UNO: Los tres clásicosUna mirada a los tres clásicos por Anthony Giddens. Émile Durkheim Las obras de otro autor francés, Émile Durkheim (1858-1917), han tenido una influencia más duradera en la sociología moderna que las de Auguste Comte. Aunque recogió algunos elementos de la obra de éste, Durkheim consideraba que la mayor parte de sus trabajos eran demasiado especulativos y vagos y que no había logrado lo que se había propuesto: darle a la sociología una base científica. Según Durkheim, para llegar a ser científica, la sociología debía estudiar hechos sociales, es decir, aspectos de la vida social -como el estado de la economía o la influencia de la religión- que configuran nuestras acciones individuales. Creía que debíamos estudiar la vida social con la misma objetividad con que los científicos se ocupan de la naturaleza. El primer principio de la sociología para Durkheim era el famoso "¡Estudia los hechos sociales como si fueran cosas!". Con ello lo que quería decir era que la vida social puede ser analizada con el mismo rigor que los objetos o acontecimientos de la naturaleza. Al igual que los demás fundadores de la sociología, a Durkheim le preocupaban los cambios que en su época estaban transformando la sociedad y creía que lo que la mantiene unida son los valores y costumbres compartidos- Su análisis del cambio social se basaba en el desarrollo de la división del trabajo (el aumento de las diferencias complejas entre las distintas ocupaciones). Para Durkheim este proceso estaba desplazando cada vez más a la religión como principal núcleo de cohesión social. A medida que se expande la división del trabajo, las personas se van haciendo más dependientes de los demás, porque cada una de ellas necesita bienes y servicios que le proporcionan los que realizan otras ocupaciones. Según Durkheim, los procesos de cambio en el mundo moderno son tan rápidos e intensos que crean grandes trastornos sociales, que él vinculaba con la anomia, una sensación de falta de objetivos y de desesperación producida por la moderna vida social. Los controles y normas morales tradicionales que solía proporcionar la religión han sido prácticamente destruidos por el desarrollo social moderno y ello deja a muchos individuos de las sociedades modernas con el sentimiento de que su vida cotidiana carece de sentido. En uno de sus más famosos estudios (1952; publicado originalmente en 1897) Durkheim analizó el suicidio, fenómeno que parece un acto puramente personal, resultado de una profunda infelicidad del individuo. Sin embargo, Durkheim señala que los factores sociales tienen una influencia decisiva en el comportamiento suicida, siendo la anomia una de dichas influencias. Las tasas de suicidio señalan, año tras año, una pauta regular que ha de explicarse sociológicamente. Se pueden poner muchas objeciones a este estudio de Durkheim, pero continúa siendo una obra clásica que aún mantiene su importancia para la sociología actual. Karl Marx Las ideas de Karl Marx (1818-1883) contrastan vivamente con las de Comte y Durkheim pero, como ellos, intentó explicar los cambios sociales que estaban ocurriendo durante la Revolución industrial. Cuando era joven sus actividades políticas le ocasionaron problemas con las autoridades alemanas y, después de una breve estancia en Francia, se exilió definitivamente en Gran Bretaña. Los trabajos de Marx cubren diversas áreas e incluso sus críticos más severos consideran que su obra tiene una enorme relevancia para el desarrollo de la sociología. Gran parte de su obra se centra en cuestiones económicas pero, considerando que siempre trató de conectar los problemas económicos con las instituciones sociales, su obra está llena de interesantes observaciones sociológicas. La perspectiva teórica de Marx se basa en lo que él llamó la concepción materialista de la historia. Según este enfoque (que se opone al de Durkheim las principales causas del cambio social no son las ideas o los valores de los seres humanos. Por el contrario, el cambio social está primordialmente inducido por influencias económicas. El conflicto entre las clases -ricos frente a pobres- constituye el motor del desarrollo histórico. En palabras de Marx: "Toda la historia humana hasta el presente es la historia de la luchas de clases". Aunque escribió sobre distintos períodos históricos, Marx se centró en el cambio en la época moderna. Para él, las transformaciones más importantes de este período están vinculadas al desarrollo del capitalismo, sistema de producción que contrasta radicalmente con los anteriores órdenes económicos de la historia, ya que conlleva la producción de bienes y servicios para venderlos a una amplia gama de consumidores. Los que poseen el capital -fábricas, maquinaria y grandes sumas de dinero- conforman una clase dominante. El resto de la población constituye una clase de trabajadores asalariados, o clase trabajadora, que no posee los medios para su propia supervivencia y que, por tanto, debe buscar los empleos que proporcionan los que tienen el capital. En consecuencia, el capitalismo es un sistema de clases en el que el conflicto entre éstas es constante. Para Marx, el capitalismo será reemplazado en el futuro por una sociedad sin clases, sin grandes divisiones entre ricos y pobres. Con esto no quería decir que fueran a desaparecer todas las desigualdades entre los individuos sino que la sociedad no estará dividida entre una pequeña clase que monopoliza el poder económico y político y una gran masa de personas que apenas se benefician de la riqueza que genera su trabajo. El sistema económico pasará a ser de propiedad comunal y se establecerá una sociedad más igualitaria que la actual. La obra de Marx ha tenido una influencia trascendental en el mundo del siglo XX. Hasta la reciente caída del comunismo soviético, más de un tercio de la población de la tierra vivía en sociedades cuyos gobiernos se consideraban herederos de sus ideas. Además, muchos sociólogos se han visto influidos por su concepción de las clases y de las divisiones que ocasionan. Max Weber Al igual que Marx, Max Weber (1864-1920) no puede ser etiquetado únicamente como sociólogo, ya que sus intereses y preocupaciones se extendieron a diversas disciplinas. Nacido en Alemania, donde desarrolló gran parte de su carrera académica, Weber tenía una vasta cultura. En sus obras abordó la economía, el derecho, la filosofía y la historia comparativa, además de la sociología, y gran parte de su trabajo se centró también en el desarrollo del capitalismo. Como otros pensadores de su tiempo, intentó comprender el cambio social. Estuvo influido por Marx pero fue también muy crítico con algunas de sus principales ideas. Rechazaba la concepción materialista de la historia y consideraba que los conflictos de clase eran menos relevantes de lo que suponía Marx. Para Weber los factores económicos son importantes, pero el impacto de las ideas y los valores sobre el cambio social es igualmente significativo. Weber dedicó algunas de sus obras más influyentes al análisis de lo que diferenciaba la sociedad y la cultura occidental de otras grandes civilizaciones. Estudió las religiones de China, la India y Oriente Medio y con estas investigaciones hizo aportaciones clave a la sociología de la religión. Tras comparar los sistemas religiosos dominantes en China y la India con los occidentales, Weber llegó a la conclusión de que ciertos aspectos de la doctrina cristiana habían tenido un papel fundamental en la aparición del capitalismo. Al contrario que en Marx, esta perspectiva no surgía únicamente de las transformaciones económicas sino que, para Weber, las ideas y valores culturales ayudan a que se constituya una sociedad y conforman nuestras acciones individuales. La interpretación weberiana de la naturaleza de las sociedades modernas y de las razones de la difusión mundial de las formas de vida occidentales también contrasta sustancialmente con la de Marx. Según Weber, el capitalismo -una forma característica de organizar la actividad económica- no es más que uno de los muchos factores importantes que constituyen el desarrollo social. El impacto de la ciencia y de la burocracia son factores que subyacen en el capitalismo y que, en cierto modo, son más importantes que él. La ciencia ha conformado la tecnología moderna y seguirá haciéndolo en el futuro, mientras que la burocracia es la única forma de organizar eficazmente a grupos numerosos de personas y, por tanto, seguirá expandiéndose inevitablemente con el desarrollo económico y político. Weber describió el conjunto constituido por los avances científicos, la tecnología moderna y la burocracia como racionalización, es decir, la organización de la vida social y económica según principios de eficacia y, basándose en conocimientos técnicos. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. DOS: Los tres fundadores: una brevísima introducciónOtra mirada a los tres clásicos por Macionis y Plummer.
Desde la década de los cincuenta, cuando la sociología realmente empezó a formar parte de los planes de estudios universitarios, se ha enseñado que Marx, Durkheim y Weber son sus fundadores principales. Existe una buena razón para ello: cada uno proporciona una interpretación esencial de la llegada de las modernas sociedades capitalistas, los rápidos cambios que siguieron a la Revolución Industrial y las transformaciones políticas clave de finales del siglo XVIII y del siglo XIX. Durante el dramático cambio que experimentó el panorama mundial, Marx, Durkheim y Weber ofrecieron explicaciones reveladoras a sus contemporáneos. Esas ideas continúan resultando valiosas para el análisis sociológico del siglo XXI, por ello las introducimos brevemente a continuación y las discutiremos con mayor profundidad a lo largo del libro. Marx (1803-1883) Marx proclamó que «toda la historia de la sociedad humana, hasta ahora, es una historia de luchas de clases» (afirmación de apertura del Manifiesto Comunista), y observó cómo un flujo de conflictos intergrupales constituía el distintivo de cualquier historia. Si bien las personas nacen en un contexto histórico que no han formado ellos, tienen la capacidad de contribuir a la historia, pueden cambiar el mundo en el que nacen. En el siglo XIX Marx comprobó que el capitalismo industrial (Véase Capítulo 4) se estaba convirtiendo en un sistema que llevaría a la explotación y al sufrimiento de las clases bajas. Tan pronto como la gente fuera consciente de su situación, llegaría el cambio (la revolución) y daría lugar a un nuevo equilibrio. El trabajo de Marx ha tenido un impacto impresionante en la vida intelectual, política y social. Pocas personas han oído hablar de Weber o Durkheim, pero Marx ha sido un nombre muy oído durante la mayor parte del siglo XX. Consideró que «los filósofos se han limitado a comprender el mundo, lo interesante es cambiarlo» y proclamó que «las ideas de las clases dirigentes han sido en todas las épocas las ideas dirigentes». Su obra tuvo una enorme importancia en el desarrollo de sociedades comunistas como las de la Unión Soviética o la China de Mao. A mediados del siglo XX más de una quinta parte de la población mundial vivía en sociedades comunistas inspiradas por él. Aunque hoy en día estas sociedades son vistas como fracasos a corto plazo que favorecieron profundamente las estructuras autoritarias y las tendencias genocidas, muchas de sus ideas continúan teniendo repercusión. En sociología, el trabajo de Marx continúa llamando la atención sobre la opresión y el conflicto en la vida social y sobre la naturaleza ubicua de la desigualdad y la explotación. Nacido en Alemania, tuvo que abandonar el país debido a los diversos problemas con las autoridades a los que su incesante crítica social le condujo. Vivió gran parte de sus últimos años inmerso en la pobreza, en el Londres victoriano, y fue enterrado en el cementerio de Highgate en 1883. Durkheim (1858-1917) Durkheim también veía el cambio en las sociedades: desde de las que se habían basado en la igualdad hacia las caracterizadas por un rápido avance de la división del trabajo. Esto incrementaba las diferencias (a la que él se refería como el movimiento de la sociedad mecánica hacia la orgánica), que podían asociarse con la caída de la integración y con la anomia final, un estado de ausencia de normas. Fue uno de los principales fundadores de la tradición estructural-funcionalista. Su influencia puede encontrarse hoy en las muchas teorías de los vínculos comunitarios y sociales, así como en los estudios sobre el poder de los símbolos y los rituales en la vida cotidiana. Durkheim fue el único de los tres grandes fundadores que trabajó en un departamento de sociología y se identificó como sociólogo. Subrayó que la sociología debe estudiar el mundo social, «tratar los hechos sociales como cosas», como asuntos que surgen al margen de la conciencia humana y que configuran nuestra forma de vivir. Weber (1864-1920) Weber consideraba que las sociedades estaban cada vez más dominadas por el pensamiento racional, y destacó el crecimiento de la burocracia. Al tiempo que esto arrojaba beneficios, incrementaba el «desencanto» con el mundo: el hombre se ve atrapado en una jaula de hierro en la que hay pocas esperanzas de cambio. En esta situación, era muy probable que las religiones decayeran. El capitalismo había surgido principalmente por un cambio en la organización religiosa: el auge de la ética individualista del protestantismo. Weber estaba muy preocupado por las formas en las que las acciones humanas y sus significados desempeñan un papel crucial en la vida social. Su trabajo abarcó muchas áreas: música, religión, amor, leyes, economía y política, y consideró muchas civilizaciones. Luchó por encontrar el equilibrio entre sus compromisos políticos personales y su visión de la sociología como científicamente neutral. Fue el más pesimista de nuestros tres fundadores y, de hecho, su vida personal se vio afectada por una depresión permanente. Fuente: Macionis y Plummer. Sociología. Pearson Educación, Madrid. 2011.
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Módulo II: Individuo, sociedad y cultura Texto II-3: Socialización UNO: SocializaciónLos animales inferiores en la escala evolutiva, como es el caso de la mayor parte de las especies de insectos, son capaces de valerse por sí mismos poco después de nacer, con escasa o ninguna ayuda de los adultos. No existen generaciones entre las especies inferiores, ya que el comportamiento de los "jóvenes" es prácticamente idéntico al de los "adultos". Sin embargo, a medida que vamos subiendo en la escala evolutiva estas observaciones se hacen menos ciertas, ya que los animales superiores tienen que aprender formas de comportamiento apropiadas. Entre los mamíferos, los jóvenes están en muchos casos totalmente indefensos cuando nacen y necesitan el cuidado de los mayores. El niño es el más indefenso de todos ellos y no puede sobrevivir sin ayuda de un adulto, al menos durante sus primeros cuatro o cinco años de vida. La socialización es el proceso por el cual la criatura indefensa se va convirtiendo gradualmente en una persona consciente de si misma, con conocimientos y diestra en las manifestaciones de la cultura en la que ha nacido. La socialización no es un tipo de "programación cultural" por la cual el niño absorbe, de un modo pasivo, las influencias con las que entra en contacto. Desde el momento en que nace, el niño tiene necesidades o exigencias que afectan al comportamiento de los responsables de su cuidado: el bebé es un ser activo desde el principio. La socialización pone en contacto a las diferentes generaciones. El nacimiento de un niño altera las vidas de aquellos que son responsables de su crianza, los cuales, a su vez, experimentan un nuevo aprendizaje. La paternidad liga normalmente las actividades de los adultos a las de los niños para el resto de las vidas de ambos. Las personas mayores siguen siendo padres cuando se convierten en abuelos aunque, por supuesto, establecen una nueva serie de relaciones que conectan a las diferentes generaciones entre sí. Aunque el proceso de aprendizaje cultural es mucho más intenso durante la infancia y el principio de la niñez que posteriormente, el aprendizaje y la adaptación continúan durante todo el ciclo vital. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. DOS: Niños no socializados¿Como serían los niños si, por alguna razón, crecieran sin la influencia de los adultos? Evidentemente, ninguna persona, a modo de experimento, podría criar a un niño apartado de la influencia humana. Sin embargo, han existido ciertos casos, muy debatidos, de niños que pasaron los primeros años de su vida apartados del contacto humano normal. El "niño salvaje de Aveyron" El 9 de enero de 1800 una extraña criatura surgió de los bosques cercanos al pueblo de Saint-Serin, en el sur de Francia. A pesar de andar en posición erecta se asemejaba más a un animal que a un humano, pero pronto fue identificado como un niño de unos once o doce años. únicamente emitía estridentes e incomprensibles chillidos y parecía carecer del sentido de la higiene personal y evacuaba donde y cuando le parecía. Fue conducido a la policía local y, más tarde, a un orfanato cercano. Al principio se escapaba constantemente y era difícil volver a capturarlo. Se negaba a vestirse y rasgaba las ropas en cuanto se las ponían. Nunca hubo padres que lo reclamaran. El niño fue sometido a un minucioso examen médico en el que no se encontró ninguna anormalidad importante. Cuando se le puso delante de un espejo parece que vio su imagen sin reconocerse a sí mismo. En una ocasión trató de alcanzar a través del espejo una patata que había visto reflejada en él (de hecho, la patata la sostenía alguien detrás de su cabeza). Después de varios intentos, y sin volver la cabeza, cogió la patata por encima de su hombro. Un sacerdote que observaba al niño a diario describió este incidente de la siguiente forma: Todos estos pequeños detalles, y muchos otros que podríamos añadir, demuestran que este niño no carece totalmente de inteligencia, ni de capacidad de reflexión y razonamiento. Sin embargo, nos vemos obligados a reconocer que, en todos los aspectos que no tienen que ver con sus necesidades naturales o la satisfacción de su apetito, se percibe en él un comportamiento puramente animal. Si tiene sensaciones no desembocan en ninguna idea. Ni siquiera puede compararlas unas con otras. Podría pensarse que no existe conexión entre su alma o su mente y su cuerpo. (Shattuck, 1980, p.69; véase también Lane, 1976.) Posteriormente, el niño fue trasladado a París, donde se llevó a cabo un intento sistemático para transformarle "de bestia en humano". El esfuerzo resultó sólo parcialmente satisfactorio. Aprendió a utilizar el cuarto de baño, accedió a llevar ropa y aprendió a vestirse solo. Sin embargo, no le interesaban los juguetes ni otros juegos y nunca fue capaz de articular más que un reducido número de palabras. Hasta donde sabemos por las detalladas descripciones de su comportamiento y sus reacciones, la cuestión no estaba en que fuese retrasado mental. Parecía que o no deseaba dominar totalmente el habla humana o que era incapaz de ello. Con el tiempo hizo escasos progresos y murió en 1828, cuando tenía unos cuarenta años. Sin duda, hay que tener cuidado a la hora de interpretar casos de este tipo, pues es posible que quedase sin diagnosticar una anormalidad mental. Por otra parte, las experiencias a las que fue sometido el niño podrían haberle causado daños psicológicos que le impidieran alcanzar las habilidades que la mayoría de los niños adquieren a una edad mucho más temprana. Aun así, existe una similitud suficiente entre este caso y otros que se conocen como para poder sugerir cuán limitadas estarían nuestras facultades si careciéramos, desde el principio, de un período prolongado de socialización. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. La socialización según Durkheim«La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre aquellas que no han alcanzado aún un grado de madurez suficiente para desenvolverse en la vida social. Tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales, que exigen de él tanto la sociedad política tomada en conjunto como el medio especial al que está destinado particularmente.» En pocas palabras, «la educación es una socialización... de la joven generación». Fuente: Durkheim, Emil. Educación y sociología. Ediciones Península, Barcelona, 1975. CUATRO: Socialización y personalidadPara entender bien lo que en sociología se entiende por proceso de socialización, hay que considerar previamente el concepto de personalidad que, con diversos matices, mantienen la mayor parte de los sociólogos. Personalidad es un sistema dinámico de acción individual compuesto de motivos, sentimientos, actitudes, hábitos y creencias, sistema que se expresa hacia dentro como autoconciencia, y hacia fuera como un complejo de roles sociales y un sistema de acción. Socialización es, precisamente, el proceso por el que un individuo se hace persona social incorporando a su individualidad las formas de vida (pautas sociales, símbolos, expectativas culturales, sentimientos, etc.), bien de un grupo social determinado, bien de toda la sociedad global, incorporación que le permitirá proceder y actuar de manera conveniente y más o menos ajustada a las exigencias de dicho grupo o dicha sociedad, e intervenir activamente en los procesos de innovación y cambio de la misma. [...] La personalización es esencialmente un proceso de maduración por el que el hombre adquiere su personalidad sociocultural, es decir, se hace capaz de autodirigir sus propias estructuras instintivas y, muy en especial, de influir responsablemente sobre los factores sociales y culturales. El objetivo final de la personalización es la integración de la persona, la adquisición de seguridad y el desarrollo de la capacidad creadora. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. Dos paradigmas para entender la socialización: Tradicional e interaccionistaLa primera vía para comprender la socialización acude al modelo tradicional del acondicionamiento, es decir, el sujeto interioriza a través de un proceso especial de aprendizaje un conjunto de normas, valores, actitudes, roles, habilidades y saberes que van a actuar desde dentro del individuo como un programa que condicionará su comportamiento a lo largo de toda su vida. Desde esta perspectiva, el proceso de socialización se orienta a predeterminar la conducta del individuo en la mayor cantidad imaginable de situaciones culturalmente definidas. [...] [...] La segunda vía para comprender la socialización es emplear el modelo o paradigma de la interacción, más dinámico que el anterior, pues concibe al individuo, fundamentalmente al niño, como un actor social inserto en un sistema de interacción, primero con su familia, más tarde, a partir de los 8 ó 9 años, con el grupo de iguales. A medida que se va debilitando el control familiar, se desarrolla en el niño el sentido del respeto mutuo, de justicia y de reciprocidad, al encontrarse en situaciones en las que sólo puede conseguir el respeto a sus derechos personales a través de su propio respeto a los derechos de los demás. Desde esta perspectiva, la socialización aparece como un proceso de adaptación personal del individuo ante situaciones nuevas, que le impulsan a flexibilizar sus recursos cognoscitivos y a modificar sus pautas normativas. De esta forma, la socialización primaria, que tiene lugar durante la infancia, es en parte separada y en parte enriquecida por la socialización secundaria, que se desarrolla durante la adolescencia y toda la vida adulta. Una concepción más estática de la socialización ignora esta distinción y sólo habla de socialización y de resocialización, entendiendo por ésta el proceso de nueva socialización a que debe someterse el adulto cuando cambia drásticamente de ambiente cultural o de status y tiene que aprender nuevas formas y estilos de vida y hacerse con un bagaje de pautas cognoscitivas y normativas más adecuado (el emigrante, el ex-preso, el soldado licenciado después de años de guerra). Este enfoque rechaza la concepción del sujeto como algo predominantemente pasivo y mero receptáculo de estímulos, y lo concibe en una interacción activa con su entorno. Las nuevas experiencias y mensajes que va recibiendo en etapas posteriores son asimiladas de una estructura cognoscitiva y normativa existente, que le proporciona cauces de acomodación personal a las demandas del ambiente. Esa estructura cognoscitiva y normativa se encuentra en permanente reorganización. Fuente: González Anleo, Juan. Para comprender la sociología. Ed. Vervo Divino, España, 1991. IMAGEN 1: Nube de palabrasIMAGEN 2: Mapa conceptual de la socialización
Módulo II: Individuo, sociedad y cultura
Texto II-1: Sociedades humanas y sociedades animales UNO: Cultura y sociedad
Entre los conceptos más utilizados en sociología figuran los de Cultura y Sociedad, que analizaremos en este capítulo. Cuando utilizamos el término "cultura" en la conversación diaria, generalmente lo consideramos equivalente a "los aspectos más elevados de la mente", como el arte, la literatura, la música y la pintura. Tal como lo emplean los sociólogos incluye tales actividades, pero también otras. La cultura tiene que ver con las formas de vida de los miembros de una sociedad o de sus grupos. Incluye el modo de vestir, las costumbres matrimoniales y la vida familiar, las pautas laborales, las ceremonias religiosas y los pasatiempos.
"Cultura" se distingue conceptualmente de "sociedad", pero existe una estrecha relación entre ambos conceptos. Una sociedad es un sistema de interrelaciones que vincula a los individuos. En este sentido, Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos, por ejemplo, son sociedades compuestas por millones de personas pero, como veremos en el siguiente capítulo, otras sociedades son mucho más pequeñas. Ninguna cultura podría existir sin sociedad pero, del mismo modo, no puede haber una sociedad carente de cultura. Sin cultura no seríamos en absoluto "humanos", en el sentido en que normalmente entendemos este término. No tendríamos una lengua en la que expresarnos ni conciencia de nosotros mismos y nuestra habilidad para pensar y razonar se vería considerablemente limitada. ¿,Hasta qué punto se diferencia el ser humano de los animales por este tipo de características? ¿De dónde proceden nuestros rasgos puramente "humanos"? ¿Cuál es la naturaleza del ser humano? DOS: La especie humana
Charles Darwin, pastor de la Iglesia de Inglaterra, publicó su obra El origen de las especies en 1859, después de dos viajes alrededor del mundo a bordo del buque de la armada británica Beagle. Partiendo de minuciosas observaciones de las distintas especies animales, Darwin elaboró una visión del desarrollo de los seres humanos y de los animales muy distinta de las mantenidas hasta entonces. Después de él quedó eliminada la posibilidad de que, como había sido frecuente en el pasado, se creyera en la existencia de seres mitad bestias y mitad humanos. Darwin aspiraba a encontrar una continuidad de desarrollo entre los animales y los seres humanos. Según él, nuestras características humanas emergieron de un proceso de cambio biológico que se remonta a los orígenes de la vida en la Tierra, hace más de tres mil millones de años. La visión que Darwin tenía de los humanos y de los animales era para muchos más difícil de aceptar incluso que la de las criaturas mitad bestia mitad hombre. Puso en acción tina de las teorías más debatidas, y también más convincentes, de la ciencia moderna: la teoría de la evolución.
La evolución Según Darwin, el desarrollo de la especie humana se produjo como resultado de un proceso aleatorio. En muchas religiones, incluida la cristiana, se considera que los animales y los seres han sido creados por voluntad divina. La teoría evolucionista, por el contrario, cree que el desarrollo de las especies animales y de la humana carece de intencionalidad. La evolución es resultado de lo que Darwin llamó selección natural. La idea de la selección natural es sencilla. Todos los seres orgánicos necesitan para subsistir alimentos y otros recursos, tales como protección frente a las inclemencias del tiempo; sin embargo, no existen suficientes recursos para mantener a todos los tipos de animales que existen en un momento dado, ya que su prole es más extensa que la que el medio es capaz de alimentar. Los mejor adaptados al medio sobreviven, mientras que otros, menos capaces de soportar sus adversidades, perecen. Algunos animales son más inteligentes, más rápidos o tienen una mayor agudeza visual que otros. En la lucha por la supervivencia poseen ventaja sobre los menos dotados, viven más tiempo y son capaces de procrear, transmitiendo sus cualidades a las generaciones siguientes. Han sido "elegidos" para sobrevivir y reproducirse. Existe un proceso continuo de selección natural debido al mecanismo biológico de la mutación, que es un cambio genético aleatorio que altera las características de algunos individuos de una especie. La mayor parte de las mutaciones son o bien perjudiciales o bien inútiles en cuanto a su valor para la supervivencia, pero algunas proporcionan al animal una ventaja competitiva sobre los demás: los individuos que poseen los genes mutantes suelen sobrevivir a costa de los que carecen de ellos. Este proceso explica tanto los cambios menores dentro de una especie como las grandes transformaciones que conducen a la desaparición de especies enteras. Por ejemplo hace muchos millones de años los reptiles gigantes habitaban diversas regiones del mundo. Su tamaño se convirtió en un inconveniente, al sufrir otras especies menores mutaciones que les proporcionaban una mayor capacidad adaptativa. Los primeros ancestros de los humanos se encontraban entre estas especies. Seres humanos y simios Hoy día está generalmente admitido el hecho de que la vida tuvo su origen en los océanos. Hace unos cuatrocientos millones de años aparecieron las primeras criaturas terrestres. Algunas de ellas evolucionaron hasta convertirse en grandes reptiles que, posteriormente, fueron desplazados por los mamíferos. Los mamíferos son criaturas de sangre caliente que se reproducen mediante relaciones sexuales. Aunque los mamíferos eran de un tamaño mucho menor que los grandes reptiles, eran más inteligentes y ágiles. Los mamíferos tienen una mayor capacidad de aprendizaje por medio de la experiencia que otros animales y esta capacidad ha alcanzado su máximo desarrollo en la especie humana. Los seres humanos pertenecen a un grupo de mamíferos superiores, los primates, que aparecieron hace unos setenta millones de años. Nuestros parientes más cercanos entre las especies animales son el chimpancé, el gorila y el orangután. Se dice que, al conocer la interpretación darwiniana de la evolución, la esposa del obispo de Worcester dijo: "¿Descendientes de los monos? Querido, esperemos que no sea cierto. Pero, si lo es, ojalá no se difunda la noticia". Como muchos otros desde entonces, malinterpretó lo que supone la evolución. Los seres humanos no descienden de los monos, sino que ambos han evolucionado a partir de especies mucho más primitivas que vivieron hace muchos millones de años. [...] Instintos y necesidades biológicas La mayoría de los biólogos y sociólogos comparten la idea de que los seres humanos no tienen "instintos". Tal afirmación contradice no sólo la hipótesis de la sociobiología sino también lo que la mayoría de la gente cree. ¿Acaso no hay muchas cosas que hacemos de un modo "instintivo"? Si alguien da un golpe, no parpadeamos o nos asustamos instintivamente? De hecho, éste no es buen ejemplo de instinto si el término se emplea con precisión. Para la biología y la sociología, un instinto es una pauta de comportamiento compleja y determinada genéticamente. Los rituales de cortejo de muchos animales inferiores se consideran instintivos en este sentido. El espinoso (un pequeño pez de agua dulce), por ejemplo, tiene un complicado sistema ritual que deben seguir tanto el macho como la hembra para que se produzca el apareamiento (Tinbergen, 1974). Cada pez produce una elaborada serie de movimientos a los que responde el otro, dando lugar a una compleja "danza de apareamiento". Se trata de una pauta genética para el conjunto de la especie. Un guiño o un rápido movimiento con la cabeza, como respuesta espontánea y anticipada a un golpe, son actos reflejos y no un instinto. Son respuestas simples, no una elaborada pauta de comportamiento, y no se consideran "instintivas" en sentido técnico. Los seres humanos nacen con una serie de reflejos básicos como la reacción de guiñar el ojo y la mayor parte de ellos parecen tener un valor de supervivencia evolutivo. Los bebés humanos, por ejemplo, succionan un chupete o cualquier otro objeto similar. Un niño pequeño alza los brazos en busca de apoyo cuando pierde repentinamente el equilibrio y retira la mano bruscamente cuando toca una superficie muy caliente. Es obvio que cada de estas reacciones es útil para adaptarse al medio. Los seres humanos tienen además una serie de necesidades biológicas. Nuestra necesidad de alimento, bebida, sexo y de ciertos niveles de temperatura corporal tiene un fundamento orgánico, pero el modo en que estas necesidades se satisfacen o se manejan varía enormemente en cada cultura y dentro de ellas. Por ejemplo, todas las culturas suelen tener una forma de cortejar establecida pero, aunque esto se relaciona con la naturaleza universal de las necesidades sexuales, su expresión en diferentes culturas -Incluyendo el mismo acto sexual- varía enormemente. La posición habitual para el acto sexual en la cultura occidental es con la mujer tumbada boca arriba y el hombre encima de ella. Esta posición se considera absurda en otras sociedades, en las que es posible que el acto se realice yaciendo lateralmente, o con la mujer encima del hombre, o el hombre contra la espalda de la mujer, o en otras posiciones. Por tanto, la forma que tienen las personas de satisfacer sus necesidades sexuales responde a un aprendizaje cultural y no a una determinación genética. Además, los humanos pueden anular sus necesidades biológicas con unos medios que no parecen tener paralelo entre los animales. Los místicos religiosos son capaces de ayunar durante largos períodos. Los individuos pueden optar por el celibato durante toda su vida adulta o parte de ella. Todos los animales, incluyendo a los seres humanos, tienen una tendencia hacia la auto conservación pero, a diferencia de otros animales, los humanos pueden actuar deliberadamente en contra de esa tendencia, arriesgando su vida al practicar el montañismo u otras arriesgadas actividades, e incluso suicidándose. Fuente: Giddens, Anthony. Sociología. Alianza Editorial, España, 2000. Videos
#1 - 2001: Odisea espacial (Stanlick Kubrick, 1968) [Corto]
#2 - 2001: Odisea espacial (Stanlick Kubrick, 1968) [Largo]
#3 - Sociedades humanas y sociedades animales
Monolito de 2001: Odisea espacialUno de los esfuerzos más conocidos y esmerados por integrar la acción y la estructura es la teoría de la estructuración de Giddens (1. Cohen, 1989; Held y Thompson, 1989). Giddens (1976: 8) nos presentó esta teoría en la década de los años setenta, pero su forma más desarrollada nos la expone en su libro The Constitution of Society [La constitución de la sociedad] (1984), subtitulado Outline of the Theory of Agengy [Bosquejo de una teoría de la acción]. En este libro, Giddens llega a decir: «Toda investigación en ciencias sociales o en historia se ha preocupado por la relación entre la acción y la estructura... en ningún caso la estructura «determina» la acción o viceversa» (1984: 219). Aunque no es marxista, puede apreciarse en la obra de Giddens una poderosa influencia marxista, e incluso él mismo considera que su libro The Constitutíon of Society constituye una reflexión sobre el dictum inherentemente integrador de Marx: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como ellos quieren, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado: (1869/1963: 15)2. La teoría de Marx es sólo una de las muchas influencias teóricas que se aprecian en la teoría de la estructuración. En uno u otro momento Giddens analizó y criticó las orientaciones teóricas más importantes para derivar de ellas una serie de ideas útiles. La teoría de la estructuración es extraordinariamente ecléctica. Giddens examina una amplia gama de teorías que parten bien del actor/individuo (por ejemplo, el interaccionismo simbólico) o de la sociedad/estructura (por ejemplo, el funcionalismo estructural) y rechaza ambas alternativas extremas. Antes bien, Giddens señala que debemos arrancar de las «prácticas sociales recurrentes» (1989: 252). Y concretando, afirma: «De acuerdo con la teoría de la estructuración, el dominio básico del estudio de las ciencias sociales no es ni la experiencia del actor individual, ni la existencia de cualquier forma de totalidad social, sino las prácticas sociales ordenadas a través del tiempo y en el espacio» (Giddens, 1984: 2). En el centro de la teoria de la estructuración de Giddens, que se enfoca hacia las prácticas sociales, se encuentra una teoría de la relación entre la acción y la estructura. Según Bernstein, «en el núcleo de la teoría de la estructuración» está «el propósito de iluminar la dualidad de la acción y la estructura y su interacción dialéctica» (1989: 23). Así, acción y estructura no pueden concebirse por separado, son las dos caras de una misma moneda. En términos de Giddens, constituyen una dualidad (en el próximo apartado analizaremos la crítica de Archer de esta orientación). Toda acción social implica estructura, y toda estructura implica acción social. Acción y estructura se encuentran inextricablemente intrincadas en toda actividad o práctica humana. Como hemos señalado más arriba, el punto de partida del análisis de Giddens son las prácticas humanas, pero este autor insiste en que deben ser consideradas como recurrentes. Es decir, las actividades no son «creadas por los actores sociales, sino continuamente recreadas por ellos a través de los diversos medios por los que se expresan a sí mismos como actores. Por medio de sus actividades los agentes producen las condiciones que hacen posibles esas actividades» (Giddens 1984: 2). Así, no es la conciencia la que, mediante la construcción social de la realidad, produce las actividades, ni es la estructura social la que las crea. Antes bien, en su expresión como actores, las personas se implican en la práctica, y mediante esa práctica se producen la conciencia y la estructura. Held y Thompson, en su análisis del carácter recurrente de la estructura, afirman que «la estructura se reproduce en y mediante la sucesión de prácticas situacionales organizadas por ella» (1989; 7). Lo mismo puede señalarse por lo que respecta a la conciencia. A Giddens le preocupa la conciencia o reflexividad. Sin embargo, con su reflexividad, el actor humano no sólo es autoconsciente, sino que se implica también en el control del flujo constante de las actividades y las condiciones estructurales. Esto condujo a Bemstein a afirmar que la «acción en sí está reflexiva y recurrentemente implicada en las estructuras sociales» (1989: 23). En términos generales, puede afirmarse que la preocupación central de Giddens es el proceso dialéctico mediante el que se producen la práctica, la estructura y la conciencia. Así, Giddens analiza la cuestión de la acción y la estructura con un enfoque dinámico, procesual e histórico. No sólo son reflexivos los actores sociales, lo son también los investigadores que los estudian. Esto conduce a Giddens a sus conocidas ideas sobre la «doble hermenéutica». Tanto los actores sociales como los sociólogos utilizan el lenguaje. Los actores utilizan el lenguaje para explicar lo que hacen, y los sociólogos, a su vez, se sirven del lenguaje para dar cuenta de las acciones de los actores sociales. Así, es preciso que nos ocupemos de la relación entre el lenguaje de los legos y el científico. En particular, nosotros hemos de ser conscientes del hecho de que la comprensión que tiene el científico social del mundo puede conducir a una comprensión errónea de los actores que están siendo estudiados. En este sentido, los investigadores sociales pueden alterar el mundo que están estudiando y llegar así a conclusiones y hallazgos distorsionados. Pasemos a analizar algunos de los principales componentes de la teoría de la estructuración de Giddens. Empezamos por sus reflexiones sobre los agentes, quienes, como ya hemos visto, controlan continuamente sus propios pensamientos y actividades, así como sus contextos físicos y sociales. Los actores tienen la capacidad de la racionalización, que para Giddens significa el desarrollo de rutinas que les capacitan para manejar eficazmente la vida social. Los actores también tienen motivaciones para actuar, y estas motivaciones implican deseos que impulsan la acción. Así, mientras la racionalización y la reflexividad están constantemente implicadas en la acción, es más apropiado considerar que las motivaciones son potenciales para la acción. Las motivaciones proporcionan planes generales para la acción, pero, desde el punto de vista de Giddens, la mayor parte de nuestra acción no está directamente motivada. Aunque esta acción no está motivada y nuestras motivaciones suelen ser inconscientes, las motivaciones desempeñan un importante papel en la conducta humana. También dentro del reino de la conciencia Giddens hace una distinción (permeable) entre conciencia práctica y discursiva. La conciencia discursiva implica la capacidad de expresar con palabras las cosas. La conciencia práctica implica sólo lo que hacen los actores y no entraña su capacidad de expresar lo que hacen con palabras. Este último tipo de conciencia es el más importante en la teoría de la estructuración, reflejando un interés primordial por 10 que se hace más que por lo que se dice. Con este acento sobre la importancia de la conciencia práctica, la teoría de la estructuración se desliza suavemente desde los agentes a la acción, a las cosas que los agentes hacen realmente. «La capacidad de acción sugiere la existencia de eventos perpetrados por un individuo... Lo que ocurrió no hubiera ocurrido sin la intervención de ese individuo» (Giddens, 1984: 9). Así, Giddens concede una enorme importancia (sus críticos afirman que demasiada) a la capacidad de acción. Giddens encontró serias dificultades en su esfuerzo por separar la acción de las intenciones porque afirmaba que la acción terminada difiere considerablemente de la acción inicial y su intención; en otras palabras, los actos intencionados suelen tener consecuencias inesperadas. La idea de las consecuencias inesperadas desempeña un papel relevante en la teoría de Giddens, y es particularmente importante para trasladamos del nivel de la acción al del sistema social. En consonancia con su acento sobre la acción, Giddens atribuye gran poder al agente. Dicho de otro modo, los agentes de Giddens tienen la capacidad de introducir cambios en el mundo social. Es más, los agentes no tienen sentido alguno si carecen de esa capacidad; es decir, un actor deja de ser un agente si pierde la capacidad de introducir cambios. Por supuesto, Giddens reconoce que existen constreñimientos sobre los actores, pero esto no significa que los actores no tengan elección ni puedan transformar las situaciones. Para Giddens, esta capacidad es más importante que la subjetividad, porque la acción implica poder o la capacidad para transformar la situación. Así, la teoría de la estructuración de Giddens atribuye gran poder al actor y, por ello, se opone a las teorías que se desvían de esta orientación y asignan más importancia a la intención del actor (la fenomenología), o a la estructura externa (el funcionalismo estructural). El núcleo conceptual de la teoría de la estructuración reside en las ideas de estructura, sistema y dualidad de estructura. El concepto de estructura se define como «las propiedades estructuradoras [normas y recursos]... las propiedades que hacen posible la existencia de prácticas sociales discerniblemente similares a través de los diferentes periodos de tiempo y espacios que les dan su forma sistémica» (Giddens, 1984: 17). La estructura se hace posible debido a la existencia de normas y recursos. Las estructuras per se no existen en el tiempo ni en el espacio. Antes bien, los fenómenos sociales tienen la capacidad de pasar a estar estructurados. Giddens sostiene que «la estructura sólo existe en y mediante las actividades de los entes humanos» (1989: 256). Así, Giddens ofrece una definición muy inusual de estructura que no sigue la pauta durkheimiana de considerar las estructuras como externas y coercitivas para los actores. Giddens se cuidó mucho de evitar la impresión de que la estructura es «exterior» o «externa» a la acción humana. «Tal y como yo uso el concepto, la estructura es lo que moldea y da forma a la vida social, pero no es per se esa forma» (Giddens, 1989: 256). Como Held y Thompson señalaron, la estructura para Giddens no es un armazón «como las vigas maestras de un edificio o el esqueleto de un cuerPO» (1989: 4). Giddens no niega el hecho de que la estructura pueda constreñir la acción, pero cree que los sociólogos han exagerado la importancia de tal constricción. Además, han ignorado la relevancia del hecho de que la estructura «es siempre constrictiva y capacitadora» (Giddens, 1984: 25, 163; cursivas añadidas). Las estructuras suelen permitir a los agentes hacer cosas que no podrían hacer sin ellas. Aunque Giddens concede menor importancia a la constricción estructural, reconoce que los actores pueden perder el control de las «propiedades estructurales de los sistemas sociales» si se distancian temporal o espacialmente de ellas. Sin embargo, tiene la precaución de evitar la imagen weberiana de la jaula de hierro y señala que esta pérdida de control no es inevitable. La concepción sociológica convencional de estructura se aproxima más al concepto de sistema social de Giddens (Thompson, 1989: 60). Giddens define el sistema social como un conjunto de prácticas sociales reproducidas o «relaciones reproducidas entre actores o colectividades organizadas como prácticas sociales regulares» (1984: 17,25). Así, la idea de sistema social de Giddens se deriva de su preocupación central por la práctica. Los sistemas sociales no tienen estructuras, sino que exhiben propiedades estructurales. Las estructuras no existen per se en el tiempo y el espacio, sino que se manifiestan dentro de los sistemas sociales en la forma de prácticas reproducidas. Si bien algunos sistemas sociales pueden ser el producto de una acción intencionada, Giddens concede mayor importancia al hecho de que esos sistemas suelen constituir las consecuencias inesperadas de la acción humana. Estas consecuencias inesperadas pueden convertirse en condiciones desconocidas de la acción y realimentarla de nuevo. Estas condiciones pueden dificultar los esfuerzos por controlarlas, pero no destruir los esfuerzos de los actores por ejercer ese control. Por tanto, las estructuras se «concretan» en sistemas sociales. Además, se manifiestan en «recuerdos que orientan la conducta de los agentes humanos cognoscibles» (Giddens, 1984: 17). A resultas de lo cual, las normas y los recursos se manifiestan tanto en el nivel macro de los sistemas sociales como en el nivel micro de la conciencia humana. Estamos ahora preparados para la definición del concepto de estructuración, cuya premisa es la idea de que «la constitución de los agentes y la de las estructuras no son dos conjuntos independientes dados de fenómenos, un dualismo, sino que representa una dualidad... las propiedades estructurales de los sistemas sociales son tanto un medio como un producto de las prácticas que organizan recurrentemente», o «el momento de la producción de la acción es también el de la reproducción en los contextos de la realización cotidiana de la vida social» (Giddens, 1984: 25, 26). Claramente, la estructuración implica la relación dialéctica entre estructura y acción. Estructura y acción constituyen una dualidad; no pueden existir la una sin la otra. Como se indica más arriba, el tiempo y el espacio constituyen variables cruciales en la teoría de Giddens. Ambas dependen de si las otras personas están presentes temporal o espacialmente. La condición primordial es la interacción cara a cara, en la que los otros están presentes en el mismo tiempo y espacio. Sin embargo, unos sistemas sociales se extienden en el tiempo y el espacio, mientras otros dejan de estar presentes. Este distanciamiento en términos de tiempo y espacio es cada vez más posible en el mundo moderno debido a sus nuevas formas de comunicación y transporte. Gregory (1989) señala que Giddens dedica más atención al tiempo que al espacio. Saunders, subrayando la importancia del espacio, mantiene que «todo análisis sociológico que pretende descubrir por qué y cómo suceden las cosas tiene necesariamente que tener en cuenta dónde (y cuando) suceden» (1989: 218). La cuestión sociológica central del orden social depende del grado de integración de los sistemas sociales en el tiempo y el espacio. Uno de los logros más ampliamente reconocidos de Giddens en el dominio de la teoría social es su esfuerzo por llevar a debate las cuestiones de espacio y tiempo. Terminamos este apartado acercando a la realidad la sumamente abstracta teoría de la estructuración de Giddens mediante un breve análisis del programa de investigación que se puede derivar de ella. En primer lugar, en vez de centrarse en las sociedades humanas, la teoría de la estructuración se concentra en «el ordenamiento de las instituciones a través del tiempo y el espacio» (Giddens, 1989: 300). (Giddens considera las instituciones como conjuntos de prácticas e identifica cuatro de éstos: órdenes simbólicos, instituciones políticas, instituciones económicas y derecho.) En segundo lugar, de ella se desprende una preocupación central por los cambios que experimentan las instituciones en el tiempo y el espacio. En tercer lugar, es preciso que los investigadores se interesen por los modos en los que los líderes de las diversas instituciones introducen o alteran pautas sociales. Y en cuarto lugar, los estructuracionistas deben controlar y considerar la influencia de sus hallazgos sobre el mundo social. En términos generales, Giddens se muestra profundamente preocupado por «el impacto fragmentador de la modernidad» (1989: 301), Y el estructuracionista debe estudiar este problema social acuciante. Quedan más cosas por señalar acerca de la teoría de la estructuración de las que ya hemos expuesto: Giddens estudia en detalle los elementos teóricos que acabamos de esbozar y analiza muchos otros. Analiza, integra y/o critica una amplia serie de ideas teóricas. Durante los últimos años ha dedicado cada vez más atención a la utilización de esta teoría para analizar con actitud crítica el mundo moderno (Giddens, 1990). A diferencia de muchos otros, Giddens ha hecho algo más que exponer un programa para la integración acción-estructura; nos ha ofrecido un análisis detallado de sus diversos elementos y, lo que es más importante, se ha ocupado de la naturaleza de su interrelación. Lo que más nos satisface del enfoque de Giddens es que su preocupación central, la estructuración, se define en términos intrínsecamente integradores. La constitución de los agentes y las estructuras no son independientes una de otra; las propiedades de los sistemas sociales son consideradas como medios y productos de las prácticas de los actores, y esas propiedades de los sistemas organizan recurrentemente las prácticas de los actores. Fuente: Ritzer, George. Teoría sociológica contemporánea. McGraw-Hill, México, 1993. |
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Octubre 2020
AutorLeonardo Pittamiglio |