser analizada con el mismo rigor que los objetos o acontecimientos de la naturaleza. Al igual que los demás fundadores de la sociología, a Durkheim le preocupaban los cambios que en su época estaban transformando la sociedad y creía que lo que la mantiene unida son los valores y costumbres compartidos- Su análisis del cambio social se basaba en el desarrollo de la división del trabajo (el aumento de las diferencias complejas entre las distintas ocupaciones). Para Durkheim este proceso estaba desplazando cada vez más a la religión como principal núcleo de cohesión social. A medida que se expande la división del trabajo, las personas se van haciendo más dependientes de los demás, porque cada una de ellas necesita bienes y servicios que le proporcionan los que realizan otras ocupaciones. Según Durkheim, los procesos de cambio en el mundo moderno son tan rápidos e intensos que crean grandes trastornos sociales, que él vinculaba con la anomia, una sensación de falta de objetivos y de desesperación producida por la moderna vida social. Los controles y normas morales tradicionales que solía proporcionar la religión han sido prácticamente destruidos por el desarrollo social moderno y ello deja a muchos individuos de las sociedades modernas con el sentimiento de que su vida cotidiana carece de sentido. En uno de sus más famosos estudios (1952; publicado originalmente en 1897) Durkheim analizó el suicidio, fenómeno que parece un acto puramente personal, resultado de una profunda infelicidad del individuo. Sin embargo, Durkheim señala que los factores sociales tienen una influencia decisiva en el comportamiento suicida, siendo la anomia una de dichas influencias. Las tasas de suicidio señalan, año tras año, una pauta regular que ha de explicarse sociológicamente. Se pueden poner muchas objeciones a este estudio de Durkheim, pero continúa siendo una obra clásica que aún mantiene su importancia para la sociología actual. Karl Marx Las ideas de Karl Marx (1818-1883) contrastan vivamente con las de Comte y Durkheim pero, como ellos, intentó explicar los cambios sociales que estaban ocurriendo durante la Revolución industrial. Cuando era joven sus actividades políticas le ocasionaron problemas con las autoridades alemanas y, después de una breve estancia en Francia, se exilió definitivamente en Gran Bretaña. Los trabajos de Marx cubren diversas áreas e incluso sus críticos más severos consideran que su obra tiene una enorme relevancia para el desarrollo de la sociología. Gran parte de su obra se centra en cuestiones económicas pero, considerando que siempre trató de conectar los problemas económicos con las instituciones sociales, su obra está llena de interesantes observaciones sociológicas. La perspectiva teórica de Marx se basa en lo que él llamó la concepción materialista de la historia. Según este enfoque (que se opone al de Durkheim las principales causas del cambio social no son las ideas o los valores de los seres humanos. Por el contrario, el cambio social está primordialmente inducido por influencias económicas. El conflicto entre las clases -ricos frente a pobres- constituye el motor del desarrollo histórico. En palabras de Marx: "Toda la historia humana hasta el presente es la historia de la luchas de clases". Aunque escribió sobre distintos períodos históricos, Marx se centró en el cambio en la época moderna. Para él, las transformaciones más importantes de este período están vinculadas al desarrollo del capitalismo, sistema de producción que contrasta radicalmente con los anteriores órdenes económicos de la historia, ya que conlleva la producción de bienes y servicios para venderlos a una amplia gama de consumidores. Los que poseen el capital -fábricas, maquinaria y grandes sumas de dinero- conforman una clase dominante. El resto de la población constituye una clase de trabajadores asalariados, o clase trabajadora, que no posee los medios para su propia supervivencia y que, por tanto, debe buscar los empleos que proporcionan los que tienen el capital. En consecuencia, el capitalismo es un sistema de clases en el que el conflicto entre éstas es constante. Para Marx, el capitalismo será reemplazado en el futuro por una sociedad sin clases, sin grandes divisiones entre ricos y pobres. Con esto no quería decir que fueran a desaparecer todas las desigualdades entre los individuos sino que la sociedad no estará dividida entre una pequeña clase que monopoliza el poder económico y político y una gran masa de personas que apenas se benefician de la riqueza que genera su trabajo. El sistema económico pasará a ser de propiedad comunal y se establecerá una sociedad más igualitaria que la actual. La obra de Marx ha tenido una influencia trascendental en el mundo del siglo XX. Hasta la reciente caída del comunismo soviético, más de un tercio de la población de la tierra vivía en sociedades cuyos gobiernos se consideraban herederos de sus ideas. Además, muchos sociólogos se han visto influidos por su concepción de las clases y de las divisiones que ocasionan. Max Weber Al igual que Marx, Max Weber (1864-1920) no puede ser etiquetado únicamente como sociólogo, ya que sus intereses y preocupaciones se extendieron a diversas disciplinas. Nacido en Alemania, donde desarrolló gran parte de su carrera académica, Weber tenía una vasta cultura. En sus obras abordó la economía, el derecho, la filosofía y la historia comparativa, además de la sociología, y gran parte de su trabajo se centró también en el desarrollo del capitalismo. Como otros pensadores de su tiempo, intentó comprender el cambio social. Estuvo influido por Marx pero fue también muy crítico con algunas de sus principales ideas. Rechazaba la concepción materialista de la historia y consideraba que los conflictos de clase eran menos relevantes de lo que suponía Marx. Para Weber los factores económicos son importantes, pero el impacto de las ideas y los valores sobre el cambio social es igualmente significativo. Weber dedicó algunas de sus obras más influyentes al análisis de lo que diferenciaba la sociedad y la cultura occidental de otras grandes civilizaciones. Estudió las religiones de China, la India y Oriente Medio y con estas investigaciones hizo aportaciones clave a la sociología de la religión. Tras comparar los sistemas religiosos dominantes en China y la India con los occidentales, Weber llegó a la conclusión de que ciertos aspectos de la doctrina cristiana habían tenido un papel fundamental en la aparición del capitalismo. Al contrario que en Marx, esta perspectiva no surgía únicamente de las transformaciones económicas sino que, para Weber, las ideas y valores culturales ayudan a que se constituya una sociedad y conforman nuestras acciones individuales. La interpretación weberiana de la naturaleza de las sociedades modernas y de las razones de la difusión mundial de las formas de vida occidentales también contrasta sustancialmente con la de Marx. Según Weber, el capitalismo -una forma característica de organizar la actividad económica- no es más que uno de los muchos factores importantes que constituyen el desarrollo social. El impacto de la ciencia y de la burocracia son factores que subyacen en el capitalismo y que, en cierto modo, son más importantes que él. La ciencia ha conformado la tecnología moderna y seguirá haciéndolo en el futuro, mientras que la burocracia es la única forma de organizar eficazmente a grupos numerosos de personas y, por tanto, seguirá expandiéndose inevitablemente con el desarrollo económico y político. Weber describió el conjunto constituido por los avances científicos, la tecnología moderna y la burocracia como racionalización, es decir, la organización de la vida social y económica según principios de eficacia y, basándose en conocimientos técnicos. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. DOS: Los tres fundadores: una brevísima introducciónOtra mirada a los tres clásicos por Macionis y Plummer.
Desde la década de los cincuenta, cuando la sociología realmente empezó a formar parte de los planes de estudios universitarios, se ha enseñado que Marx, Durkheim y Weber son sus fundadores principales. Existe una buena razón para ello: cada uno proporciona una interpretación esencial de la llegada de las modernas sociedades capitalistas, los rápidos cambios que siguieron a la Revolución Industrial y las transformaciones políticas clave de finales del siglo XVIII y del siglo XIX. Durante el dramático cambio que experimentó el panorama mundial, Marx, Durkheim y Weber ofrecieron explicaciones reveladoras a sus contemporáneos. Esas ideas continúan resultando valiosas para el análisis sociológico del siglo XXI, por ello las introducimos brevemente a continuación y las discutiremos con mayor profundidad a lo largo del libro. Marx (1803-1883) Marx proclamó que «toda la historia de la sociedad humana, hasta ahora, es una historia de luchas de clases» (afirmación de apertura del Manifiesto Comunista), y observó cómo un flujo de conflictos intergrupales constituía el distintivo de cualquier historia. Si bien las personas nacen en un contexto histórico que no han formado ellos, tienen la capacidad de contribuir a la historia, pueden cambiar el mundo en el que nacen. En el siglo XIX Marx comprobó que el capitalismo industrial (Véase Capítulo 4) se estaba convirtiendo en un sistema que llevaría a la explotación y al sufrimiento de las clases bajas. Tan pronto como la gente fuera consciente de su situación, llegaría el cambio (la revolución) y daría lugar a un nuevo equilibrio. El trabajo de Marx ha tenido un impacto impresionante en la vida intelectual, política y social. Pocas personas han oído hablar de Weber o Durkheim, pero Marx ha sido un nombre muy oído durante la mayor parte del siglo XX. Consideró que «los filósofos se han limitado a comprender el mundo, lo interesante es cambiarlo» y proclamó que «las ideas de las clases dirigentes han sido en todas las épocas las ideas dirigentes». Su obra tuvo una enorme importancia en el desarrollo de sociedades comunistas como las de la Unión Soviética o la China de Mao. A mediados del siglo XX más de una quinta parte de la población mundial vivía en sociedades comunistas inspiradas por él. Aunque hoy en día estas sociedades son vistas como fracasos a corto plazo que favorecieron profundamente las estructuras autoritarias y las tendencias genocidas, muchas de sus ideas continúan teniendo repercusión. En sociología, el trabajo de Marx continúa llamando la atención sobre la opresión y el conflicto en la vida social y sobre la naturaleza ubicua de la desigualdad y la explotación. Nacido en Alemania, tuvo que abandonar el país debido a los diversos problemas con las autoridades a los que su incesante crítica social le condujo. Vivió gran parte de sus últimos años inmerso en la pobreza, en el Londres victoriano, y fue enterrado en el cementerio de Highgate en 1883. Durkheim (1858-1917) Durkheim también veía el cambio en las sociedades: desde de las que se habían basado en la igualdad hacia las caracterizadas por un rápido avance de la división del trabajo. Esto incrementaba las diferencias (a la que él se refería como el movimiento de la sociedad mecánica hacia la orgánica), que podían asociarse con la caída de la integración y con la anomia final, un estado de ausencia de normas. Fue uno de los principales fundadores de la tradición estructural-funcionalista. Su influencia puede encontrarse hoy en las muchas teorías de los vínculos comunitarios y sociales, así como en los estudios sobre el poder de los símbolos y los rituales en la vida cotidiana. Durkheim fue el único de los tres grandes fundadores que trabajó en un departamento de sociología y se identificó como sociólogo. Subrayó que la sociología debe estudiar el mundo social, «tratar los hechos sociales como cosas», como asuntos que surgen al margen de la conciencia humana y que configuran nuestra forma de vivir. Weber (1864-1920) Weber consideraba que las sociedades estaban cada vez más dominadas por el pensamiento racional, y destacó el crecimiento de la burocracia. Al tiempo que esto arrojaba beneficios, incrementaba el «desencanto» con el mundo: el hombre se ve atrapado en una jaula de hierro en la que hay pocas esperanzas de cambio. En esta situación, era muy probable que las religiones decayeran. El capitalismo había surgido principalmente por un cambio en la organización religiosa: el auge de la ética individualista del protestantismo. Weber estaba muy preocupado por las formas en las que las acciones humanas y sus significados desempeñan un papel crucial en la vida social. Su trabajo abarcó muchas áreas: música, religión, amor, leyes, economía y política, y consideró muchas civilizaciones. Luchó por encontrar el equilibrio entre sus compromisos políticos personales y su visión de la sociología como científicamente neutral. Fue el más pesimista de nuestros tres fundadores y, de hecho, su vida personal se vio afectada por una depresión permanente. Fuente: Macionis y Plummer. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011. Las formas de legitimidadDominación: probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos. Toda dominación sobre una pluralidad de hombres requiere un cuadro administrativo. Todos los tipos de dominación procuran despertar y fomentar la creencia en su legitimidad. Según sea la clase de legitimidad pretendida, es diferente tanto el tipo de la obediencia, como el del cuadro administrativo destinado a garantizarla, como el carácter que toma el ejercicio de la dominación. Existen tres tipos puros de dominación legítima. El fundamento de su legitimidad puede ser: 1. De carácter racional: descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad. 2. De carácter tradicional: descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad. 3. De carácter carismático: descansa en la entrega extracotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas. La dominación legal con administración burocráticaEste tipo de dominación descansa en la validez de las siguientes ideas: 1. Todo derecho, pactado u otorgado, puede ser estatuido de modo racional, con la pretensión de ser respetado por los miembros de la asociación. 2. Todo derecho es un cosmos de ideas abstractas, estatuidas intencionalmente; y que la administración supone el cuidado racional de los intereses previstos por las ordenaciones de la asociación. 3. El soberano legal típico, que ordena y manda, obedece a su vez al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones. 4. El que obedece solo lo hace en tanto es miembro de la asociación y solo obedece al derecho. 5. Los miembros de la asociación obedecen al soberano, no en atención a su persona. Obedecen al orden impersonal, y solo están obligados a la obediencia dentro de la competencia limitada, racional y objetiva, otorgada por ese orden. Características de la dominación legal 1. Un ejercicio continuado, sujeto a la ley de funciones dentro de: 2. una competencia que significa: - un ámbito de deberes y servicios; - con la atribución de los poderes necesarios para realizarlos; - con medios coactivos admisibles y el supuesto de su aplicación. 3. Principio de jerarquía administrativa u ordenación de autoridades con facultades para regular e inspeccionar. 4. Las reglas de procedimiento pueden ser técnicas o normas. Su aplicación exige racionalidad y formación profesional. 5. Rige la separación entre el cuadro administrativo y los medios de administración y producción. 6. No existe apropiación de los cargos por quien los ejerce. 7. Principio administrativo de atenerse al expediente, es decir que se fijan por escrito los considerandos, propuestas ,decisiones, disposiciones y ordenanzas de toda clase. 8. El tipo ideal de la dominación legal es la burocracia. El tipo más puro de dominación legal es el que se ejerce por medio de un cuadro administrativo burocrático. La totalidad del cuadro se compone de funcionarios individuales, los cuales: 1. se deben solo a los deberes de su cargo; 2. en jerarquía administrativa rigurosa; 3. con competencias fijadas; 4. en virtud de un contrato, sobre la base de la libre elección según; 5. la calificación profesional que fundamenta su nombramiento; 6. son retribuidos en dinero con sueldos graduados en relación al rango jerárquico y responsabilidades; 7. ejercen el cargo como su única o principal profesión; 8. tienen perspectiva de ascensos; 9. trabajan separados de los medios administrativos y sin apropiación del cargo; 10. sometidos a la disciplina y vigilancia administrativa. La dominación burocrática significa una dominación gracias al saber, este representa su carácter racional. La dominación burocrática significa: 1. Tendencia a nivelar en interés de reclutar a los más calificados. 2. Tendencia a la plutocratización en interés de una formación profesional. 3. La dominación de la impersonalidad, sometida a la presión del deber estricto. Dominación tradicionalLa dominación es tradicional cuando su legitimidad descansa en la santidad de ordenaciones y poderes de mando heredados de tiempos lejanos. Las relaciones del cuadro administrativo con el soberano se determinan por la fidelidad personal del servidor. Se obedece a la persona llamada por la tradición y los mandatos de esta persona son legítimos de dos maneras: 1. Por la fuerza de la tradición que señala el contenido de los ordenamientos. 2. Por el libre arbitrio del señor. En el tipo puro de dominación tradicional es imposible crear nuevos principios jurídicos o administrativos; estos solo pueden ser legitimados por ser válidos de antaño y ser reconocidos por la sabiduría tradicional. Cuadro administrativo típico: 1. Tradicional: por lazos de piedad de los vinculados al señor: · pertenecientes al linaje; · esclavos; · funcionarios domésticos; · clientes; · colonos; · libertos. 2. Reclutamiento extrapatrimonial: · por relaciones de confianza; · por pacto de fidelidad; · funcionarios que entran libremente en la relación de piedad. Al cuadro administrativo de la dominación tradicional en su tipo puro le falta: 1. la competencia fija; 2. la jerarquía racional; 3. la formación profesional; 4. el sueldo fijo y pagado en dinero. Los tipos originarios de la dominación tradicional son: 1. Gerontocracia: en la medida que hay una autoridad, esta es ejercida por los más viejos, en cuanto conocen mejor la tradición. 2. Patriarcalismo originario: ejerce la dominación una sola persona de acuerdo con determinadas reglas hereditarias. Dominación patrimonial: orientada por la tradición, pero ejercida en virtud de un derecho propio. Dominación estamental: dominación patrimonial en la que ciertos poderes de mando y sus probabilidades económicas están apropiados por el cuadro administrativo. Dominación carismáticaCarisma: cualidad que pasa por extraordinaria, de una personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas, o como enviado de Dios. Sobre la validez del carisma decide el reconocimiento por parte de los dominados. Este reconocimiento es una entrega personal y llena de fe, que surge del entusiasmo o la esperanza; y es un deber de los llamados. El cuadro administrativo es elegido a su vez por cualidades carismáticas. UNO: Paradigmas principales o «clásicos» en sociologíaEn general, tres han sido los paradigmas que han dominado el pensamiento sociológico hasta hace poco: la teoría del funcionalismo, la del conflicto y la de la acción. Describiremos brevemente cada uno [...]. El paradigma funcionalista El funcionalismo es un marco para la construcción de una teoría que imagina la sociedad como un sistema complejo cuyas partes trabajan juntas para fomentar la solidaridad y la estabilidad. Este paradigma comienza por reconocer que nuestras vidas están guiadas por la estructura social, que implica unas pautas o regularidades relativamente estables de comportamiento social. La estructura social es la que da forma a la familia, la que motiva a las personas para que se saluden por la calle, o la que pauta el ritual de una clase universitaria. En segundo lugar, este paradigma nos conduce a comprender la estructura social en términos de sus funciones sociales, o consecuencias para el funcionamiento de la sociedad. Toda la estructura social (desde la vida familiar hasta un simple apretón de manos) contribuye al funcionamiento de la sociedad, al menos en su forma presente. El funcionalismo le debe mucho a las ideas de Auguste Comte quien, como ya hemos explicado, buscaba promover la integración social en una época de cambios tumultuosos. [...] En Francia, varias décadas después de la muerte de Comte, Emile Durkheim continuó con el desarrollo de la sociología. [...] su trabajo se preocupaba ante todo del tema de la solidaridad social, o cómo las sociedades «se mantienen unidas». [...] Comentario crítico La característica más destacada del paradigma funcionalista es su visión de la sociedad como un todo comprensible, ordenado y estable. Por lo general, los sociólogos acompañan este enfoque con métodos científicos de investigación dirigidos a entender «qué es lo que hace que la sociedad funcione del modo en que lo hace». Hasta la década de 1960, el paradigma funcionalista dominó la sociología. Sin embargo, en las últimas décadas su influencia ha menguado. ¿Cómo podemos suponer que la sociedad tiene un orden «natural» —se cuestionan los críticos— cuando las pautas y estructuras sociales varían de un lugar a otro y cambian a lo largo del tiempo? Es más, haciendo hincapié en la integración social, el funcionalismo tiende a restar importancia a la desigualdad basada en la clase social, la raza, la etnicidad y el género (divisiones que son capaces de provocar conflictos y tensiones considerables). Este enfoque en la estabilidad a expensas del conflicto y el cambio puede dar al paradigma funcionalista un carácter conservador. [...] El paradigma del conflicto El paradigma del conflicto es el marco teórico según el cual lo que domina en la sociedad no es el equilibrio, sino el conflicto de intereses entre sus miembros, sustentado y alimentado por las diferencias y desigualdades de todo tipo. Este enfoque complementa el paradigma funcional, pues destaca no la cohesión o el equilibrio social, como hacían los funcionalistas, sino las diferencias y divisiones basadas en la desigualdad. Guiados por este paradigma, los sociólogos investigan de qué manera factores tales como la clase social, la raza, la etnicidad, el sexo y la edad, están relacionados con una distribución desigual de renta, poder, educación y prestigio social. Un análisis de conflicto hace notar que, más que fomentar el funcionamiento de la sociedad como un todo, la estructura social por lo general beneficia a unas personas y perjudica a otras. Bajo el prisma del paradigma del conflicto, los sociólogos ponen de relieve el conflicto que existe entre las categorías de personas dominantes y las desfavorecidas (los ricos con relación a los pobres, los blancos a diferencia de los negros, los hombres frente a las mujeres). Por regla general, aquellos que tienen una posición privilegiada hacen lo posible por mantenerla, mientras que los desfavorecidos responden intentando cambiar la sociedad y mejorar su situación. A modo de ejemplo, un análisis de conflicto de nuestro sistema educativo podría poner de relieve de qué manera la escuela contribuye a perpetuar las desigualdades sociales. El proceso comenzaría en la escuela primaria y continuaría en la secundaria, cuando se filtra a los estudiantes según sus resultados académicos, que se explican, en la mayoría de los casos, por la clase social, nivel económico y educativo de sus padres. Desde el punto de vista de los funcionalistas, este filtro puede beneficiar al conjunto de la sociedad porque garantiza que los mejores estudiantes reciban la mejor educación. Pero un sociólogo trabajando desde la perspectiva del conflicto puede responder que los filtros académicos tienen poco que ver con el talento del estudiante y más con la procedencia social de los estudiantes, con los recursos económicos e incentivos que reciben en sus hogares. Finalmente, muchos sociólogos que son defensores del paradigma del conflicto intentan no solo entender la sociedad sino reducir la desigualdad social. Este era el objetivo de Karl Marx, el pensador social sobre cuyas ideas se apoya el paradigma del conflicto. Marx no buscaba simplemente entender cómo funciona la sociedad. En una declaración famosa [...] Marx afirmó: «Los filósofos únicamente han interpretado el mundo de varias maneras; de lo que se trata, por el contrario, es de cambiarlo.». Comentario crítico El paradigma del conflicto se desarrolló con rapidez durante las décadas de 1960 y 1970. Pero, como ha ocurrido con otros enfoques, le ha llegado el momento de las críticas. Debido a que este paradigma pone de relieve la desigualdad y la división, le resta importancia a cómo los valores compartidos o la interdependencia generan unidad entre los diferentes miembros de una sociedad. Además, afirman los críticos, en la medida en que el enfoque del conflicto explícitamente persigue objetivos políticos, renuncia a cualquier reivindicación de objetividad científica. [...] los teóricos del conflicto se sienten incómodos con la idea de que la ciencia puede ser «objetiva». Por el contrario, afirman que el paradigma del conflicto, así como todos los enfoques teóricos, tiene consecuencias políticas, aunque diferentes. [...] Una crítica más, que se aplica igualmente tanto al paradigma funcionalista como al del conflicto, es que se imaginan a la sociedad en términos muy amplios. La «sociedad» se convierte en un ente en sí mismo, donde las personas actúan y toman decisiones según su «clase social», «familia», «género», etcétera. Un tercer paradigma teórico describe la sociedad menos en términos de generalizaciones abstractas y más en términos de las experiencias y situaciones cotidianas de las personas. El paradigma de la acción social [Paradigma comprensivo/interpretativo] Tanto el paradigma funcionalista como el del conflicto comparten una orientación de nivel-macro, que implica entender la sociedad a partir de unas estructuras sociales amplias que caracterizan la sociedad como un todo. La sociología de nivel-macro abarca una visión general, algo así como observar la ciudad sobrevolándola en un helicóptero, tomando nota de cómo las autopistas organizan el tráfico de un lugar a otro y los llamativos contrastes entre los barrios ricos y los pobres. La teoría de la acción, por el contrario, toma como punto de partida a las personas en concreto, cómo se orientan y actúan en sus relaciones con otras personas, y cómo lo hacen sobre la base de significados. Esto da lugar a una orientación nivel micro, que implica estudiar la sociedad desde la interacción social en situaciones específicas. La distinción entre macro y micro es importante en sociología y aparece de varias maneras. Uno de los fundadores del paradigma de la acción (una teoría micro que se centra en el modo en que los actores recopilan significados sociales) es Max Weber (1864-1920), un sociólogo alemán que llama la atención sobre la necesidad de entender una situación social desde el punto de vista de las personas que se encuentran en ella. [...] Desde el punto de vista de Weber hay que estudiar cómo los significados y la acción humana dan forma a la sociedad. Weber entendió el poder de la tecnología, y compartió muchas de las ideas de Marx acerca del conflicto social. Pero se alejó del análisis materialista de este último, argumentando que las sociedades difieren principalmente en términos de las diversas maneras en que sus miembros piensan acerca del mundo. [...] ¿De qué modo las experiencias cotidianas de decenas de millones de personas dan como resultado la «sociedad»? Una posible respuesta [...] es que la sociedad surge como una realidad compartida que sus miembros construyen a medida que interactúan los unos con los otros. Mediante el proceso humano de encontrar el significado de lo que nos rodea, definimos nuestras identidades, nuestros cuerpos y nuestros sentimientos, y llegamos a «construir socialmente» el mundo que nos rodea. Por supuesto, este proceso de definición varía en gran medida de una persona a otra. Por ejemplo, en la calle de una ciudad cualquiera, una persona puede definir a una mujer vagabunda como «una nulidad a la espera de una limosna» e ignorarla. Del mismo modo, un peatón puede sentirse seguro al pasar junto a un policía que esté haciendo su ronda, mientras que otro puede sentirse inquieto. Por tanto, los sociólogos que se guían por el enfoque de la interacción simbólica ven la sociedad como un mosaico de significados subjetivos y respuestas variables. Comentario crítico El paradigma de la acción ayuda a eliminar un prejuicio inherente en todos los enfoques de nivel macro. Sin negar la utilidad de estructuras sociales abstractas, como «la familia» o «la clase social», debemos tener en cuenta que, en sus términos más simples, la sociedad se compone de personas que interactúan. Dicho de otro modo, el enfoque micro ayuda a expresar mejor de qué modo los individuos experimentan realmente la sociedad y cómo colaboran entre sí. El problema está en que, al centrarse en las interacciones cotidianas, estos teóricos pueden oscurecer las estructuras sociales más generales. Poniendo de relieve lo que es único en cada escena social se corre el riesgo de pasar por alto los efectos generalizados de nuestra cultura, así como factores tales como la clase social, el género y la raza. En la Tabla 2.1 están resumidas las características más importantes de los paradigmas funcionalista, del conflicto y de la acción. Como ya hemos explicado, cada uno de los paradigmas es útil a su manera a la hora de responder determinados tipos de cuestiones. En general, sin embargo, la comprensión completa de la sociedad es el resultado de relacionar la perspectiva sociológica con las otras tres. Los sociólogos estudian el mundo social observando funciones y disfunciones, conflictos y consensos, acciones y significados. Los tres paradigmas teóricos ciertamente ofrecen diferentes maneras de conocimiento, pero ninguno es más correcto que los otros y los tres se han ido modificando a la luz de las nuevas teorías. Fuente: Macionis y Plummer. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011. DOS: Crítica de Durkheim a WeberLa acción social según Durkheim “La acción social sigue caminos demasiados desviados y demasiados oscuros, emplea mecanismos psíquicos demasiados complejos para que el observador vulgar pueda percibir de donde provienen”. Fuente: Emile Durkheim, Les formes élémentaires de la vie religieuse (1912), París, Ed. Livre de Poche, 1991, p. 369. TRES: Los fundadores de la sociología en sus propias palabrasLucha de Clases (Marx) La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta […] Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado. Karl Marx: Manifiesto del Partido Comunista (1848). Marx, Karl & Engels, Frederich. Lonseller, Argentina, 2005. Hecho Social (Durkheim) Llamamos hecho social a todo modo de hacer, fijo o no, que puede ejercer sobre el individuo una imposición exterior, o también, que es general en la extensión de una sociedad dada, al mismo tiempo que posee existencia propia, independientemente de sus manifestaciones individuales. […] La primera regla y la más fundamental es considerar los hechos sociales como cosas. […] La causa determinante de un hecho social debe buscarse entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia individual. Émile Durkheim: Las reglas del método sociológico (1898). FCE, México, 1997 Acción Social (Weber) La acción social […] se orienta por las acciones de otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras […]. Los "otros" pueden ser individualizados y conocidos o una pluralidad de individuos indeterminados y completamente desconocidos […]. No toda clase de contacto entre los hombres tiene carácter social; sino sólo una acción con sentido propio dirigida a la acción de otros. Un choque de dos ciclistas, por ejemplo, es un simple suceso de igual carácter que un fenómeno natural. En cambio, aparecería ya una acción social en el intento de evitar el encuentro, o bien en la riña o consideraciones amistosas subsiguientes al encontronazo. […] La conducta íntima es acción social sólo cuando está orientada por las acciones de otros. Max Weber: Economía y sociedad (1921). FCE, España, 2002. Los tres paradigmas sociológicos que surgen del pensamiento de los clásicosFuente: Macionis, John J. y Plummer, Ken. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011.
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Octubre 2020
AutorLeonardo Pittamiglio |