Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-2a: La cultura En este capítulo trataremos muchos temas. Pero hay un problema que atraviesa a todos ellos, y que ha sido uno de los ejes centrales de la preocupación de los sociólogos: ¿Cómo es posible el orden social? No es una pregunta trivial. Nuestra experiencia es la de la individualidad: nos sentimos individuos únicos, situados en puntos únicos de la matriz social, que tomamos decisiones también únicas. Sin embargo, como uruguayos nos comportamos de maneras bastante iguales: cultivamos una apariencia bastante similar, hablamos de un modo característico, nos gusta comer las mismas cosas, y tendemos a tener comportamientos previsibles. Nuestras tasas de natalidad varían poco, y nuestra conducta social es bastante reservada. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que gente tan distinta se comporte de un modo tan similar, y por tanto, previsible? Ese es el problema del orden. ¿Por qué existe el orden social? ¿Por qué la gente sigue pautas culturales, cumple con las normas sociales y desempeña los roles asignados por su sociedad? Para eso, hay que seguir leyendo. UNO: La sociedad humana“La vida en sociedad no es exclusiva de la especie humana. Múltiples especies animales se adaptan a la naturaleza, formando sociedades: las abejas, las termitas, varias especies de aves, todos los primates. Pero ello no significa que no existan diferencias entre ellas: las sociedades animales están organizadas según pautas determinadas mayoritariamente por la constitución biológica que se transmite por la herencia; mientras que la organización social en las sociedades humanas depende de la cultura. En el primer caso, hablamos de sistemas biosociales, en el segundo, de sistemas socioculturales. (Davis, 1984:30s8). En la sociedad humana, igual que en la de los primates y animales superiores, la organización social no depende de diferencias biológicas estructurales entre sus miembros. En una colmena, las diferentes funciones son cumplidas por individuos biológicamente diferenciados: una reina fértil que pone huevos, y un conjunto de obreras estériles que cambian su función según la etapa de la vida en que se encuentren. Esta rígida división del trabajo no existe entre los hombres, que tienen que aprender a desempeñar las distintas tareas que son necesarias en una sociedad; la ocupación de las personas no viene determinada genéticamente. Con todo lo complejo que pueda parecer el aprendizaje que la persona debe realizar para formar parte de su sociedad y de su cultura y para cumplir determinada función social, no es necesario que abarque todos los contenidos culturales. "La división del trabajo nos permite beneficiarnos de la mayor parte de la cultura sin tener que aprenderla. No sabemos cómo se fabrican los vestidos que usamos ni la comida que comemos; no sabríamos componer una música que disfrutamos, o construir la vivienda donde habitamos. No obstante lo cual somos integrantes de la sociedad y partícipes cabales de estas manifestaciones culturales. La transmisión de destrezas, de pautas de comportamiento y de formas de organización, tiene lugar a través de un medio específicamente humano, como es la comunicación simbólica. El hombre se comunica por medio de símbolos, con los cuales puede expresar no sólo ideas y emociones que vive en ese momento, sino también situaciones pasadas, futuras O imaginadas. El lenguaje, como con junto de símbolos arbitrarios que sirven a la comunicación, parece ser patrimonio exclusivo de la especie humana. Cuando además del lenguaje, la sociedad humana dispone de la escritura, las posibilidades de comunicación aumentan aún más. La trasmisión simbólica deja de ocurrir exclusivamente en el contacto directo entre los sujetos, y puede perpetuarse y difundirse, alcanzando a mu chas más personas en distintos lugares y aun épocas. Otra de las consecuencias que tiene para la sociedad humana el uso de símbolos, es que a través de ellos, los hechos, tanto físicos y naturales como sociales, cobran significado. No sólo sentimos necesidades, experimentamos emociones y mantenemos creencias, sino que les damos un sentido, desarrollamos actitudes hasta ellas y señalamos formas correctas e incorrectas de expresarlas y satisfacerlas. Tenemos necesidad de alimentarnos, pero no comemos cualquier cosa y de cualquier manera; asociamos el alimento con algo placentero y lo convertimos en fuente de gratificación (¿quién no comió un dulce para levantarse cl ánimo?), en ocasión social (¿acaso no comemos en las fiestas?), en un ritual (como en ciertos servicios religiosos), O aun en arte (el culinario). A través del mismo proceso, el impulso al aparcamiento y a la reproducción se convierte en matrimonio e institución familiar, el dominio de unos sobre otros en gobierno, etc.. A partir de aquí, la satisfacción de las necesidades en el hombre deja de tener un carácter meramente biológico y éstas pasan a definirse en términos socio culturales; con lo cual la realidad deja de estar constituida por un solo orden de fenómenos, la de los hechos, y adquiere una nueva dimensión de carácter normativo. Junto al orden de hechos que constituye la sociedad y el mundo que es, aparece otro orden de normas y valores que constituye el mundo y la sociedad que debe ser. DOS: La culturaAlrededor de los años cincuenta, el antropólogo inglés Colin Turnbull estuvo en la selva africana estudiando la vida y las costumbres de los piemeos”. Cuando finalizó su estudio, uno de ellos, particularmente inteligente y aventurero, llamado Kenge, le acompañó de vuelta. De pronto, llegaron manejando hasta un valle en medio del cual se veían, a lo lejos, un grupo de búfalos de agua pastando. Turnbull se los señaló a Kenge: “Mira, búfalos”, a lo que Kenge respondió con una carcajada: ¡Esos no son búfalos! Todos saben que los búfalos son animales grandes, pero aquellos son pequeñísimos!... Deben ser algún tipo de insectos.
Lo que Kenge vio, o mejor dicho, la forma cómo interpretó su percepción, tenía una relación estrecha con las experiencias de su medio cultural. Como veremos, la cultura ayuda al hombre a adaptarse a su medio natural y a interpretar el mundo en el que vive. Viviendo en la selva, en medio de grandes árboles, los pigmeos nunca habían tenido la experiencia de ver algo lo suficientemente lejano como para ver disminuir su tamaño con la distancia. En la medida en que nosotros también vivimos dentro de una cultura y tenemos una visión del mundo conformada por ella, debemos recurrir a este tipo de ejemplos, tomados de culturas muy ajenas, para poder darnos cuenta hasta qué punto resultamos modelados por nuestra herencia cultural. Y es que en principio, no nos damos cuenta de las peculiaridades de la cultura de la que participamos; nuestros modos de pensar, sentir, ver y hablar nos parecen «naturales», y tendemos a reírnos o a asombrarnos si en otros lugares, son distintos. Pero por más diferentes que sean entre sí las distintas sociedades, tanto incluso como la nuestra y la de los pigmeos del ejemplo anterior, aún así hay algo que tienen en común: todas las sociedades humanas tienen cultura, A veces estamos acostumbrados a Hamar «incultos» a los pueblos primitivos o las personas con bajo nivel de educación. Esto es incorrecto desde el punto de vista de las ciencias sociales; todos los pueblos, por más simples que nos parezcan, tienen una cultura, y muchas veces, más compleja que la nuestra en algunos aspectos. “La nuestra (...) es una cultura donde nadie se viste sólo por abrigo, nadie conduce un vehículo sólo para ir de un lugar a otro, nadie come sólo para alimentarse. La elección de la ropa que nos ponemos, de la comida que comemos, del auto que conducimos está connotada por nuestros valores y nuestras creencias, pero sobre todo, por el tipo de mensajes que queremos trasmitir a los demás. Entonces, el auto deja de ser sólo un auto, la comida, sólo comida y la ropa, sólo ropa; ahora son todos símbolos”. ”. Marrero, A., (1996), “Diez temas de Sociología...”, Montevideo, FCU, p. 13. ¿Qué es la cultura? Dos definiciones Tylor: «la cultura es un todo complejo que incluye los conocimientos, las creencias, el arte, la moral, las leves, las costumbres y otras capacidades adquiridas por el hombre como miembro de la sociedad». Redfield: La cultura es «un conjunto organizado de comprensiones convencionales manifestadas en artes e instrumentos y que, perdurando por medio de la tradición, caracterizan a un grupo humano». Tenemos aquí dos definiciones diferentes de cultura; la de Tylor, hace énfasis en los contenidos; la de Redfield, en sus características. Analicemos ambos aspectos. Características de la cultura a) La cultura es constitutiva, y forma parte indispensable del proceso de hominización. El ser humano en cuanto tal es, simultáneamente un ser biológico y cultural. La cultura, por eso, “constituye” a los humanos como especie y es indisoluble con la condición de ser humano. b) La cultura es adaptativa y puede considerarse como el medio específicamente humano a través del cual las sociedades y los grupos se adaptan a su medio físico. Las personas necesitan procurarse alimentos, comer, cobijarse, comunicarse entre sí, etc. pero dentro de ciertas condiciones determinadas por su medio natural. La cultura es el medio del cual se valen los grupos para hacer un mejor uso de los recursos que la naturaleza les ofrece para la satisfacción de sus necesidades. Los nativos de la selva podrán construir sus chozas con juncos, porque son abundantes y dan como resultado viviendas frescas; los esquimales harán sus iglúes con bloques de hielo, porque disponen de él en abundancia y es un excelente aislante térmico. Nosotros no podríamos usar ni lo uno ni lo otro: además de no ser materiales muy comunes, no tendrían mucha utilidad en nuestro clima. c) La cultura es aprendida, no es innata al hombre sino que éste aprende sus contenidos en contacto con los demás miembros del grupo. La gran variedad cultural se explica, justamente por la gran plasticidad del ser humano y su capacidad de responder de modos muy distintos a los mismos problemas adaptativos. Todos los pueblos debemos procurarnos alimentos y comerlos, debemos encontrar algún tipo de organización familiar donde los niños puedan ser cuidados hasta que se puedan valer por sí solos, tenemos que darnos alguna forma de autoridad y también todos debemos cuidar que el grupo se mantenga unido. Pero las formas como solucionamos esos problemas dependen de la cultura dentro de la cual nacemos y de la forma como nuestros mayores nos la trasmuten. d) La cultura es compartida por los miembros del grupo. En las sociedades pequeñas o muy simples, la cultura es uniformemente compartida por todos sus integrantes. Cualquier miembro de una tribu aborigen australiana es un cabal representante de su cultura: habla un idioma, profesa un conjunto de creencias religiosas, tiene una visión del mundo, etcétera, similar a cualquier otro integrante. En cambio, en sociedades más complejas la cultura, si bien es básicamente compartida, no es tan uniforme, y hablamos más bien de cultura dominante. Si elegimos al azar un uruguayo cualquiera, no podemos estar seguros antes de hablar con él, hasta qué punto comparte o no los rasgos dominantes de la cultura. Al interior de sociedades de rápido cambio y muy complejas es posible encontrar grupos cuyas creencias, valores y normas de comportamiento, son diferentes a los de la cultura dominante; en estos casos hablamos de subculturas. Pero cuando dichos valores y normas, no sólo son diferentes sino que son contradictorios con los de aquélla, usamos el término contracultura. Los movimientos hippies que proliferaron en la década de los 60 en las sociedades industrializadas, pretendieron poner en cuestión a toda la cultura dominante, y constituyeron sociedades en las cuales se ponían en práctica valores y normas totalmente distintos: se declaraban a favor de la paz y el desarme, proponían una diferente organización de la familia, rechazaban la sociedad de consumo y se oponían al uso indiscriminado de la técnica. e) La cultura es simbólica, tiene que ver con significados y comprensiones comunes más que con objetos. Algunas veces tendemos a centrar nuestra atención sobre los objetos que una cultura produce, y olvidamos que la mayor parte de dichos objetos no son más que formas de expresión de valores y creencias de esa sociedad. La cultura no son los objetos mismos sino lo que éstos representan. Esto se debe a que la mayor parte de los objetos y elementos que integran la cultura, no tienen un significado independiente de aquel que le otorgamos; los significados son convencionales. Simplemente, nos hemos puesto de acuerdo sobre ellos. Una guiñada, un silbido o un beso, pueden tener significados distintos en distintos contextos y culturas. El mejor ejemplo es el del lenguaje, que es un conjunto de símbolos creado artificialmente y totalmente convencional. Los símbolos que forman el lenguaje representan un objeto o una idea, y gracias a que todos compartimos esos significados es que podemos comunicarnos entre nosotros. Podemos darnos cuenta de que el lenguaje es convencional, ya que distintos pueblos se han puesto de acuerdo para llamar de distinta manera a las mismas cosas y entonces hablan distintos idiomas; incluso dentro de la misma sociedad, hay «jergas» o lenguajes especializados en los cuales algunos objetos e ideas se designan de maneras diferentes. Recapitulando, la cultura es constitutiva, adaptativa, aprendida, compartida por los miembros del grupo y simbólica. ¿Podrías dar más ejemplos de aspectos de tu vida cotidiana que cumplan con estas características? ¿Cómo está formada la cultura? En toda cultura podemos encontrar los siguientes elementos típicos: a) UN CONJUNTO DE CONOCIMIENTOS Y DE CREENCIAS, que nos da información acerca de cómo funciona el mundo y nos permite proveer de sentido a los fenómenos que ocurren y a nuestra propia existencia dentro de él. De lo dicho surge una distinción entre, por un lado, un conjunto de conocimientos de carácter empírico, que básicamente dan información sobre el mundo, y que en nuestra sociedad se encuentran dados por la ciencia y el sentido común; por otro, conocimientos de tipo existencial, que están dados principalmente por la filosofía, la religión, el horóscopo y muchos otros, y que sirven para explicar y dar sentido a problemas como el de la vida y la muerte, el sufrimiento, etc. Las sociedades difieren bastante en el tipo de conocimiento a través del cual explican e interpretan su experiencia cotidiana; sobre todo si comparamos pueblos muy distintos o muy separados en el tiempo. Pero no debemos simplificar las diferencias. Si bien es cierto que en nuestra sociedad disponemos de abundante conocimiento científico que nos permite explicar y predecir acontecimientos, en nuestra vida cotidiana hacemos uso más bien del sentido común o conocimiento vulgar, el que muchas veces contiene elementos mágicos. El evitar pasar por debajo de escaleras, el tener objetos que nos dan “buena suerte”, leer horóscopos, el creer en milagros, son elementos de nuestra vida diaria que, aunque no los veamos como tales, comportan la creencia en eventos Mágicos. Parte importante de los conocimientos de una sociedad se plasman en lo que llamamos cultura material, que es el conjunto de objetos fabricados por los hombres con fines de adaptación al entorno o expresivos: una computadora, un libro, una prenda de vestir, una escultura son ejemplos de ello. b) UN CONJUNTO DE VALORES que en cada sociedad señala lo que para ese grupo humano es deseable, lo que vale la pena alcanzar y lo que merece ser conservado. Aunque por lo general los valores culturales no rigen el relacionamiento diario entre las personas, sirven para inspirar las pautas de conducta aceptadas, las creencias y las normas sociales. Los valores compartidos sirven como parámetros en relación a los cuales juzgar las acciones y los comportamientos concretos de los miembros del grupo, y con los cuales cotejar los fines individualmente perseguidos. Valores como la democracia, la igualdad, la justicia, la libertad de expresión, etc. son bastante característicos de la cultura en nuestra sociedad y se puede decir que son los «valores dominantes». Esto no significa que no puedan existir otros valores, o aún, que no puedan existir grupos dentro de las sociedades que mantengan valores distintos a los dominantes. c) UN CONJUNTO DE NORMAS SOCIALES que rigen la relación entre los miembros de la sociedad y que se inspiran en valores sociales. Las normas pueden ser de distinto tipo, e ir desde simples costumbres o usos, hasta los llamados «mores», tales como el tabú del incesto o la prohibición de matar a otro miembro del propio grupo y que se consideran fundamentales para la supervivencia del grupo. En nuestras sociedades, los mores suelen encontrarse sancionados a través de las normas jurídicas de mayor jerarquía, como la Constitución y las leyes. En subgrupos o colectividades más pequeños, las normas tendrán un alcance más reducido, lo que no las convierte en menos imperativas. Dentro de una prisión, un internado, un hospital o una orden religiosa, las normas y valores del grupo probablemente configuren una subcultura que al sujeto se le presenta como mucho más imperativa que la cultura dominante. d) UN CONJUNTO DE MEDIOS DE EXPRESIÓN SIMBÓLICA. Ya dijimos que la cultura está más constituida más por símbolos que por objetos, y ya nos referimos al valor simbólico que casi cualquier cosa o hecho adquiere en el grupo humano. Conocer las producciones de una sociedad es, por lo tanto, una forma de conocer sus valores y Sus inquietudes. Los productos artísticos de una sociedad, como su música, su danza, su arquitectura, y Su orfebrería, son formas de expresión simbólica, y son medios útiles para comprender las preocupaciones y los placeres cotidianos de su gente. En el mismo sentido, una cultura que produce objetos mayormente utilitarios, también refleja los valores sociales que le son propios. Discutiendo el antropocentrismo, o el “chauvinismo humano”. Solemos insistir, con demasiada frecuencia, en que tal o cual aspecto de nuestra vida es “exclusiva de la especie humana”. No toleramos la idea de ser como los demás animales, y una y otra vez incluimos criterios de distinción con otras especies. Esto ha ocurrido también con el concepto de cultura. Lee el siguiente párrafo y escribe tus reflexiones. “Los chimpancés, por ejemplo, son animales muy culturales. Aprenden a distinguir cientos de plantas y sustancias y a conocer sus funciones alimentarias y astringentes. Así logran alimentarse y contrarrestar los efectos de los parásitos. Tienen muy poco comportamiento instintivo o congénito. No existe una “cultura de los chimpancés” común a la especie. Cada grupo tiene sus propias tradiciones sociales, (...) alimentarias, sexuales, instrumentales, etc. La cultura es tan importante para los chimpancés que todos los intentos de reintroducir en la selva a los chimpancés criados en cautividad fracasan lamentablemente. Los chimpancés no sobreviven. Les falta cultura. No saben qué comer, cómo actuar” (Mosterin, J., “Filosofía de la cultura”, Alianza, Madrid, 1993, p. 54). En cultura, ¿todo es relativo? La decoración de nuestros cuerpos es algo que forma parte de la cultura de los humanos: los pintamos, los cubrimos y los exhibimos de distintos modos, los perforamos para colgar adornos, los tatuamos, y hacemos lo posible para modificarlos con el fin de que se adapten a los gustos del momento o del grupo al que pertenecemos. Estos gustos, naturalmente, varían con el tiempo o dependiendo del lugar donde vivimos. Pensemos, por ejemplo, en las reglas del “buen vestir”: en ocasiones importantes, las normas del ceremonial y de la indumentaria, suelen estar, dentro de cada grupo, bastante bien definidas. Sin embargo, es seguro que nos asombraríamos bastante al comparar qué es “estar bien vestido” o “respetar el ceremonial” de una cultura a otra. Mientras en unos pueblos las personas se atavían con plumas, en otros se usan telas; mientras en algunos usan hojas de plantas y de árboles, en otros se usan fibras tejidas; mientras que para algunos es una regla el usar colores sobrios, en otros predominan los colores vivos. Aún dentro de la misma sociedad, y dentro de la misma familia, los criterios acerca de lo que puede ser “estar bien vestido” puede variar dramáticamente de abuelos a nietos, y eso, porque los dos pertenecen a distintos grupos culturales con diferentes gustos, estilos, y hasta cierto punto, también diferentes valores. También la televisión, el cine y el video nos han ayudado a ver diariamente las diferencias en la apariencia de las personas de distintos lugares, y ya nos hemos habituado a ver gente con atuendos muy variados. Sabemos que esos vestidos son propios de otros lugares y los respetamos como esperamos que se respete nuestro propio modo de vestir. Nos hemos acostumbrado a la diversidad cultural, la hemos aceptado, nos parece bien. En cuanto a la cultura parece cierto aquello de que “todo es relativo”. Pero a veces, las cosas no son tan sencillas. Es fácil cuando pensamos en modos de vestir, donde cada uno puede usar lo que le plazca; o cuando pensamos en comidas, y allí también, podemos comprender que otros pueblos encuentren gusto en comer hormigas y orugas, ya que nosotros encontramos gusto en comer sangre y vísceras de animales muertos. Pero... ¿es igual con todas las pautas culturales? ¿son todas igualmente aceptables? ¿es todo una cuestión de “gustos”? Una respuesta afirmativa a esta pregunta, lleva a lo que se denomina el “relativismo cultural”: Si todas las culturas son, en tanto tales, dignas de respeto, entonces todas las pautas culturales que emanen de esa cultura serían igualmente válidas y merecerían ser conservadas y defendidas. Nadie tendría el derecho de opinar sobre los modos de comportamiento de grupos. Sin embargo, esto no es tan sencillo. Veamos algunos problemas a los que nos enfrenta el relativismo cultural: ¿Debemos defender el trabajo infantil porque se practique en ciertos países? ¿Debemos permitir la ablación del clítoris porque sea una pauta cultural en algunas culturas africanas? ¿Debemos tolerar que se arroje a la pira funeraria del marido muerto a su mujer viva, porque es la tradición en India? El relativismo cultural nos priva, entonces, de defender la dignidad y la vida humana que en principio buscaba respetar. ¿Cómo superar el relativismo cultural? Como dice Antonio Ariño, además de los criterios subjetivos que usamos muchas veces para preferir ciertas pautas culturales antes que otras (por ejemplo, para optar entre orugas o chinchulines, o entre la jota y el candombe), existen criterios éticos y técnicos que nos permiten preferir algunas pautas y oponernos a otras. El simple reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos y de la dignidad del otro, nos impide defender pautas que las vulneren. Si de verdad respeto al otro, y de verdad creo que es igual a mí, no podré tolerar que sea víctima inocente de su grupo, por más que exista una pauta cultural que así lo indique. Consideremos la viuda obligada a arder en la misma pira funeraria de su marido. ¿Respetaré tanto a los hindúes como para hacer que algunos de ellos paguen con su vida el respeto de su cultura? Desde un punto de vista ético, el valor de la vida humana está por encima de la pauta cultural. Pero también hay criterios técnicos. Ante una apendicitis ¿es equivalente una intervención quirúrgica a la intervención de un hechicero? ¿Si te encontraras en una situación así, ¿qué elegirías? ¿y sería sólo por una cuestión de pertenencia “cultural”? ¿o porque sabes que desde un punto de vista científico y técnico, son muy superiores las probabilidades de seguir vivos después de una operación quirúrgica realizada por un buen cirujano? La dimensión evolutiva de los procesos culturales también juega un papel importante en las opciones por unas O por otras pautas. Esto no quiere decir que la evolución sea inevitable, pero hay procesos culturales que, una vez que se producen, son irreversibles o muy difíciles de revertir. Por ejemplo, hace veinte años, es posible que yo estuviera escribiendo este libro con una máquina de escribir. Hace doscientos años, se escribía con tinta y pluma. Hoy en día, ¿quién usaría esos medios técnicos, existiendo la computadora y el procesador de textos? Por otro lado, hace doscientos años, muy pocos jóvenes de tu edad estaban todavía estudiando. Hoy en día, el seguir estudiando es cada vez menos, una cuestión de libre elección, para convertirse en una especie de requisito de adaptación a un mundo que cambia muy rápido. Como vemos, el relativismo cultural nos lleva a un callejón sin salida. Al poner todas las pautas culturales en pie de igualdad, y sostener que todas son igualmente válidas, termina sosteniendo que todas son, al fin y al cabo, igualmente infundadas y arbitrarias. Pero sobre todo, el relativismo nos priva de utilizar criterios éticos y científicos para preferir aquellas pautas que pueden mejorar las condiciones de desarrollo de la dignidad y de la vida de las personas, no importa de qué sexo, color, o edad sean. Fuente: Marrero, Adriana. Introducción a la sociología. FCU, Montevideo, 2008.
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Octubre 2020
AutorLeonardo Pittamiglio |