Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-6: Control social El problema del control social La Sociología comienza con dos hechos básicos: la conducta humana sigue normas regulares y recurrentes, y la gente, en todas partes, vive con los demás y no sola. En su mayor parte, las regularidades en la conducta humana reflejan la presencia de la cultura y de un repertorio ordenado de relaciones sociales, y nuestro análisis se ha ocupado de algunas de las principales formas en que está organizada la vida social, así como de la manera en que las instituciones definen y controlan los actos de los hombres. Así, aunque el orden social está mantenido en cierto sentido por las normas que rigen las relaciones existentes entre los hombres —tradiciones, costumbres, leyes y otras reglas—, debemos explicar aún por qué los hombres se conforman generalmente a las instituciones que definen la conducta apropiada o exigida. La conformidad, de la que nos ocuparemos aquí, es corrientemente, para muchos norteamericanos, un schiimpfwort, término odioso que sugiere una creciente estandarización de la acción, la actitud y la creencia, y una decreciente voluntad de enfrentarse a las mareas prevalecientes de opinión y moda. Solamente si la sociedad estuviese ordenada como un panal o un hormiguero habría una completa conformidad. Algunas áreas de la conducta permanecen no reguladas en todas las sociedades, y aun dentro de una sociedad totalitaria el material humano refractario encuentra a menudo diversas técnicas para oponerse a la subordinación total. Sin embargo, el significado de la individualidad y la no conformidad se encuentran sólo en relación a las normas sociales a que debe conformarse el mayor número de personas durante el mayor tiempo. La gente está obligada a obedecer los dictados de su cultura según formas diferentes. Desde un punto de vista, las obligaciones son externas, derivadas de la cultura y de las demandas de la vida social, las cuales operan en las situaciones concretas en que se encuentran los hombres. Hemos visto ya cómo el poder, la autoridad y la religión sirven para imponer el respeto a las normas sociales, y hay otras formas institucionales de control social que deben ser examinadas. Desde otra perspectiva, las obligaciones son internas, derivadas de las necesidades, los deseos y los intereses del individuo. En cierto sentido, estas presiones internas son también desarrollables (biográfica e históricamente), ya que se incorporan a la persona a lo largo de su experiencia social. Estas dos formas de control social —internas y externas— están estrechamente interrelacionadas. Nuestra tarea consiste aquí en ver cómo la conformidad a la costumbre llega a ser un hábito personal o una obligación; cómo la aceptación de la autoridad llega a ser parte de la personalidad; y cómo los objetivos socialmente sancionados llegan a convertirse en ambiciones privadas. Las respuestas a estas cuestiones necesariamente destacan la influencia de la cultura y la sociedad sobre el individuo, pero no es preciso considerar a la persona como una mera creación de su medio social. Como ya señalamos antes, la relación entre el individuo y la sociedad es continua y dinámica, e implica procesos recíprocos. Esta relación es a veces armónica, a veces antagónica. La adhesión a las normas sociales —que con frecuencia admite alguna variación en la conducta— puede ser espontánea y voluntaria, libre de incertidumbres y dudas. Pero también puede ser reluctante y opuesta a la voluntad, o incluso ser aceptada solamente bajo la imposición o la amenaza de la fuerza física, O de otras fuertes sanciones externas. Además, siempre hay aquellos que desprecian algunas o incluso la mayoría de las normas sociales, y tienden a desviarse de sus exigencias. Ningún individuo obedece todas las reglas en todo momento; es decir, nadie refleja exactamente la cultura, un hecho que es inherente a la vida social como sabemos bien. Fuente: Chinoy, Ely. La sociedad. Una introducción a la sociología. FCE, México, 1966. El origen del control social La mayor parte de las normas sociales tienen, como se ha visto, una estructura bifronte: son estrategias o esquemas de acción, y desde este punto de vista facilitan y dinamizan la acción social y, por otra parte, coaccionan al individuo desviado para que se integre o se reintegre en un orden social más o menos consensuado. Normas sociales y control social son fenómenos y conceptos que se implican mutuamente. No existen sociedades sin control social, como no existen sociedades sin normas. Dos tradiciones o tendencias se enfrentan en este terreno: la tradición sociológica que acentúa la unidad social y el papel primordial de los sistemas normativos, y la tradición que se fija sobre todo en el conflicto, el poder y el control. La primera destaca las funciones sociales e individuales del control social: toda persona se encuentra limitada y condicionada por su grupo, su comunidad y su sociedad, y esta limitación y condicionamiento cumplen funciones para la sociedad y los grupos, así como para el mismo individuo si éste comparte los valores y las metas de aquéllos. La segunda niega rotundamente las funciones sociales del control con la misma energía con que rechaza la posibilidad de un consenso moral auténtico (el marxismo ortodoxo). Para comprender óptimamente las posturas de los sociólogos sobre el control social, conviene tener en cuenta que tanto la «mirada sociológica» centrada obsesivamente en el aspecto consensual del control, como la que no percibe sino el aspecto coercitivo o coactivo, dan muestra de un estrabismo sociológico igualmente nocivo. La primera peca de conservadora, ahistórica y estática. La segunda tiende a ignorar el alto nivel de inercia social, de conformidad y de aceptación del mundo social tal como parece ser que proliferan en todas las sociedades. Control social interno y externo Los sociólogos distinguen dos tipos de control social: el interno, ejercido por el mismo individuo sobre sus acciones, y el externo, consistente en las presiones que la sociedad despliega sobre el individuo para inducirlo a un determinado nivel de conformidad. El control social interno, producto en gran parte de una socialización exitosa, se realiza de tres formas principales: la internalización, la identificación y la obediencia o sumisión. - La internalización tiene lugar cuando el individuo acepta las normas sociales y las expectativas de sus roles como sus propios criterios normativos, los incorpora a su personalidad, los «hace suyos», hasta el punto de que es ya su mente y su personalidad total lo que le impulsa a conformarse a esas normas. En caso de violación de las normas, el sentimiento dominante sería el de culpabilidad, aunque nadie se percate de su falta. El individuo «violador» suele castigarse a sí mismo con mayor o menor severidad. La internalización es en gran medida un proceso inconsciente. Tres grandes pensadores: un sociólogo, un psicólogo social y un psicólogo coincidieron a comienzos de este siglo en destacar la importancia de la internalización, aunque desde diferentes perspectivas y con distintos términos: Durkheim habló de la «conciencia colectiva» que se refleja a través de la conciencia de cada individuo; Mead insistió en el «otro generalizado», y Freud estudió los efectos del «super-ego» sobre la personalidad. - La identificación del individuo con un grupo o con una organización social se traduce lógicamente en el deseo de establecer relaciones con ellos y, por consiguiente, induce al individuo a aceptar las normas y criterios del grupo. No hay internalización, pero sí aceptación voluntaria, por lo que no son necesarias presiones externas. A veces, el individuo que no pertenece a un grupo, pero que desea ser aceptado por él, demuestra su voluntad de ser incorporado al grupo mediante la sumisión a sus normas. Los sociólogos hablan entonces de «grupos de referencia» . - La obediencia o sumisión es un proceso más prosaico, del que todos tenemos experiencia personal y directa: el individuo se pliega a los criterios y las normas de un grupo con esperanza de obtener beneficios de su conformidad, bien consiguiendo recompensas o evitando castigos y sanciones. En todo caso, la obediencia voluntaria está basada siempre en un cálculo más o menos racional de la conveniencia personal. El control social externo es más «visible» que el interno, aunque no enteramente transparente. Consiste esencialmente en las presiones de la organización -grupo, comunidad, sociedad...- como medio de conseguir la conformidad en los individuos. Este tipo de control no es totalmente transparente, pues su primera forma -«la manipulación de la situación social en la que actúa el individuo»- consiste en una malla de medidas indirectas que hacen posibles unas acciones sociales e imposibles o muy difíciles otras. Los sociólogos citan tres: «abrir y cerrar puertas a la interacción»; «cambiar la estructura de una organización»; y «controlar la socialización a fin de inculcar determinadas normas y valores». Tres ejemplos muy sencillos: - enviar el hijo a un colegio de élite «le abre las puertas» a determinados grupos y amistades y «le cierra la puerta» a otros no deseados; - reestructurar los grupos de trabajo en una empresa para que los trabajadores participen en la toma de decisiones, etc., puede incrementar la productividad; - «encerrar» a los futuros oficiales del ejército en academias donde los contactos con el exterior son casi nulos y los candidatos son sometidos a demandas y presiones constantes, parece ser la forma óptima de inculcar normas y valores militares y una estricta disciplina (Goffman ha inventado el término de «instituciones totales» para designar este tipo de establecimientos, existentes también en otros ámbitos sociales). La segunda forma de control externo es más conocida: la aplicación de recompensas y castigos a los individuos para obtener la conformidad con las normas de la organización y de la sociedad. Las sanciones sociales, de infinita y pintoresca variedad, pueden ser interpersonales -la alabanza o el ostracismo-, organizacionales -la promoción en una empresa-, económicas -multas o recompensas monetarias-, simbólicas -la imposición de una medalla-, y físicas -la cárcel-o Es convicción muy extendida que esta segunda forma de control externo es la menos eficaz, sobre todo por los problemas que implica: la dificultad de vigilar a todos los actores sociales todo el tiempo, la necesidad de conseguir que el entorno del «castigado» o del «recompensado» refuerce el efecto inicial -habitualmente muy escaso- del premio o del castigo, y la misma naturaleza de los premios -tienden a convertirse en «derechos» si son muy frecuentes- y de los castigos, que sólo provocan un comportamiento mínimamente aceptable, pero jamás consiguen que el individuo se comprometa totalmente con las normas y con el grupo o la sociedad. Definición de control social El control social se refiere a las prácticas sistemáticas que desarrollan los grupos sociales con el fin de fomentar la conformidad con las normas, reglas y leyes y desalentar la desviación. Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012. Los sistemas de control social En su Invitación a la sociología (1963), Peter Berger, desde una perspectiva humanista, invita al lector a percibirse a sí mismo en el centro de una serie de círculos concéntricos, cada uno de los cuales representa un sistema social del que fluyen los diferentes medios de control social que la sociedad utiliza para obtener conformidad y obediencia: violencia física, presión económica, persuasión, sentimiento de ridículo y oprobio, murmuración, deseos de aceptación por los otros y por el grupo, ostracismo, etc. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. Imágenes
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Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-5: Rol y estatus UNO: EstatusEl estatus es una posición socialmente definida en un grupo o sociedad, caracterizada por ciertas expectativas, derechos y deberes. El estatus existe independientemente de la gente especifica que lo ocupa (Linton, 1936); el estatus del atleta profesional, del músico de rock, del profesor, del estudiante universitario y el indigente, existen independientemente de la persona que ocupa esas posiciones sociales. Por ejemplo, aunque miles de nuevos estudiantes llegan a la universidad cada año para ocupar el estatus de alumnos de primer año, el estatus de estudiante universitario y las expectativas que conlleva esa posición permanecen relativamente sin cambios desde hace cientos de años. ¿Se refiere el término estatus solamente a una posición elevada en la sociedad? No en el sentido sociológico. Áunque mucha gente iguala el término estatus con altos niveles de prestigio, los sociólogos lo usan para referirse a todas las posiciones definidas socialmente; de alto o bajo nivel. Por ejemplo, la posición del director del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Washington, D.C. y la de un indigente que gana cinco dólares a la semana (más cama y asistencia) por limpiar el comedor en un albergue son estatus sociales (véase Show y Anderson, 1993). Tómate un instante para responder “¿quién soy?”. Para determinar quién eres, debes meditar sobre tu identidad social, que se deriva del estatus que ocupas y se basa en tu conjunto de estatus. Un conjunto de estatus comprende todos los estatus que una persona ha ocupado en un momento dado. Por ejemplo, María puede ser psicóloga, profesora, esposa, madre, católica, voluntaria, residente de Texas y latina. Todas estas posiciones definidas socialmente constituyen su conjunto de estatus. Estatus atribuido y adquirido. El estatus se distingue según la forma en que lo adquirimos. Un estatus atribuido es una posición social conferida en el nacimiento o que se recibe de forma involuntaria posteriormente, basada en atributos sobre los que el individuo no tiene ningún control, como raza/etnia, edad y género. Por ejemplo, María es una mujer nacida de padres mexicanoamericanos, este estatus lo adquirió al nacer. Es una adulta y —si vive lo suficiente— se convertirá en una “adulta mayor”, el cual es un estatus atribuido que se recibe posteriormente en la vida. Un estatus adquirido es una posición social que una persona asume voluntariamente como resultado de una decisión personal, mérito o esfuerzo directo. El estatus adquirido (como la ocupación, educación e ingreso) se cree que se obtiene como resultado de la habilidad personal o la competencia exitosa. La mayoría de las posiciones ocupacionales en las sociedades modernas son estatus adquiridos. Por ejemplo, María asume voluntariamente el estatus de psicóloga, profesora, esposa, madre y voluntaria escolar. Sin embargo, no todos los estatus adquiridos son posiciones que la mayoría de la gente quiere tener; por ejemplo, criminal, drogadicto o indigente es un estatus adquirido negativo. El estatus atribuido tiene una influencia significativa sobre el estatus adquirido que ocupamos. La raza/etnia, género y edad afectan las oportunidades de cada persona para adquirir cierto estatus. Es más probable que aquellos que son privilegiados por su estatus atribuido positivo obtengan las posiciones más prestigiadas de la sociedad. Las personas que están en desventaja por su estatus atribuido tienen más posibilidades de obtener un estatus adquirido negativo. Estatus maestro. Si ocupamos muchos estatus, ¿cómo podemos determinar cuál es el más importante? El sociólogo Everett Hughes ha establecido que las sociedades resuelven esta ambigüedad determinando un estatus maestro. Un estatus maestro es el estatus más importante que ocupa una persona; domina todos los demás estatus del individuo y es el ingrediente primordial para determinar la posición social general de una persona (Hughes, 1945). Ser pobre o rico es un estatus maestro que afecta muchas otras áreas de la vida, incluida la salud, educación y oportunidades en la vida. Históricamente, el estatus maestro más común para las mujeres está relacionado con su posición en la familia: hija, esposa y madre. Para los hombres, la ocupación es el estatus más importante, aunque cada vez más es también un estatus maestro para muchas mujeres. “¿A qué te dedicas?” es una de las primeras preguntas que hace la gente. La ocupación proporciona claves importantes sobre el nivel de educación de una persona, su ingreso y antecedentes familiares. La raza/etnia de un individuo puede ser también un estatus maestro en una sociedad en la que los miembros del grupo dominante señalan como “inferiores” a los miembros de otro grupo basados en características —supuestas O reales— físicas, culturales o de nacionalidad (véase Feagin y Feagin, 2003). El estatus maestro es vital para la torma en que nos vemos a nosotros mismos, a los demás y cómo interactuamos con ellos. Ruth Bader Ginsburg es juez de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos y madre. ¿Cuál es su estatus maestro? ¿Puedes imaginar cómo reaccionaría si los abogados que llevan un caso en la Suprema Corte la trataran como a una madre y no como a una jueza? Los abogados usan sabiamente el término fsu señoría” como su estatus maestro y actúan en consecuencia. El estatus maestro proporciona a la gente niveles de valor personal y dignidad altos o bajos. Éstos no son características que poseamos de forma inherente; se derivan del estatus que ocupamos. Para los individuos que no tienen casa, ser indigente se convierte en su estatus maestro sin importar los otros atributos del individuo. Ser indigente es un estatus maestro estigmatizado que confiere una mala reputación porque la gente que tiene un domicilio con frecuencia cree que ser indigente es un “defecto de carácter”. Algunas veces esta suposición es apoyada por la forma en que los medios enfocan las historias sobre los indigentes (véase el cuadro 5.2). Las circunstancias bajo las cuales una persona se convierte en indigente determina el grado de estigmatización que sufre. Por ejemplo, no se considera que las personas que se convierten en indigentes debido a desastres naturales (como huracanes o incendios) sean una amenaza para la comunidad. Por tanto es poco probable que sean estigmatizadas. Sin embargo, en los casos donde se considera que las personas son la causa de su indigencia, es más probable que sean estigmatizadas y marginadas por los demás. Show y Anderson (1993:199) observaron los efectos de la indigencia como estatus maestro: Era de tarde y los indigentes estaban congregados frente al albergue del Ejército de Salvación para la cena. Se acercó un autobús escolar lleno de estudiantes de secundaria blancos que viajaban rumbo a sus hogares de clase media alta y alta en la parte noroeste de la ciudad. Mientras el autobús circulaba, hubo una lluvia de monedas saliendo por las ventanas al tiempo que los estudiantes hacían gestos obscenos y gritaban “trabajen”. Algunos de los indigentes respondieron a los gestos, otros recogieron las monedas —casi todas centavos—, otros arrojaron las monedas al autobús enojados y algunos simplemente se mostraron indiferentes. Para los estudiantes de secundaria este intercambio fue una inocente diversión, una manera de liberar la energía acumulada en la escuela; pero para los indigentes fue un recordatorio de su estatus estigmatizado y el grado de atención negativa del que son objeto. Símbolos de estatus. Con frecuencia, cuando la gente está orgullosa de ocupar un estatus social en particular, usa medios visibles para mostrar a otros su posición. Los símbolos de estatus son señales materiales que informan a otros del estatus específico de una persona. Por ejemplo, usar un anillo de boda anuncia que la persona es casada, tener un Rolls-Royce que uno “ya la hizo”. Como vimos en el capítulo 3, la realización y el éxito son valores fundamentales en Estados Unidos. Por esta razón, la gente que “ya la hizo” frecuentemente quiere mostrar simbolos para informar sus logros a otros. Los símbolos de estatus para las personas con un domicilio y para los indigentes pueden tener diferentes significados. Entre las personas acaudaladas, un carrito lleno en el supermercado y bolsas de mercancía de tiendas departamentales caras indican una posición financiera holgada. En contraste, entre los indigentes, las bolsas abultadas y carritos llenos sugieren un estatus muy diferente. Los carros y las bolsas son esenciales para la vida en la calle; no hay ningún otro lugar para guardar las cosa, como lo muestra la descripción de Darian, una mujer indigente en Nueva York: Las posesiones en su Carro postal consisten en una casa completa llena de cosas, desde ollas y sartenes hasta libros, zapatos, revistas, artículos de baño, papeles personales y ropa que esta en su mayoría hecha por ella misma... Debido al peso y tamaño del carro, Darian no lo puede empujar cuesta arriba por la curva. Lo mantiene en la calle cerca de los automóviles. Esto quiere decir que mientras lo empuja lentamente por la calle todo el día, ella pasa la vida directamente en el tráfico. Se detiene en su ruta para sentarse o dormir un rato y para observar y ser observada como si fuera un espectáculo. Todos los aspectos de su vida, incluido dormir, comer e ir al baño están a la vista del público... Ella no tiene un espacio propio, así que nunca tiene un momento de privacidad. Su privacidad, su casa, es SU Carro con todas sus posesiones (Rousseau, 1981:141). DOS: RolesUn rol es el aspecto dinámico del estatus. Mientras que ocupamos un estatus, tenemos un rol. Un rol es un conjunto de expectativas de comportamiento asociadas con un estatus dado. Por ejemplo, no se espera que un carpintero (empleado) contratado para remodelar una cocina se siente a la mesa sin invitación y se una a la familia (que lo contrata) para cenar. La expectativa del rol es la definición de un grupo o sociedad de la forma en que un rol específico debe actuarse. En contraste, el desempeño de un rol es la forma en que una persona en realidad actúa ese rol. El desempeño del rol no siempre cumple con las expectativas del rol. Algunos estatus tienen expectativas del rol muy específicas, como las de un cirujano o un profesor universitario. Otros estatus, como el de amigo u otro significativo, tienen expectativas menos estructuradas. Las expectativas del rol vinculadas con un estudiante son más específicas que las del amigo. Típicamente, las expectativas del rol se basan en una gama de comportamientos aceptables más que en criterios estrictamente definidos. Nuestros roles son relativos (o complementarios); es decir, se definen en el contexto de los roles que desempeñan otras personas. Podemos actuar el rol de estudiante porque otra persona desempeña el de profesor. Por el contrario, para desempeñar el rol de profesor, el maestro debe tener uno o más alumnos. La ambigúedad del rol ocurre cuando las expectativas asociadas con un rol no son claras. Por ejemplo, no siempre es claro cuándo termina el aspecto proveedor-dependiente en la relación padre-hijo. ¿Debe terminar a los 18 o 21 años? ¿Cuándo se termina la escuela? Diferentes personas responderán a estas preguntas de forma distinta, según sus experiencias y socialización, así como la capacidad financiera y voluntad psicológica para continuar contribuyendo al bienestar de sus hijos adultos. Conflicto de roles y tensión de roles. La mayoría de la gente ocupa varios estatus, cada uno de los cuales tiene expectativas de rol propias. Por ejemplo, Carlos es un estudiante que asiste a clases matutinas en la universidad y es un empleado en un restaurante de comida rá- s pida, donde trabaja de 3:00 a 10:00 PM. También es novio z de Estefanía y ella quisiera verlo con más frecuencia. El 5 7 de diciembre, él tuvo examen final a las 7 PM. cuando se E supone que tendría que estar trabajando. Mientras tanto, z ella lo presiona para que la lleve al cine. Para colmo, su E madre le llama y le pide que regrese a casa porque su pa- $ dre va a someterse a una cirugía de emergencia. ¿Cómo = puede Carlos estar en todos estos lugares a la vez? Este + tipo de conflictos de rol pueden ser abrumadores. El conflicto de rol se da cuando surgen demandas incompatibles debido a que se tienen dos a más estatus al mismo tiempo. Cuando ocurre el conflicto de roles nos sentimos arrastrados en diferentes direcciones. Para lidiar con este problema debemos priorizar nuestros roles y cumplir primero con el que consideramos más importante. O podemos dividir nuestras vidas en categorías y “aislar” nuestros diferentes roles (Merton, 1968). Es decir, podriamos realizar las actividades vinculadas con un rol durante una parte del día y después enfrascarnos en las actividades asociadas con otro rol durante otro momento o en otra parte. Por ejemplo, bajo circunstancias normales, Carlos cumpliría con su rol de estudiante durante una parte del día y su rol de empleado en otra. No obstante, en la situación actual no le es posible dividir sus roles. El conflicto de rol puede ser resultado de estatus y roles en constante cambio en la sociedad. Las investigaciones han encontrado que las mujeres que tienen comportamientos de tipo “masculino” tienden a tener tasas más altas de conflicto de roles que las que muestran comportamientos tradicionalmente “femeninos” (Basow, 1992). Según la socióloga Tracey Watson (1987), algunas veces se puede atribuir el conflicto de roles no a los roles mismos sino a la presión que siente la gente cuando no encaja en los roles culturalmente determinados. En su estudio sobre mujeres atletas en programas deportivos universitarios, Watson encontró conflicto de roles en las identidades tradicionalmente incongruentes de ser mujer y ser atleta. Aun cuando las mujeres atletas de su estudio usaban maquillaje y tenían una imagen convencional cuando no se encontraban en la cancha de básquetbol, sus compañeros de la escuela las consideran “marimachos”, lo que conduce a un conflicto de roles. Mientras que el conflicto de roles sucede entre dos o más estatus (como ser indigente y ser empleado temporal en una agencia de servicio social), la tensión de roles ocurre en un solo estatus. La tensión de roles ocurre cuando hay demandas incompatibles dentro de un solo estatus ¿Goode, 1960). Por ejemplo, muchas mujeres experimentan tensión de roles en la fuerza laboral porque tienen empleos que son “menos satisfactorios y más-estresantes que los de los hombres, ya que ellas ganan menos dinero, menos prestigio, tienen menos oportunidades, más obstáculos en su carrera, etc” (Basow, 1992:192). De forma similar, las mujeres casadas pueden experimentar más tensión de roles que los hombres casados debido a la sobrecarga de trabajo, desigualdad marital con sus parejas, responsabilidades paternales exclusivas, expectativas confusas y falta de apoyo emocional. Los recientes cambios sociales podrían haber incrementado la tensión de roles en los hombres. En la familia, la posición dominante tradicional del hombre se ha desgastado, al tiempo que más mujeres se integran a la fuerza laboral y demandan más ayuda en la educación de los hijos y las responsabilidades domésticas. Puede haber tensión de roles en los hombres afroamericanos que han interiorizado las normas culturales estadounidenses respecto a la masculinidad, va que encuentran muy difícil (si no imposible) cumplir con las normas culturales de logros, éxito y poder debido al racismo y la explotación económica (Basow, 1992). Frecuentemente se asocia la orientación sexual, edad y ocupación con la tensión de rol. A menudo las lesbianas y los homosexuales experimentan tensión de roles debido a las presiones asociadas con tener una identidad fuertemente estigmatizada por el grupo cultural dominante (Basow, 1992). Las mujeres en los 30 podrían experimentar la más alta tensión de rol; ellas se enfrentan a mucho estrés en términos de demandas de rol y expectativas laborales y familiares conflictivas (Basow, 1992). Se ha encontrado que los dentistas, psiquiatras y policías experimentan altos niveles de tensión relacionados con su ocupación, lo que puede dar como resultado el suicidio. (Los conceptos de expectativa del rol, desempeño de rol, conflicto de rol y tensión de rol se ilustran en la > figura 5.2.). Con frecuencia los individuos se distancian de un rol que encuentran demasiado estresante o problemático. El distanciamiento de rol ocurre cuando la gente conscientemente tiene la impresión de una falta de compromiso o apego a un rol particular y sólo pasa por los movimientos del desempeño del rol (Goftman, 1961b). La gente usa técnicas para distanciarse cuando no quiere que otros las tomen como la “persona” implícita en un rol particular, especialmente si creen que el rol está “por debajo de ellos”. Por ejemplo, mientras Carlos trabaja en el restaurante de comida rápida, no quiere que la gente piense que él es un “perdedor con un empleo sin futuro”. El quiere ser visto como un estudiante universitario que trabaja ahí “para ganarse algún dinero” mientras se gradúa. Cuando llegan clientes de la universidad, habla con ellos acerca de los cursos que están tomando, sobre su especialidad y los profesores que tienen. No platica sobre si la hamburguesa con tocino es mejor que la que tiene chile. Cuando Carlos realmente se distancia del rol, dice a sus amigos que él “trabaja ahí pero que no comería ahí”. Salida del rol. La salida del rol ocurre cuando la gente se desentiende de los roles sociales que han sido centrales para su identidad (Ebaugh, 1988). La socióloga Helen Rose Fuchs Ebaugh estudió este proceso al entrevistar ex convictos, ex monjas, retirados, hombres y mujeres divorciados y otras personas que voluntariamente se han separado de roles sociales significativos. Según Ebaugh, la salida del rol sucede en cuatro etapas. La primera es la duda, en la que la gente experimenta frustración o cansancio cuando reflexiona sobre los roles que tiene. La segunda etapa implica una búsqueda de opciones; aquí, la gente podría pedir permiso para ausentarse del trabajo o separarse temporalmente de su cónyuge. La tercera etapa es la decisiva, donde la gente se da cuenta de que debe tomar una acción definitiva, como renunciar a su trabajo o divorciarse. La cuarta y última etapa conlleva la creación de una nueva identidad. Salir del rol de “indigente” es muy difícil. Entre más tiempo permanezca la gente en la calle, más dificil será salir del rol. Los recursos personales disminuyen con el tiempo. Con frecuencia las posesiones son robadas, perdidas, vendidas o empeñadas. La experiencia de trabajo y las habilidades caducan y es probable que surjan incapacidades físicas que impidan tener un empleo. Sin embargo, algunos indigentes logran salir. TRES: Definicionesinteracción social: proceso por medio del cual la gente actúa o responde respecto a otras personas; el fundamento de todas las relaciones y grupos en la sociedad. estructura social: marco complejo de instituciones sociales (como la economía, política y religión) y las prácticas sociales (como reglas y roles sociales) que forman la sociedad y que organizan y establecen límites en el comportamiento de la gente. estatus: una posición socialmente definida en un grupo o sociedad, caracterizada por ciertas expectativas, derechos y deberes. estatus atribuido: posición social conferida en el nacimiento o que se recibe de forma involuntaria posteriormente, basada en atributos sobre los que el individuo no tiene ningún control, como raza, etnia, edad o género. estatus adquirido: posición social que la persona asume de forma voluntaria como resultado de una decisión personal, mérito o esfuerzo directo. estatus maestro: estatus más importante que ocupa una persona. rol: conjunto de expectativas de comportamiento asociadas con un estatus. expectativa de rol: definición de un grupo o sociedad de la forma en que un rol debe desempeñarse. desempeño de rol: forma en que una persona realmente actúa el rol. conflicto de roles: situación en la que surgen demandas incompatibles debido a que se tienen dos a más estatus al mismo tiempo. tensión de rol: condición que ocurre cuando hay demandas incompatibles dentro de un solo estatus. CUATRO: Estructura social: la perspectiva de macronivelLa estructura social proporciona el marco dentro del cual interactuamos con otros. Este marco es un arreglo ordenado y determinado de las partes que forman juntas el grupo o la sociedad (P figura 5.1). Como se definió en el capítulo 1, una sociedad es un grupo social grande que comparte el mismo territorio geográfico, está bajo la misma autoridad política y bajo las expectativas culturales dominantes. En el macronivel, la estructura social de una sociedad tiene varios elementos esenciales: instituciones sociales, grupos, estatus, roles y normas. Los teóricos funcionalistas enfatizan que la estructura social es esencial porque crea orden y previsibilidad en una sociedad (Parsons, 1951). La estructura social también es importante para nuestro desarrollo humano. Como vimos en el capítulo 4, desarrollamos un concepto del ser al ir aprendiendo las actitudes y comportamientos de los que nos rodean. Cuando estas actitudes y valores son parte de una estructura previsible, es más fácil desarrollar ese concepto del ser. La estructura social nos da la habilidad de interpretar las situaciones sociales en que nos encontramos. Por ejemplo, esperamos que nuestra familia se preocupe por nosotros, que las escuelas nos eduquen y que la policía nos proteja. Cuando nuestras circunstancias cambian drásticamente, la mayoría de nosotros experimentamos una aguda sensación de ansiedad porque no sabemos qué esperar o lo que se espera de nosotros. Por ejemplo, los indigentes novatos pueden sentirse desorientados porque no saben cómo comportarse en su nuevo ambiente. Es probable que la persona haga preguntas como: “¿Cómo sobreviviré en la calle?”, “dónde pido ayuda?” “¿debo quedarme en un albergue?”, “¿dónde consigo empleo?”. La estructura social ayuda a la gente a dar sentido a su entorno, aun cuando se encuentren en la calle. Además de proporcionar un mapa para nuestros encuentros con otras personas, la estructura social puede limitar nuestras opciones y ponernos en categorías arbitrarias que no elegimos nosotros. Los teóricos del conflicto sostienen que hay más de lo que se ve de la estructura social y que debemos explorar las estructuras más profundas y fundamentales que determinan las relaciones sociales en la sociedad. Carlos Marx sugirió que la forma en que está organizada la producción económica es el aspecto estructural más importante de cualquier sociedad. En las sociedades capitalistas, donde pocas personas controlan el trabajo de muchas, la estructura social refleja un sistema de relaciones de dominación entre categorías de gente (por ejemplo, propietario-trabajador y jefe-empleado). La estructura social crea vínculos que definen cuáles personas o grupos serán los “internos” y cuáles los “externos”. La marginalidad social es el estado en el que se es en parte interno y en parte externo en la estructura social. El sociólogo Robert Park (1928) acuñó este término para referirse a las personas (como los inmigrantes) que comparten simultáneamente la vida y las tradiciones de dos grupos distintos. La marginalidad social da como resultado la estigmatización. Un estigma es cualquier atributo físico o social que devalúa la personalidad social de una persona, que la descalifica para la aceptación social (Goffman, 1963b). Un criminal convicto que usa uniforme es un ejemplo de una persona estigmatizada; el uniforme dice que ha hecho algo malo y que no se le debe permitir salir de la cárcel sin supervisión. CINCO: Componentes de la estructura socialLa estructura social de una sociedad incluye sus posiciones sociales, las relaciones entre esas posiciones y los tipos de recurso que conlleva cada posición. La estructura social también incluye todos los grupos que forman la sociedad y la relación entre ellos (Smelser, 1988). Fuente: Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012. SEIS: Homo sociologicusHasta ahora, la ciencia social nos ha obsequiado con dos seres humanos nuevos, sumamente problemáticos, que apenas encontraremos en la realidad de nuestra experiencia diaria. Uno de ellos es el tan discutido horno economicus..., (el otro) el psychological man (el hombre psicológico)... que, aunque siempre haga el bien, posiblemente quiere siempre el mal, el hombre de los motivos secretos... Se enciende de nuevo (la discusión) para disputar la existencia del horno sociologicus... En el punto de intersección del individuo y la sociedad se halla el horno sociologicus, el hombre como portador de papeles socialmente determinados. El individuo es sus papeles sociales, pero, por su parte, estos papeles son el hecho molesto de la sociedad... Papel, persona, carácter y máscara son palabras que... estuvieron o están subordinadas a un mismo campo semántico: el teatro... Son muchas las asociaciones que vinculamos a estas palabras: todas ellas indican algo dado a su portador, el actor, algo existente fuera de él; este «algo dado» puede describirse como un complejo de modos de comportamiento, que entran a su vez en conexión con otros comportamientos para formar un todo; (el actor) tiene que aprenderlos, a fin de poder representarlos; desde el punto de vista del actor, ningún papel, ninguna persona dramatis es exhaustivo; puede aprender y representar una multitud de papeles». Ralf Dahrendorf, Homo sociologicus, 1958. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. SIETE: Los rasgos del rolLlegamos así a una definición estricta del rol: conjunto articulado de pautas que relacionan las acciones de los ocupantes de un status o posición social con los ocupantes de otros status correlativos. Más brevemente: el rol es una respuesta tipificada a una expectativa igualmente tipificada. Es la sociedad la que proporciona estos «guiones» de respuesta, estos esquemas relativamente flexibles en los que se entretejen pautas de comportamiento, actitudes y emociones, que en muchos casos se apoderan de la persona, y la hacen «sentirse» capaz de desempeñar su rol con brillantez o, al menos, con decoro. El profesor que se zambulle en su rol se «siente» más sabio, el militar que se embute en su uniforme y se cuelga sus condecoraciones, más valiente... Se empieza por actuar de acuerdo con el rol, y se acaba «sintiendo» y viviendo plenamente el papel que se desempeña. Los rasgos del rol que dimanan de la definición dada: 1) el rol debe estar definido culturalmente en reciprocidad con el contenido de derechos atribuidos a los status que con él se correlacionan; 2) en cuanto constriñe comportamientos, por tanto, acaba formando parte de la personalidad del actor social, y 3) se desempeña habitualmente de forma no reflexiva, es decir, tiene un cierto carácter inconsciente, de donde precisamente procede gran parte de su poder sobre el actor; 4) este poder «invisible» es garantía de algo que la sociedad valora y exige de todos sus miembros: la predecibilidad de sus comportamientos, ya que sin ella disminuiría la eficacia y dinamismo sociales, y el mundo de las relaciones y acciones sociales se encontraría abocado al caos. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. IMAGENESVideos#1 - El experimento de la prisión Stanford The Stanford Prison Experiment Año - 2015 Dirección - Kyle Patrick Alvarez Esta película está basada en una historia real que tuvo lugar en 1971, cuando el profesor de Stanford Dr. Philip Zimbardo creó lo que se convirtió en uno de los experimentos sociales más impactantes y famosos de todos los tiempos: en unos días fue capaz de convertir a un grupo de ciudadanos de clase media en gente sádica por un lado y víctimas sumisas por otro. #2 - El último deber The Last Detail Año - 1973 Dirección - Hal Ashby Dos apuestos oficiales de la marina tienen que escoltar a un marinero hasta la prisión naval de New Hampshire, donde tendrá que cumplir una condena de ocho años por una falta trivial. Durante el viaje los tres tendrán la oportunidad de conocerse y de compartir experiencias y situaciones que les llevarán a cuestionarse su visión de la vida. #3 - Entrevista a Philip Zimbardo sobre el experimento de la prisión de Stanford El experimento de la cárcel de Stanford es un conocido estudio psicológico acerca de la influencia de un ambiente extremo, la vida en prisión, en las conductas desarrolladas por el hombre, dependiente de los roles sociales que desarrollaban (cautivo, guardia). Fue llevado a cabo en 1971 por un equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford. Se reclutaron voluntarios que desempeñarían los roles de guardias y prisioneros en una prisión ficticia. Sin embargo, el experimento se les fue pronto de las manos y se canceló en la primera semana. Las preocupaciones éticas que envuelven a los experimentos famosos a menudo establecen comparaciones con el experimento de Milgram, que fue llevado a cabo en 1963 en la Universidad de Yale por Stanley Milgram, un antiguo amigo de Zimbardo. Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-4: Agentes de la Socialización Los agentes de socialización son las personas, grupos o instituciones que nos enseñan lo que necesitamos saber con el fin de participar en la sociedad. Estamos expuestos a muchos agentes de socialización a lo largo de la vida; pero nosotros también tenemos influencia sobre los agentes de socialización y organizaciones. Aquí vemos los más dominantes en nuestra infancia; la familia, la escuela, los grupos de semejantes o iguales y los medios de comunicación masiva. agentes de socialización: personas, grupos o instituciones que nos enseñan lo que necesitamos saber con el fin de participar en la sociedad. La familia La familia es el agente de socialización más importante en todas las sociedades. A partir de nuestra infancia, nuestras familias nos transmiten valores culturales y sociales. Como lo discutiremos posteriormente en el libro, las familias varían en tamaño y estructura. Algunas consisten en dos padres y sus hijos biológicos, mientras que otras en un solo padre y uno o más hijos. Otras familias reflejan patrones cambiantes de divorcio y segundas nupcias y un número creciente está formado por compañeros del mismo sexo y sus hijos. Con el tiempo, los patrones han cambiado en algunas familias de dos padres y los padres, en lugar de las madres, son los principales agentes de socialización diurnos para sus hijos pequeños. Los teóricos que usan la perspectiva funcionalista enfatizan que las familias cumplen funciones importantes en la sociedad porque son el lugar principal para la procreación y la socialización de los niños. La mayoría de nosotros nos hemos formado un sentido emergente del ser y adquirido la mayoría de nuestras creencias y valores dentro del contexto familiar. También hemos aprendido sobre la cultura dominante (incluidas actitudes, lenguaje, creencias, valores y normas) y las principales subculturas a las que pertenecen nuestros padres y otros familiares. Las familias también son la fuente principal de apoyo emocional. Idealmente, las personas reciben amor, comprensión, seguridad, aceptación, intimidad y compañía. El papel de la familia es especialmente significativo debido a que los niños pequeños tiene poca experiencia social más allá de los límites de ésta; no tienen base para comparar o evaluar cómo los trata su propia familia. En gran parte, ésta es donde adquirimos nuestra posición social específica en la sociedad. Desde el nacimiento, somos parte del grupo cultural específico —raza, etnia, clase, religión y región— de nuestra familia. Los estudios muestran que las familias socializan a sus hijos de forma diferentes de acuerdo con la raza, etnia y clase (Kohn, 1977; Kohn et al., 1990; Harrison et al., 1990). Por ejemplo, el sociólogo Melvin Kohn (1977; Kohn et al., 1990) ha sugerido que la clase social (medida de acuerdo con la ocupación de los padres) es una de las influencias más fuertes sobre qué y cómo enseñan los padres a sus hijos. Por un lado, los padres de clase trabajadora, que son constantemente supervisados y se espera que obedezcan órdenes en el trabajo, enfatizan típicamente la importancia de la obediencia y el conformismo. Por otro lado, los padres de clase media y profesional, que tienen más apertura y flexibilidad en su trabajo, tienden a dar a sus hijos más libertad para tomar sus propias decisiones y ser creativos. Kohn concluyó que la diferencia en la ocupación de los" padres era mejor para predecir la crianza infantil que la misma clase social. Ya sea que los hallazgos de Kohn sean válidos actualmente o no, los temas que analizó nos hacen conscientes de que no todos tenemos las mismas experiencias familiares. Muchos factores —entre ellos nuestros antecedentes culturales, nación de origen, religión y género— son importantes para determinar cómo nos socializa nuestra familia y otras personas que forman parte de nuestra vida diaria. Los teóricos del conflicto resaltan que la socialización contribuye a la conciencia falsa: una falta de conciencia y una percepción distorsionada de la realidad de clase tal como afecta nuestra vida social. Como resultado, la socialización reafirma y reproduce la estructura de clase en la siguiente generación, en lugar de desafiar las condiciones que existen en el presente. Por ejemplo, los niños de familias de bajos ingresos pueden ser socializados —no intencionalmente— para creer que adquirir educación y tener ambiciones es inútil debido a las condiciones económicas existentes en la familia (Ballantine, 2001). En contraste, las familias de ingresos medios y altos inculcan ideas de éxito monetario y social en los niños mientras los alientan a pensar y comportarse de forma “socialmente aceptable”. La perspectiva de construcción social/interacción simbólica nos ayuda a reconocer que los niños afectan la vida de sus padres y cambian el ambiente del hogar en general. Cuando examinamos el contexto en el que se desarrolla la vida familiar, también vemos que los abuelos y otros parientes tienen una fuerte influencia en la forma en que los padres socializan a sus hijos. A su vez, el comportamiento de éstos podría tener un efecto en la forma en la que los padres, hermanos y abuelos interactúen mutuamente. Por ejemplo, en las familias donde ya existe conflicto personal intenso, el nacimiento de un niño puede aumentar el estrés y la discordia, dando como resultado maltrato infantil, esposos golpeados y abuso de ancianos. En contraste, en las familias en las que la pareja siente felicidad y satisfacción personal, el nacimiento de un niño puede contribuir a la comunicación interpersonal entre los parientes. La escuela Al irse expandiendo rápidamente el conocimiento técnico v científico y aumentar el tiempo que los niños pasan en ambientes educacionales, las escuelas siguen jugando un enorme papel en la socialización de los chicos. Para mucha gente, el proceso de la educación formal es una tarea que dura hasta 20 años. Al aumentar drásticamente el número de familias de un solo padre y familias en las que ambos padres trabajan fuera de casa, la cantidad de niños en guarderías y programas preescolares ha crecido rápidamente. Hoy en día, cerca de 60% de niños estadounidenses en edad preescolar se encuentran en guarderías privadas o ambientes institucionales; y este porcentaje sigue creciendo (Children 's Defense Fund, 2002). Generalmente, los estudios han encontrado que la guardería de calidad y el ambiente preescolar tienen un efecto positivo sobre la socialización general de los niños. Estos programas brindan a los niños la oportunidad de tener interacción frecuente con maestros y aprender a construir sus habilidades de lenguaje y educación formal. Los programas de alta calidad también tienen un efecto positivo sobre el desempeño académico de los niños, particularmente en aquellos de familias de bajos ingresos. Por ejemplo, varios estados con programas previos al jardín de niños reportaron un incremento en las calificaciones de matemáticas y lectura, registros de asistencia y participación de los padres en la educación de los niños (Children's Defense Fund, 2002). Sin embargo, hoy los costos de programas de guarderías se han convertido en una preocupación mayor para muchas familias (véase el cuadro 4.2). Aunque las escuelas enseñan conocimientos y habilidades específicos, también tienen un profundo efecto en la imagen, creencias y valores de los niños. Al entrar los niños a la escuela por primera vez, son evaluados y comparados sistemáticamente con sus compañeros. Se mantiene un registro oficial permanente del comportamiento personal y actividades académicas de cada niño. Desde la perspectiva funcionalista, las escuelas son responsables de (1) socialización o enseñar a los estudiantes a ser miembros productivos de la sociedad; (2) transmisión de cultura; (3) control social y desarrollo personal, y (4) la selección, capacitación y colocación de los individuos en los diferentes peldaños de la sociedad (Ballantine, 2001). En contraste, los teóricos del conflicto afirman que los estudiantes tienen experiencias diferentes en el sistema escolar, de acuerdo con los de su clase social, antecedentes raciales/étnicos, barrio en el que viven, género y otros factores. De acuerdo con los sociólogos Samuel Bowles y Herbert Gintis (1976), gran parte de lo que pasa en la escuela consiste en enseñar una agenda oculta a los niños para que aprendan a ser ordenados, puntuales, callados, esperar su turno y estar atentos a su trabajo. Así, las escuelas no socializan a los niños por su propio bien sino para prepararlos para sus roles futuros en la fuerza laboral, donde es importante ser puntual y mostrar respeto a los supervisores. Los estudiantes destinados al liderazgo o posiciones de elite adquieren habilidades y conocimientos diferentes que aquellos que tendrán ocupaciones de obreros o clase media (véase Cookson y Persell, 1985). Los teóricos de la interacción simbólica que examinan la socialización en el ambiente escolar podrían centrarse en la forma en que la interacción diaria y las prácticas en la escuela influyen en la construcción de las creencias de los estudiantes respecto al patriotismo, sentimientos de agresión O cooperación y prácticas de género. Por ejemplo, algunos estudios han mostrado que el ambiente escolar frecuentemente alberga un alto grado de segregación de género, incluida la formación de filas separadas de niños y de niñas para participar en actividades extracurriculares en las primarias y secundarias (Eder, 1995; Thorne, 1993). Grupos de semejantes En cuanto somos suficientemente grandes para tener conocidos fuera de casa, la mayoría de nosotros comenzamos a depender fuertemente de grupos de personas semejantes a nosotros como fuente de información y aprobación de nuestro comportamiento social. Un grupo de semejantes es un conjunto de gente que está vinculada por intereses comunes, posición social igual y edad similar (generalmente). En la niñez temprana, los grupos de semejantes con frecuencia se componen de compañeros de la guardería, jardín de niños y primaria. Estudios recientes han encontrado que la preadolescencia —los últimos años de la escuela primaria— es un periodo en el que la cultura de semejantes tiene un efecto importante sobre cómo los niños se perciben a sí mismos y cómo interiorizan las expectativas de la sociedad (Adler y Adler, 1998). En la adolescencia, los grupos de semejantes típicamente se forman de gente con intereses similares y actividades sociales. Como adultos, continuamos participando en grupos de semejantes con los que compartimos intereses y ocupaciones comunes, ingresos o posición social parecida. Los grupos de semejantes funcionan como agentes de socialización al contribuir con nuestro sentido de “pertenencia” y nuestros sentimientos de valor propio. Desde los años preescolares los grupos de semejantes proporcionan a los niños la oportunidad de tener una adaptación exitosa a las situaciones como tener acceso a un juego en curso, proteger de los intrusos las actividades compartidas y construir solidaridad y confianza mutua durante las actividades en curso (Corsaro, 1985; Rizzo y Corsaro, 1995). A diferencia de las familias y escuelas, los grupos de semejantes proporcionan a los niños y adolescentes cierto grado de libertad de los padres y otras figuras de autoridad (Corsaro, 1992). Aunque los grupos de semejantes dan a los niños cierto grado de libertad, también enseñan normas culturales sobre lo que es un comportamiento “aceptable” en una situación específica. Los grupos de semejantes simultáneamente reflejan la cultura de la mayoría y sirven de conducto para pasar la cultura a la gente más joven. Como resultado, el grupo de semejantes es un producto de la cultura y uno de sus principales transmisores (Elkin y Handel, 1989). ¿Existe algo como la “presión de grupo”? Los individuos deben ganar la aceptación de sus semejantes al adoptar las normas, actitudes, patrones de lenguaje y códigos de vestido de un grupo dado. Cuando cumplimos con las expectativas de nuestro grupo de semejantes, somos recompensados; si no las cumplimos, podríamos ser ridiculizados o hasta expulsados del grupo. Cumplir las demandas de los semejantes con frecuencia pone a los niños y adolescentes en una encrucijada con sus padres. Por ejemplo, a menudo la gente joven siente la presión para obtener ciertas posesiones de valor material (como juguetes, ropa, zapatos deportivos o teléfonos celulares), entonces pasan la presión a sus padres mediante chantaje emocional para que les compren los objetos deseados. La presión de los semejantes y las tensiones de los adultos que con frecuencia acompañan este tipo de presión no son únicas para las familias en Estados Unidos. grupos de semejantes: conjunto de gente vinculada por intereses comunes, posición social igual y edad similar. Medios de comunicación masiva Un agente de socialización que tiene un impacto profundo en niños y adultos son los medios de comunicación masiva, que se componen de organizaciones a gran escala que usan medios impresos o electrónicos (como el radio, televisión, películas e internet) para comunicarse con grandes números de personas. Los medios funcionan como agentes de socialización de varias formas: (1) nos informan de hechos, (2) nos presentan una gran variedad de personas, (3) proporcionan gran cantidad de puntos de vista sobre temas de actualidad, (4) nos hacen consciente de productos y servicios que, si los adquirimos, supuestamente nos ayudarán a ser aceptados por otros y (5) nos entretienen al proporcionarnos la oportunidad de vivir indirectamente (mediante las experiencias de otras personas). Aunque la mayoría de nosotros damos por hecho que los medios tienen una parte importante en la socialización, con frecuencia subestimamos la enorme influencia que este agente puede tener sobre las actitudes y comportamiento de los niños. Estudios recientes han mostrado que los niños estadounidenses pasan en promedio más tiempo cada año trente a sus televisiones, computadoras y videojuegos. De acuerdo con el estudio del centro Annenberg Public Po¡cy Center (Universidad de Pennsylvania) sobre los medios en casa, “la introducción de nuevos medios continúa transformando el ambiente de los niños en los hogares estadounidenses... En lugar de desplazar a la televisión como medio dominante, las nuevas tecnologías la han complementado, dando como resultado una penetración adicional de los medios electrónicos y uso de los jóvenes” ¡citado en Dart, 1999:A5). Se estima que los niños estadounidenses pasan 2.5 horas al día viendo programas de televisión y dos horas con su computadora, videojuegos o un reproductor de video, lo cual suma más de 1642 horas al año (Dart, 1999). En contraste, los niños estadounidenses pasan cerca de 1000 horas al año en la escuela. Considerando solamente el tiempo viendo televisión, para cuando los estudiantes se gradúan de la secundaria habrán pasado más tiempo frente al televisor que en el salón de clases (American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 1997; Dart, 1999). Quizá no es una sorpresa que los investigadores de Annenberg encontraran que 93% de los niños entre 10 y 17 años supieran que Homero, Bart y Maggie son personajes de la serie de la cadena Fox, Los Simpsons, mientras que sólo 63% pudieron nombrar al vicepresidente de Estados Unidos. Los padres, educadores, científicos sociales y oficiales vúblicos han debatido ampliamente las consecuencias de que los jóvenes vean tanta televisión. Se ha ensalzado a la televisión por brindar numerosas experiencias positivas a los niños. Algunos académicos sugieren que, cuando se usa sabiamente, puede mejorar el desarrollo de los niños al mejorar sus habilidades de lenguaje, de formación de conceptos y de lectura. así como alentar el desarrollo prosocial (Winn,1985). 5in embargo, otros estudios han mostrado que los niños y adolescentes que pasan mucho tiempo viendo televisión frecuentemente tienen calificaciones más bajas, leen menos, se ejercitan menos y tienen sobrepeso (American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 1997). De especial preocupación para muchas personas es el tema de la violencia en la televisión. Se estima que los jóvenes típicos que ven 28 horas de televisión a la semana habrán visto 16000 asesinatos simulados y 200 000 actos de violencia antes de cumplir 18 años. Un reporte de la American Psychological Association afirma que aproximadamente 80% de los programas de televisión contienen actos de violencia y que la televisión comercial para niños es 50% o 60% más violenta que la televisión en horario estelar para adultos. Por ejemplo, algunas caricaturas tienen más de 80 actos violentos en una hora (APA Online, 2000). Además de la preocupación acerca de la violencia en la televisión, películas y juegos electrónicos, los programas de televisión han recibido críticas por proyectar imágenes negativas de las mujeres y la gente de color. Aunque los medios han cambiado algunos de los roles en los que presentan a las mujeres (como Xena, “La princesa guerrera”, quien es capaz de derrumbar cualquier cosa que se interponga en su camino), estas nuevas imágenes tienden a reforzar estereotipos que presentan a la mujer como símbolo sexual, debido a la ropa que usan en sus aventuras de acción. A lo largo de este texto veremos ejemplos de la forma en que los medios —desde anuncios y programas de televisión hasta videojuegos e internet— nos socializan, particularmente cuando somos jóvenes, dándonos cuenta de ello o no. Por ejemplo, los académicos de estudios culturales y algunos teóricos posmodernos creen que la “cultura de los medios” ha cambiado considerablemente con el proceso de socialización para los jóvenes en los últimos años. Fuente: Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012. Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-2b: La cultura Los componentes de la culturaAunque los detalles de las culturas individuales varían mucho, todas las culturas tienen cuatro componentes comunes no materiales: símbolos, lenguaje, valores y normas. Estos componentes contribuyen a la armonía y al conflicto en una sociedad.
Símbolos Un símbolo es algo que significativamente representa algo más. La cultura no podría existir sin los símbolos porque no habría significados compartidos entre la gente. Éstos pueden producir simultáneamente lealtad y animosidad, amor y odio. Nos ayudan a comunicar ideas porque expresan conceptos abstractos con objetos visibles. Por ejemplo, las banderas pueden querer decir patriotismo, nacionalismo, espíritu escolar o creencias religiosas por parte de los miembros de un grupo o sociedad. Los símbolos pueden querer decir amor (un corazón en San Valentín), paz (una paloma) u odio (una svástica nazi), tal como las palabras pueden usarse para comunicar estos significados. Los símbolos también pueden transmitir otros tipos de ideas. El sonido de una sirena es un símbolo que denota una situación de emergencia y envía el mensaje de allanar el camino inmediatamente. Los gestos y ademanes también son una forma simbólica de comunicación; un movimiento de la cabeza, el cuerpo o las manos puede expresar nuestras ideas o sentimientos a otras personas. Por ejemplo, en Estados Unidos apuntar al pecho con el pulgar o el índice es un símbolo de “yo”. Los símbolos afectan nuestros pensamientos acerca de la clase. Por ejemplo, la forma en que viste una persona o el tipo de automóvil que maneja se usa con frecuencia, al menos inconscientemente, como medida de la posición económica. Respecto a la ropa, aunque mucha gente se viste casual en la vida diaria, el lugar donde la compró a menudo es un simbolo de estatus social. ¿Se compraron los artículos en Walmart, Old Navy, Abercrombie Fitch o Saks Fifth Avenue? ¿Cuáles indicadores existen en la ropa —como la paloma de Nike, algún otro logo o nombre de la marca— que dicen algo del estatus del producto? Los automóviles y sus logos también son símbolos que tienen significado cultural más allá del ambiente de compras en los que se originaron. Finalmente, los símbolos pueden ser específicos para una cultura determinada y tienen significado especial para los individuos que comparten esa cultura pero no necesariamente para otras personas. Por ejemplo, considera el uso de ciertos alimentos para celebrar el año nuevo chino: los brotes de bambú y las algas negras representan riqueza, los cacahuates y fideos simbolizan una larga vida y las mandarinas buena suerte. ¿Qué alimentos en otras culturas representan “buena suerte” o prosperidad? Lenguaje El lenguaje es un conjunto de símbolos que expresan ideas y permiten a la gente pensar y comunicarse con otros. El lenguaje verbal (hablado) y no verbal (escrito o por señas) nos ayuda a describir la realidad. Uno de nuestros atributos humanos más importantes es la habilidad de usar el lenguaje para compartir nuestras experiencias, sentimientos y conocimientos con otros. El lenguaje puede crear imágenes visuales en nuestra cabeza, tales como “los gatitos se veían como pequeñas bolas de algodón” (Samovar y Porter, 1991a). El lenguaje también permite a la gente distinguirse de los fuereños y mantener los límites y la solidaridad del grupo (Farb, 1973). El lenguaje no es únicamente una característica humana. Otros animales usan sonidos, gestos, tacto y olores para comunicarse unos con otros, pero ocupan señales con significados determinados que están limitados a una situación inmediata (el presente) y no pueden abarcar situaciones pasadas o futuras. Por ejemplo, los chimpancés pueden usar elementos del lenguaje por señas americano y manipular objetos físicos para hacer “oraciones”, pero no están dotados del aparato vocal que se necesita para formar las consonantes que se requieren en el lenguaje oral. Como resultado, los animales no humanos no pueden transmitir a sus crías los aspectos más complejos de la cultura. Los humanos tienen una habilidad única para manipular símbolos para expresar conceptos abstractos y reglas, y así crear y transmitir la cultura de una generación a otra. Lenguaje y realidad social. ¿El lenguaje crea la realidad, o simplemente la comunica? Los antropólogos lingiiistas Edward Sapir y Benjamin Whorf han sugerido que el lenguaje no sólo expresa nuestros pensamientos e ideas, sino que también influencia nuestra percepción de la realidad. De acuerdo con la hipótesis Sapir- Whorf, el lenguaje da forma a la visión de la realidad de sus hablantes (Whorf, 1956; Sapir, 1961). Si las personas son capaces de pensar sólo a través del lenguaje, entonces éste debe anteceder al pensamiento. Si de hecho el lenguaje da forma a la realidad que percibimos y experimentamos, entonces algunos aspectos del mundo se observan como importantes y otros se obvian porque la gente conoce el mundo sólo en términos del vocabulario y la gramática de su propio lenguaje. Si el lenguaje crea la realidad, ¿estamos atrapados por nuestro propio lenguaje? Muchos científicos sociales están de acuerdo en que la hipótesis Sapir-Whorf exagera la relación entre el lenguaje y nuestros patrones de pensamiento y comportamiento. Aunque reconocen que el lenguaje tiene muchos significados sutiles y que las palabras que usa la gente reflejan sus principales preocupaciones, la mayoría de los sociólogos concuerdan en que el lenguaje puede influenciar nuestro comportamiento e interpretación de la realidad social, pero no los determina. Lenguaje y género. ¿Cuál es la relación entre lengua je y género? ¿Qué suposiciones culturales sobre el hombre y la mujer refleja el lenguaje? Los académicos han sugerido varias formas en las que el lenguaje y el género se entrelazan: - El idioma inglés ignora a la mujer al usar la forma masculina para referirse a los seres humanos en general. Por ejemplo, la palabra hombre (en inglés, man) se usa genéricamente en palabras como director (en inglés, chairman) y humanidad (en inglés, mankinad), que supuestamente incluye a hombres y mujeres. - El uso de los pronombres él y ella afectan nuestro pensamiento sobre el género. Los pronombres muestran el género de la persona que tiene cierta ocupación. Por ejemplo, enfermeras, secretarias y maestros generalmente son ella; pero uno se refiere a los doctores, ingenieros, electricistas y presidentes como él. - Las palabras tienen connotaciones positivas cuando se relacionan con el poder, prestigio y liderazgo masculino; cuando se relacionan con mujeres, tienen tonos negativos de debilidad, inferioridad e inmadurez (Epstein, 1988:224). 6 La tabla 3.1 muestra cómo el lenguaje basado en el género refleja la tradicional aceptación de la mujer y el hombre en ciertos empleos, implicando que éstos son diferentes cuando los ocupan mujeres en lugar de hombres. - Una predisposición a pensar acerca de las mujeres en términos sexuales basada en el lenguaje refuerza la noción de que la mujer es un objeto sexual. Con frecuencia se describe a las mujeres con términos como zorra, tipa, perra, nena o muñeca, que les atribuye características infantiles o hasta de mascotas. En contraste, el hombre tiene una presión acerca de su desempeño al ser definido en términos de su capacidad sexual, como galán, semental y garañón (Baker, 1993). El género en el lenguaje se ha debatido y estudiado extensamente en los últimos años y han ocurrido varios cambios. Muchas organizaciones y publicaciones han establecido lineamientos para usar lenguaje no sexista y han cambiado los títulos de director a dirección. Las señales de “Hombres trabajando” se han cambiado por “Personas trabajando”. A algunas ocupaciones se les han dado títulos “sin género”, como asistente de vuelo. Para desarrollar una sociedad más incluyente y equitativa, muchos académicos sugieren que se necesita un lenguaje más incluyente (véase Basow, 1992). Sin embargo, mucha gente se resiste al cambio argumentando que se arruina el idioma (Epstein, 1988). Lenguaje, raza y etnia. El lenguaje puede crear y reforzar nuestra percepción de la raza y etnia, al transmitir ideas preconcebidas acerca de la superioridad de una categoría de gente sobre otra. Veamos algunas imágenes comunicadas con palabras —en inglés— sobre raza/etnia: e Las palabras pueden tener más de un significado y crean o refuerzan imágenes negativas. "Iérminos como corazón negro (malvado) y expresiones como el punto negro (un hecho negativo) y la suerte de un chino (con pocas posibilidades de éxito); asocian las palabras negro y chino con imágenes negativas o despectivas. En contraste, expresiones como blanca paloma y los hombres buenos usan sombrero blanco, refuerzan las asociaciones positivas con el color blanco. - Términos exageradamente despectivos —en inglés— como nigger, kike, gook, honkey, chink, spic y otras expresiones raciales se han “popularizado” por las películas, música, rutinas cómicas, etc. Estos términos despectivos se usan frecuentemente junto con amenazas físicas y cada vez más se considera que no deben usarse ni en “broma”. - Las palabras a menudo se usan para crear o reforzar la percepción de un grupo. Por ejemplo, a los nativos americanos se les llama “salvajes” y “primitivos” y a los afroamericanos se les describe como “incivilizados”, “caníbales” y “paganos”. - La “voz” de los verbos puede minimizar o identificar erróneamente las actividades o logros de la gente de color. Por ejemplo, el uso de la voz pasiva en la expresión “A los afroamericanos se les dio el derecho al voto”, ignora la lucha por ganar este derecho. Los verbos en voz activa también pueden atribuir erróneamente logros a personas o grupos. Algunos historiadores argumentan que la tendencia cultural se muestra en “Colón descubrió América”, ya que América ya estaba habitada por gente a la que se le llamó nativa (véase Stannard, 1992; Takaki, 1993). - Los adjetivos que típicamente tienen connotaciones positivas pueden tener un significado diferente cuando se usan en ciertos contextos. Respecto a los empleos, se puede decir que una persona de color está “calificada” para un puesto, cuando se da por sentado que los blancos están calificados para esa misma posición (véase Moore, 1992). Además de estas preocupaciones acerca del idioma inglés, también surgen problemas cuando hay más de una lengua implicada. A lo largo de la nación, el asunto de si Estados Unidos debe tener un idioma “oficial” continúa. Algunas personas creen que no hay necesidad de designar un idioma oficial; otras consideran que el inglés debe ser designado como tal y que el uso de cualquier otro lenguaje debe ser desalentado. Recientemente, el consejo de la ciudad en Farmers Branch —un suburbio de Dallas, Texas— adoptó una resolución declarando que el inglés es el idioma oficial en esa ciudad. De acuerdo con esta resolución, el uso del idioma común “quita las barreras del malentendido y ayuda a unir a la gente de Farmers Branch, el estado de Texas y Estados Unidos; y ayuda a la participación cívica completa de todos sus ciudadanos..” (City of Farmers Branch, 2006). Esta resolución se aprobó al mismo tiempo que una ley local que prohíbe a los “inmigrantes ilegales” rentar departamentos en Farmers Branch. ¿Están inmersos en las decisiones de política social los temas sociales y culturales como éstos? Aunque Estados Unidos siempre ha sido una nación de inmigrantes, en las décadas recientes este país ha experimentado cambios rápidos en la población que han traído mayor diversidad de idiomas y culturas. Información reciente recopilada por la U.S. Census Bureau (véase “Perfiles de censo: idiomas que se hablan en los hogares estadounidenses”) indica que aunque más de 80% de la gente en este país sólo habla inglés en casa, casi 20% habla otro idioma. La mayor parte (más de 10% de la población estadounidense) habla español. Si pensamos en el idioma desde una perspectiva funcionalista, vemos que un idioma compartido es esencial para mantener una cultura común. Desde este punto de vista, el lenguaje es una fuerza estabilizadora en la sociedad y un medio importante para la transmisión de la cultura. Mediante el lenguaje los niños aprenden su herencia cultural y desarrollan un sentido de identidad cultural en relación con su grupo. Por ejemplo, los la tinos en Nuevo México y el sur de Texas usan dichos —proverbios o refranes únicos en el lenguaje español — para expresarse y como reflejo de su herencia cultural, Ejemplos de estos dichos incluyen anda tu camino sin ayuda del vecino y amor de lejos es de pendejos. Los di chos pasan de generación en generación como una inva luable tradición verbal con la que la gente da consejos o una lección (Gándara, 1995). Por otra parte, si vemos al lenguaje desde el punto de vista del conflicto, constituye una fuente de poder y un medio para el control social. El lenguaje se puede usar para perpetuar desigualdades entre la gente y los grupos porque las palabras se pueden usar (con o sin intención) para “mantener a la gente en su lugar”. Como sugiere la lingúista Deborah Tannen (1993:B5), “los devastadores odios grupales que dan como resultado mucho sufrimiento en nuestro país y alrededor del mundo están relacionados en su origen con las pequeñas intolerancias que existen en nuestras conversaciones diarias; nuestra prisa por atribuir buenas intenciones a nosotros mismos y malas intenciones a los demás”. El lenguaje, en consecuencia, es un reflejo de nuestros sentimientos y valores. Valores Los valores son ideas colectivas acerca de los que es correcto o incorrecto, bueno o malo y deseable o indeseable en una cultura en particular (William, 1970). Los valores no dictan qué comportamientos son apropiados y cuáles no, pero proporcionan un criterio para evaluar a las personas, objetos y hechos. Los valores vienen típicamente en pares de valores positivos o negativos, como ser valiente o cobarde, trabajador o perezoso. Debido a que usamos valores para justificar nuestro comportamiento, tendemos a defenderlos firmemente (Kluckhohn, 1961). Valores fundamentales estadounidenses. ¿Tienen valores compartidos en Estados Unidos? Los sociólogos están en desacuerdo sobre hasta qué punto la gente de este país comparte un grupo de valores fundamentales. Los funcionalistas tienden a pensar que los valores compartidos son esenciales para el mantenimiento de una sociedad; y los académicos, usando una visión funcionalista, han realizado la mayor parte de la investigación sobre valores fundamentales. Los analistas que se concentran en la importancia de los valores fundamentales sostienen que los siguientes diez valores, identificados hace 40 años por el sociólogo Robin M. Williams, Jr. (1970) todavía son muy importantes en Estados Unidos: 1. Individualismo. La gente es responsable de su propio éxito o fracaso. La habilidad individual y el trabajo arduo son las llaves del éxito. Aquellos que no tienen éxito sólo pueden culparse a sí mismos debido a su falta de habilidad, pereza, inmoralidad u otros defectos de carácter. 2. Logro y éxito. Los logros personales son resultado de la competencia exitosa con otros. Se alienta a los individuos a ser mejores que otros en la escuela y en el trabajo con el fin de obtener riqueza, poder y prestigio. Las posesiones materiales son consideradas como señal de logro personal. 3. Actividad y trabajo. Se alaba a las personas industriosas por sus logros; se ridiculiza a los que se percibe como perezosos. Desde la época de los puritanos, se considera el trabajo como importante. Hasta en su tiempo de ocio, mucha gente “trabaja” durante su descanso. Por ejemplo, piensa en todos los individuos que toman clases de ejercicio, corren maratones, hacen jardinería, reparan autos y otras actividades en su tiempo libre. 4. Ciencia y tecnología. La gente en Estados Unidos tiene mucha fe en la ciencia y la tecnología. Esperan que los avances científicos y tecnológicos controlen finalmente la naturaleza, el proceso de envejecimiento y hasta la muerte. 5. Progreso y comodidad material. Las comodidades materiales no sólo incluyen las necesidades básicas (como techo adecuado, nutrición y cuidado médico) sino los bienes y servicios que hacen la vida más fácil y placentera. 6. Eficiencia y sentido práctico. La gente quiere que las cosas sean más grandes, mejores y más rápidas. Como resultado, se da gran valor a la eficiencia (“¿qué tan bien trabaja”?) y al sentido práctico (“¿es algo factible de hacer?”). 7. Igualdad. Desde la época de la Colonia se han rechazado en Estados Unidos las distinciones de clase abiertas. Sin embargo, “la igualdad” se ha definido como “igualdad de oportunidades” —una oportunidad igual de alcanzar el éxito— y no como “igualdad de resultados”. 8. Moralidad y humanitarismo. Ayudar a otros, especialmente después de un desastre natural (como inundaciones o huracanes), se considera un valor. La idea de ayudar a otros originalmente fue una enseñanza religiosa y estaba unida a la idea de moralidad. Hoy, la gente se involucra en actos humanitarios sin percibir necesariamente que es la acción “moral” por seguir. 9. Libertad. La libertad individual es muy valorada en Estados Unidos. La idea de libertad incluye la de propiedad privada, la habilidad de involucrarse en empresas privadas, libertad de prensa y otras libertades que se consideran derechos “básicos”. 10. Racismo y superioridad de grupo. La gente valora por encima de otros su grupo racial o étnico. Tales sentimientos de superioridad pueden conducir a discriminación; la esclavitud y la segregación son ejemplos clásicos. Mucha gente cree también en la superioridad de su país y que “el estilo de vida estadounidense” es mejor. ¿Crees que estos valores son importantes hoy? ¿Existen valores fundamentales que consideras deben agregarse a la lista? Aunque los sociólogos no han acordado una lista específica de valores fundamentales emergentes, varios analistas sociales han sugerido que algunos valores compartidos adicionales en Estados Unidos incluyen: - Sensibilidad ecológica, con una creciente conciencia de los problemas globales como la sobrepoblación y el calentamiento global. - Énfasis en el desarrollo y mantenimiento de las relaciones mediante la honestidad abierta, justicia y tolerancia de otros. - La espiritualidad y la necesidad de un significado de la vida que va más allá de uno mismo. Contradicciones de valores. ¿Es posible que haya contradicciones entre los valores de la sociedad? Sí, todas las sociedades —incluido Estados Unidos— tienen contradicción de valores. La contradicción de valores son valores que están en conflicto uno con otro o que son mutuamente excluyentes (lograr uno hace difícil, si no imposible, lograr el otro). Hay situaciones en las que los valores fundamentales de moralidad y humanitarismo pueden estar en conflicto con valores de logro individual y éxito. Por ejemplo, los valores humanitarios que se reflejan en la asistencia social y otros programas de ayuda gubernamental siguen en conflicto con los valores que enfatizan el trabajo duro y los logros personales. Hoy, algunas personas se sienten más ambivalentes acerca de ayudar a la gente crónicamente pobre o a los indigentes que ayudar a las víctimas recientes de un gran desastre natural. Por ejemplo, en la secuela del huracán Katrina en 2005, mucha gente estuvo más dispuesta a hacer contribuciones generosas para ayudar a los sobrevivientes de este desastre, que lo que estuvieron para ayudar a los indigentes a lo largo de la nación. Cultura ideal versus real. ¿Cuál es la relación entre los valores y el comportamiento humano? De acuerdo con los sociólogos, no siempre actuamos de acuerdo con los valores que pregonamos. Los sociólogos se refieren a esta contradicción como una brecha entre la cultura ideal y la cultura real. Cultura ideal se refiere a los valo res y estándares de comportamiento que la gente en una sociedad dice tener. Cultura real se refiere a los valores y estándares de comportamiento que la gente realmente sigue. Por ejemplo, podemos decir que respetamos la ley (valor de la cultura ideal) pero fumamos marihuana (comportamiento de la cultura real), o podemos manejar regularmente por encima del límite de velocidad pero pensar que somos “buenos ciudadanos”. Numerosos estudios muestran una discrepancia entre los valores de la cultura ideal y el comportamiento real de la gente. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Arizona conocido como el “Proyecto Basura” analizó los desperdicios domésticos para determinar el índice de consumo de alcohol en Tucson, Arizona. Cuando se preguntó a la gente sobre su nivel de consumo de alcohol, los individuos que viven en algunas áreas de la ciudad reportaron muy bajos niveles. Sin embargo, cuando los investigadores analizaron su basura, encontraron que más de 80% de esos hogares consumían cerveza y que más de la mitad desechaban ocho o más latas a la semana (Haviland, 1993). Este es sólo uno de muchos ejemplos sobre cómo el reporte personal de las creencia o valores de la gente puede diferir de su comportamiento real. Por esta razón, las sociedades tienen normas específicas que gobiernan el comportamiento humano. Normas Los valores proporcionan ideales o creencias sobre el comportamiento pero no dicen explícitamente cómo debemos comportarnos. Las normas, por otra parte, tienen expectativas de comportamiento específicas. Las normas son reglas establecidas de comportamiento o estándares de conducta. Las normas prescriptivas establecen cuál comportamiento es apropiado o aceptable. Por ejemplo, se espera que las personas que ganan cierta cantidad de dinero hagan una declaración fiscal y paguen los impuestos que deben. Las normas basadas en la costumbre nos llevan a abrir la puerta para una persona que carga algo muy pesado. En contraste, las normas proscriptivas establecen cuál comportamiento es inapropiado o inaceptable. Las leyes que nos prohíben manejar por encima del límite de velocidad y los “buenos modales” que te impiden hablar por teléfono celular durante la clase son dos ejemplos. Las normas prescriptivas y proscriptivas operan a todo nivel en la sociedad, desde las acciones diarias hasta la formulación de leyes. Normas formales e informales. No todas las normas tienen la misma importancia; aquellas que son de mayor importancia se formalizan. Las normas formales se escriben e implican castigos específicos para los infractores. Las leyes son el tipo más común de normas formales; se han codificado y se pueden hacer valer por medio de sanciones. Las sanciones son recompensas por comportamiento apropiado o castigos por comportamiento inapropiado. Ejemplos de la sanción positiva incluyen la alabanza, honores o medallas. Las sanciones negativas van desde la desaprobación media hasta la pena de muerte. En el caso de la ley, las sanciones formales están claramente definidas y sólo las pueden aplicar personas en posiciones oficiales (como policía y jueces), quienes tienen la autoridad de imponer dichas sanciones. A las normas que se consideran menos importantes se les llama normas informales, estándares no escritos de comportamiento y que comprende la gente que comparte una identidad común. Cuando los individuos infringen las normas informales, las otras personas pueden aplicar sanciones informales. Las sanciones informales no están claramente definidas y las puede aplicar cualquier miembro del grupo (un gesto o un comentario negativo). Uso popular. Las normas también se clasifican de acuerdo con su importancia social relativa. El uso popular son normas informales o costumbres diarias que pueden violarse sin consecuencias serias dentro de'una cultura en particular (Sumner, 1959/1906). Proporcionan reglas de conducta pero no se consideran esenciales para la supervivencia de la sociedad. En Estados Unidos, el uso popular incluye emplear desodorante, lavarse los dientes y usar ropa apropiada para ocasiones específicas. Con frecuencia, el uso popular no es obligado, las sanciones que resultan tienden a ser informales y relativamente suaves. El uso popular es específico de la cultura; son patrones de comportamiento aprendidos que pueden variar de una sociedad a otra. En Japón, por ejemplo, donde las paredes de los cubículos de los baños llegan hasta el suelo, el uso popular dicta que se debe tocar a la puerta antes de entrar al cubículo (no puedes saber si está ocupado si no tocas). Sin embargo, la gente en Estados Unidos se siente desconcertada si alguien toca en su cubículo (A. Collins, 1991). Costumbres morales. Otras normas se consideran esenciales para la estabilidad de la sociedad. Las costumbres morales son normas profundamente arraigadas que tienen connotaciones morales y éticas en una cultura, que no pueden infringirse sin serias consecuencias. Debido a que las costumbres morales se basan en valores culturales y se consideran cruciales para el bienestar del grupo, los transgresores se exponen a sanciones negativas más severas (como el ridículo, pérdida del empleo o encarcelamiento) que las que se aplican a las normas de uso popular. A las costumbres morales más fuertes se les llama tabúes. Los tabúes son costumbres morales tan fuertes que su violación se considera extremadamente ofensiva y hasta innombrable. La violación de los tabúes es castigada por el grupo o hasta, según ciertos sistemas de creencias, por fuerzas sobrenaturales. El tabú del incesto, que prohíbe las relaciones sexuales entre ciertas categorías de parentesco, es un ejemplo de un tabú casi universal. El uso popular y las costumbres morales proporcionan estructura y seguridad a la sociedad. Hacen la vida diaria más predecible y dan a la gente algunas guías de apariencia y comportamiento. Al viajar los individuos a otros países, se dan cuenta de las diferencias culturales entre los usos y costumbres morales existentes. Por ejemplo, las mujeres estadounidenses que viajan a naciones musulmanas rápidamente se dan cuenta de las costumbres morales basadas en el sharia (los edictos del Corán), que ordena el dominio del hombre sobre la mujer. En Arabia Saudita, por ejemplo, no se permite que las mujeres se mezclen con hombres en público. Los bancos tienen sucursales con cajeras exclusivamente y sólo clientes mujeres. En los hospitales, se supone que las doctoras sólo atiendan a niños y otras mujeres (Alireza, 1990; Ibrahim, 1990). Leyes. Las leyes son normas formales, estandarizadas, que son promulgadas por legislaturas y se hacen cumplir mediante sanciones formales. Las leyes pueden ser civiles o penales. La ley civil lidia con disputas entre personas o grupos. Las personas que pierden demandas civiles pueden ser sancionadas con pagar una compensación a la otra parte o se les puede ordenar suspender cierta conducta. La ley penal, por otra parte, lidia con la seguridad y el bienestar público. Cuando se violan las leyes penales, las sanciopes más probables son multas y cárcel, aunque en algunos estados, se aplica la pena de muerte por ciertas ofensas mayores. Fuente: Kendall, Diana. Sociología en nuestro tiempo. Cengage Learning, México, 2012. |
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Octubre 2020
AutorLeonardo Pittamiglio |